Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 7 de julio de 2012

Bajo protesta (Si nos unió el amor, que nos una el espanto)- Reconocer la realidad para transformarla- La elección presidencial y la ciencia política: la sociedad no es un ensayo controlado

Bajo protesta (Si nos unió el amor, que nos una el espanto)
Armando Bartra
        Al prácticamente concluir el cómputo de la elección presidencial, la ven- taja de Enrique Peña Nieto sobre Andrés Manuel López Obrador es de más de seis puntos. La diferencia es de más de 3 millones de votos, casi imposible revertir aun corrigiendo las numerosas irregularidades ocurridas el día de la elección y en el recuento, que al parecer fueron menores que hace seis años. La perversión del proceso fue mayúscula, ofensiva, obscena, sólo que ocurrió sobre todo durante la campaña y aun antes. Hoy lo central no es, como en 2006, contar bien los votos, sino determinar si por sus evidentes distorsiones e inequidades es necesario anular la elección.
De momento, lo que anuncian el IFE, el Presidente y casi todos los medios es que de nuevo se impuso la derecha, que de nuevo se impuso la inequidad, la manipulación mediática, el chantaje político, el condicionamiento de los recursos públicos, la compra de votos, el acarreo. Y se impuso, también, el miedo de quienes piensan que es mejor malo por conocido y la desvergüenza de quienes le van al PRI porque roba, pero embarra.
A todas luces esta fue una elección fraudulenta. Y lo fue mucho antes del día de los comicios, desde el momento en que los poderes fácticos decidieron que Peña Nieto sería el próximo presidente y las televisoras empezaron a construirlo con millonarios contratos de por medio. Lo fue desde que los gobernadores del PRI se reunieron con Peña Nieto en la casa de gobierno del estado de México y se pusieron de acuerdo en canalizar sus clientelas y los recursos públicos que manejan a la elección de su candidato. Lo fue desde que se emplearon millones y millones de pesos en tarjetas de débito de Monex, o telefónicas, para inducir el voto. Lo fue desde que se movilizaron cientos de camiones con baratijas destinadas a comprar conciencias. Lo fue desde el momento en que Peña Nieto rebasó por cientos de millones el tope de gastos de campaña. El candidato que de arranque hace trampa, ilegitima anticipadamente su eventual triunfo. Y en este sentido, la presunta mayoría de Peña Nieto es ilegítima, independientemente de los muchos o pocos vicios de la jornada comicial. Cierto, no hay votantes de segunda, y quienes lo hicieron por el PRI merecen respeto, pero también es verdad que millones de los sufragios por Peña Nieto, comprados o inducidos a la mala, son votos chatarra.
Que de haber ganado en las urnas hubiéramos aceptado la elección y, en cambio, la calificamos de tramposa cuando el resultado no nos favorece. ¡Claro! Aquí, como en el futbol, opera la ley de la ventaja: si pese a que te clavaron los tacos, te jalaron la camiseta y te patearon la espinilla metes gol, la jugada vale, pero si, por el contrario, las trapacerías benefician al que las cometió, la jugada se anula. Y esta vez las marrullerías beneficiaron al marrullero, de modo que hay que anular la jugada.
El pasado 2 de julio, cuando López Obrador anunciaba que impugnaría los comicios, decenas de miles de jóvenes convocados por las redes sociales estaban en la calle repudiando la imposición y desconociendo la elección. Porque esta vez la imposición agravia a López Obrador, al Frente Progresista y a Morena, pero también al movimiento #YoSoy132, que durante semanas desenmascaró el carácter fraudulento del proceso. Y ofende igualmente a los millones de mexicanos sin partido que se identifican con la izquierda, a los millones de mexicanos críticos que se sienten representados por los jóvenes y a los millones de mexicanos honestos que, independientemente de cuál fuera su candidato, hubieran querido que ganara o perdiera en elecciones limpias, lo que no ocurrió porque la delincuencia organizada pervirtió los comicios. Y no me refiero al narco, sino a las bandas de delin- cuentes electorales que enlodaron todo el proceso.
