Saqueos en Atenas; inconformes incendian 34 edificios y destruyen vehículos y escaparates
Bombas molotov fueron arrojadas contra la policía durante los disturbios en las inmediaciones del Parlamento griego, en el que ayer se aprobó un severo programa de austeridad para asegurar un segundo rescate financiero de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional, así como una operación para eliminar una parte de la abultada deuda pública con acreedores privados. Se informó de 80 lesionados en los enfrentamientos Foto Reuters
Recorte de 22% al salario, reducción de pensiones y despido de 15 mil empleados este año
Arde Atenas por la aprobación del duro paquete de austeridad
El Parlamento aseguró el segundo rescate de la UE-FMI para pagar deuda por 14 mil 500 millones de euros
Entre 80 mil y 200 mil, el número de manifestantes que salieron a las calles
En Atenas, ayer varios cientos de personas protestaron en la plaza Sintagma, frente al Parlamento, para oponerse a los impopulares recortes al bienestar social aprobados por el Parlamento, mientras las acciones violentas se propagaban por el resto del paísFoto Reuters
El primer ministro griego, Lucas Papademos, es felicitado por legisladores tras la aprobación de las duras medidas de austeridadFoto Reuters
Reuters, Afp y Dpa
Periódico La Jornada
Lunes 13 de febrero de 2012, p. 30
Lunes 13 de febrero de 2012, p. 30
Atenas, 12 de febrero. El Parlamento griego aprobó un proyecto de ley profundamente impopular para asegurar un segundo rescate financiero de la Unión Europea (UE) y del Fondo Monetario Internacional (FMI), al tiempo que edificios, autos estacionados y escaparates ardían en el centro de Atenas y la violencia se propagaba por el país. Cines, cafés, tiendas y bancos fueron incendiados en el centro, mientras manifestantes, algunos con máscaras negras, combatían con la policía fuera del Parlamento. La televisión estatal informó que la violencia se había propagado a las islas turísticas de Corfú y Creta, la ciudad de Tesalónica (en el norte) y poblados en el centro del país. En la capital fueron saqueadas tiendas y la policía informó que 34 edificios estaban en llamas, por lo que se solicitó la ayuda de la ciudadanía para extinguir el fuego. Cifras oficiales ubicaron a los heridos en 80, de los cuales 30 son policías.
Dentro del Parlamento, custodiado por 3 mil efectivos, podían oírse fuertes estruendos.
El gas lacrimógeno ha llegado a la cámara del Parlamento, lamentó el diputado de izquierda Panagiotis Lafazanis. El aire en la plaza Syntagma, fuera del Parlamento, estaba enrarecido por el gas antidisturbios disparado por policías durante los combates con jóvenes que destruían barandillas de mármol, lanzaban piedras y bombas molotov.
Fuentes policiacas estimaron que en Atenas el número de manifestantes alcanzó las 80 mil personas, y 20 mil en Tesalónica. Sin embargo, los sindicatos calcularon un total de 200 mil.
Un día antes, el primer ministro había advertido que los griegos deberán enfrentar sacrificios
inimaginablemente más durossi se rechazaba el paquete, con profundos recortes de salarios, pensiones y empleos.
El plan aprobado en el Parlamento prevé medidas de austeridad a cambio de un nuevo rescate financiero del país por sus acreedores institucionales, así como eliminación de deuda por los acreedores privados. Entre otros puntos se cuenta el recorte de 22 por ciento a los salarios y el despido de 15 mil empleados durante 2012, para sumar 150 mil en 2015, así como reducciones en las pensiones.
El proyecto de ley define recortes por 3 mil 300 millones de euros (4 mil 350 millones de dólares) en salarios, pensiones y empleos sólo durante este año. Además, presenta un canje de bonos para aliviar la carga de deuda de Grecia con la reducción de 70 por ciento del valor real de las tenencias de los acreedores privados, es decir, esta votación permite al gobierno lanzar oficialmente la operación de cambio de títulos para que sus acreedores le borren 100 mil millones de euros de deuda.
Grecia necesita los fondos internacionales antes del 20 de marzo para cumplir con pagos de deuda por 14 mil 500 millones de euros o caer en un cese de pagos que podría afectar a toda la eurozona.
