Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 21 de marzo de 2012

Astillero- Los reinos de lo invisible y los infiernos terrenales- Benedicto XVI en tierras cristeras

Astillero
Misa de Estado
Izquierda de rodillas
Convalidar plan B16
Periodismo en Tamaulipas
Julio Hernández López
Foto
PRESENTACIÓN. En conferencia de prensa, Andrés Manuel López Obrador presentó a Víctor Suárez como titular de la Sagarpa de su equipo presidencialFoto María Meléndrez Parada
 
     El temblor de ayer confirmó que a pesar de la sistemática tarea de saqueo y destrucción del tejido institucional y social del país subsiste una esencia que es capaz de soportar y sobrellevar cargas adversas y salir adelante. La compleja capital del país emergió relativamente a salvo de un movimiento telúrico menor al de 1985, sin pérdidas de vidas ni desplome de inmuebles, aunque sí con riesgos estructurales que deben ser revisados con mucho cuidado. Tal saldo incruento no se debe, desde luego, a ninguna operación humana, sino a la combinación de diversos factores naturales que no produjeron una catástrofe. Pero sí fue posible advertir una sociedad más alerta y mejor preparada para enfrentar circunstancias extremas y un buen funcionamiento del equipo de reacción en la capital del país y en algunas otras ciudades donde también golpeó el sismo.
En ese contexto de estremecimientos y conmociones, Andrés Manuel López Obrador anunció, un día antes de la conmemoración del natalicio de Benito Juárez, que asistirá a la misa que el papa Benedicto 16 realizará a los pies del Cristo Rey del Cerro del Cubilete. Irá, explicó, porque el convocante es un jefe de Estado y un importantísimo dirigente religioso. Eso sí, agregó en una frase que puede prestarse para ajustes de última hora, él se arrodillará donde se arrodilla el pueblo, pero no lo hará para ser tomado por las cámaras de televisión, pues no es hipócrita.
La justificación elegida por el tabasqueño que ha hecho larga profesión de fe juarista es insostenible. La misa no será oficiada por un jefe de Estado, sino por el líder de la religión más controladora de México que viene a festejar que 20 años atrás el salinismo realizó una reforma constitucional que les abrió las puertas para el siguiente gran paso que ahora han iniciado mediante el apoyo en las cámaras del PRI del penañietismo opusdeista y el PAN de Felipe, Margarita y Josefina obstinados en mantenerse en el poder a como dé lugar (más un segmento chucho del perredismo).
Ni siquiera podría alegarse ignorancia o poca luz sobre el asunto. Bastaría haber leído la entrevista hecha en Proceso el pasado 11 de marzo por Rodrigo Vera en la que el nuncio apostólico, Christophe Pierre, explica con todas sus letras, para dar contexto a la visita de Benedicto XVI: La Santa Sede y las autoridades eclesiásticas son sin embargo conscientes de las restricciones que la reforma de 1992 ha mantenido a la actividad pública de las religiones. Un ejemplo es la limitación al derecho de poseer medios de comunicación social, o también a la restricción de la libertad de expresión del clero sobre algunos argumentos, no de orden político, sino de interés público. Por eso, la Iglesia busca desde hace algunos años dialogar con las autoridades públicas proponiendo se introduzca en la legislación un reconocimiento más completo de la libertad religiosa.
El nuncio Pierre también se manifestó sorprendido de que todavía haya quienes “pretenden restringir la libertad religiosa reduciéndola a mera libertad de culto o a una libertad para creer sólo dentro de los márgenes de la vida privada. Estoy muy consciente de la historia de México. Pero no debería partirse del miedo de que el clero o la Iglesia ‘tomen el poder’ o ejerzan poder político. En la actualidad esto, en mi opinión, nace más del prejuicio que de una amenaza real”.
Asido a un súbito pragmatismo que habría tenido mejores perspectivas en 2006, López Obrador podría acabar sentándose en la misma banca de iglesia que sus adversarios electorales y convalidando las maniobras contra el Estado laico que a partir de la magna misa política habrían recibido una suerte de bendición partidista completa. No es un asunto táctico o coyuntural. Con la vista puesta en las urnas, realizando cesiones que darían pie a suponer que hay urgencia en la captación de votos a como dé lugar, la izquierda electoral cree que la eventualidad de Los Pinos bien vale una misa.
En Tamaulipas se vive una guerra política con cargo a fusiles de narcos. Entidad comprometida con el financiamiento y el apoyo político para Enrique Peña Nieto a través de sus altamente polémicos ex gobernadores y del casi clandestino administrador actual, Egidio Torre, vive constantes enfrentamientos entre miembros de diversos cárteles, peleando entre sí, y de estos contra soldados, marinos y policías federales. Así como los embates federales han ido minando estados de fuerte capital electoral priísta, en Tamaulipas se agrava la descomposición pública.
En esa guerra regional, el ejercicio periodístico ha sido fuertemente lastimado. Larga es la historia del control de una parte de la prensa local mediante el uso corruptor del presupuesto público. Luego ha venido el amago criminal de los cárteles que tienen sus jefes de prensa y ordenan lo que debe publicarse u omitirse. Y la llegada del mencionado Egidio ha dejado todo en el abandono, en la impunidad absoluta de los agresores y la vulnerabilidad plena de los trabajadores del periodismo, como se ha amenazado en el caso reciente del diario Expreso. Urgente es defender a los periodistas tamaulipecos (entre quienes hay ejemplos importantes de esfuerzo por cumplir bien su función en condiciones difíciles e incomprendidas), restablecer la normalidad informativa y combatir viejos vicios enraizados. Pero la guerra electoral en curso sólo permite más y más violencia, impunidad y censura.
Astillas
Un chepinazo más: en un boletín de prensa, su equipo festejó que la escritora de Dios mío, hazme viuda, por favor hubiera recibido apoyo de Mario Vargas Llosa, premio Nobel de la Paz… Luciano Núñez fue quien hizo para la revista quintanarroense Luces del Siglo la entrevista con Lorena Martins, hija de un ex agente de la inteligencia argentina que maneja prostíbulos y trata de blancas en México, en la que se habla del especial interés de Margarita Zavala y su esposo en el asunto y las implicaciones que puede tener ese caso respecto a uno de los Hank Rhon y algunos ex gobernadores de aquella entidad. En bit.ly/AwvlW8 puede leerse el texto completo… ¡Hasta mañana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
Los reinos de lo invisible y los infiernos terrenales
Javier Aranda Luna
 
