Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 21 de enero de 2013

Limosnas neoliberales- Nosotros ya no somos los mismos- Indigenismo zombi

Limosnas neoliberales
John M. Ackerman
El nuevo espectáculo mediático de la Cruzada Nacional contra el Hambre no resolverá absolutamente nada si no viene acompañado de un abandono del neoliberalismo excluyente que ha caracterizado la política económica desde hace tres décadas. El hambre y la pobreza extrema no se acabarán con más limosnas o mejor coordinación entre los programas sociales existentes. En lugar de profundizar las políticas paternalistas y clientelares del pasado, hay que iniciar un radical cambio de modelo.
 
La principal característica del neoliberalismo imperante no es su compromiso con los principios de mercado, sino su obsesión con mantener el control sobre la riqueza en pocos manos. Lo que hemos vivido desde 1982 no ha sido la fallida aplicación de una errada teoría económica, sino la exitosa imposición de una estrategia política de expropiación de la riqueza de la nación en favor de unos cuantos. Libros de Irma Eréndira Sandoval (http://ow.ly/gYcQY) y Dag MacLeod (http://ow.ly/gYcTW), entre otros, han documentado este proceso con gran rigor para el caso mexicano. Un reciente texto de George Monbiot (http://ow.ly/gYaYH) aclara que lo que ha pasado en México no es la excepción, sino la regla a escala internacional.

Como resultado de la aplicación de la estrategia neoliberal, México hoy es uno de los países más desiguales del mundo. Su coeficiente Gini, que mide la desigualdad de ingresos en el país, se encuentra en 0.51, uno de los más altos del mundo. Zimbabue, Venezuela, República Dominicana, China y Ecuador, entre muchos otros países, son más equitativos y justos que México.

El escenario es aún más grave cuanto se mide la desigualdad en términos de riqueza acumulada, en lugar de solamente los ingresos anuales. El abuso tanto del secreto fiscal como de la evasión de impuestos lamentablemente no nos permite tener datos confiables. Los mexicanos ni siquiera sabemos a cuánto ascienden las vastas fortunas de nuestro presidente, su familia y su gabinete, mucho menos las de los empresarios más poderosos.

Sin embargo, un cable diplomático de Wikileaks (divulgado por La Jornada y disponible aquí: http://ow.ly/gYacs) reveló que, de acuerdo con la embajada estadunidense, la riqueza de los 10 mexicanos más ricos sumaría por lo menos 10 por ciento del PIB del país. Carlos Slim, Alberto Bailleres, Germán Larrea, Ricardo Salinas Pliego, Jerónimo Arango, Isaac Saba, Roberto Hernández, Emilio Azcárraga, Alfredo Harp Helú y Lorenzo Zambrano han sido los grandes ganadores del negocio del neoliberalismo.
 
El otro lado de la moneda es la vasta impunidad con que cuentan las principales empresas trasnacionales. La negativa de los gobiernos de Barack Obama, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto de proceder penalmente contra los funcionarios de HSBC por su complicidad en masivas operaciones de lavado de dinero en México es solamente el ejemplo más reciente. La impunidad de los altos directivos de Wal-Mart, a raíz de su involucramiento en el soborno a funcionarios mexicanos para conseguir permisos de construcción, constituye otro importante botón de muestra. Una vez más se percibe el éxito de la estrategia neoliberal para consolidar un modelo de desarrollo basado en el poder omnímodo de unos cuantos.
 
El primer paso para combatir al neoliberalismo entonces tendría que ser atacarlo en su corazón y emprender una fuerte redistribución de la riqueza. Habría que considerar, por ejemplo, la imposición de un nuevo gravamen sobre la riqueza o el patrimonio de las familias más adineradas del país. Este tipo de impuestos van más allá del ISR, que solamente cobra un porcentaje de las ganancias, o el IVA, que se aplica sobre el valor agregado, para cobrar un porcentaje sobre todos los activos en posesión de una persona física. Ya existen impuestos similares en Francia y en España, países con mucha menor desigualdad que el nuestro. No existe razón alguna para no considerar su implementación también en México.
 
Un impuesto sobre la riqueza sería mucho más justo que un aumento al IVA, ya que el IVA lo pagamos todos, mientras el nuevo impuesto solamente lo pagarían los más privilegiados. También generaría enormes cantidades de nuevos ingresos para el Estado que posteriormente podrían ser utilizados para fomentar la inversión y el empleo. La consecuente redistribución de recursos también generaría la demanda e inversión económicas nacionales necesarias para detonar una nueva etapa de desarrollo.
 
