AMLO logra en debate que millones conozcan la verdad
Gabriel Quadri se manejó con un total apoyo a las propuestas de Enrique Peña Nieto y respaldó que se tengan segundos pisos de cuota
No ha sido tarea fácil indagar si hubo ganador en el debate llevado a cabo la noche del domingo entre los candidatos de la Presidencia de la República, cada quien vio su propio debate, se inclinó por quien aún sin decirlo o reconocerlo ya había seleccionado, de ahí que poco van a moverse los números en las encuestas serias en las que realmente ubican a cada uno de los abanderados en el lugar que les corresponde sin triunfalismos espectaculares, sin que existan en realidad porcentajes que se midan por dos dígitos en las distancias. Así, independientemente de si existió uno mejor que otro o quien recibió más señalamientos por su proceder dentro de la función pública, habrá que reconocer que se presentó en la televisión una realidad nacional pocas veces vista, se habló fuerte y claro de la tragedia por la que atraviesa el país sin sacarle la vuelta a las palabras, se presentó en breve nuestra cruda realidad aunque también se habló de dos renglones sobre los cuales tendría que tejerse un cambio si en realidad éste quiere hacerse: honestidad y erradicación de la corrupción.
En este tenor se expresó una y otra vez el abanderado de las izquierdas y es que más allá de los mismos proyectos y de las promesas de bienestar y combate tanto a la pobreza como a la inseguridad, está el eliminar la corrupción que permite que ningún plan florezca, que de frutos que se revelen en la mesa de los mexicanos, en su forma cotidiana de vida, en la generación de empleos. De qué sirve que nos presenten números y nos hagan promesas de recuperación de la autosuficiencia alimenticia si sabemos que la conducción de quienes manejan los presupuestos es tramposa, que es en sus bolsillos en donde terminan los millones que se destinan para apoyos al agro, si se piden comisiones para la compra de maquinaria y de equipo, si se elevan los precios de los combustibles que, como el diesel, son precisamente para las áreas productivas, si a los subsidios para la energía eléctrica se le suman las dádivas para conexiones extraordinarias otorgadas a los propios trabajadores de las distribuidoras.
Es necesario, impostergable, voltear la mirada hacia el principio de la honestidad. No puede sin ella garantizarse la seguridad de ninguna familia, ni en su persona, ni en sus bienes ni sobre su futuro. Sin este principio no podemos esperar que las autoridades muestren respeto alguno por los ciudadanos. La falta de éste llevó al comportamiento que tuvieron las televisoras y la autoridad electoral el día del debate. La contratación de una ex conejita de Play Boy por parte de un productor de televisión de nombre Jesús Tapia, quien realizara esa tarea en los programas de Jorge Saldaña, por lo que es todo un experto en esa área, no pudo llevarse a cabo sin el beneplácito de las televisoras y del propio IFE. No se considera que el plan fuese el de la burla sino una salida “b” ante el temor de que su candidato, el mexiquense Enrique Peña Nieto, fuese bombardeado, como sucedió, en este encuentro. Por lo tanto, había que procurar que al día siguiente se hablara más de Julia Orayen, de su voluptuosidad, de su vestimenta, que de los señalamientos que se le hicieron sobre diversos renglones.
Ni qué decir de las instrucciones giradas a la moderadora, a Guadalupe Juárez, quien labora en Radio Centro, es decir en la radiodifusora de la cadena Televisa, para que permaneciera con una sonrisa entre burlona y estúpida y que concluyera con expresiones como “¡muy bien!” al terminar el tiempo de exposición de los candidatos. ¿¡Muy bien qué!? Para un experimentado productor de televisión como Tapia no hay excusas que logren disminuir los gravísimos errores en el manejo de cámaras, los cortes que impedían a los televidentes ver con claridad las fotografías y los encartes que llevaron. Hay gente dentro del IFE, principalmente encabezando la comisión para los debates que, como es el caso de Sergio García Ramírez, que no tiene como explicar que se permitiera que todo esto sucediera y menos aún que con toda esta falta de respeto al pueblo de México se esconda y manden a otros a justificar y a solicitar disculpas con argumentos infantiles, carentes de lógica y muy respaldados en que hubo 7 horas de ensayos y los coordinadores aprobaron hasta ese mal hecho y deforme formato que impidió que se tuviera una secuencia congruente de las participaciones.
