Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 27 de junio de 2012

BAJO LA LUPA- América Latina: la derecha aprieta el paso- Arizona, democracia, plutocracia-

América Latina: la derecha aprieta el paso
José Steinsleger/ I
 
        En medio de las tensas expectativas suscitadas en vísperas de los comicios presidenciales de México (donde no hay clima para que los candidatos punteros ganen o pierdan por la mínima diferencia), el golpe de Estado de Paraguay volvió a mostrar que las derechas tienen ideas muy raras acerca de los gobiernos democráticamente elegidos y que pacíficamente buscan cambios verdaderos.
 
      La farsa leguleya que enjuició al presidente Fernando Lugo guarda similitud con los golpes perpetrados en Haití y Honduras (2004/2009), los fallidos intentos en Venezuela y Ecuador (2002/2010), las maniobras desestabilizadoras en Argentina y Bolivia (2008) y la dudosa diferencia de votos (0.56 por ciento) que en 2006 arrebató el triunfo a Andrés Manuel López Obrador.

      En el reparto de actores hubo estrellas y estrellitas: los presidentes George W. Bush y Barack Obama (Nobel de la Paz 2009), y las secretarias de Estado Condoleezza Rice y Hillary Clinton. Y como furgón de cola, las desde siempre unidas derechas de América Latina que sintonizan con la pedagogía imperialista del también Nobel de la Paz y presidente, Woodrow Wilson: I’m going to teach the South American republics to elect good men (1913).

       ¿No fue el ex obispo de los pobres del Paraguay un perfecto y manso good man elegido, que durante su gestión hizo concesión tras concesión a las mafias políticas, militares y económicas que dominan el país sudamericano? Sacerdote, sociólogo, teólogo de una liberación social que optó por un camino distinto al del cura guerrillero Camilo Torres, Fernando Lugo colgó los hábitos en 2006, y dos años después ganó las elecciones en una de las naciones más sufridas y paupérrimas del continente.

        En su desesperanzada (¿previsible?) actitud de aceptar con resignación el falaz dictamen parlamentario, el líder de los movimientos sociales y campesinos de Paraguay se diferenció de los gallardos presidentes Jean Bertrand Aristide y Manuel Zelaya, a quienes los marines madrugaron y expatriaron de Haití y Honduras a punta de fusil.

          En cambio, como buen cristiano, Lugo ofreció la otra mejilla y dejó al pueblo colgado. No bien supo que los terratenientes y narcos del Congreso debatían el más que anunciado y denunciado juicio político que venía planificándose desde 2009 en la embajada de Washington en Asunción, se encerró en el despacho presidencial y desde allí siguió el sainete político por televisión.

       Así lo encontraron los cancilleres Héctor Timerman (Argentina), Antonio Patriota (Brasil) y Alí Rodríguez (Venezuela, quien preside pro tempore la Unión de Naciones del Sur, Unasur). Solo y sin papeles sobre el escritorio, contó el argentino. Fue muy triste, agregó (Página 12, Buenos Aires, 24/6/12).
          En tanto, en Bolivia, grupos de bajo rango integrados por suboficiales, sargentos y policías agremiados que exigían aumento de salario (negado a las pocas horas de haber sido pactado) se amotinaron con sus familias en las principales ciudades del país (La Paz, Cochabamba, Oruro, Potosí, Sucre, Tarija, Trinidad), ocupando por la fuerza las oficinas de los comandos departamentales.

           En la calle Colón de La Paz, los alzados quemaron las instalaciones del departamento de Seguridad General de inteligencia. El presidente Evo Morales denunció la existencia de un plan para dar un golpe de Estado: “Las fuerzas armadas –dijo– no van a salir a las calles. ¿Qué están buscando? La derecha está buscando muertos y no vamos a prestarnos al juego…”

          Por su lado, el máximo dirigente de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, Roberto Coraite, informó que este sector se declaró en vigilia y aseguró que no permitirá un intento de golpe al gobierno del presidente Evo Morales.

            Simultáneamente, en Buenos Aires, el secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), Hugo Moyano, rompió su alianza con los Kirchner y equiparó el gobierno de Cristina Fernández a una dictadura militar (sic).

            Haciendo gala de una fuerza desproporcionada para dirimir sus diferencias con el oficialismo, Moyano dispuso la huelga general del sector transporte, bloqueando refinerías y afectando los servicios básicos de toda la población.

          Cuando los sindicatos más importantes de la CGT no avalaron el paro, el camionero Moyano metió reversa, y convocó a una manifestación masiva en Plaza de Mayo. Propuesta que rápidamente mereció el apoyo del jefe de la ciudad autónoma de Buenos Aires, el ultraderechista Mauricio Macri, y de las clases pudientes que en días pasados salieron con cacerolas a las calles para exigir su derecho a comprar dólares.