El fraude de 2012 no es sólo contra López Obrador y sus seguidores, es un fraude a la nación representada por su juventud estudiosa. ¿Cómo van a explicar a los universitarios apenas debutantes en la lucha social que así son las cosas; que hay que comer sapos, que en política gana el que gana aunque sea un frankenstein de televisa, aunque no haya leído un libro, aunque le enseñe a su hija a despreciar a los proles, aunque tenga las manos manchadas de sangre…
2. De momento, hay que procesar el duelo, porque nos han matado una ilusión y en las próximas semanas se irán definiendo colectivamente las acciones necesarias para enfrentar la situación presente. Pero algo me queda claro: de aquí en adelante habremos de vivir bajo protesta. En los próximos meses y años deberemos estar en resistencia permanente. Para los que estamos hechos a la mala vida no es novedad. Pero los debutantes y los muchos que pensaron que –ahora sí– tomábamos el cielo por asalto, tendrán que hacerse a la idea de que Morena vive y la lucha sigue, de que 132 vive y la lucha sigue y sigue y sigue…
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Al prácticamente concluir el cómputo de la elección presidencial, el priísta Enrique Peña Nieto aventaja a Andrés Manuel López Obrador con más de 3 millones de votos. Imagen del pasado día primeroFoto Carlos Ramos Mamahua
Lo bueno es que aquí nadie está solo. En los últimos años hemos ido construyendo una gran fuerza colectiva, un movimiento nacional con más de 4 millones de adherentes. Hombres y mujeres que antes no nos conocíamos y hoy nos miramos a los ojos, nos sonreímos y nos abrazamos, pues somos parte de un nuevo proyecto de país, militantes de una ilusión, impulsores de una utopía posible.
Para muchos, los años recientes han sido de alegría. Años llenos de camaradería, de marchas y de mítines multitudinarios, de asambleas entusiastas, de acalorados debates… Años de un activismo fraterno y entrañable que nos llevó a encontrarnos con el México oculto, con el México soterrado de los millones y millones de inconformes, de insumisos, de rebeldes que en este país vivimos. No dejemos que nos quiten esta alegría.
La alegría de estar juntos y trabajando por una causa justa y generosa. Pase lo que pase en las próximas horas, el domingo nos vemos de nuevo en el parque de la colonia Postal; junto a los pollos asados en el camellón de Plutarco Elías Calles; con el Morenaje en la Plaza Roja de la UAM; presentando un libro en las islas de Ciudad Universitaria a coro con Paco Taibo y sus huestes de Brigada para Leer en Libertad; en el Deportivo de San Andrés con mis vecinos; en el Kaltaixpetaniloyan de Cuetzalan, con los cooperativistas nahuas y totonacos de la Tosepan; en la Casa que el Movimiento tiene en Saltillo, Coahuila; en las entrañables oficinas de Morena, en Córdoba esquina con San Luis.
Nos pueden arrebatar la elección, pero la alegría ¿cuándo? A la hora en que ellos frunzan el ceño preocupados porque ya les cayeron en la maroma, nosotros nos reiremos en su cara.
Pero para esto necesitamos conservar la organización, necesitamos conservar al Morena y al 132. Y no será fácil, pues se trata de movimientos construidos para la presente elección. Su potencial y proyecto no se agotan en estos comicios, pero su estructura, prioridades y dinámica están marcados por una fecha cabalística: el 1º de julio de 2012. Por unos días o semanas lo central seguirá siendo el destino de estos malhadados comicios, pero tarde o temprano habrá que cambiar de terreno. Volver al día a día, a las luchas cotidianas de carácter local o sectorial. Y también a los grandes desafíos nacionales, pues la posible continuidad de la derecha en el poder es la continuidad del anti México, la continuidad de las políticas contrarias al interés popular; la continuidad de los esfuerzos por sacar adelante las llamadas reformas estructurales. Ya los paramos una vez, y los seguiremos parando, pero para esto no hay que perder el vuelo que traemos y hay que conservar y reencauzar la organización.
¿Que el Morena debe transformarse en partido? Chance, pues los que hay y se dicen progresistas están desfondados, y para los fines de la política institucional hace falta un verdadero partido de las izquierdas. Pero lo más importante es que Morena siga siendo un movimiento: un movimiento social y ciudadano, un movimiento plural e incluyente, un movimiento de lucha y resistencia, una fuerza solidaria con todas las causas populares, un espacio de reflexión y convivencia en el que quepan todos. Si se va a hacer un nuevo partido, que se haga. Pero si quisieran convertir al Morena en un partido tradicional, a la antigüita, y quitarle su carácter de movimiento, entonces tendríamos que crear otro Morena. ¿Qué les parece ponerle Plataforma Revolucionaria Independiente de Estudiantes, Trabajadores y Artistas? Ya sé que suena mal, pero se lee Prieta. Y es que, como dicen, es hora de radicalizar el discurso.