Independientemente de presentarnos la realidad nacional, el debate también permitió descubrir esos telones que intentaban esconder la mano y la figura de Elba Esther Gordillo en la contienda del primero de julio próximo. Gabriel Quadri se manejó con un total apoyo a las propuestas de Enrique Peña Nieto y respaldó que se tengan segundos pisos de cuota, que se eliminen los subsidios, que se privatice Pemex, que se contrate a empresas privadas para que cumplan con las tareas que corresponden al Estado, que son su obligación y que obviamente lleven a la generación de otra ronda de multimillonarios a costa de jugosos contratos. Que Quadri aprovechó, sí ¿pero qué? Solo un espacio con el que seguro ni siquiera soñó, en el que hace unos meses ni siquiera se veía. Peña Nieto ha tenido que sacar a flote una trayectoria que puede gustar o no pero que existe y que le resultó de peligro porque tapar a Arturo Montiel no resultaba una tarea fácil de realizar y menos aún con la Presidencia en manos de un partido opositor que, de haber querido, hubiese actuado en defensa de los intereses de los mexiquenses.
Independientemente de presentarnos la realidad nacional, el debate también permitió descubrir esos telones que intentaban esconder la mano y la figura de Elba Esther Gordillo en la contienda del primero de julio próximo. Gabriel Quadri se manejó con un total apoyo a las propuestas de Enrique Peña Nieto y respaldó que se tengan segundos pisos de cuota, que se eliminen los subsidios, que se privatice Pemex, que se contrate a empresas privadas para que cumplan con las tareas que corresponden al Estado, que son su obligación y que obviamente lleven a la generación de otra ronda de multimillonarios a costa de jugosos contratos. Que Quadri aprovechó, sí ¿pero qué? Solo un espacio con el que seguro ni siquiera soñó, en el que hace unos meses ni siquiera se veía. Peña Nieto ha tenido que sacar a flote una trayectoria que puede gustar o no pero que existe y que le resultó de peligro porque tapar a Arturo Montiel no resultaba una tarea fácil de realizar y menos aún con la Presidencia en manos de un partido opositor que, de haber querido, hubiese actuado en defensa de los intereses de los mexiquenses.
Ha tenido que dejar que lo desnuden y para sacar la parte personal y considerada como peligrosa del closet desvestirse el solito. La Vázquez Mota lidió con la Martita Sahagún, es sobreviviente de un círculo cerrado de blanquiazules, aguantó presiones en la SEP, también se hizo cómplice y cumplió ordenes que la ponían en peligro, hasta la delgadez y los desmayos hicieron su aparición sin evitar los calificativos que ha recibido su señor marido que no figura ni en su apellido. Por lo que respecta a López Obrador, su presencia y lucha política es mucho más añeja que la de los anteriores y se inicia en otro partido y se toman decisiones de cambio de rumbo difíciles en su época; se resiste un desafuero y una andanada no vista antes contra un político de oposición y sobrevive a la jungla que representa gobernar la capital de la República; ha recorrido el país como ningún otro y llena las plazas con voluntarios también como ningún otro.
¿Y Quadri? A él solo le bastó el visto bueno de una mujer poderosa para estar en un atril que lo ubicó al lado de quienes sí cuentan con toda una trayectoria y darse el lujo de decir que “estos políticos que no se ponen de acuerdo”, de presentarse como un candidato ciudadano aún y cuando hay antecedentes de truhanes como Pablo Salazar Mendiguchía que para lograr la alianza se dijo de la misma forma y resultó todo un defraudador que abusó de su posición como gobernador de Chiapas, o como lo hiciera el célebre ex presidente municipal de Cancún y también hombre de judicial pasado, Gregorio Sánchez Martínez; participar en un debate en el que se busca la presidencia ¿no lo hace político?
Lo que puede medirse con realidades al minuto es lo que se vivió al término de ésta presentación. Cada quien, de acuerdo a las fuerzas y respaldos con los que realmente cuenta, hizo su propia fiesta y de esa manera quedaron todos en su lugar. Don Enrique Peña se decidió por la sede nacional del tricolor en donde con unas cuantas centenas el lugar luce a reventar y más aún si tal “celebración de triunfo” se realiza en el auditorio. Doña Josefina se fue con sus decenas de panistas a la colonia Roma, a un enclave de blanquiazules; Gabriel Quadri y sus seguidores escogieron la glorieta de la Cibeles para concentrarse y hablar de que lograrán mantener el registro, objetivo del candidato que le garantizará poder vivir tranquilamente sin tener que volver a trabajar, ese será su premio y entregado como doña Elba acostumbra, en efectivo y sin factura. El tabasqueño por su parte se fue al corazón de la capital y del país, al Zócalo, y concentró, dicen, más de 8 mil seguidores que no fueron llevados a las once de la noche en autobuses rentados, ni les ofrecieron tortas ni les dieron refrescos.
