Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 6 de mayo de 2012

AMLO: Los medios imponen cerco informativo a propuestas de cambio verdadero-El Despertar-¿Está cambiando el viento?- El debate y la libertad de los poderosos

Elecciones 2012
Insiste en que la transmisión del encuentro entre candidatos se abra a los canales 2 y 13
Los medios imponen cerco informativo a propuestas de cambio verdadero: AMLO
Reconoce el aspirante de la izquierda que cada vez hay más interés de los jóvenes por la política
Roberto Garduño
Periódico La Jornada
Domingo 6 de mayo de 2012, p. 10
A pesar del interés de los ciudadanos por conocer las propuestas de cambio verdadero en el país, los medios de comunicación imponen un cerco informativo eludiendo difundirlas, acusó Andrés Manuel López Obrador, candidato de la izquierda y del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) a la Presidencia de la República.
Ayer por la mañana, en su casa de campaña valoró la movilización política de los jóvenes –de todas las condiciones sociales– en el país, quienes lo han comenzado a llamar ¡presidente, presidente!, como ocurrió hace tres días en el Tecnológico de Monterrey.
Cada vez participan más en la campaña, cada vez hay más interés de los jóvenes y eso es muy bueno, porque ellos son como la levadura de todos los movimientos; los jóvenes dan frescura, entusiasmo, alegría y así está: muchos jóvenes están participando.
–¿Le ha sorprendido esa actitud?
–Es parte de este despertar de los jóvenes que quieren un cambio verdadero, que no quieren más de lo mismo y así se están manifestando.
–¿Asistirá a otra universidad?
–Después de esta semana, tengo compromisos en algunas universidades, tengo que estar en las universidades públicas, tengo pendiente una reunión con jóvenes universitarios del Poli, de la UNAM, de la Universidad Metropolitana y de otras universidades públicas.
En su habitual conferencia matutina, López Obrador insistió en la necesidad de abrir la trasmisión del debate en los canales 2 de Televisa y 13 de Tv Azteca, porque son los de mayor audiencia y los ciudadanos demandan información de las propuestas para cambiar el rumbo del país.
Si no todo el pueblo, sí hay muchos interesados. Cómo no se van a interesar si se trata de escuchar las propuestas de quien puede ser presidente de México.
–Ricardo Salinas Pliego (dueño de Tv Azteca) sostiene que el debate no interesa a la mayoría –se le preguntó.
–Ese es un punto de vista y lo respeto, pero no lo comparto.
Foto
Durante su conferencia matutina, Andrés Manuel López Obrador dijo que los jóvenes son la levadura de su movimientoFoto Carlos Cisneros
–¿Haría un llamado a los ciudadanos a seguir el debate? –se le insistió.
–A los ciudadanos, para que estén atentos. El asunto es la cobertura: hay mucha gente que no tiene posibilidad de ver el debate porque no tiene televisión de paga. Son los canales 2 y el 13 los que tienen mayor cobertura, eso es indudable, y no va pasar ni por el canal 13 ni por el canal 2. No sé por qué. Cívicamente esto no es lo mejor.
–¿El debate podría dar rating a las televisoras?
–¡Claro que sí! Mucho. Hablan, por ejemplo, de campañas, no sé cómo le llamó Televisa a una campaña reciente, Iniciativa México. Le dieron y le dieron tiempo. ¿Qué no es parte de la Iniciativa México transmitir un debate? Digo.
Un reportero le preguntó por qué, si ha sostenido que no aceptará cacicazgos sindicales, tiene tratos con Martín Esparza o Napoléon Gómez Urrutía. López Obrador respondió: Usted ya lo dijo, editorializó.
–No –dijo el periodista.
–Cómo no. Usted dijo eso, usted está considerando corruptos a estos dirigentes. Yo tengo otro punto de vista, yo pienso que en el caso del sindicato minero, la autoridad se inclinó en favor de Minera México, del señor (Jorge) Larrea. En el caso de los trabajadores electricistas, sostengo que dejaron sin empleo a más de 40 mil trabajadores de manera injusta.
