El colapso veracruzano
El largo adiós a Regina Martínez.
Foto: Miguel
Ángel Carmona
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Veracruz ha logrado de nuevo colocarse en los
primeros espacios de los medios de comunicación. Lamentablemente, esta
notoriedad se logra por malas razones: un nuevo ciclo de violencia contra
periodistas, destacando el asesinato de la valiente reportera Regina Martínez,
corresponsal de Proceso en el estado. Para entender si se trata de un hecho
excepcional o de la manifestación de una tendencia, es preciso entender qué pasa
en las tierras veracruzanas.
Veracruz es un estado que desde hace varios años se halla en estancamiento
económico, con aumento del desempleo y disminución de la calidad del empleo
disponible. Se han perdido puestos de trabajo formales y se han creado más
informales, lo que se ha traducido en una caída del poder adquisitivo en
general.
Durante la década pasada, el incremento en el gasto público estatal había
compensado la debilidad de la inversión y el gasto privados. Pero en 2010, al
calor de las campañas por la gubernatura de la entidad, el estatal se desbocó,
la deuda pública aumentó sin freno y el sexenio de Fidel Herrera terminó en una
crisis fiscal sin precedente, con las arcas estatales (y muchas municipales)
vacías. Aunque el monto real de la deuda se desconoce, economistas locales la
calculan en 40 mil millones de pesos, y buena parte de ella es de corto plazo,
de modo que su servicio consume una elevada proporción del presupuesto de la
entidad.
El gobierno de Herrera se caracterizó por la más absoluta discrecionalidad en
el gasto, la adjudicación sin licitación de obras públicas a empresas que
surgieron de la noche a la mañana, el control de los medios de comunicación
mediante regalos, prebendas, becas y viajes para los periodistas, así como
generosos contratos de publicidad. No hubo planeación digna de ese nombre, sino
un gobierno de un solo hombre que decidía todo y por todos, y que para gobernar
de esa manera estableció acuerdos, explícitos o implícitos, con todos los
poderes fácticos regionales. El combustible que alimentaba ese poder concentrado
era el dinero público, o el que se ejercía a través del sector público, cuyo
origen y composición no están del todo claros.
La campaña electoral de 2010 fue un parteaguas de la historia política de la
entidad, y en cierta medida del país, porque entonces se rompieron todos los
principios que rigieron la débil e incompleta transición a la democracia
electoral mexicana: independencia del órgano electoral, equidad de la
competencia, regulación de gastos de campaña y severa limitación de la inversión
privada en el proceso. Esas elecciones han sido las más costosas de la entidad,
y el derroche del PRI y del PAN alcanzó niveles nunca vistos. Quiénes y cómo
financiaron las campañas es algo que no sabemos y quizás nunca sepamos. Lo
cierto es que los intereses privados que intervinieron en el proceso deben haber
esperado algún reintegro.
El gobierno estatal actual recibió el poder pero no el dinero. Imposible
repetir el estilo de gobierno de Fidel Herrera. La escasez genera tensiones,
pues la cobija no alcanza para todos. El control sobre los medios se volvió
autoritario, de comando, ya que la capacidad de compra estatal disminuyó, si
bien los convenios de publicidad siguen siendo esenciales para la modesta
economía de los medios, que son muy locales o regionales. Las plumas se compran
más selectivamente, aunque de manera abierta y, hasta cierto punto, cínica. Pero
no es posible ya controlar mediante el gasto a todos los actores, ni respetar
los arreglos establecidos en el pasado.
La delincuencia organizada, en este escenario, encontró un mayor espacio de
acción con los actores del mercado –muchos de ellos desesperadamente necesitados
de recursos– y los medios, sobre los cuales empezó a ejercer un control cada vez
más violento en materia de información policiaca en 2011, en el contexto de la
disputa estratégica por el territorio veracruzano entre diferentes grupos. A
mediados del año pasado la confrontación entre ellos alcanzó un clímax, con
decenas de asesinatos desde junio hasta agosto, sin que el gobierno estatal
tuviera capacidad de imponer algún control. De ahí el Veracruz Seguro II, la
llegada masiva del Ejército y de la Marina a las calles de la entidad.
Esa política produjo de nuevo alguna tranquilidad aparente, sin que la
confrontación haya cesado. Mientras tanto, la delincuencia común se incrementó,
sobre todo los secuestros, flagelo difícil de abatir dada la debilidad de las
fuerzas policiacas y de la Procuraduría de Justicia, cuyos recursos humanos y
materiales son todavía muy pequeños en relación con las necesidades.