¿Quién ganó en el debate? Me parece que los mexicanos que pudimos darnos cuenta de que, en efecto, “en México la televisión administra la ignorancia”, y una vez que se ha descubierto en su totalidad el mal no hay otra que atacarlo o morir con él.
Del debate del debate, al análisis del mismo
Pero pasó el debate y el análisis y los comentarios del mismo, lo rebasa también.
Hubo gran polémica la semana anterior respecto a si se tuviera que programar una cadena nacional para que la mayoría de los mexicanos no tuvieran de otra, si no ver y escuchar a partir de las ocho de la noche del domingo anterior, el primer debate entre los cuatro aspirantes a la presidencia de la República.
Al final, el árbitro de la contienda electoral, que no es otro que el Instituto Federal Electoral (IFE), determinó que no se empujaría de ninguna manera la solicitud de una cadena nacional, y que las televisoras estaban invitadas a la transmisión del llamado ejercicio político. De igual forma, extendían la invitación a todos los mexicanos –imagino que ciudadanos o no--, a informarse a través del debate, de las propuestas de los candidatos, sin interferir en sus preferencias para ver otros programas o realizar otras actividades.
Por supuesto que la decisión del IFE fue muy sana. Nadie puede ser obligado a un ejercicio cívico. En todo caso, son las instancias gubernamentales y los órganos electorales los que deben provocar a la participación ciudadana en los diferentes ejercicios democráticos.
En fin, que el debate del debate tuvo tantas aristas, que hasta la afición al fútbol, se vio en un dilema de civilidad.
Pero pasó el debate y el análisis y los comentarios del mismo, lo rebasa también.
¿Quién ganó?, ¿Quién perdió?, ¿Quién atacó más?, ¿Quién se defendió mejor?, ¿Quién creció en el sondeo de las preferencias electorales?, ¿Quién vistió y lució mejor? Pero de las preguntas planteadas y de las respuestas que cada candidato dio a las mismas, poco se nos quedó.
Es indudable –y por supuesto natural-- que las cuestiones imprevistas en cualquier encuentro o reunión sean de las más recordadas sin ningún análisis de por medio.
Por ejemplo: La sonrisa eterna de la moderadora Lupita Juárez que llegó a su clímax en el momento que Andrés Manuel López Obrador presentó de cabeza la fotografía de Enrique Peña Nieto junto con Carlos Salinas de Gortari. Los ataques de Josefina Vázquez Mota y López Obrador hacia Peña Nieto. La defensa improvisada y bien librada en el aspecto de dicción y gramatical de este último. El deslinde de "político" de Gabriel Quadri. La queja de Andrés Manuel de ser víctima de las televisoras. El lamento repetido de Enrique respecto a contar con menos tiempo para hablar y exponer que sus contrincantes. Y por supuesto, las miradas en el escote pronunciado de la edecán que apareció en el primer momento del debate.
De ahí, de lo imprevisto, lo chusco y lo impensable, podríamos entonces pasar al análisis del debate de una manera menos superficial y entender entre otras cosas, porque la sonrisa de Lupita tomó un tono casi de carcajada en determinado momento. Qué intentó mostrar Andrés Manuel con la fotografía que apareció al revés. Porqué el ataque de los candidatos de Acción Nacional y del la Revolución Democrática se centró en atacar en conjunto al del Revolucionario Institucional. Por qué Quadri se desmarcó del traje de político. El por qué de las reiteradas quejas del candidato de la izquierda y de Enrique Peña y por supuesto, hasta el por qué de la despampanante edecán.
Pero al final, del debate, nada. Una democracia sin cultura propia, no puede llegar muy lejos.
Acta Divina… Tras el primer debate entre los candidatos presidenciales, Josefina Vázquez Mota, Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Quadri –del PAN, PRI, PRD y PANAL respectivamente--, cada uno se declaró ganador del mismo.
El compromiso del IFE con Enrique Peña Nieto
En cambio, los dimes y diretes entre Peña Nieto y la abanderada panista fueron demasiado predecibles, sin que ninguno profundizara en sus dichos, lo que dio margen para que el priísta se repusiera de los golpes prontamente
Ante el fracaso del supuesto debate entre los candidatos presidenciales, cabe preguntarse si tienen algún sentido este tipo de escenarios. Es inevitable hacer algunos comentarios, luego de que las expectativas creadas fueron absolutamente minimizadas, tanto por el formato propuesto por al Instituto Federal Electoral (IFE), como por lo acartonado de los candidatos. Al extremo de que Gabriel Quadri, representante de la franquicia propiedad de Elba Esther Gordillo, fue el que se vio más suelto y hasta conceptual.