***
En la de malas, una buena noticia: como todos saben, ganamos de calle en el DF. Y yo me siento orgulloso de ser defeño. Antes los del interior decían: Haz patria, mata un chilango, ya no lo dicen, porque si todos los mexicanos fueran como los chilangos, desde hace dos sexenios la derecha habría dejado de gobernar el país. Ahora se trata de hacer de la capital un reducto progresista, en primer lugar garantizando que el próximo gobierno siga una línea de izquierda y en segundo buscando que el ejemplo de chilangolandia prenda en el resto del país.
PD: Si México no ha de seguir siendo furgón de cola de América Latina, subcontinente donde por vía electoral avanzan los gobiernos progresistas, es necesario que en nuestro país se unan las izquierdas sin renunciar a sus diferencias. Que converjan el Morena y el 132; que los gremios democráticos y los movimientos en resistencia estrechen sus lazos, que confluyan La sexta y los posibilistas. No hay de otra. Lo diré parafraseando a Jorge Luis Borges: Si no nos unió el amor, que nos una el espanto.

Reconocer la realidad para transformarla
Gustavo Gordillo
      La participación electoral revirtió las tendencias a menor participación que venían siendo sistemáticas desde las elecciones presidenciales de 1994. Ahora fue mayor la participación que en 2006 y casi similar a la de 2000. La logística de la jornada electoral fue bastante buena en términos de casillas instaladas, conteo de votos, PREP y cómputo distrital. Con todo valdría la pena que el IFE nos informara qué porcentaje de las casillas fue cubierto por cada uno de los partidos.
El lado oscuro. Primero, la falla extrema de las encuestadoras. Dicen que no se equivocaron en el orden de los candidatos presidenciales. Nada más faltaba que hubieran dado el triunfo a Josefina y el segundo lugar a Quadri. Pero como bien dijo Beltrán en Foro Tv en las últimas elecciones presidenciales en EU el margen de error de las encuestas entre primero y segundo fue de menos de un punto porcentual. Recomiendo los textos de ayer tanto de Pedro Miguel como de Arturo Cano para profundizar más en este asunto. El problema es que trasmitieron el mensaje de que las elecciones presidenciales ya estaban decididas de antemano. En su descargo plantean que eso fue responsabilidad de los medios que las contrataron.
Lo cual lleva al segundo negativo, el papel de los medios y señaladamente de los medios electrónicos. Ciertamente las mediciones de la UNAM a través del IFE en precampaña y campaña arrojan una cobertura más o menos pareja. También es insoslayable la complicidad de las televisoras con el candidato del PRI no sólo en los seis años de su gubernatura sino sobre todo en el mensaje central que trasmitieron: la inevitabilidad del triunfo de EPN. La única disputa se decía es por el segundo lugar.
El tercer y más contundente rasgo negativo es la compra y coacción de voto. Hay una parte de la sociedad expuesta al clientelismo y a la manipulación política. Antes que ver supuestos atavismos culturales es necesario comprender en todas sus consecuencias el impacto que la enorme desigualdad y la extrema pobreza tiene en el ejercicio de una ciudadanía plena. Pero el origen inmediato de estas manipulaciones se encuentra en la falta de transparencia y control sobre los recursos públicos, particularmente los transferidos a los gobiernos estatales. Lo de la Soriana es como escribió ayer Juan Villoro una metáfora del delito electoral.
La mejor noticia es la participación de una vibrante sociedad civil que fue capaz de definir los contornos de una agenda nacional, que interpeló con éxito a los candidatos y que contribuyó con una bien armada argumentación a la conversación nacional. Me refiero desde luego al movimiento de Javier Sicilia, a quienes han construido una poderosa red en torno a los temas de transparencia y rendición de cuentas, y a las diversas iniciativas patrocinadas por la UNAM en temas como un nuevo curso de la economía. La participación del movimiento #YoSoy132 ha sido crucial porque al impugnar al duopolio televisivo y a su candidato, enfocó la atención al centro de la estructura de los poderes fácticos que emergió con el fin del régimen autoritario.
Hay agenda para el futuro: la competencia en el espacio de las telecomunicaciones, la rendición de cuentas de representantes electos y de los recursos públicos enviados a los gobiernos estatales, y la transformación de programas sociales en derechos sociales adquiridos y demandables.
Hay además cuatro temas cuyo tiempo ya se acabó: el del carro completo, el de la reformas estructurales como descontón político a la izquierda, el de la oligarquía partidista que bloquea participación ciudadana y nuevos partidos, y el de la unidad orgánica entre las izquierdas.