Sin embargo, muchos griegos creen que sus estándares de vida ya están colapsando y que las nuevas medidas, entre ellas el recorte de 22 por ciento al sueldo mínimo, profundizarán sus tormentos.
¡Ya basta!, dijo Manolis Glezos, de 89 años, uno de los izquierdistas más famosos de Grecia.
No tienen idea de lo que significa un alzamiento del pueblo griego. Y los griegos, independientemente de sus ideologías, se han alzado.
Glezos es un héroe nacional porque en 1941 entró una noche sigilosamente a la Acrópolis y derribó una bandera nazi debajo de las narices de los ocupantes alemanes, lo que elevó la moral de los residentes de Atenas.
El primer ministro Lucas Papademos denunció el peor quiebre del orden desde 2008, cuando la violencia se apoderó de Grecia por semanas, después de que la policía abatió a tiros a un escolar de 15 años.
El vandalismo, la violencia y la destrucción no tienen lugar en un país democrático y no serán tolerados, anunció Papademos al Parlamento cuando éste se preparaba para votar el nuevo rescate de 130 mil millones de euros.
El caos fuera del Parlamento mostró lo difícil que será aplicar las medidas. En Atenas se vieron edificios envueltos en llamas y enormes columnas de humo se elevaban en la noche.
Estamos enfrentando la destrucción. Nuestro país, nuestro hogar, se ha vuelto propenso a arder, el centro de Atenas está en llamas. No podemos permitir que el populismo queme nuestro país, declaró en el Parlamento el legislador conservador Costis Hatzidakis.
Aterrorizados griegos y turistas escaparon de las calles y de las nubes de gas lacrimógeno y se aglomeraron en las entradas de hoteles en busca de refugio, mientras líneas de policías luchaban por contener el caos.
La televisión estatal NET reportó que también se habían desatado problemas en Heraclión, capital de Creta, así como en las localidades de Volos y Agrinio, en el centro de Grecia.
Las llamas también alcanzaron la construcción neoclásica del cine Attikon, que data de 1870, y el edificio que albergaba la Asty, un cine bajo tierra usado por la Gestapo como cámara de tortura durante la Segunda Guerra Mundial.
Antes de la votación, el ministro de Finanzas, Evangelos Venizelos, dijo al Parlamento que Grecia no tiene una salida fácil y que la alternativa al rescate internacional –la bancarrota y la salida de la eurozona– sería mucho peor para los griegos.
La decisión no es entre sacrificio y nada de sacrificios, sino entre unos sacrificios y otros inimaginablemente más duros, sostuvo en un acalorado debate que se esperaba que se extendiera hasta bien entrada la noche.
Grecia y el conflicto de la deuda
León Bendesky
La situación económica en Grecia es hoy la expresión más concentrada de la crisis financiera que irrumpió en septiembre de 2008, pero no es ese su origen. En las circunstancias que prevalecen hay una tentación para interpretar lo que ocurre desde una óptica en blanco y negro, propia de situaciones de alto nivel de conflicto.
El conflicto en torno de la deuda griega está planteado de modo abierto. Los deudores privados, entre los que destacan los bancos alemanes y franceses, admiten una quita del valor del rendimiento de los bonos que amparan esa deuda del orden de 70 por ciento. Para ello hay una serie de condiciones que se intentan imponer con el cobijo de la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, la llamada troika. Se exige un muy fuerte ajuste de las cuentas públicas para llevar las finanzas griegas de un déficit superior a 10 por ciento del producto a un superávit primario (antes del pago de intereses) de 4.5 por ciento en 2014.Sólo así fluirían los recursos del paquete de rescate, alrededor de 130 mil millones de euros (170 mil millones de dólares). Esa cifra debe referirse a que la deuda representa 160 por ciento del producto que se genera. No se puede pagar. Así, el primer ministro Papademos declara que:
Una quiebra desordenada sumiría al país en una desastrosa aventuray esto
crearía condiciones de un caos incontrolable y una explosión social.