La respuesta es obvia: no tiene objeto hacer perder el tiempo a los candidatos y mucho menos al público, cuando no hay condiciones para debatir conforme al significado del término. De hecho, hubo un lamentable retroceso en comparación con otros eventos similares de campañas anteriores, incluso con más candidatos debatiendo. De ahí que si el que se habrá de llevar a cabo en junio sigue las mismas reglas que este del domingo, lo mejor sería cancelarlo.
Tal pareciera que el IFE tiene un firme compromiso con Enrique Peña Nieto para evitar que tenga que enfrentarse a circunstancias para las que no está preparado, y proteger a la abanderada del PAN de un enfrentamiento real con Andrés Manuel López Obrador. Es cierto que tanto éste como Josefina Vázquez Mota coincidieron en la estrategia de lanzar ataques contra el mexiquense, pero en un debate sin reglas tan duras no se hubiera dado tal coincidencia.
También es cierto que Quadri pudo lucirse porque su presencia fue fantasmal para los otros contendientes: nunca se enteraron de que allí estaba, ni siquiera cuando lanzó ataques directos contra los políticos que, según él, sólo se dedican a golpearse unos a otros y no tienen ideas claras sobre los problemas nacionales. Mientras que él es “un ciudadano” comprometido con el país. Ninguno de los tres se sintió aludido, cuando hubiera sido muy fácil callarlo al decirle que su designación como abanderado del Partido Nueva Alianza (Panal), se la debe nada menos que a una de las políticas con menos autoridad moral para nada.
Aún se recuerda el histórico debate de López Obrador con Diego Fernández de Cevallos, cuando Andrés Manuel puso en su lugar al soberbio e inescrupuloso panista, a quien calificó de “farsante” y le dijo muy claramente por qué se lo decía. También el que tuvieron Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Francisco Labastida Ochoa y Vicente Fox Quesada, cuando éste hizo famoso su “hoy, hoy, hoy”. En cambio, en el show del domingo 6 no hubo nada recordable, cuando mucho el intercambio de acusaciones entre Peña Nieto y López Obrador por lo de la corrupción de Arturo Montiel, tío del mexiquense, y René Bejarano, entonces militante del PRD.
En cambio, los dimes y diretes entre Peña Nieto y la abanderada panista fueron demasiado predecibles, sin que ninguno profundizara en sus dichos, lo que dio margen para que el priísta se repusiera de los golpes prontamente. En términos boxísticos, se diría que fue una pelea insípida, sin emociones que hicieran levantar de sus asientos al público. Pero lo más lamentable fue cuando López Obrador pudo haberse llevado la noche, al ser el último en tomar el micrófono, y perder la oportunidad de poner en su sitio a sus rivales, tal como años atrás lo hizo al debatir en serio contra el principal “gallo” del blanquiazul.
Hasta se llegó a pensar que el compromiso para autorizar este remedo de debate fue precisamente evitar éste. Así no tenía caso aceptar, como se vio al finalizar el evento, que más pareció un “show” de Las Vegas con la aparición en el escenario de una exuberante mujer que caminó para mostrar sus encantos, para envidia de no pocas féminas, seguramente.
Andrés Manuel “se pasó de amoroso”, fueron los comentarios generalizados luego del supuesto debate. Es claro que sus partidarios querían verlo como en sus mejores momentos de otros años. Esperaban que terminara por nocaut con sus rivales y apenas logró un empate con Quadri, al decir de algunos observadores. Pudo haber aprovechado el último round para poner en la lona al PRI y al PAN, argumentando por qué representan lo mismo y cuáles serían las consecuencias de votar por uno o por otro. Decir claramente que el futuro de la nación está en grave riesgo por los treinta años de gobiernos de ambos partidos, y que un sexenio más, ahora con Peña Nieto en Los Pinos, sería funesto para el futuro de los mexicanos.
De hecho, no tendríamos ninguna posibilidad de superar los graves problemas que nos agobian, porque se complicaría mucho más la situación prevaleciente, toda vez que se tendría que “gobernar” sin más ley que la de las armas, porque sólo así se podría calmar la dramática situación de millones de trabajadores en condiciones de mera sobrevivencia, a pesar de trabajar como se hacía en el siglo diecinueve. Esto debió decirlo López Obrador para que los electores tuvieran claridad sobre la enorme responsabilidad de su voto.
