Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 29 de marzo de 2012

Miles de burócratas acarreados presenciaron la primera llamada del ocaso sexenal- Final de espaldas a la realidad- Actores sociales y candidatos

Miles de burócratas acarreados presenciaron la primera llamada del ocaso sexenal
Cadena de autoelogios de Calderón
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Empleados públicos fueron llevados al informe Un gobierno democrático que rinde cuentasFoto Cristina Rodríguez
José Antonio Román
Periódico La Jornada
Jueves 29 de marzo de 2012, p. 5
     A unas horas de que se inicien las campañas políticas, y con el argumento de que la ley electoral le prohíbe en los próximos meses expresar el punto de vista sobre su administración, el presidente Felipe Calderón hizo un recuento de lo que a su juicio son los principales logros de su gobierno. México es mejor que lo que era hace seis años, afirmó ante unos 10 mil burócratas acarreados al Auditorio Nacional.
La cita terminó, sin embargo, como una primera llamada del ocaso de un gobierno sexenal, en medio de su agradecimiento por habérsele permitido servir a la patria en estos momentos, particularmente de desafíos y de prueba. Más que una carga, ha sido un privilegio y un honor que no tendré jamás forma de pagarlo, dijo Calderón, al final de su intervención de casi dos horas.
Ya con voz entrecortada, añadió: A México, la razón de mi ser, le seguiré sirviendo al límite de mis capacidades y limitaciones, no sólo hasta el último día de mi mandato, sino hasta el último de mis días.
El acto reunió no sólo a burócratas, militares, secretarios de Estado, diplomáticos, legisladores y gobernadores panistas, sino también a sus familiares más cercanos. Como único orador en el informe denominado Un gobierno democrático que rinde cuentas, Calderón repasó los logros alcanzados en las áreas de gobierno. Todos, sin excepción, con resultados positivos; muchos de ellos con cifras, datos e inversiones históricas y sin precedente, según dijo.
El primero en esa larga lista fue el tema seguridad. Aseguró que su legado a las nuevas generaciones de mexicanos será una policía más profesional y confiable, y que de no haber actuado apenas a tiempo, como se hizo, la próxima presidenta o el próximo presidente habría encontrado instituciones totalmente infiltradas por los delincuentes, con una sociedad arrodillada frente a los criminales.
Dijo incluso que una parte del territorio, quizá, estaría dominado por capos; no habría libertad para la gente ni paz ni tranquilidad. Habría sido demasiado tarde para México. De ello responsabilizó no sólo a la ambición desmedida de los delincuentes, sino a la omisión negligente, miedosa y a veces cómplice de los gobernantes.
Nada dijo de las 50 mil muertes ocurridas en la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia organizada en estos casi seis años. Se refirió, sí, a la brutalidad y violencia de los grupos criminales, pero aclaró que nunca, nadie habría enfrentado el problema de manera integral y con tanta firmeza como su gobierno.
Calderón justificó la convocatoria al acto. Dijo que con el inicio de las campañas, candidatos y partidos podrán cuestionar, como siempre lo han hecho, al gobierno que encabeza. Pero a diferencia de otras democracias, en México no será posible que el gobierno exprese con esa misma libertad sus puntos de vista.
Es por eso que con el afán de contribuir a un debate ciudadano mejor informado, hoy quiero hacer un balance de lo que a mi juicio son los elementos y los cambios fundamentales que ha vivido nuestro país en los últimos cinco años, dijo.
Acompañado en el escenario por la mayoría de los secretarios de Estado, sentados a sus espaldas de manera intercalada con beneficiarios de los programas sociales, y con varias pantallas gigantes que ampliaban su imagen, Calderón citó los logros en seguridad, salud, educación, política social, atención a indígenas, economía, infraestructura, sector energético, política exterior, inversión extranjera, libertades democráticas y combate a la pobreza, entre otros.
Señaló que nunca en la historia moderna de México ha habido tanta libertad, no sólo para hablar, sino también para insultar, para calumniar a un gobierno o a un presidente. Pero creemos más en la libertad que en la capacidad autoritaria del Estado.
México pudo avanzar más, pero se le escatimaron reformas fundamentales, como la laboral, que permitiría la generación de empleos de más calidad y mejor pagados, criticó. Insistió en que se ha sembrado en México la semilla de la prosperidad, la seguridad y la justicia, y sólo basta perseverar en estos esfuerzos para continuar cambiándole el rostro a México. Incluso desmintió categóricamente que la pobreza ha crecido.
Así, el acto que en un principio se asemejó mucho a una especie de informe de gobierno, se transformó paulatinamente, cada vez más, en la primera llamada de un ocaso sexenal.


