Juicio contra Navalny, el “Batman ruso”
Alexei Navalny, uno de los dirigentes opositores más
populares de Rusia.
Foto: AP
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MÉXICO, D.F. (apro).- El Kremlin ha vuelto a poner en funcionamiento la
maquinaria estatal del castigo y el sometimiento para intentar silenciar a
Alexei Navalny, uno de los dirigentes opositores más populares de Rusia y
considerado por la revista Time como uno de los cien personajes más influyentes
del mundo.
Navalny –abogado de 36 años, que revolucionó la forma de hacer política en
Rusia a través de su popular blog, navalny.livejournal.com, con las denuncias de
corrupción de las grandes empresas, funcionarios y oligarcas– es acusado de
haber provocado pérdidas millonarias a la empresa de madera KirovLes en 2009,
cuando era asesor del gobernador de la región de Kirov.
Navalny se encuentra en arresto domiciliario, y podría ser condenado a diez
años de prisión.
En contra del principio de cosa juzgada, la justicia reabrió una causa en su
contra que anteriormente había cancelado por falta de pruebas. “La investigación
se había cerrado, pero ahora cambiaron la acusación, y si bien se trata del
mismo hecho, le atribuyen un delito distinto”, explica a Apro desde Moscú Olga
Mijailova, la abogada de Navalny.
“Es el mismo artículo por el cual acusaron al expetrolero Mijail Jodorkovsky,
quien fue condenado a 14 años de prisión”, agrega. “Se trata de una persecución
política, una acusación absurda para ejercer presión sobre uno de los dirigentes
políticos más importantes del país”.
Generación partida
Cuando Navalny era adolescente el mundo soviético se hundía. La desaparición
de la URSS en 1991 y el derrumbe del viejo orden social –con educación, salud y
empleo garantizados, pero con largas filas para conseguir productos elementales
como la leche o la carne– abrían enormes posibilidades y grandes peligros para
quienes, como Navalny, cumplían 15 años.
Rusia ingresaba al mundo de la democracia y de las enormes libertades antes
desconocidas, pero también al salvaje mundo del capitalismo, de la corrupción y
la desigualdad.
Navalny se formó en un hogar típicamente soviético. Hijo de un oficial de las
Fuerzas Estratégicas, vivió su infancia en ciudades militares, donde nunca
faltaron provisiones ni se pasaron necesidades.
Sin embargo, como escribe Konstantin Voronkov en la biografía Navalny,
amenaza de bandidos y ladrones, publicada en ruso en 2011, Navalny no extraña a
la Unión Soviética. “Ni la odia ni la quiere”.
El principal recuerdo de su niñez es la falta de leche y las filas que tenía
que hacer para conseguirla: “No me tienen que contar cómo era de linda la vida
en la Unión Soviética, yo siempre hacía fila por la leche. Mi mamá y mi papá
hacían fila desde las cinco de la mañana por la carne, y eso que vivíamos en una
ciudad militar donde siempre había provisiones”, cuenta Navalny en el libro.
En la biografía, Navalny describe cómo su generación se vio partida por la
mitad en 1991: “Recibimos la educación de la Unión Soviética, pero nuestra vida
adulta empezó en otro país”, dice.
En esos momentos, al terminar la secundaria, ya nadie quería ser ingeniero,
la profesión estrella de la Unión Soviética. Ahora todos querían ser abogados,
aunque estudiar derecho en ese momento era aprender las leyes de un país que ya
no existía.
“Pero la mano invisible del mercado juntó demanda y oferta y le mostró a cada
uno su nuevo lugar: las facultades de Derecho y de Economía contrataron
contadores que antes se dedicaban a cuidar depósitos, y los profesores de física
y de matemática se fueron a vender helados”, escribe Voronkov.
Las ideas políticas de Navalny empezaron a formarse entonces. “Yo fui
producto de la época soviética: cuando todo se derrumbaba, nadie entendía nada
de economía ni de la vida, y todo se hacía por el principio: ‘Ahora viene la
propiedad privada y empieza la vida hermosa’”, recuerda.
Mirando hacia atrás, Navalny observa esa época de manera autocrítica, porque
considera que lo que pasa hoy comenzó entonces, durante los años noventa, bajo
el gobierno de Boris Yeltsin, cuando vinieron los reformadores y privatizaron
todas las empresas estatales.