Este es el contexto de la disputa por las candidaturas a senadores y
diputados dentro del PRI en 2012, que fue un verdadero ajuste de cuentas por
pagar. Las candidaturas no se definieron por perfiles políticos, sino por
intereses de grupo y en reconocimiento de servicios prestados. A decir verdad,
en el PAN el criterio parece haber sido el mismo, y en el PRD, como de
costumbre, pesó el balance de fuerzas relativas de las tribus. Por eso la
calidad de los candidatos es notablemente baja, y hay varios personajes
directamente impresentables haciendo campaña en las filas priistas. En Veracruz,
las elecciones de 2012 parecen de partido único, pues en materia publicitaria y
de presencia en medios el PRI ha logrado prácticamente un monopolio, rompiendo,
una vez más, los principios de la competencia electoral democrática.
Cabe preguntarse si los recientes crímenes contra periodistas nos retrotraen
a la situación de mediados de 2011. Pareciera no ser así. El asesinato de Regina
Martínez se sale de la tendencia y tiene, inevitablemente, un carácter político.
Más bien parece que entramos, tempranamente, a un riesgoso ciclo de regresión
autoritaria, aun antes de completarse la restauración priista. La primavera
democrática, tan parca en sus frutos, se marchita a pasos agigantados en las
manos de una clase política irresponsable.
El autor es periodista e investigador de la Universidad
Veracruzana.
Foto: Miguel Ángel Carmona
Veracruzana.
Efecto Ibero
Estudiantes repudian visita de EPN a la Ibero.
Foto: Germán Canseco
MÉXICO, DF, 16 de mayo (apro).- Ninguno de los estrategas de la campaña de
Enrique Peña Nieto tenía previsto el efecto tan demoledor que han tenido para su
candidato las protestas que realizaron los estudiantes de la Universidad
Iberoamericana (UIA).
Los peñistas quizá esperaban una reacción violenta de alguna escuela pública,
como la UNAM, el Politécnico o la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), pero
no de una privada, como ocurrió en viernes 11 en las aulas de esa universidad
fundada por la orden de los jesuitas.
Durante varias semanas el candidato presidencial del PRI aplazó el encuentro
con los estudiantes de la Ibero al que ya se había comprometido formalmente.
Peña Nieto y sus asesores dejaron que pasara el debate presidencial para ver si
asistían, dependiendo del resultado del primer encuentro con los otros tres
candidatos.
Confiados en las encuestas que lo evaluaron positivamente tras el debate,
Peña Nieto y su equipo decidieron asistir a la Ibero y prepararon el terreno
mandando de avanzada a sus huestes juveniles para ocupar los mejores espacios
del auditorio y opacar con porras y pancartas cualquier intento de protesta en
contra del mexiquense.
Pensaron que esto era suficiente, no obstante que un día antes del evento
grupos estudiantiles de la Ibero ya enviaban mensajes para ponerse de acuerdo y
manifestarse en contra de Peña Nieto, acusándolo de la represión en Atenco y de
ser socio político de Carlos Salinas de Gortari.
Montados en la soberbia producida por las encuestas y el apoyo de las
televisoras, los peñistas menospreciaron el coraje que tienen los jóvenes
estudiantes de esta escuela, cuyas familias de clase media y alta han recibido
duramente en los últimos años los severos golpes de la crisis y la violencia.
Pronto se dieron cuenta del error.
Después de la rectoría apática y carente de compromiso social, mas no
político, de Enrique González Torres –hermano del fundador del PVEM, Jorge
González Torres, tío del Niño Verde y pariente del Dr. Simi–, en los últimos
años la Universidad Iberoamericana ha retomado su papel social con un padre
jesuita, el doctor José Morales Orozco, realizando múltiples actividades de
defensoría de los derechos humanos y protección de los periodistas.
Más activos socialmente días antes de la asistencia del candidato del PRI,
los alumnos de la Ibero habían recibido con claras muestras de apoyo al
candidato presidencial de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, quien salió
bien librado y en medio de gritos de “¡Presidente!”.
Parecía una paradoja que los alumnos de una escuela privada apoyaran al
candidato de la izquierda, pero no lo era tanto si se toma en cuenta que el
tabasqueño ya había sido bien recibido con anterioridad en el Tecnológico de
Monterrey (ITESM).
Las señales de oposición eran claras para el PRI pero no podían evitar el
compromiso y llevaron a Peña Nieto lo mejor ‘blindado’ posible. Sin embargo, no
pudieron desplegar los mismos mecanismos de protección que hacen en todos su
actos, acorralando a la gente y a la prensa con vallas metálicas, y custodiadas
por militares.