            Así como el golpe contra Zelaya frustró la incorporación del país centroamericano a la Alianza Bolivariana de las Américas (Alba), el golpe contra Lugo fue directo al corazón del Mercosur y los países de la Unasur, Brasil en particular.

            Las crisis referidas no son casuales. El 6 de junio pasado, los gobiernos derechistas del continente constituyeron la llamada Alianza del Pacífico, bloque comercial conformado por los gobiernos que promueven el libre mercado: México, Panamá, Colombia, Perú y Chile.

Bajo la Lupa
Egipto: primer gobernante civil desde hace 7000 años y ¿fórmula paquistaní?
Alfredo Jalife-Rahme
Foto
Mohamen Mursi, presidente electo de Egipto, estrecha la mano de un general de la policía en El Cairo, ayerFoto Ap
 
         Desde la defenestración del sátrapa Hosni Mubarak, hace 16 meses, la revolución de las pirámides ha sido secuestrada por microgolpes de Estado que no se atreven a pronunciar su nombre por la junta militar, la cual se ha enfrascado en una viciosa cuan intensa lucha con los Hermanos Musulmanes –la nueva estrella regional ascendente en todo el Medio Oriente desde Gaza, pasando por Jordania, hasta Siria–, bajo la teatralidad de una democracia controlada (ver Bajo la Lupa, 20/6/12).
 
         La lucha por el poder entre la casta militar, otrora heroica, y los civiles, de religiosidad omnímoda aglutinados por los omnipotentes Hermanos Musulmanes y los salafistas (de lectura integrista coránica más estricta), quedó definida a corto plazo, con tácita bendición de Estados Unidos: los militares gobiernan y los Hermanos Musulmanes reinan, en un equilibrio precario, pero aceptado por los actores en juego, que quizá se irá acentuando y asentando en el sentido de la fórmula paquistaní, otrora exitosa, de reparto de poder y delimitación de sus esferas de influencia.

           La narrativa occidentaloide, que flagela y desfigura a Medio Oriente en su prisma subjetivo para sus primarias necesidades geopolíticas de control regional, vende la idea de que el flamante presidente civil adscrito a la cofradía de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi –ingeniero formado en la Universidad de California, con dos de sus cinco hijos de nacionalidad estadunidense–, constituye el quinto presidente republicano desde la caída de la monarquía (con cuatro previos de origen militar).

             Mas allá de sus caracteríscas singulares, los cuatro anteriores presidentes republicanos debieron su asunción presidencial a su genealogía militar, cuando las elecciones eran un mero trámite.

           En términos estrictos y una relativa elección competida, entre Ahmed Shafik –representante del ancien régime, el general de aviación ex primer ministro de Mubarak– y el candidato de los Hermanos Musulmanes, se pudiera aducir que Mohamed Mursi representa el primer gobernante civil libremente elegido desde hace 7 mil años en las tierras faraónicas.

             No es poca cosa, y quizá el Medio Oriente se encuentre ya en un punto de inflexión histórico cuando las castas militares, con su séquito pestilente de sus mukhabarat/istikhbarat (sus servicios secretos torturadores con la anuencia farisea de Estados Unidos), sean obligadas a ceder parte de su poder y/o a coexistir, al estilo quizá caduco de la fórmula paquistaní (de equilibrio militar/civil hoy contaminado por un tercer factor inesperado: el judicial), con la nueva estrella en el firmamento geopolítico regional: los Hermanos Musulmanes, lo cual conviene al redireccionamiento posmoderno de Estados Unidos y Gran Bretaña (presunta creadora de la cofradía de los Hermanos Musulmanes hace 84 años, si hacemos caso a las reseñas acuciosas de Thiery Meyssan, director de Réseau Voltaire).

            A juicio del analista Rami Khouri (The Daily Star, 23/6/12), en un artículo muy severo –un tanto cuanto de corte prismático occidentaloide–, lo que sucede en Siria y Egipto definirá a Medio Oriente: la característica política central del moderno mundo árabe desde su creación después de la Segunda Guerra Mundial: la lucha entre oficiales militares y políticos civiles por el control de las instituciones de gobierno.

          Christain Merville, de Le Point (26/6/12), después de reseñar la forma accidentada en la que accede al poder Mohamed Mursi, coloca en relieve la voluntad de acomodamiento del flamante presidente islámico con el ejército, pese al ostentoso cuan estruendoso golpe de Estado una semana antes, que disolvió al Parlamento recientemente elegido donde goza(ba) de mayoría el binomio religioso Hermanos Musulmanes/salafistas.