–Hablo de los dirigentes –insistió el reportero.
–Yo hablo de los trabajadores –refutó el candidato presidencial.
–¿Celebra que vaya a regresar Napoleón Gómez Urrutía?
–Creo que debe haber justicia y que la autoridad no debe inclinarse a favor de ninguna de las partes. Se debe actuar con imparcialidad, que no lo ha hecho.
–Hace seis años no acudió al debate, ¿hoy sí va al debate, las cosas cambian después de seis años? –le soltó otro reportero.
–Que vamos a volver a ganar la Presidencia.
Enérgica demanda-Hernández
El Despertar
¿Está cambiando el viento?
José Agustín Ortiz Pinchetti
 
       Parece que fluyen distinto las cosas para el PRI-Peña Nieto. Los priístas reconocen que la batalla final será entre AMLO y Peña, y que se cerrarán las preferencias. Éste tenía 40 por ciento en noviembre. Las encuestas del paquete de las televisoras le acreditan una mayoría abrumadora, pero hay indicios de que es una campaña propagandística embozada.
Se construyó una estrategia audaz, más sutil, para descalificar a AMLO, el enemigo a vencer. Antes de la campaña se fijó el nivel de preferencias gracias a encuestas pagadas y luego se reforzó con una ofensiva de opinión pública instrumentada por un coro de comentaristas. Ahora exhiben debilidades. Las encuestas están mal hechas. Peña Nieto es un personaje insulso, carece de proyecto y ni siquiera tiene lema. El PRI está desprestigiado por la corrupción de sus gobernadores y es evidente su obsesión restauradora. Esto no es atractivo para los votantes.
Por eso sectores de la clase media alta que nunca pensaron votar por AMLO y ven el fracaso del PAN se inclinan por darle oportunidad al tabasqueño. El closter televisivo y sus masas cautivas no son tan cretinas como piensan los manipuladores. Mucha gente de clase media baja y de sectores populares se inclina por AMLO, aunque lo ocultan a los encuestadores. El poder de los medios se debilita ante una sociedad agraviada.
Hay datos firmes que sustentan la esperanza de un cambio en la intención electoral. ¿Ejemplos?: el éxito de AMLO con jóvenes de universidades privadas; en un sondeo sobre criterios de clase media, AMLO era el principal portador de cambio; hay encuestas y votaciones en las redes donde la mayoría de usuarios lo señala como el mejor; en encuestas locales AMLO y Peña están empatados o Peña y Josefina caen. AMLO supera sus negativos y crece de modo indubitable. En ejercicios con grupos de enfoque, la mayoría del voto oculto es para AMLO.
En las estructuras de promoción y defensa del voto de Morena el número de reclutas aumenta. En sondeos casa por casa en sectores urbanos su intención de voto sube. La sensación de una nueva preferencia se hace patente en los contactos personales. Sin embargo, hay que reconocer que en el círculo rojo (los conocedores de la política) prevalece la certeza de que el PRI ganará.
En sus recientes recorridos AMLO llenó las plazas con multitudes del doble o el triple que en 2006. Plazas llenas no garantizan urnas llenas, pero el aumento es buen indicador de la mejor organización. ¿Estamos en el inicio de una avalancha? La popularidad de AMLO podría multiplicarse y crecer, pero no nos hagamos ilusiones y mantengamos la guardia en alto y un cauto optimismo.
En pie, la ley de la miseria
Arnaldo Córdova
C
omo siempre sucede, las recordaciones del primero de mayo volvieron a poner en el debate el tema de la pobreza y la miseria y, por fuerza, también el de la riqueza y su creciente concentración en cada vez menos manos. Fue, desde luego, ocasión para volver a las cifras que se vienen acumulando desde hace decenios. La constatación regular es que la pobreza, la miseria y la concentración de la riqueza avanzan incontenibles sin que nadie (los pobres y los miserables, los ricos y los gobiernos) pueda hacer nada al respecto. Es como decir que las cosas seguirán del mismo modo hasta el fin de los siglos.