Los jóvenes de la Universidad Iberoamericana expresaron lo que un amplio
sector de la sociedad piensa de Peña Nieto y el PRI: que representan a un sector
corrupto y autoritario de la política mexicana, capaz de aplicar la mano dura
contra expresiones de protesta como la de Atenco, o de proteger actos de
corrupción como la del exgobernador mexiquense, Arturo Montiel, por cierto tío
de Peña Nieto.
Con sus voces de protesta en el auditorio de la universidad, los jóvenes
reflejaron el ánimo de inconformidad que los priistas pensaban había
desaparecido en la sociedad mexicana por los gobiernos ineficientes del PAN en
los últimos años.
Esta inconformidad contra el PRI y su candidato Enrique Peña Nieto ha
comenzado a multiplicarse en otros centros escolares, donde el manto poderoso de
las televisoras se diluye.
Los mítines anunciados para este fin de semana por las redes sociales en
contra de Peña Nieto reflejan que no todo es hojuelas sobre miel para el
candidato presidencial priista y tampoco que el camino a Los Pinos ya está
allanado por las televisoras.
Falta la mitad de la campaña presidencial y las últimas expresiones de
protesta de los jóvenes universitarios es un llamado de atención a la adormecida
conciencia social y a los priistas que pensaban que la victoria ya estaba
amarrada bajo el canto de las sirenas de una millonaria campaña publicitaria de
seis años.
Foto: Germán Canseco
Atenco, Ibero y la primavera mexicana en 2012
Estudiantes repudian visita de EPN a la Ibero.
Foto: Germán Canseco
Foto: Germán Canseco
MÉXICO, D.F. (apro).- Hace seis años exactamente, mayo 2006, Enrique Peña
Nieto demostró la mano dura detrás de su gobierno de “compromisos cumplidos”.
Ordenó la represión al movimiento de San Salvador Atenco, opositor a la
construcción del aeropuerto en Texcoco, gran negocio de su tío Arturo Montiel.
En esa jornada de protestas, el estudiante Alexis Benhumea murió tras un
granadazo de los mismos policías que catearon y abusaron de decenas de mujeres
de Atenco.
Recuerdo el dolor y la rabia contenida de decenas de compañeros de Alexis que
acudieron a su funeral, en la colonia Roma. Eran estudiantes de la
Iberoamericana, de la UNAM, compañeros de danza de Benhumea, activistas jóvenes,
familiares. La impunidad selló aquel episodio. Pero los compañeros de Alexis no
olvidaron. Tampoco los familiares de las mujeres que fueron víctimas del abuso
policiaco consentido desde la Casa de Gobierno de Toluca.
Un sexenio después, el viernes 11 de mayo, cuando Peña Nieto finalmente
visitó el recinto de la Universidad Iberoamericana, en Santa Fe, quienes no
olvidaron recordaron el episodio de Atenco. La universidad de tradición jesuita
siempre ha tenido un compromiso con la defensa de los derechos humanos, con la
crítica a los abusos de poder, a pesar de ser un centro académico para jóvenes
de mayor poder adquisitivo que el promedio.
Casi al finalizar su intervención, en un auditorio “sembrado”
convenientemente de @ectivistas, los integrantes del acarreo digital del
peñismo, los jóvenes de la Ibero increparon al mexiquense sobre la represión en
Atenco. Peña Nieto finalmente respondió:
“Tomé la decisión de emplear el uso de la fuerza pública para restablecer el
orden y la paz y que en el tema (sic) lamentablemente hubo incidentes que fueron
debidamente sancionados y que los responsables de los hechos fueron consignados
ante el Poder Judicial. Pero reitero, reitero, fue una acción determinada
personalmente, que asumo personalmente, para restablecer el orden y la paz en el
legítimo derecho que tiene el Estado mexicano de hacer uso de la fuerza pública
como además, debo decir, fue validado por la Suprema Corte de Justicia de la
Nación”.
Tras estas palabras, el enojo de decenas, quizás cientos, de universitarios
de la Iberoamericana se transformó en furia. De ahí los gritos de “asesino,
asesino” y de “fuera, fuera” que lo acompañaron en uno de los episodios más
reveladores del verdadero rostro de la campaña peñista. Los videos subidos a
Youtube por los universitarios documentaron la incapacidad de un político para
enfrentar esa crítica. Y la mirada de Peña Nieto de pánico, odio y miedo –esas
emociones que afloran cuando no hay un spot de por medio- quedaron grabadas en
la red digital. Fueron consultadas por más de 100 mil personas en menos de dos
días.