“Pensábamos que todos nos íbamos a volver millonarios, que éramos muy
inteligentes y nos enriqueceríamos enseguida. Pero rápidamente me di cuenta que
sólo se enriquecieron los que ya eran parte del poder, que en Rusia la fuente
del dinero no es la capacidad empresarial, sino recibir una herencia de la URSS,
como los directores de empresas que se hicieron propietarios, o los que
pertenecían al poder. En Rusia el dinero nace del poder estatal”, sentencia
Navalny.
De esta manera, “mi generación no estaba ni allá ni acá: los mayores ya
sabían cómo funcionaba la cosa y se enriquecieron y para nosotros no hubo
ninguna posibilidad. Sólo ahora nuestra generación entra a la política y a la
economía y empieza a influir en el desarrollo del país. La mayoría se quedó
atrapada entre la Unión Soviética y la economía de mercado: se destruyeron sus
normas morales y éticas, pero no se apropiaron de las nuevas”.
Accionista minoritario
Navalny inició su vida política en el partido Yabloko, fundado por el
político liberal Grigori Yavlinski, pero empezó a criticar a sus dirigentes y
fue expulsado. Fue así como decidió utilizar una herramienta en ese momento
nueva: Internet.
El 19 de abril de 2006 abrió su blog livejournal.com, que se convirtió en una
de las más poderosas herramientas en la Rusia actual. Apeló así a las costumbres
de una “generación puente”, educada con alto nivel en la URSS y que supo sacarle
el mayor provecho al más moderno medio de comunicación horizontal, en un país
donde la televisión, la prensa y la mayor parte de la radio están bajo control
estatal.
Para avanzar en sus investigaciones anticorrupción, Navalny empezó a comprar
algunas acciones de las empresas más importantes de Rusia, asistir a las
asambleas de accionistas y revelar los resultados en su blog.
Gunvor, una empresa radicada en un pequeño cantón suizo, dirigida por Guenadi
Timchenko, un viejo amigo de Vladimir Putin, que tiene ciudadanía finlandesa, es
la firma encargada de vender la mayor parte del petróleo ruso al exterior.
“En Rusia hay cinco grandes compañías petroleras que empezaron a vender el
petróleo a través de Gunvor, pero nadie sabía ni a qué precio, ni bajo qué
condiciones, ni qué cantidades. Somos el mayor país del mundo, tenemos muchos
cohetes nucleares, tenemos más petróleo que cualquiera, pero nuestra mayor
riqueza la vende una firma radicada en un cantón suizo dirigida por extranjeros
que se hicieron millonarios con eso”, denunció Navalny.
Para averiguar el funcionamiento de esa firma, el bloguero compró acciones de
la compañía petrolera Surgutneftegas y viajó a Surgut, en Siberia, a la asamblea
de accionistas. “En la sala estaban las abuelas, los trabajadores que ya se
habían jubilado y tenían alguna acción. Todos se sorprendieron de mi presencia.
Bogdanov, el director general, leyó el informe, y cuando preguntaron si alguien
quería intervenir, sólo me anoté yo, que pasé al frente y empecé a preguntar
sobre Gunvor. Las abuelitas no entendían nada, pero cuando se dieron cuenta que
estaba criticando a los directivos, empezaron a aplaudir. La presidencia se
paralizó. Para ellos los accionistas no tenían ningún derecho, seguían manejando
las empresas como una división de un ministerio soviético”, recuerda.
Luego hizo lo mismo en Transneft, compañía que monopoliza el transporte de
petróleo y que tiene uno de los mayores fondos de beneficencia de Rusia. Entre
2007 y 2008, Transneft gastó 500 mil millones de dólares en beneficencia, pero
“nadie vio ni un rastro de esa suma. Como accionista, me interesó saber a quién
le dieron ese dinero y les pedí que mostraran a los benefactores”, escribió
Navalny, pero Transneft nunca los identificó.
En 2008, Navalny escaló sus objetivos y se metió ni más ni menos que con
Gazprom, la mayor compañía de gas del mundo, y descubrió cosas como que una
empresa, Trastinvestgaz, compró gas a otra, y luego vendió el gas a Gazprom por
el doble del precio, gracias a un crédito que le dio Gazprom para comprar ese
gas. Resultado: algunos se ganaron cientos de millones de dólares. La justicia
inició una investigación, pero rápidamente la cerró por “ausencia de
delito”.