Las definiciones vuelven a estar a la orden del día, pero siguen siendo las mismas. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), por ejemplo, sigue fundando en el concepto de la canasta básica sus apreciaciones. A eso llama línea de bienestar mínimo. Después viene una evaluación más general y amplia que se cifra en saber el número de carencias que tiene una persona (rezago educativo, acceso a los servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de vivienda, acceso a los servicios básicos de vivienda y acceso a la alimentación). En todos los rubros el retroceso sistemático es constante.
La distinción tradicional entre pobreza y miseria, siempre tan endeble, parece irse borrando cada vez, pues en la relación entre ambas es siempre la miseria la que mayormente se multiplica. Por supuesto que, en otro ámbito, la riqueza crece, aunque en tasas muy módicas, pero los ricos también disminuyen en número, lo que equivale a decir que la concentración de la misma es imparable. En este punto nunca hay datos ciertos.
En lo que se califica de población no pobre y no vulnerable, ésta se cifraba en 2010 en un 19.3 por ciento del total (21.8 millones de personas). La población en pobreza era del 46.2 por ciento (52 millones de personas), siendo los pobres extremos el 10.4 por ciento (11.7 millones de personas). Se trata de meras apreciaciones. Más de la mitad de la población, vale decir, el 52 por ciento (58.5 millones de personas), están por debajo de la llamada línea de bienestar. Todos estos datos del Coneval han sido frecuentemente corregidos y negados por multitud de investigaciones. Las cifras reales son espantosamente superiores.
Para los grandes clásicos de la economía política, de William Petty y Adam Smith a Karl Marx, pasando por David Ricardo y James Mill, no era posible generar riqueza si no es sobre la base de la pobreza, identificada casi siempre con la miseria, sin uso de eufemismos. Si no había pobres no había quién trabajara. Para Smith, la división social del trabajo era la fragua en la que se forjaba la moderna sociedad dividida en clases (la tierra, el capital, el trabajo). En la literatura europea del siglo XVIII y más todavía en la del XIX (Charles Dickens, en sobresaliente lugar), la visión de la vida se plasmaba en la trágica comprobación de que para que hubiera riqueza tenía que haber miseria. La una no se define sin la otra.
Esa condición elemental e infaltable del devenir de nuestras sociedades no ha cambiado para nada ni se ha vuelto más justa. Todo lo contrario. Sus extremos se agudizan. Por supuesto que el progreso material y técnico de la producción nos ha venido proporcionando más y más bienes materiales y de otra índole; pero ese cambio cuantitativo es incapaz de variar o modificar el proceso cualitativo que sigue consistiendo en que los pobres y miserables produzcan como fuerza de trabajo. En sus Grundrisse (notas preparatorias de El capital), Marx postuló que esa situación estructural no cambiaría si no desaparecía el trabajo manual como base de la producción con el desarrollo de la tecnología.
Las revoluciones tecnológicas que el mundo ha presenciado desde el Renacimiento, empero, no han servido para variar el rumbo, sino para reafirmarlo. Lo que se ha dado en llamar neoliberalismo, con diversidad de definiciones, es considerado victorioso en toda la línea. Muchos de sus exponentes en Estados Unidos e Inglaterra lo proclaman a voz en cuello: el triunfo es arrasador, incontenible e incontrastable. Y su corolario es desvergonzado: se ha derrotado a todos los que querían impedir la concentración de la riqueza y generalizar el bienestar. La riqueza concentrada gobierna el mundo.
El 99 por ciento de los derrotados, es verdad, cada vez le está haciendo mejor frente al uno por ciento de ricos que todo lo domina. Pero es un ejército disperso. Es apenas el grito de inconformidad de los desesperados. Y las estadísticas y los datos duros de la economía siguen alarmándonos con sus revelaciones. Cinco bancos en Estados Unidos (JP Morgan Chase, Bank of America, Citigroup, Wells Fargo y Goldman Sachs), nos dice Enrique Galván Ochoa, representan el 56 por ciento de la economía de ese país (8.5 billones de dólares).