A disfrutar sus logros-Hernández

Final de espaldas a la realidad

 
      En un ritual ajeno a la formalidad republicana establecida en las leyes, el aún titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón, formuló ayer en el Auditorio Nacional una larga exaltación propia y un desmedido autoelogio, a fin de rendir cuentas ante una decena de miles de funcionarios y de burócratas acarreados.
Para empezar, el gobernante presentó una justificación de su estrategia antidelictiva y de seguridad pública, emprendida y aplicada desde hace cinco años con dudosa legalidad y peores resultados, y afirmó que si él no hubiera atacado el problema, una parte del territorio nacional estaría hoy dominada por capos, no habría libertad para la gente, ni habría paz, ni habría tranquilidad y el próximo gobierno se habría encontrado con instituciones completamente infiltradas por los delincuentes, así como con una sociedad arrodillada frente a los criminales. Por desgracia, lo que el político michoacano considera posibilidades que no llegaron a materializarse gracias a la guerra que él emprendió es percibido por amplios sectores de la sociedad como una realidad acuciante y presente, derivada, en buena medida, de una estrategia equívoca y fallida.
Por lo demás, Calderón realizó un repaso de cifras alegres en materia de salud, educación, migración, economía, finanzas, infraestructura y política social. Arremetió contra los indicadores que señalan el crecimiento de la pobreza durante su administración, negó el declive sostenido de los resultados educativos y presentó cifras sobre salud, vivienda, infraestructura, escuelas construidas, becas, apoyos, inversión pública y atención a mujeres –entre otros rubros– muy semejantes a las que recitaban los mandatarios del ciclo priísta cada primero de septiembre. Dijo, para resumir, que México es mejor que lo que lo que era hace seis años.
Con un tono inconfundible de cierre y despedida, pues, la administración calderonista entra en su último semestre de la misma forma en que empezó: frente a auditorios blindados ante el disenso, irregular con respecto a las maneras republicanas y de espaldas a la realidad.


Parqué discutir-Fisgón

Violencia y desaseo informativo
El pasado martes, en la Reunión Trilateral de Ministros de Defensa de Norteamérica, que se desarrolla en Ottawa, Canadá, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Leon Panetta, dijo que, según cifras aportadas por funcionarios mexicanos, el número de muertes provocadas por la violencia entre cárteles de narcotraficantes y autoridades en México asciende a 150 mil, si bien no precisó el periodo al que correspondía esta cantidad. Más tarde, en un comunicado conjunto, las secretarías de la Defensa Nacional y de Marina señalaron que el dato proporcionado por Panetta correspondía al número de asesinatos anuales atribuidos a la violencia ligada al narcotráfico en América Latina, y no sólo los observados en el caso de México. A renglón seguido, las dependencias federales remitieron al conteo realizado por la Procuraduría General de la República (PGR), según el cual entre 2006 y 2011 se registraron 47 mil homicidios en el contexto de la lucha contra el crimen organizado.
Por su parte, la embajada de Estados Unidos en nuestro país emitió ayer un boletín en el que se afirma que Panetta se refería a una cifra que los funcionarios mexicanos le habían dado, la cual refleja la violencia relacionada con las drogas en todo el hemisferio.
Con independencia de si las fluctuaciones de cifras referidas se debieron a una confusión, a una falta de comprensión por parte del titular de Defensa estadunidense de lo que le dijeron sus contrapartes mexicanas o a una abierta distorsión de la realidad de alguno de los involucrados –o de ambos–, el episodio es indicativo del descuido y el manejo poco transparente de la información relacionada con los hechos de violencia en el país.
Tal actitud ha salido a relucir, por ejemplo, en la falta de consistencia de las cifras oficiales sobre dinero decomisado al narco y sobre el número de migrantes centro y sudamericanos secuestrados en el país por organizaciones delictivas, pero también en la inaceptable tendencia de las autoridades a ocultar datos sobre el número de muertes ocurridas durante la guerra contra la delincuencia organizada. Un botón de muestra de dicha actitud es el intento de la PGR y de la Presidencia de la República por reservar la información sobre el número de víctimas mortales de la lucha contra los cárteles de la droga durante 2011, según dio a conocer el Instituto Federal de Acceso a la Información en enero pasado.
La negación de hechos y el ocultamiento o la distorsión de información relacionada con la violencia agravan el daño causado por el baño de sangre que se desarrolla en el país, en la medida en que profundizan el desprestigio de las instituciones, dificultan el pleno esclarecimiento de los episodios de violencia –lo cual es contrario al principio de justicia para las víctimas– y alimenta, en suma, sentimientos de temor, confusión y zozobra en que se encuentra inmersa la sociedad. En tal circunstancia, y con el precedente inmediato de la aparente confusión de Panetta, lo menos que cabría esperar de las autoridades civiles y militares mexicanas es que proporcionen información veraz y coherente sobre la angustiosa situación que atraviesa el país.
Sexenio de la infraestructura-Helguera