     Ahora que un grupo de legisladores debate sobre el Estado laico a partir de razonamientos como lo que redunda no hace daño o lo que abunda no perjudica, deberían multiplicar su curiosidad con textos de historia para que puedan redundar sobre esta realidad de hierro: el Estado laico no es un Estado antirreligioso, no limita nuestra libertad para profesar la religión que más nos guste y tampoco es un elemento accesorio de la democracia, sino el pilar que le da sustento. No hay democracia sin Estado laico.
Alguno de los sandios impulsores de las reformas que pretenden limitar al Estado laico y cuyo nombre olvido porque son legión, masa amorfa o pueblo de dios, como ellos se denominan, ha dicho que se busca garantizar “la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión…”
¿No se habrá enterado este político de que cualquier intento de regirnos con fines éticos ha estado condenado al fracaso de manera cíclica, como documentó Carlos Monsiváis? ¿Que la creencia fanática en una idea no sólo la pervierte, sino que reiteradamente la convierte en su contraria? Y mejor aún, como escribe Karl Popper: ¿No nos enseña la historia que todas las ideas éticas son perniciosas, y a menudo las mejores de ellas son las más perniciosas?
Vamos, ¿sabrán estos vocingleros de los Altos Valores que los intentos por instaurar el reino de los cielos en la tierra sólo ha creado infiernos y sembrado calaveras?
El Estado laico, la educación laica garantiza que cada uno tenga la fe que quiera o que no tenga ninguna y eso no lo señale como una persona carente de valores. ¿Cuántos ateos no nos han dado grandes lecciones de humanidad, de solidaridad? ¿Cuántos devotos como Marcial Maciel y quienes lo siguen encubriendo –del empresario que pide que la ropa sucia se lave en casa al altísimo clero que se ha hecho de la vista gorda– no son sino prueba indudable de la presencia del mal no como entidad supraterrena, sino como miseria cotidiana y tangible?
La fe es un asunto personal: uno puede creer en el embarazo divino que en una mujer mortal ejerció Zeus, como bien señala A.C. Grayling en Contra todos los dioses, o en la virgen preñada por el espíritu santo, en una espada, en un talismán hecho con las entrañas de las aves, en el destino marcado por los restos del café o por los arcanos del tarot.
El Estado laico garantiza que uno pueda creer en lo que quiera. A condición, claro, de no coaccionar al otro con sus credos, de no obligarlo a que pague templos ajenos o sus nichos o sus fiestas de aguardiente en nombre de usos y costumbres o que le impida el uso de panteones o escuelas públicas.
El Estado laico además posibilita el desarrollo de la sociedad del conocimiento, la única que nos permite un mejor futuro. Los legisladores reformistas también podrían redundar en el conocimiento de que ninguna teoría de la astrofísica o la biología ha provocado guerra alguna y las religiones en cambio han dado lugar a muchas. Las religiones de amor, nos recuerda el imprescindible Edgar Morin, han sido capaces de las peores crueldades.
La ética del ciudadano, creyente o no, no debe estar por debajo de cualquier ética religiosa. Ese es el imperativo moral.
El justiciero-Hernández
Benedicto XVI en tierras cristeras
Carlos Martínez García
 