En México nadie sabe ahora cuántos son los verdaderos dueños de la riqueza. En 1987 Agustín Legorreta reveló que eran sólo 300 empresarios los que movían la economía del país. Se sospecha que siguen siendo los mismos, sólo que bastante reciclados. Muchos de ellos son ya trasnacionales, gatos de los grandes consorcios mundiales. Pero siguen siendo casi los mismos, con algunos agregados. La mitad de los trabajadores mexicanos recibe menos de 125 pesos por día; la canasta básica, en abril pasado, costaba 732.92 pesos diarios; desde hace cinco lustros se ha encarecido 5 mil 357.33 por ciento. Un triunfo resonante de la riqueza concentrada sobre la miseria (La Jornada, 03.05.2012).
Según el informe Mejores trabajos para una mejor economía de la Organización Internacional del Trabajo para 2012, en México las tasas de empleo decrecieron respecto de 2007 y la incidencia de plazas eventuales se incrementó. De los empleos urbanos, el 45 por ciento es de esta naturaleza. Los organismos mexicanos abocados a enfrentar ese problema lo ven optimísticamente: si una persona desempleada se dedica a las actividades informales, pues quiere decir que no está desocupada. La misma OIT nos alecciona: El empleo informal provee un refugio para el desempleo y presenta posibilidades para sacar a las familias de la pobreza (Reforma, Negocios, 01.05.2012). ¡Vaya linda salida!
Si queremos la riqueza debemos contentarnos con la pobreza y la miseria, pues éstas son sus fuentes irrenunciables. Constituyen el suelo firme sobre el que florece el árbol de la riqueza concentrada. Si no queremos riqueza, todos seremos pobres. Si la queremos, muchos tendrán que serlo. Más que la riqueza, la verdadera realidad del mundo es la miseria. El poeta lo vio bien:
La ley de la miseria…
Total en la victoria, engendra/ sus muchedumbres de derrota/ y se multiplica el orden puro/ en parvos desórdenes, y efímero/ cuaja el dolor sus densas islas/ sobre un mar pacífico y continuo/
Vacíos sueños como espejos/ esperan la violencia santa,/ la piadosa crueldad, los pueblos/ en expansión, conglomerados
(Rubén Bonifaz Nuño, En pie, la ley de la miseria, que he puesto como título de este artículo, en As de oros, UNAM, 1981, p. 71).

El debate y la libertad de los poderosos
Rolando Cordera Campos
 
      Como fruto del cambio económico de las pasadas décadas ha renacido en México la utopía de que ahora sí, desde una economía abierta de mercado como la imperante, podemos pasar sin mayor trámite a una sociedad de mercado, donde todo se compre y se venda y se evalúe conforme a su precio. El tuétano de tamaña pretensión es la idea de la libertad económica y de empresa como libertad absoluta, madre de todas las demás, cuya vigencia y predominio miden nuestra modernidad, el nivel de desarrollo y hasta la democracia.
En realidad, no hay idea menos moderna que la señalada, aunque se le traduzca del inglés y se trate de medir con el índice de libertad de la muy reaccionaria y poco prestigiada Heritage Foundation. Es indudable que el régimen económico mercantil y el régimen político democrático siempre nos refieren a la libertad como un valor fundamental del Estado y la sociedad así organizados. Sin embargo, también es claro que la democracia no sólo nos remite a la idea de libertad sino también a la de igualdad, que no puede reducirse al ejercicio del voto.
El voto es, qué duda cabe, consustancial a la democracia, pero ésta nunca se queda ahí, en el acto íntimo en la urna. Al votar, se abre para el ciudadano un abanico para la expansión y materialización de la democracia en el plano económico y social. Sin eso, la democracia corre el peligro de perder sentido y contenido y el Estado sufre un agudo y corrosivo proceso de vaciamiento que tarde o temprano lleva a su crisis o a su colapso.
