Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 7 de febrero de 2013

Pemex, la Torre que se autoatentó- EPN y Calderón: la calca perfecta

Pemex, la Torre que se autoatentó

Como un mal chiste escribí en Twitter, a unos días del siniestro en el edificio B-2 del Complejo Administrativo de Pemex, lo siguiente: “Ante las versiones contradictorias, sólo falta que nos digan que la Torre de Pemex se autoatentó, como la niña Paulette”.
A una semana de la tragedia que provocó la muerte de 37 personas y ha dejado decenas de heridos, las explicaciones de las autoridades ministeriales apuntan precisamente a este escenario. Un accidente no provocado intencionalmente por alguien sino derivado de una falla estructural que generó un problema de “acumulación de gases”.
Ignoro si edificios de las dimensiones del Complejo Administrativo de Pemex pueden tener problemas gástricos o de este tipo de acumulaciones, pero más allá de si fue un accidente provocado o un problema en las estructuras del edificio, la falta de claridad ha despertado más suspicacias y falta de credibilidad frente al siniestro.
El subprocurador Alfredo Castillo Cervantes, quien alcanzó notoriedad nacional en el caso de la niña Paulette, ha vuelto a escena para reforzar las versiones de su jefe, el procurador Jesús Murillo Karam.
Cervantes Castillo, experto en los giros de 180 grados en las investigaciones ministeriales del Estado de México, informó que la PGR investiga si fue un acto de negligencia o un descuido lo que propició la acumulación de gases en el sótano del edificio B-2.
“Hay que ver si existió incumplimiento de acciones de mantenimiento y ello generó esta situación, pero ni vamos a hacer cacería de brujas ni dejar paso a la impunidad”, aseguró Castillo Cervantes en entrevista con La Jornada, publicada este 6 de febrero.
Castillo Cervantes sintetizó así varias hipótesis de la investigación del Ministerio Público:
-El encendido de un foco en el área en la cual se daría mantenimiento a cuatro pilotes que soportan el inmueble, lo que generó la combustión del gas metano que se había acumulado. El combustible se habría acumulado por la presencia de agua y basura en una zona a la cual no se daba mantenimiento desde julio de 2012.
-El gas pudo generarse “porque, hasta los años 70, en el sitio existía un depósito de combustible de la empresa Huasteca Petroleum”.
-Tuberías de gas natural que abastecen del hidrocarburo para calefacción del Centro de Administración de Pemex podrían haber “filtrado” su contenido en esta zona, sin que “nadie se diera cuenta”.
En las tres hipótesis, Castillo Cervantes nos indica que estamos ante el descuido extremo de un complejo de edificios que alberga a más de 10 mil trabajadores, donde se encuentran las áreas de dirección y administración de la empresa petrolera más importante de América Latina –y con mucho la más importante del país– y que las áreas responsables de la seguridad del inmueble, donde participan ingenieros de primer nivel, simplemente “no se dieron cuenta” de lo que estaba pasando.
Desastre comunicacional
Cuando la tragedia es acompañada de versiones discordantes, el desastre es doble. Estamos no sólo ante uno de los siniestros más graves en las instalaciones administrativas de Pemex sino ante una crisis en términos de comunicación política y credibilidad por los mensajes oficiales que se han generado desde el 31 de enero a la fecha.
Por mala suerte o mal tino, el mismo día de la tragedia, el director corporativo de Operaciones de Pemex, Carlos Murrieta, presumió que la paraestatal había logrado reducir “el índice de accidentabilidad” en los últimos años.
“Es un logro para Pemex mantener los indicadores de seguridad por debajo del estándar internacional”, tuiteó la cuenta corporativa de Pemex. Nunca explicaron si estar “por debajo” del estándar internacional en seguridad era un logro o un error.
El mismo día, la cuenta oficial de Pemex fue la primera en afirmar que el incidente pudo ser ocasionado “por una falla en el suministro de energía eléctrica”.
En esos minutos trágicos, alrededor de las 20:00 horas, fuentes no identificadas de Pemex revelaron a algunos medios que el origen del siniestro pudo ser una falla en el sistema de aire acondicionado.
A las 20:50 horas del viernes 1 de febrero, la cuenta oficial de Pemex calificó de “infundadas” las versiones sobre las causas de la explosión, incluyendo las de la falla en el sistema de aire acondicionado –que ellos mismos circularon–, la presencia de una bomba o algún otro atentado.
El impasse del fin de semana terminó con la tristemente memorable conferencia de prensa encabezada por el procurador general Jesús Murillo Karam el lunes 4 de febrero.
El mal chiste sobre la caja de cosméticos bien puede ser objeto de estudio freudiano, pero no una forma eficaz de desmentir las versiones sobre algún tipo de maletín con explosivos.
En esa conferencia, Murillo Karam insistió que el origen del accidente fue una “acumulación de gases”. “La explosión fue por gas acumulable. Averiguar si alguien puede acumularlo o si sucedió de alguna otra forma o se accidentó es tarea de una investigación que vamos a hacer”, sintetizó Murillo Karam.
Antes de la conferencia nocturna, la misma cuenta institucional de Pemex emitió un mensaje en Twitter señalando que “no hay presencia de gas” en el complejo de edificios del CAP.
El equívoco fue mayúsculo y se ventiló en las redes sociales. En mensajes directos la cuenta @Pemex trató de arreglar la confusión así:
“No hay contradicción. Mencionamos las condiciones de seguridad para reiniciar labores. Entre otras que actualmente ya no hay presencia de gas”.
Y este miércoles 6, al mediodía, una ola de pánico se generó cuando tuvieron que desalojar los edificios A, C y D del complejo administrativo de Pemex, en el primer día de reinicio de labores por una alerta. La explicación fue que se trató de una acción preventiva ante un mal olor proveniente de comida en estado de putrefacción.
Inevitablemente, parece que la Torre de Pemex más que un problema de acumulación de gases tiene un grave deterioro de comunicación en momentos de crisis.
 