Habrá gobierno dividido y necesidad de pactos. Para la izquierda es el momento también de asumir la realidad –de las victorias y derrotas, de sus potencialidades y limitaciones– sobre la base de una reconstrucción institucional y discursiva.

La elección presidencial y la ciencia política: la sociedad no es un ensayo controlado
Asa Cristina Laurell
      El proceso de la elección presidencial deja una serie de enseñanzas a la sociedad y a los científicos. La irrupción en el escenario de los estudiantes participantes en el movimiento #YoSoy132 fue una sorpresa absoluta para la mayoría de los politólogos. La suposición de que la cantidad numérica, basada en la medición de opinión de los individuos, es la misma que la opinión de una colectividad cayó por su propio peso. Pensamos diferente en soledad que cuando intercambiamos opiniones y experiencias con otros de nuestro grupo. No es un fenómeno novedoso. Cabe recordar el amplio estudio hecho con una encuesta en Francia en 1967 que concluyó que los trabajadores franceses ya no tenían conciencia de clase. Poco después, estos mismos trabajadores sin conciencia ocuparon un gran número de fábricas en mayo y junio de 1968 con la exigencia de un cambio profundo en la sociedad.
Un porcentaje alto de la población mexicana, 80 por ciento, se enteró del movimiento estudiantil y sus demandas a pesar de la poca cobertura de medios y los intentos de manipular su contenido, al presentarlo como una conspiración partidista. La premisa de muchos politólogos del control absoluto de las grandes televisoras sobre la opinión pública sufrió con ello un revés importante. La acción resuelta de un grupo numéricamente minoritario mostró que puede tener una influencia decisiva para poner en entredicho procesos considerados inmutables.
La encuestología política (materia destacada en las facultades de ciencia política y sociología) también ha sido cuestionada. A parte de todas las maniobras para demostrar que un candidato va a la cabeza, queda en evidencia que un porcentaje importante no quiere responder, como demostró el Observatorio Universitario Electoral, o mienten sobre su intención del voto. Sólo un ejemplo: En el mercado de compra del voto, inmenso en nuestro país, no se puede suponer que las personas distinguen entre una encuesta y una medida partidista para investigar si mantienen su compromiso de voto. Es decir, es incorrecto postular que están controladas todas las variables menos la que se mide.
Por otra parte, los resultados electorales también pusieron a descubierto que las encuestas prelectorales, ampliamente difundidas, estaban lejos de acertar. Por ejemplo la de GEA-ISA, publicada diariamente en Milenio, tenía un error de 18.4 por ciento, y la de El Universal, de 17.7 porcentual.
Si los científicos sociales hubieran planteado e investigado otras hipótesis sobre qué fenómenos determinan el resultado electoral en México podrían haber alertado sobre aspectos muy importantes de defraudación a la voluntad popular. Hubieran develado que la amenaza, el miedo y el lucro con la pobreza están presentes masivamente, en particular en las zonas populares con feudos partidistas en el barrio, la colonia o el pueblo. También pudieran haber predicho (que es la función de la ciencia) que habría que poner bajo escrutinio estrecho las distintas formas de financiamiento ilegal de las campañas y de la compra de votos. A estos temas se debería además añadir el papel crucial de los poderes fácticos.
La ironía es que estos temas, de amplio conocimiento popular, fueron tratados insistentemente por algunos periodistas y por unos pocos científicos sociales. El resto desperdiciaron su oportunidad de poner la ciencia al servicio de la sociedad. El tema de fondo es que el neoempirismo y las métricas que ha puesto de moda hacen recortes de la realidad social que ignoran o excluyen sus procesos complejos e históricos. No es sólo un error metodológico o técnico, sino fundamentalmente conceptual. Cuando se estudia la sociedad hay que asumir que es imposible controlar todas las variables menos las bajo estudio; los procesos sociales no puede ser un ensayo controlado. La llamada teoría crítica latinoamericana reconoce este hecho y no trata de imitar el paradigma de las ciencias exactas.
Estamos hoy, como sociedad, ante un nuevo trance. La combinación de la rigidez jurídica de los órganos electorales y la numerología como único criterio de verdad nos pone en riesgo de un nuevo conflicto profundo, esencialmente protagonizado por los jóvenes y millones de mexicanos que quieren vivir en democracia con instituciones sólidas y legítimas.

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