Los señores de la guerra
Jorge Carrillo Olea
La máxima presunción del gobierno de Calderón ante la opinión pública es alardear del número de cabezas de cárteles, los señores de la guerra, que han sido muertos o apresados por su gobierno. La referencia así alardeada sería válida si no existieran hechos supervinientes que nunca se tomaron en cuenta y que la reflexión sobre ellos lleva a un juicio distinto sobre la capacidad presidencial y de su equipo para anticipar y manejar situaciones.
Señor de la guerra es un término, traducido literalmente de su expresión original en inglés warlord. Sirve para hacer referencia a una persona que tiene de facto el control militar de una área gracias a fuerzas armadas leales sólo a él. El señor ejercita el poder con gran autonomía, fuerza coercitiva y mercenaria.Cuando éstos eran oriundos o avecindados permanentes, la tradición los llamó caciques, cosa distinta. Ese cacicazgo de origen histórico en nuestro país ha sido suplantado en una mitad del territorio, quizá más, por los llamados capos de cárteles de la droga.
Los tan cantados logros de Calderón han tenido efectos que debieran haber sido considerados y así aplicar las medidas preventivas correspondientes para evitar lo que se está observando: la proliferación de pequeñas células inconexas, de gran agresividad social, revestidas de delincuencia común y de muy difícil detección preventiva por su escasa dimensión. Dicho en otras palabras se ha propiciado la guerra de la pulga.
La medida preventiva está claramente prescrita en los cánones militares: se trata de la ocupación del terreno conquistado. Sabemos que los vacíos de poder no existen, entonces al desaparecer el gran capo, si no se inunda el ámbito con presencia oficial, surgen innumerables y desconocidos sustitutos.
Así sucedió con la desaparición de Arellano Félix en Tijuana, de Carrillo Fuentes en Juárez, Nazario Moreno de La Familia Michoacana, Beltrán Leyva y Édgar Villarreal en Morelos, y Cárdenas Guillén en Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila. Esta es parte de la explicación de los cambios en los métodos de operación que se están observando. Evidentemente los cárteles se fortalecen día a día, como Obama declaró deliberadamente a CNN.
Ello se está logrando lenta pero imparablemente al menos por el cártel de Sinaloa con sus intocables jefes, el etéreo Guzmán Loera y Mayo Zambada. Los Zetas con Heriberto Lazcano, desbordando la frontera sur y adueñándose de Guatemala, El Salvador y Honduras principalmente. Su asociación con lo que resta de kaibiles y maras les ha resultado de gran efectividad. Los criminales centroamericanos son de muy alta calificación.
La situación será peor cuando Estados Unidos y despistados comunicadores mexicanos filtren la necesidad de considerar al crimen instituido a la mexicana como sinónimo de terrorismo. Ello abrirá los espacios al delito en la conciencia social de resignación inevitable, y más también a una mayor intervención extranjera de distintos orígenes y formas, pero ya sabemos en custodia de qué intereses. Llegar a este extremo, que hoy parecerá fantástico a algunos, nos pondrá al borde del abismo como la nación viable y anhelada.
Ante una situación como la brevemente descrita, Calderón y sus shogunes siguen apostando a liquidar sólo a la cabeza; de ahí que la metáfora de haber golpeado el avispero sea muy correcta. Nadie ha planteado que no se ataque vigorosamente a las cabezas, no, ese es otro canon militar. Para ese fin surgió la especialidad de francotiradores o snipers, pero ello tendría que ir seguido del dominio del terreno conquistado, cosa que no se hace, o se intenta tarde, de manera reactiva; como siempre, véanse Morelos, Nuevo León o Tamaulipas.
Uno no puede más que preguntarse con asombro: ¿qué le dicen a Calderón los experimentados miembros de su gabinete? ¿Qué le aportan sus asesores?
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