Actores sociales y candidatos
Orlando Delgado Selley
      Simultáneamente han aparecido dos pronunciamientos de grupos de ciudadanos esencialmente diferentes que irrumpen en la contienda político-electoral. Uno de ellos expresamente invita a los candidatos a responder por escrito una serie de preguntas y a presentarlas en un foro público. El otro insiste en la propuesta presentada hace tres años para tomar las medidas necesarias para llevar a México a un nuevo curso para el desarrollo.
El primero que se formula a partir de preguntas cuyas respuestas podrían transformar a México atiende aspectos decisivos en el funcionamiento del país. El segundo enfáticamente llama a cambios que permitan un crecimiento económico sustancial, que sustente una redistribución fuerte del ingreso y establezca un sistema de protección social universal. Ambos planteos se proponen aprovechar el proceso electoral para comprometer acciones para quien resulte ganador.
La pertinencia de estas propuestas se funda en el reconocimiento de que ganará el candidato de un partido, pero no logrará mayoría en las cámaras. La posibilidad de aprobar cambios importantes se supeditará a la construcción de acuerdos circunstanciales entre los grupos partidarios en el legislativo. Consecuentemente, seguiríamos sumidos en prácticas inmediatistas que solamente benefician a los grupos dominantes en los partidos.
Para lograr superar este marasmo político hace falta más que la llegada de un nuevo presidente. Tampoco es suficiente con otro cambio de partido en el gobierno. Cada vez es más claro que los ciudadanos tenemos que forzar acuerdos entre los grupos partidarios que permitan avanzar en aspectos sustantivos para la vida nacional: un crecimiento económico de por lo menos 6 por ciento, reducir la oprobiosa desigualdad y actuar inmediatamente para proteger a todos.
Estos propósitos exigen una reforma tributaria real en la que aumenten impuestos y se reduzcan subsidios, lo que por cierto no ha sido propuesto por ningún candidato. Nadie duda que en México falta inversión y que se requiere la participación privada, nacional y extranjera, pero también y destacadamente del sector público. El esfuerzo del gobierno que se requiere implica duplicar la inversión pública, lo que hace necesario aumentar impuestos elevando la progresividad tributaria y estableciendo tasas extraordinarias para los mexicanos más ricos.
En materia laboral frente a la propuesta de precarizar aún más al trabajo, hace falta un acuerdo nacional que suprima la separación del apartado A y B del 123 constitucional, que termine con la cláusula de exclusión, la toma de nota y los sindicatos únicos en el sector público, junto con la decisión de impulsar la creación de empleos decentes y un crecimiento sostenido del salario real.
Además, como se señala en uno de los pronunciamientos ciudadanos, habría que detener las prácticas monopólicas privadas, particularmente, pero no en exclusiva en telefonía, televisión y servicios de banda ancha y, al mismo tiempo, resolver las deficiencias operativas y administrativas de los monopolios públicos. La Ley Orgánica del Banco de México debiera reformarse añadiendo al objetivo de mantener estabilidad de precios, la promoción del crecimiento y del empleo y el cuidado de la estabilidad del sistema financiero nacional.
La banca de desarrollo, reducida por las reformas financieras implementadas por los últimos gobiernos priístas, tendría que fortalecerse recuperando sus funciones de promoción económica. Los bancos privados, casi todos controlados por grupos financieros internacionales, debieran recuperar su vocación crediticia de apoyo a sectores productivos, lo que exige promover su mexicanización obligándoles, entre otras cosas, a cotizar en bolsa.
Estas ideas presentadas formalmente por mexicanos destacados en diversos frentes deben ser discutidas por los candidatos, obligándoles a encontrar coincidencias que tendrían que desarrollarse como acuerdos de gobierno. Se trata de un proceso en el que se desarrollen visiones compartidas cuyo propósito sea la construcción de una sociedad mejor, pero no como recurso discursivo sino como respuesta a la demanda de una parte de la ciudadanía que ha decidido iniciar un camino que puede ser fructífero.

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