Los pobres no necesitan más dádivas, sino más poder, riqueza y empleo para poder participar activamente en la vida económica y política del país. La verdadera cruzada debería ser en favor de la justicia social, no por la consolidación de los mismos paliativos clientelares de siempre. Ha llegado la hora de que los más ricos regresen un poco de todo lo que han robado del pueblo durante la larga noche neoliberal.
Twitter: @JohnMAckerman
 
Doce años libre-Hernández
Nosotros ya no somos los mismos
Vayan midiéndole el agua a los camotes: advertencia/demostración de la represión del 1º de diciembre
Ortiz Tejeda
Foto
Reunidos en Huexca, Morelos, representantes de 50 universidades de 11 estados coincidieron en que México requiere de una oposición que no negocie ni sea cooptable, y que #YoSoy132 debe ser un referente
Foto Rosa Rojas
 
¿Y quién fue el villano o la villana que me metió en este berenjenal? (Berenjenal no únicamente es plantación de berenjenas, sino una situación problemática y de difícil solución). Por más que desaforadamente busco responsables de mi incómoda ubicación, no encuentro sino un solo nombre: el propio. Estoy convencido de que no hay peor problema en el mundo que aquel del que no puede uno echarle la culpa a otro: éste es mi caso. ¿Qué hago? Confiemos en que ¡Dios protege la inocencia! y empecemos por lo más fácil: Enrique Peña Nieto.
 
Únicamente en el mundo de la irracionalidad, la cerrazón y la inconsecuencia, en los pabellones donde prolifera la enfermedad del infantilismo (¿se acuerdan de esta referencia?) se puede pensar que Peña Nieto (nada más como el gallego de los gracejos: ¡por joder!) atentara contra sí mismo, en el día más importante de su vida, orquestando una serie de actos vandálicos, de tropelías de tal envergadura que exigieran la imprescindible movilización de las fuerzas policiacas, a fin de restablecer el orden y la paz social. Desde esta óptica, la opinión pública no sólo consideraría que la violencia defensiva era plenamente justificable, sino que aplaudiría que el gobierno entrante, desde sus inicios, sentara las bases de las nuevas reglas del juego para los próximos seis años. Sería como matar dos pájaros con una sola bala de goma: la aprobación social a la firme acción policiaca en la inauguración del ejercicio de gobierno 2012/18, y la advertencia/demostración que, en términos de la ciencia política contemporánea, podría expresarse como: vayan midiéndole el agua a los camotes.
 
Estas hipótesis me resultan tan descabelladas como las esgrimidas por quienes, como simple reflejo condicionado, culparon a Andrés Manuel de los desaguisados de diciembre. Éste, con anticipación, marcó su raya. Mantuvo su derecho al no reconocimiento de los resultados electorales, pero no arriesgó ni un ápice el futuro de Morena. Tan sólo los muchachos del #YoSoy132 convocaron abiertamente a la protesta, pero no dieron cabida a ninguna acción encubierta o subrepticia. El equipo de Peña Nieto, por su parte, planchó y dejó tersa la ceremonia oficial. No jaló la cuerda; es decir, no compró riesgos, por ejemplo, extendiendo innecesariamente los tiempos: unos cuantos minutos para el acto protocolario en San Lázaro y, luego, bajo el amparo del Palacio Nacional, el mensaje. No hubo un instante en que la protesta amenazara mínimamente la trasmisión constitucional. Entonces, como diría el clásico: pero qué necesidad.
 
Un principio de lógica, de sentido común y pragmatismo rige hoy por hoy las actividades productivas, financieras, comerciales, políticas y aun las educativas, culturales y hasta las afectivas. Se refiere a una técnica ubicada dentro del ámbito de la teoría de las decisiones que se denomina costo/ beneficio, y cuyo solo enunciado evidencia de qué se trata. Aprovechemos este principio para darle mate a la cuestión: ¿qué beneficios podría acarrear a Enrique Peña Nieto, que el día de su toma de posesión, a un muy moderado movimiento de protesta se respondiera con una cruenta escalada de violencia y represión que además repercutiría, inevitablemente, en el ámbito internacional? ¡Esta columneta sostiene que ninguno! La mencionada hipótesis del ejemplo advertencia se exhibe como absoluta estupidez.
 