La respuesta es obvia: no tiene objeto hacer perder el tiempo a los candidatos y mucho menos al público, cuando no hay condiciones para debatir conforme al significado del término. De hecho, hubo un lamentable retroceso en comparación con otros eventos similares de campañas anteriores, incluso con más candidatos debatiendo. De ahí que si el que se habrá de llevar a cabo en junio sigue las mismas reglas que este del domingo, lo mejor sería cancelarlo.
Tal pareciera que el IFE tiene un firme compromiso con Enrique Peña Nieto para evitar que tenga que enfrentarse a circunstancias para las que no está preparado, y proteger a la abanderada del PAN de un enfrentamiento real con Andrés Manuel López Obrador. Es cierto que tanto éste como Josefina Vázquez Mota coincidieron en la estrategia de lanzar ataques contra el mexiquense, pero en un debate sin reglas tan duras no se hubiera dado tal coincidencia.
También es cierto que Quadri pudo lucirse porque su presencia fue fantasmal para los otros contendientes: nunca se enteraron de que allí estaba, ni siquiera cuando lanzó ataques directos contra los políticos que, según él, sólo se dedican a golpearse unos a otros y no tienen ideas claras sobre los problemas nacionales. Mientras que él es “un ciudadano” comprometido con el país. Ninguno de los tres se sintió aludido, cuando hubiera sido muy fácil callarlo al decirle que su designación como abanderado del Partido Nueva Alianza (Panal), se la debe nada menos que a una de las políticas con menos autoridad moral para nada.
Aún se recuerda el histórico debate de López Obrador con Diego Fernández de Cevallos, cuando Andrés Manuel puso en su lugar al soberbio e inescrupuloso panista, a quien calificó de “farsante” y le dijo muy claramente por qué se lo decía. También el que tuvieron Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Francisco Labastida Ochoa y Vicente Fox Quesada, cuando éste hizo famoso su “hoy, hoy, hoy”. En cambio, en el show del domingo 6 no hubo nada recordable, cuando mucho el intercambio de acusaciones entre Peña Nieto y López Obrador por lo de la corrupción de Arturo Montiel, tío del mexiquense, y René Bejarano, entonces militante del PRD.
En cambio, los dimes y diretes entre Peña Nieto y la abanderada panista fueron demasiado predecibles, sin que ninguno profundizara en sus dichos, lo que dio margen para que el priísta se repusiera de los golpes prontamente. En términos boxísticos, se diría que fue una pelea insípida, sin emociones que hicieran levantar de sus asientos al público. Pero lo más lamentable fue cuando López Obrador pudo haberse llevado la noche, al ser el último en tomar el micrófono, y perder la oportunidad de poner en su sitio a sus rivales, tal como años atrás lo hizo al debatir en serio contra el principal “gallo” del blanquiazul.
Hasta se llegó a pensar que el compromiso para autorizar este remedo de debate fue precisamente evitar éste. Así no tenía caso aceptar, como se vio al finalizar el evento, que más pareció un “show” de Las Vegas con la aparición en el escenario de una exuberante mujer que caminó para mostrar sus encantos, para envidia de no pocas féminas, seguramente.
Andrés Manuel “se pasó de amoroso”, fueron los comentarios generalizados luego del supuesto debate. Es claro que sus partidarios querían verlo como en sus mejores momentos de otros años. Esperaban que terminara por nocaut con sus rivales y apenas logró un empate con Quadri, al decir de algunos observadores. Pudo haber aprovechado el último round para poner en la lona al PRI y al PAN, argumentando por qué representan lo mismo y cuáles serían las consecuencias de votar por uno o por otro. Decir claramente que el futuro de la nación está en grave riesgo por los treinta años de gobiernos de ambos partidos, y que un sexenio más, ahora con Peña Nieto en Los Pinos, sería funesto para el futuro de los mexicanos.
De hecho, no tendríamos ninguna posibilidad de superar los graves problemas que nos agobian, porque se complicaría mucho más la situación prevaleciente, toda vez que se tendría que “gobernar” sin más ley que la de las armas, porque sólo así se podría calmar la dramática situación de millones de trabajadores en condiciones de mera sobrevivencia, a pesar de trabajar como se hacía en el siglo diecinueve. Esto debió decirlo López Obrador para que los electores tuvieran claridad sobre la enorme responsabilidad de su voto.
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