EPN y Calderón: la calca perfecta

Por: Redacción / Sinembargo - febrero 7 de 2013 - 0:00
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Ayer, en Guerrero, nueve elementos de la Policía Estatal Preventiva fueron emboscados y asesinados en una comunidad del ayuntamiento de Apaxtla de Castrejón.
También el miércoles, en diversos municipios de Sinaloa, 10 personas perdieron la vida en hechos violentos y ligados al crimen organizado.
En Nuevo León se corroboró ayer que el cuerpo mutilado que la policía encontró en la madrugada del sábado pasado es el del jefe de Seguridad del Penal de Topo Chico, situado al noroeste de Monterrey.
La ola de asesinatos en estos 69 días de la administración de Enrique Peña Nieto no para; al contrario, crece de forma alarmante. Mientras, los mexicanos que se esperanzaron con un cambio de estrategia de seguridad, respecto a la aplicada en el sexenio pasado por el panista Felipe Calderón Hinojosa, comienzan a perder la ilusión por el esperado golpe de timón.
De acuerdo con datos del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, durante los dos primeros meses del gobierno del Presidente Peña Nieto, se han registrado por lo menos 1,758 homicidios violentos.
Esto significa que del 1 de diciembre de 2012 al 31 de enero de 2013, en México se registraron un promedio de 28 asesinatos al día.
Aunque la administración del priista mexiquense presentó con bombo y platillo –el 17 de diciembre pasado– una nueva estrategia de seguridad, basada en seis líneas de acción, los resultados para disminuir la violencia y la criminalidad en el país son totalmente nulos.
Por el contrario, el gobierno de EPN mantiene intacta la estructura de las fuerzas del Estado con la que Calderón Hinojosa le declaró la guerra al narco, en diciembre de 2006: Policía Federal, Ejército y Marina siguen como el eje central.
Organismos de derechos humanos, en tanto, continúan denunciando los abusos que elementos de esas corporaciones cometen contra la población civil, debido a esta política beligerante y militarista.
Esa política de seguridad y su falta de resultados también ha sido analizada a nivel internacional. La estrategia antinarco de Enrique Peña Nieto es la misma de Felipe Calderón, pero maquillada, planteó el Baker Institute por medio de un análisis firmado por el experto en Políticas de Drogas de la Universidad Rice, Nathan Jones.
El reporte destaca que se puede esperar continuidad en la política pero cambio en la retórica que justifica esa política por parte de la administración del de Atlacomulco. A pesar de que Peña Nieto ha pregonado propuestas de reforma, “hay más similitudes que diferencias al comparar su ‘nueva’ política de seguridad con la de la administración de Calderón”, afirma Jones.
Además, el repunte de la violencia en todo el país y las peticiones de diversos funcionarios –gobernadores y presidentes municipales– para reforzar la presencia de la Policía Federal, el Ejército y la Marina en sus entidades es una señal de que las cosas cambiarán muy poco.
Peña Nieto puede pretextar que es poco tiempo el que tiene al mando del país. Sin embargo, no es justificación para no haber promovido de lleno cambios de fondo.
Si de verdad se estuviera aplicando una estrategia distinta y precisa ya se verían los resultados. Pero no los hay.
Mientras tanto, a diario, se acumulan los muertos por todo México. Muchos de ellos, como ha sucedido desde 2006, son inocentes y a éstos sólo falta que el gobierno de EPN los catalogue como “daños colaterales”, como con toda su frialdad los llamó Felipe Calderón Hinojosa.

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