     La visita de Benedicto XVI es religiosa y política. Por la propia naturaleza de la Iglesia católica romana, quien la preside es a la vez máxima autoridad en asuntos de fe y cabeza del Estado Vaticano. Es imposible separar esa simbiosis de intereses supuestamente celestiales con los muy mundanos del poder terrenal.
El lugar elegido para el periplo mexicano del cardenal Joseph Ratzinger es Guanajuato, zona semillero de vocaciones sacerdotales y una de las regiones históricamente vinculadas a la guerra cristera. Ya se anunció en el Vaticano que Benedicto XVI eligió esas tierras en reconocimiento a quienes entre 1926 y 1929 combatieron heroicamente en defensa de la fe católica romana. En el discurso del Papa se exalta a los dizque perseguidos por un gobierno recalcitrantemente anticatólico y cuasi ateo. No hay referencia alguna a que en el bando de los héroes de la fe se llevaron a cabo sangrientos atentados, desorejamiento de maestros, asesinatos de los considerados enemigos de la única y verdadera Iglesia. Hubo una guerra, en la que ambos bandos cometieron excesos y barbaridades. Pero en la óptica católica romana se exalta el sacrificio de los cristeros que se enfrentaron a un nuevo Nerón ávido de sangre y perseguidor de inocentes ocultos en las catacumbas.
La historia de la Iglesia católica comprueba que se acomoda muy bien al poder político que coadyuva a proteger sus intereses, pero que le cuesta mucho trabajo desarrollarse en la arena pública, con los ciudadanos y ciudadanas, reconociendo que es un actor más en sociedades que caminan hacia una pluralización creciente. Podemos decir que Benedicto XVI es congruente con la milenaria historia de la institución que preside, consistente en presionar y negociar con los poderes políticos y gubernamentales en turno para preservar y/o incrementar sus prebendas y un trato privilegiado.
Lo que vamos a ver y escuchar en los tediosos actos que encabezará Benedicto XVI en Guanajuato es la reiteración de la fidelidad del pueblo mexicano a la Iglesia católica. Hecho que subrayará el visitante una y otra vez, para exaltar la reserva mundial del catolicismo que representa el país. Pero la realidad es otra: el catolicismo de la mayoría de la población es mucho más ritualista que identificado con la ortodoxia doctrinal reivindicada por Roma. Pero, además de esa lejanía doctrinal, todavía es mayor la brecha entre los valores practicados cotidianamente por los católicos mexicanos y la ética que quisiera Roma que vivieran a diario quienes se identifican como parte del rebaño encabezado por Benedicto XVI.
En la construcción de un México intensamente católico tienen un papel preponderante las televisoras más poderosas del país. Nos presentan imágenes que invisibilizan la real y creciente pluralización religiosa de México. En este sentido podemos afirmar que esos emporios de la comunicación masiva se comportan como acólitos y ceremonieros de Benedicto XVI, atentos a cualquier requerimiento de quien dice ser el vicario de Cristo. Esta última afirmación es aceptada sin más ni más por vociferantes comunicadores que luchan denodadamente por declaraciones exclusivas del Papa, o también por captar bendiciones que, dicen, son válidas para los televidentes que sigan las transmisiones en cualquier lugar del territorio nacional.
El conservadurismo mexicano, empezando por Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, está de fiesta por la visita de Benedicto XVI. En su obsequiosidad a quien reconoce como autoridad religiosa y política, se está comportando de forma exagerada al poner a disposición del Papa recursos presupuestales públicos. Y éste es el problema, porque se usa al servicio de una confesión el aparato estatal que no debiera partidizarse en favor de una opción religiosa, en detrimento de otras confesiones practicadas por millones de mexicanos.
Los datos comprobables van en sentido contrario de la parafernalia elaborada tanto por el visitante como por sus anfitriones, que ávidamente buscan sacar raja política de los pronunciamientos de Benedicto XVI. A 55 por ciento de la ciudadanía le emociona poco/nada la visita del obispo de Roma, según la encuesta efectuada por Covarrubias y Asociados, hecha pública en el sitio Animal Político. La cifra es reveladora, y contraria, al mito iniciado por Juan Pablo II, que con el lema México siempre fiel buscó sentar una premisa que suena bonita pero está lejos de la realidad.
El antecesor de Benedicto XVI, el muy mediático y telepredicador mayor Juan Pablo II, movilizó masas de católicos que el actual Papa no podrá aglutinar ni en sus mejores cálculos. Por la búsqueda de multitudes que lo aclamen es que fue elegido Guanajuato, el estado que porcentualmente tiene la mayor población que en el país se declara católica (94 por ciento). El escenario fue cuidadosamente seleccionado, para que la escenografía sea la idónea y favorable en la presentación mediática de ríos de gente que se agolpan al paso del Papa.
Además opino que la carta de Javier Sicilia dirigida a Benedicto XVI, en la cual dice que la escribió para pedirte que en tu visita a México lo abraces, antes que a nadie, como el Padre abrazó el cuerpo adolorido y asesinado de Cristo, es una quimera (aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo, Diccionario de la lengua española). Y lo es porque en primera fila de los actos estarán los causantes de las heridas políticas y económicas a México: los nuevos fariseos, y además invitados por el propio Benedicto XVI.

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