Así ha ocurrido históricamente, al configurarse el doble movimiento de la sociedad moderna capitalista entre el mercado y sus impulsos absolutistas, que según su profetas deberían coronarse en una sociedad de mercado, y la sociedad que encara las inclemencias mercantiles y de la competencia, confronta la explotación y reclama soberanía y preminencia en las prioridades y asignaciones del Estado. Este péndulo, formulado por el gran clásico moderno Karl Polanyi en La gran transformación, incluye la defensa y protección que la sociedad hace del resto de la naturaleza amenazada, como el hombre, por la embestida mercantilizadora que no puede cesar. Forma parte del DNA del capitalismo.
Por casi un siglo, el péndulo se movió en favor de la protección del trabajo, la sociedad y la naturaleza. Se buscaba responder así a la amenazas totalitarias y a las provenientes de la desintegración social provocada por las grandes crisis y, ahora, al espectro cercano del cambio climático. Las enseñanzas crueles de la Gran Depresión y las guerras mundiales llevaron a una maduración de este doble movimiento que se transformó en un mecanismo institucional, el cual propició un cambio cultural de enormes y promisorias proporciones: el bienestar y los derechos sociales fundamentales fueron vistos como constitucionales y constitutivos del Estado, que asumió las tareas y los compromisos que implicaba dicho salto.
El mundo parecía estar cerca, sobre todo en sus regiones más avanzadas, de una mudanza civilizatoria. Con la conformación de la Unión Europea, esta perspectiva se volvió palanca de aliento y optimismo para sus ciudadanos, para los que venían del desplome soviético y para el gran continente de los países emergentes o subdesarrollados.
Todo empezó a cambiar para mal en los años setenta, con Thatcher, Reagan y sus ideólogos y corifeos. La globalización se volvió mantra y la libertad de empresa reclamó su lugar de honor en el panteón capitalista, por encima de las otras libertades. La sociedad global que emergía empezó a ser regida por criterios y principios dirigidos a saber el precio de todo y el valor de nada.
Éste ha sido el carnaval globalista orquestado por Wall Street y entusiastamente coreado por el resto del mundo y sus mercados. Entre nosotros, el credo fue recibido por los poderosos con un extraño sentido de pertenencia.
El nuevo reino de la mercancía se presentaba así como la puerta a un nuevo mundo. La historia difícil, resumida por el doble movimiento, parecía llegar a su fin.
Así ocurrió y aquí se impuso como virreinato dizque liberal cuando a la economía le faltaban recursos y reflejos y al Estado recursos humanos y fiscales y, sobre todo, legitimidad. El resultado está hoy a la vista: un aparato productivo deforme e incapaz de emplear a una juventud ansiosa de trabajo, y un Estado sin posibilidad de cumplir con sus tareas históricas fundamentales de protección individual y comunitaria, articulación política y modulación de intereses sociales contradictorios.
La libertad se confundió con botín y la empresa con patente de corso. La democracia párvula es rápidamente colonizada por los poderes de hecho y hasta la libertad de expresión se tasa en pesos, centavos y dólares.
Lo ocurrido con el debate y la postura de la televisión debe inscribirse en esta problemática. La libertad económica no puede oponerse a la democracia, porque en el desarrollo y maduración de ésta le va la estabilidad requerida para su permanencia y expansión. No hay libertad de empresa que dure, sin un estado de derecho que la afiance y encauce y no hay estado de derecho legítimo que no pase por el escrutinio democrático que es, necesariamente, deliberación, polémica, debate.
La libertad con la que se arropa Tv Azteca para sus bravatas es la del hacendado o el encomendero; nunca será la libertad de los modernos, sino la de los vetustos.
La contumacia de estos libres pre modernos obligará a retomar la reforma política y formular una legalidad sobre medios y partidos que, como lo han mostrado las empresas mediáticas, todavía le falta mucho por normar. El acuerdo civilizado que se ha buscado, basado en el compromiso democrático de la empresa, ha sido puesto en entredicho por la propia empresa y toca al Estado idear un correctivo que no puede ser el de naturalizar la incontinencia de los intereses privados.
La defensa de la libertad económica pasa por la de la libertad política que es, no puede ser de otra manera, la de la sociedad democrática.

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