Pero, además, ¿y los costos? Entre más lo pienso más me aterro. Los desmanes del 1º de diciembre, con no ser, ni con mucho, de los más graves de los tiempos recientes, pudieron provocar consecuencias de verdad fatales. Decirlo de golpe y sin tintes dramáticos muestra la verdadera dimensión de los estúpidos riesgos a los que criminalmente fuimos enfrentados. Imaginemos un escenario, ciertamente catastrófico, pero ciertamente factible: el día primero, después de cruentas refriegas en diversos rumbos de la ciudad, el saldo final es un amplio número de muchachos detenidos, golpeados, con muestras de tortura y algunos heridos de gravedad, de los cuales en las siguientes 24 horas fallecen 2 o 3. Si de la bazuca en San Ildefonso, del desagravio en el Zócalo y del 2 de octubre en Tlatelolco, todo quedó documentado, ¿se imaginan cómo, en minutos, estarían atestadas las redes sociales, nacionales y extranjeras, los medios de todo tipo con las pruebas fehacientes de la represión? Mal, muy mal para el gobierno entrante y, por supuesto, para el país. ¿Pondría en riesgo toda esta catástrofe el ascenso de Peña Nieto a la Presidencia? ¡Claro que no! Pero las condiciones para el ejercicio de una eficaz gobernabilidad se habrían agotado irremediablemente. Los dos últimos años del sexenio iban a ser un infierno, de arriba abajo y de abajo arriba.
 
Pues, precisamente por eso, por la dimensión del daño social al que se nos expuso, los gobiernos federal y local no pueden permitirse en manera alguna la libertad de olvidar, de dar carpetazo a este asunto con el pretexto de que al fin y al cabo hubo un final, casi feliz. Como defensa personal, por instinto de conservación, los dos gobiernos tienen que dejar esclarecido quiénes son los responsables de esas criminales acciones que nos tuvieron, durante algunas horas, en el borde mismo de la tragedia. O se les descubre, exhibe y castiga, o automáticamente se les estarán extendiendo acreditaciones 007 para efectuar en la primera oportunidad un reprise, encore, remake.
 
Platicaba sobre el tema con unos amigos y festinábamos que el operativo hubiera fracasado por el alto grado de estulticia con el que fue planeado y realizado. ¿Tú lo habrías hecho mejor?, me preguntó uno de ellos, con sorna y leche malísima. Yo no lo habría hecho, punto. Pero, insistió, como dicen los gringos cuando no quieren incriminarse con una declaración: ¿hipotéticamente hablando? Bueno, hipotéticamente puedo planear los secuestros de Carlos Slim, la profesora Gordillo y la aparición estelar del dip. Muñoz Rocha. Voy a intentarlo, pero disculpen que haga una descripción muy esquemática de mi propuesta, pero se trata de una audaz improvisación, y el espacio es más breve que el de Pablito Milanés, pero si Ben Affleck se aventó la jalada de Argo, ¿qué me evita a mí intentar un filme de ciencia ficción?: Las fuerzas del orden, vanguardia de los derechos humanos.
 
Convoco a mis mejores gerentes de producción; es decir, capaces y discretos. Les explico acuciosamente el argumento del filme que me propongo: no se trata en lo absoluto de violencia policiaca en contra de jóvenes indignados: no habrá un solo protestatario golpeado, reprimido, apañado. La selección del reparto será rigurosa: en las entidades cercanas al DF se seleccionarán 2 o 3 pelotones de jóvenes no mayores de 30 años. Junto con los chilangos no deben exceder de 250 elementos para asegurar control, eficiencia y secrecía. El aspecto físico de los escogidos conviene que sea variado y las vestimentas propias de cada estrato social, pero cuidando mucho los peinados. De ninguna manera casquete corto o pelo a la brush, que distinguen a cadetes y guardias presidenciales. Son preferibles las rastas, las cabelleras de colores y el corte mohicano. Por supuesto no hay discriminación en razón de sexo, con tal de que no haya más de 10 diferentes. Deben preferirse flac@s, nervud@s, ágiles, pero algún@s ventrud@s, con camisetas tres tallas menores, son inevitables. Serán trasladados al DF dos días antes de la acción, por transporte público, en pequeños grupos y a diferentes horarios, se les ubicará en hoteles de paso (¿cuáles no lo son?) y moteles modestos, se les intercalará para que no estén juntos los originarios del mismo estado. Se les recogerán celulares, cámaras y se evitarán llamadas de larga distancia. Absolutamente prohibida la ingestión de licores y el uso del más light de los enervantes. A algunos se les proporcionarán credenciales ficticias y se seleccionará a los que, por sus cualidades específicas, deban cumplir acciones de mayor responsabilidad.
 
Como ven, apenas estoy en las tareas de preproducción y el tiempo y espacio se me agotaron. Falta no sólo el nudo esencial del filme, sino la descripción de los highlights que hacen memorable una película. La rápida pero fundamental capacitación de los actores, la utilería, que aquí es esencial y, bueno, por supuesto, el presupuesto. La próxima junta de producción se dará a conocer el lunes, aunque a lo mejor será extemporánea, pues las autoridades seguramente ya aclararon todo para ese día del Señor.
Indigenismo zombi
Hermann Bellinghausen
Viene de las tinieblas de ultratumba a que lo condenaron la inclemente sucesión de autoritarios sexenios priístas y su decrepitud progresiva. De morir de aburrimiento y otras causas naturales en las oficinas de Solidaridad salinianas (Pronasol, Sedesol, Instituto Nacional Indigenista) aún antes del levantamiento de los mayas chiapanecos, los históricos (por su convocatoria) Diálogos de San Andrés y la fundación del Congreso Nacional Indígena. Ya sin filósofos ni escritores, y casi sin antropólogos (sus avales históricos), ahogado por contadores y coyotes de la política popular, el indigenismo murió bañado en dineros, programas y recetas que llegados a 2013 siguen salpicando con su inoperancia en un barril sin fondo.
 