¿Esperaban algo menos? ¿Creían, acaso, los organizadores de la visita a la
Ibero que los jóvenes iban a formar parte del coro griego de adhesiones, sin
reaccionar al desplante autoritario por lo de Atenco? La respuesta de los
voceros priistas frente al repudio estudiantil fue peor que los gritos de
protesta. Lamentable el discurso de Pedro Joaquín Coldwell, quien imaginó un
complot de infiltrados. Los reflejos de un discurso diazordacista asomaron en
los primeros minutos de aquel “viernes negro”. “Intolerantes”, “entrenados desde
afuera”, “porros” y una serie de descalificaciones convenientemente reproducidas
en aquellos medios que confunden la información con la denostación.
El intento de “borrar” lo que todo mundo vio en Youtube (no en las pantallas
de la televisión abierta) resultó contraproducente. Peña Nieto lanzó un mensaje
en Twitter tan poco creíble como su sonrisa congelada al despedirse de la Ibero.
Los @ectivistas y las redes de call center digitales al servicio del candidato
presidencial priista decidieron maquillar este evento. Subieron testimonios de
los simpatizantes. La maquinaria de ByPower –la productora estelar de EPNtv- y
otros asesores inventaron un spot para revertir el efecto negativo. Los medios
impresos afines al candidato, destacadamente los de Mario Vázquez Raña y la
Organización Editorial Mexicana, decidieron jugarle al mundo al revés. Adorado,
aplaudido, “gran estadista”, tolerante a la crítica, demostración de que sí
acude a escenarios “no controlados” –frase de Luis Videgaray- fueron, entre
otras las frases lanzadas para defender a Peña Nieto, tras el episodio de la
Ibero.
El lunes 14 de mayo, con una webcam, 131 estudiantes de la Ibero decidieron
confrontar a esa maquinaria. Dieron la cara, grabaron su rostro, junto con su
credencial de la universidad para decirle a Peña Nieto y, sobre todo, al Big
Brother mediático: “no somos porros ni acarreados”, mucho menos “entrenados”
desde afuera por oscuras fuerzas ligadas al lópezobradorismo.
“Estimados Pedro Joaquín Coldwell, Arturo Escobar y Emilio Gamboa, así como
medios de comunicación de dudosa neutralidad: usamos nuestro derecho de réplica
para desmentirlos”. Con esta frase inicia el video de 11 minutos, subido a
Youtube y a todas las redes sociales. Se volvió Trending Topic internacional en
Twitter.
Esta es la expresión más clara del elemento distintivo de la campaña del
2012: el candidato construido por el poderoso aparato de medios analógicos (la
televisión, la radio y las encuestas que lo acompañan) se enfrenta al contraste
de una generación de nuevos ciudadanos, estudiantes, electores que ya no son las
mismas audiencias pasivas o silenciadas por la pantalla. La simultaneidad e
inmediatez de las redes sociales rompen el cerco de manipulación mediática. Por
más bots, trolles, sofisticadas páginas online, videos a modo y acarreo digital
que quieran hacer, el PRI, Televisa y Peña Nieto difícilmente lograrán revertir
este fenómeno.
¿Por qué les extraña que en el Tec de Monterrey, en la Ibero o en las
universidades de Querétaro, Coahuila o Guadalajara los estudiantes estén
molestos? ¿Ya se olvidaron que el PRI de Peña Nieto ha avalado el desastroso
gobierno de Rodrigo Medina en Nuevo León? ¿Pretenden engañar con Quadri que no
existe un pacto entre Elba Esther Gordillo y Peña Nieto para restablecer el
consenso autoritario?
Hace un mes y medio, con estudiantes del Tec de Monterrey, críticos, ávidos
de información, analizamos que la Primavera Árabe no fue una simple entelequia,
que existían las condiciones en México para que esta irrupción ciudadana a
través de las redes sociales se generara por tres factores fundamentales: la
rígida censura en los medios masivos a todo lo que estuviera fuera del consenso
peñista; el malestar acumulado por 12 años de decepción ante la alternancia
panista; y el uso creciente de los medios digitales para expresar la
inconformidad.
Por más que pretendan animalizar a los usuarios de estas redes, criminalizar
la protesta o revivir argumentos de 1968, la Primavera mexicana llegó. Hay que
aprender a leer sus signos.
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