           El mariscal Hussein Tantawi, mandamás de la junta militar, se dio el lujo de exhibir un mínimo de decoro democrático al felicitar al presuntamente raptado y triunfador en las urnas, aunque en forma extrañamente apretada, lo cual provocó el júbilo pirotécnico de los fieles congregados en la legendaria plaza Tahrir, donde fueron relegados al ostracismo los otros civiles, de corte más laico (v. gr. Movimiento 6 de Abril), quienes iniciaron la revolución hoy doblemente secuestrada tanto por la junta militar como por los Hermanos Musulmanes, quienes, a juicio de la revista francesa, concretaron acuerdos subrepticios por lo menos en la forma, si no en el fondo.

         ¿Padecen los Hermanos Musulmanes el síndrome de Estocolmo frente a sus victimarios militares?

          Si los redireccionamientos geopolíticos son inequívocamente unidireccionales (en beneficio de la oculta agenda geopolítica de Estados Unidos), los acomodamientos domésticos serían múltiples y variados cuando el original candidato multimillonario de los Hermanos Musulmanes, Kheirat Al-Shater –muy cercano a Estados Unidos y quien fue obligado a ceder su lugar a Mohamed Mursi por el equivalente y ambivalente IFE egipcio–, pregona abiertamente el modelo neoliberal, que no necesariamente embona con la ideología más solidaria y colectiva de la cofradía, donde la caridad islámica juega un papel determinante.

          Son tiempos de ajustes a los niveles local y regional.
Por constituir la mayor población del mundo árabe (alrededor de 25 por ciento) y su mejor ejército, lo sucedido en Egipto, dotado de una privilegiada ubicación superestratégica, puede ser definitiorio para el resto de la umma, la comunidad de los creyentes, que ve el segundo ascenso al poder de los Hermanos Musulmanes (antes vino Gaza con Hamas). ¿Cundirá el efecto dominó de gobiernos de los Hermanos Musulmanes en Siria y Jordania/Cisjordania?

          Los multimedia iraníes reportaron que Mohamed Mursi reconsidera la firma del tratado de paz con Israel (muy impopular) y la reanudación de relaciones con Irán para crear un nuevo equilibrio estratégico en Medio Oriente, lo cual ha sido vigorosamente desmentido por el portavoz del flamante presidente islámico sunita de Egipto. No suena ilógico, pero mucho dependerá de la bidireccionalidad entablada entre la junta militar (que depende de una ayuda sustancial anual de Estados Unidos) y los Hermanos Musulmanes.

            Naharnet (25/6/12), portal libanés de corte liberal, aduce que Mohamed Mursi deberá cogobernar con el ejército: goza de una legitimidad electoral sin precedente (nota: más aún si se agrega el control del Parlamento disuelto por la junta y cuyo destino sigue en al aire), pero su liderazgo será acotado por los poderes atrincherados (sic) de los militares. Naharnet considera que esta situación –la fase más importante de la transición– podría llevar a periodos alternos de compromiso y tensión entre los Hermanos Musulmanes y el ejército.

          En caso de ser real, el 48.2 por ciento que descolgó el general de aviación y ex primer ministro de Mubarak, Ahmed Shafik, exhibe que el “ancien régime” no está liquidado y goza de un exquisito margen de maniobra al atraer al segmento laico (whatever that means, en un entorno respetablemente islámico) y, sobre todo, a la minoría agazapada de los cristianos coptos (10 por ciento de la población y la más numerosa de todo Medio Oriente).

         Profiera lo que profiera la propaganda occidentaloide, los cristianos del Medio Oriente –desde Irak, pasando por Siria/Líbano, hasta Egipto– son y/o serán los grandes perdedores teológicos debido a los juegos geopolíticos de los paganos hipermaterialistas del Atlántico Norte, con travestismo cristiano, quienes empujan el ascenso islámico para desestabilizar las importantes poblaciones musulmanas de sus rivales del RIC (Rusia, India y China).


Arizona, democracia, plutocracia
Claudio Lomnitz
 
       Ayer la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos decidió que la policía de Arizona sí tiene derecho de pedir papeles migratorios a cualquier infractor de cualquier ley o reglamento. Cualquier infracción puede ser pretexto para exigir ver papeles. Como en Arizona los migrantes son en su mayoría de México, la policía tenderá a intimidar con mayor regularidad a gente de aspecto hispano, sean o no migrantes indocumentados. La nueva ley significa que, con toda probabilidad, se van a endurecer las tensiones entre mexicano y anglo.
 