El problema indígena ha cambiado diametralmente de sentido, pero el nuevo gobierno priísta actúa –dientes afuera– como si todo siguiera igual y la cuestión fueran la pobreza y su majestad el hambre, la marginación, el rezago, la falta de oportunidades, los atavismos propios de esta gente. Y con él, porciones mayoritarias de la opinión pública, el sentido común y las leyendas urbanas de nuestra sociedad, racista de Sonora a Yucatán. Se sigue viendo a los indios como redimibles, o estorbo que urge desalojar: un desalojo centenario que no se finiquita ni siquiera dando por muertas la reforma agraria, la inalienabilidad ejidal y la soberanía alimentaria.

Si hacia 1970 el problema del aún humanista indigenismo académico e institucional era conocer, y ayudar a bien morir a esos pueblos desvanecientes (por usar una expresión tipo National Geographic), ahora el problema es justamente lo contrario: por más que los golpean, deseducan a golpes de Televisa y educación chatarra, los destierran de sus lenguas y los desmiembran, estos pueblos nomás no se desvanecen. Y peor, parecen incrementarse y resistir mejor al paso del tiempo. Es el Estado el que les impide ser modernos; ellos lo son de maneras que nadie quiere ver.

Tan bonito que retratan en traje típico echando copal con un fondo de pirámides (sin que salga la taquilla). Tan agradables que resultan de meseros y recamareros donde eran dueños. ¿Qué necesidad tienen de resistir al sensatísimo progreso y obcecarse en que se pueden gobernar a sí mismos y resolver el problema de maneras infinitamente menos onerosas, antes bien viables, eficaces y justas.
Su integración, meta siempre inconclusa del cristianismo colonial, pasó de desarrollista y bien intencionada a contrainsurgente. Y de apostólica romana a cristiana reformista anglosajona. El salinismo y el zedillismo todavía contaron con expertos indigenistas, agrarios, ambientales (una contrainsurgencia calificada y, en el caso del zedillismo, agresiva). Las políticas de Enrique Peña Nieto se ven venir como continuidad de la funesta óptica neoliberal, que los panistas devaluaron con administradores mediocres y figuras decorativas totalmente ajenas al proceso de los pueblos, funcionales al integracionismo (como Xóchitl Gálvez, Luis H. Álvarez y sus chalanes). No apuntan en otra dirección los nombramientos y planes peñanietistas.
 
La caridad no detendrá la verdadera guerra. Las limosnas de los ricos, su gobierno y su estado de cosas nunca serán la solución, ni lavarán las conciencias de los poderosos, ni modificarán la ruta de lento genocidio en marcha continua.
 
Al abrir la comisión de diálogo y negociación a todos los pueblos indígenas, ¿se degrada la guerra declarada por los zapatistas, o por el contrario se asume que la guerra se generaliza y hay que prepararse para negociar con resistencias y protestas que no amainan ni siquiera con el país militarizado? A lo más, veremos resucitar organizaciones paleras, maquilladas al viejo estilo cenecista/pronasolero, a las que la oposición partidaria, muy a tono, les podrá aconsejar otra vez: agarra la torta, pero vota por mí.
 
De todos modos, reflectores y programones recaen en el viejo mitote de combatir la pobreza (¿o a los pobres?) y su efecto más radical, el hambre, en manos de los tiburones de la contrainsurgencia social (la militar tiene su propio personal), incluyendo los más recientes fichajes del maoísmo-salinismo como Rosario Robles, aunque de eso tuvimos montones cuando los hermanos Salinas de Gortari, los hermanos Rojas y los demás hermanos repartían cheques y discursos por todo el México pobre (en particular indígena) con resultados contradictorios, y a la postre desastrosos para ellos, desde las cañadas de la selva Lacandona al Valle de Chalco.
 
La dichosa solución no pasará por más dádivas, más Wal-Mart y Soriana, más empleadores vicarios (constructoras, mineras, hoteleras, agroindustrias), ni por la destrucción social y territorial. Los pueblos demandan autonomía, autogestión, ser sujetos de derecho en un país plurinacional, multilingüe e incluyente: el único México donde caben muchos Méxicos. Lo demás es lo de siempre: aspirinas para un lento e inexorable etnocidio.
Tan campante-Helguera

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