La economía griega lleva cuatro años en recesión. Los ajustes fiscales han sido grandes y no se aleja del borde del caos. En este escenario la oferta del gobierno de que un nuevo programa de austeridad, que comprende la reducción de los salarios y el despido de trabajadores, sobre todo del sector privado, para restaurar la estabilidad fiscal y la competitividad y, así, retornar al crecimiento probablemente en la segunda mitad de 2013, tiene muy poca o nula credibilidad.
Esto es parte del costo de haber impuesto un gobierno en Atenas por parte de la Unión Europea en lo que ha sido, junto con Italia, una alteración radical de las normas de la democracia en ese continente.
Los líderes europeos, sobre todo los alemanes, han propuesto ejercer un control completo del presupuesto griego, lo que significa, en efecto, la intervención de la caja como pidió la señora Merkel, y que ahora se
suavizapidiendo un compromiso por escrito del gobierno de que se aplicará el ajuste propuesto, como demanda el ministro del finanzas Schäuble, o que decidan mediante un referéndum si permanecen en la zona euro.
Ninguna opción es viable y ya hay una especie de procónsules de la troika en Grecia. El euro aparece ahora con su verdadera esencia, más que un pacto interregional, ha sido una imposición. Nada de esto hará que se supere el conflicto, al contrario. El Parlamento griego votará una resolución y la respuesta estará en la calle.
La experiencia griega en el euro y, sobre todo, las condiciones que llevaron a esta crisis representan, como ocurre en los procesos sociales, un amplio claroscuro.
El gobierno griego, como expresión del sistema político del que emana, tiene una gran responsabilidad en esta crisis junto con los grupos sociales que se beneficiaron de la deuda hoy impagable.
La mala gestión fiscal está asociada con un sistema sin control y con recursos prácticamente inexistes. El aparato impositivo está en ruinas, lo que lleva a una insignificante captación, ya sea por los impuestos aplicados a los ingresos de empresas y personas. Esto se asocia con una gran desigualdad en la distribución de las cargas de los contribuyentes. La burocracia es enorme y con una productividad mínima o negativa, que impone un costo imposible de sostener. La deuda, hoy impagable, se fue en una parte sustancial al gasto corriente del gobierno y a satisfacer una amplia gama de intereses creados. Esta situación ha llevado a una serie de derechos adquiridos a los que nadie quiere renunciar y que ya no se pueden sufragar, y abarcan factores como las pensiones, para las cuales ya no hay fondos que las sostengan.
Las empresas públicas son un caso ejemplar de disfuncionalidad, como ocurre, por ejemplo, con el sistema ferroviario, viejo, inoperante, sobrepoblado de funcionarios y muy oneroso. Lo mismo acurre en todo el aparato del Estado. En el caso de Grecia, no han sido los bancos con que han tenido un papel central en la crisis, sino que son inviables por los efectos del desbarajuste fiscal.
Claro que hacer estas cuentas es ahora impopular. Pero están en el centro de cualquiera que sea el resultado de la gestión de la crisis. Papademos y su gobierno lo saben y, tal vez, por eso quieren seguir bajo la tutela del euro y tener un paraguas para aplicar los ajustes y evitar, o posponer, la amenaza del caos.
El dinero no alcanza en Grecia para mantener la estructura del desorden interno, satisfacer la demanda de los grupos privilegiados y, menos aún, preservar alguna forma de resistencia para el resto de la población que carga con las cuentas más grandes del ajuste.
Eso no excluye de la responsabilidad de este desbarajuste a los bancos que invirtieron en los bonos de la deuda griega al calor de la exuberancia previa a la crisis. Tampoco a las calificadoras de riesgo que tuvieron un papel protagónico en la acumulación de las deudas. Los otros gobiernos de la Unión Europea y de la zona euro son parte clave del elenco y siguen provocando el caos.
La recesión griega continuará, cualquiera que sea el desenlace de la deuda, con euro y sin euro. Esa economía tiene pocos mecanismos de ajuste, aun volviendo al dracma como moneda nacional. Y rearmar la organización social interna será un proceso duro, largo y rasposo. Este es el boquete de la Unión Europea, como el del Costa Concordia en la isla de Giglio.