        ¿Qué se puede hacer, desde México, ante esto? Desde luego, el gobierno mexicano deberá observar lo que vaya ocurriendo y promover juicios, quejas y campañas de medios como medidas de presión. Pero el público general tendrá también que pensar y discutir la situación actual de la democracia estadunidense, para apoyar lo mejor que se pueda a las fuerzas progresistas de ese país.
La democracia estadunidense, hoy, no goza de muy buena salud.

        Toda democracia depende de que haya un piso de bienestar mínimo, y, sobre todo, de que la desigualdad social no sea tan abismal que lleve de manera inevitable a la plutocracia. Durante gran parte de su historia, Estados Unidos fue un país con un fuerte predominio de la clase media. Hoy, ya no lo es tanto. Sus niveles de desigualdad han aumentado consistentemente desde 1980, y su política fiscal favorece al especulador por encima del asalariado, sobre todo a partir de las reformas introducidas durante presidencia de Bush. Sólo así se explica que Mitt Romney, cuyo padre fue dueño de American Motors, pagara una tasa de apenas 15 por ciento de impuestos sobre su renta el año pasado, en tanto que cualquier asalariado pagó alrededor de 25 por ciento.

            El Nobel de Economía Joseph Stiglitz escribió hace poco que Estados Unidos está rápidamente dejando de ser la tierra de la oportunidad. Cada vez más, las oportunidades se heredan. El sistema premia la especulación financiera por encima del trabajo: en promedio, los ingenieros, inventores, diseñadores, tecnólogos, médicos, creadores o científicos ganan apenas una fracción de lo que recibe casi cualquier mocoso del sector financiero, aunque su contribución a la economía haya sido hundir alguna compañía o desfalcar algún fondo de pensionistas.

            A nivel político, este aumento de la desigualdad está creando un sistema que se aproxima a la plutocracia. La derecha tiene mayoría en la Suprema Corte de Justicia, y eso ha conllevado reformas a las leyes electorales que ahora permiten que las corporaciones operen en el plano electoral como si fueran individuos. Eso da enormes ventajas a los candidatos que gozan de apoyos corporativos, como se vio en la reciente elección primaria republicana, donde triunfó un candidato que, aunque más cuerdo y presentable que sus adversarios, era también mucho menos popular.
Por último, hay que entender que existe una relación entre los abusos de los derechos humanos de extranjeros y los procesos de exclusión social internos. La legalización de la tortura en Guantánamo fue, en ese sentido, una gran derrota para toda la población estadunidense, pues el apoyo a esa clase de medida extrema ayudó a justificar la pérdida de garantías, el endurecimiento de la criminalización y la multiplicación de cárceles, y de centros de detención de migrantes. A todo esto hay que agregar lo de hoy, que es que la policía de Arizona tiene un nuevo instrumento para oprimir a la población de aspecto latino, sean ciudadanos o no.

          Tradicionalmente, el modo de ocultar hechos como éste es poniendo a ciudadanos de extracción latina en puestos de policía, para que sean ellos mismos los que hagan el trabajo sucio de la discriminación. Pero tácticas de ese tipo sólo funcionan por tiempo limitado. Ya aparecerán las estadísticas que hablen de la exclusión creciente de los latinos en Arizona.

           La dureza contra los migrantes –incluida la dureza simbólica, como la que comunica el muro en la frontera– legitima una ruda política carcelaria al interior del país, beneficiando, otra vez, a la mal-llamada industria de la seguridad. California gasta prácticamente el doble en cárceles que en educación superior. Y hace unos días, cuando los diputados de zonas urbanas del estado de Nueva York quisieron pasar una ley suavizando penas por posesión de mariguana, los diputados de zonas suburbanas y ricas bloquearon la ley.

           En resumen: la democracia estadunidense está pasando un trance delicado. Interesa que se fortalezca el proceso democrático en ese país, para así apoyar a los migrantes y a la población latina residente. Interesa, también, porque la política anti-drogas y de venta de armas de Estados Unidos es, hoy, presa de los intereses de la plutocracia.

           ¿Qué hacer desde México? En primer lugar, discutir públicamente la erosión de la democracia estadunidense, con apego estricto a la verdad –sin exageraciones ni mentiras, que luego son contraproducentes. Segundo, se podría explorar una estrategia gandhiana, y de preferencia con un toque latino: es decir, de protesta pacífica pero consistente, y con uso del sentido del humor y del ridículo como arma. Como sea, importa que haya una reacción de la opinión pública ante leyes como la de Arizona.


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