Egipto: aniversario y precariedad democrática
El primer aniversario de la caída de Hosni Mubarak en Egipto –ocurrida el 11 de febrero de 2011, luego de una asonada popular de 18 días en la emblemática plaza Tahrir de El Cairo– estuvo marcado por la convocatoria a una huelga general realizada por sectores inconformes de la sociedad de ese país, a fin de presionar al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas –en el poder desde hace un año– para que entregue el control a un gobierno civil. El llamado a la movilización, sin embargo, tuvo poco impacto entre una población cada vez más afectada por la crisis económica, y se quedó lejos de las históricas jornadas de protesta que derivaron en la caída del rais.
Es significativo que uno de los principales opositores a la huelga general haya sido la poderosa Hermandad Musulmana, agrupación fundamentalista islámica que participó en las protestas de enero y febrero de 2011, y cuyo brazo político, el Partido Libertad y Justicia, fue el gran vencedor en las primeras elecciones parlamentarias de la era pos Mubarak, que se desarrollaron entre noviembre y enero pasados. El boicot emprendido por la hermandad a la convocatoria de la Alianza de Revolucionarios Egipcios –plataforma que agrupa a sindicatos, partidos laicos y agrupaciones estudiantiles inconformes– pone en perspectiva una división en el amplio bloque popular que hace un año echó a Mubarak del poder y que hoy transita entre las acusaciones cruzadas: mientras que el movimiento islamista señala que las protestas que persisten en Egipto son extremadamente peligrosas y amenazan a nuestra nación y a nuestro futuro, los sectores inconformes con los resultados de la transición egipcia acusan a los hermanos musulmanes de haber desvirtuado las causas que detonaron la revuelta del año pasado, e incluso de haber pactado con la junta militar.
Por otra parte, salvo el inicio de procesos judiciales contra Mubarak, los componentes del descontento que dieron origen a las movilizaciones en la plaza Tahrir siguen intactos. El repudio expresado por la sociedad egipcia a la cúpula político-militar que controla el país desde hace 12 meses –en la que se encuentran incrustados cuadros prominentes de la dictadura, como el antiguo ministro de Defensa, Husein Tantaui– está originado en la continuidad de la política de mano dura que caracterizó al régimen del rais: dicha continuidad se expresa, entre otros elementos, en la vigencia de hecho de la denostada Ley de Emergencia –que prevé medidas policiales y judiciales excepcionales y que los militares sólo han suspendido parcialmente–; en la persistencia de juicios militares entablados en contra de civiles –más de 12 mil 400 desde la caída de Mubarak–; en la cruenta persecución de la junta castrense contra activistas de derechos humanos, líderes políticos e incluso usuarios de redes sociales que han expresado señalamientos adversos al régimen, y en la proliferación de denuncias por tortura, desapariciones y asesinatos a manos de efectivos oficiales.
En retrospectiva, los resultados alcanzados a un año de la revolución egipcia tal vez no sean tan sorprendentes. A final de cuentas, el amplio movimiento social que sacudió la nación norafricana hace un año, si bien hizo alarde de frescura, imaginación y modernidad, fue incapaz de generar una propuesta programática y organizativa que le permitiera a ese país transitar más allá de la defenestración del odiado ex gobernante, y ello posibilitó que el gran vencedor de la revuelta sea, según puede verse, el fundamentalismo islámico.
Por su parte, las potencias occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, han persistido en la doble moral que les caracterizó durante las tres décadas que toleraron al régimen de Mubarak, y en los meses anteriores decidieron mirar hacia otro lado ante la brutalidad represiva de los militares. Sólo la reciente persecución en contra de una veintena de activistas pro derechos humanos estadunidenses por parte de las autoridades de El Cairo –acusados de realizar actividades políticas de manera ilegal– ha podido motivar que Washington suba el tono de sus críticas a la junta militar egipcia. En cualquier caso, éstas no se comparan con las acciones de desestabilización emprendidas por la Casa Blanca para derrocar al régimen libio de Muamar Kadafi, o con las que actualmente se desarrollan en Siria contra el gobierno de Bashar Assad.
Ante la dureza en el control de la junta militar, frente al avance político del fundamentalismo islámico, y con el obstáculo de la doble moral de Washington y sus aliados, los sectores seculares y progresistas de la sociedad egipcia ven reducido su margen de maniobra para completar una transición iniciada por ellos mismos y ello nubla las perspectivas de una democratización efectiva en ese país norafricano.
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