“Ellos consideran que los accionistas son sus súbditos”, escribe Navalny. “La
policía y la justicia también. Esta es una cuestión bien rusa. Formalmente estas
compañías son sujetos de mercado, pero nadie las considera privadas, ni la gente
ni los funcionarios ni los directivos. Todos las consideran estatales. El
resultado es que el Estado no las controla, y por eso pueden hacer lo que
quieran”, denuncia.
La persecución
Fue así como la cantidad de lectores de su blog aumentó a miles. De ahí nació
el “método Navalny”: invitar a los ciudadanos a enviar masivamente a las
autoridades peticiones por Internet pidiendo explicaciones. Si bien esto no era
una novedad en el mundo, sí lo fue en la política rusa, donde los medios de
comunicación siguen, como en la época soviética, salvo algunas excepciones, bajo
el control del Estado.
Navalny creó el sitio Rosyama.ru, donde los ciudadanos denuncian los baches
en las calles para obligar a las autoridades a arreglarlos, y el sitio
rospil.info, para denunciar a los funcionarios que realizan negocios con las
compras del Estado.
La popularidad de Navalny fue creciendo sola. En 2010, cuando fue destituido
el alcalde de Moscú Yuri Luzhkov, el diario Kommersant hizo una elección virtual
de alcalde por Internet, en la cual Navalny fue el candidato más votado.
“La corrupción aburrió a todos de tal manera que la gente me ve como una
suerte de procurador popular”, escribió.
Era inevitable que tras tantas denuncias, le llegara a Navalny el turno de
ser investigado, esta vez por KirovLes, una enorme empresa productora de madera,
en la región de Kirov, donde Navalny fue contratado por las autoridades para
realizar una investigación de por qué se perdía tanto dinero. El resultado: la
empresa maderera se apoyó en el artículo 165 del Código Penal para acusar a
Navalny de sufrir grandes pérdidas.
La denuncia se archivó porque la justicia consideró que no había delito, pero
ahora el caso ha sido reabierto.
De bandidos y ladrones
De la lucha contra la corrupción, Navalny pasó a la política. En 2011, antes
de las elecciones parlamentarias de diciembre, el ingenioso bloguero creó una
frase lapidaria, al denominar al partido oficial de Putin, Rusia Unida, como el
“partido de los ladrones y bandidos”.
El desprestigio del partido fue tan grande que en las elecciones
parlamentarias de diciembre perdió por primera vez la mayoría en la Duma
(Congreso), obligando a Putin a presentarse en las elecciones presidenciales de
marzo de 2012 bajo las banderas de otro partido: Frente Popular.
“La campaña contra Rusia Unida es contra Putin”, escribió Navalny en su blog.
“Vamos a hablar de los efebeshnikov que pusieron a sus hijos en el control de
los bancos”, dijo en referencia a los funcionarios de la Federalnaya Sluzhba
Bezopasnosti (FSB), el Servicio Nacional de Seguridad heredero de la KGB.
Y prosiguió: “Hablaremos del nuevo feudalismo, de Gunvor, de los amigos de
Putin”, para que sepan “que tenemos un régimen de bandidos que nos roban
permanentemente. Llegará el día en que los juzguemos, así como sucedió con Hosni
Mubarak, Ben Ali y Pinochet. Tarde o temprano sucederá”.
La última denuncia de Navalny fue contra el jefe del Comité Investigativo que
lo está acusando ahora. Se trata de Alexander Bastrykin quien, a pesar de
presidir un organismo parecido al FBI de Estados Unidos, tiene residencia,
empresas y propiedades en la República Checa, un país miembro de la OTAN, la
alianza militar atlántica percibida en el Kremlin como su mayor enemigo.
Sin pedir permiso
El crecimiento en la popularidad de Navalny marca un cambio de la política
rusa: ya no son funcionarios o secretarios generales de saco y corbata, sino
ciudadanos cada vez más instruidos, dotados de Internet, que no piden permiso.
Algunos analistas ven en ellos “la revancha de una generación ‘ofendida’ por
haber llegado tarde al reparto de la torta”, como escribe en su libro
Voronkov.
En esto reside la fuerza y el peligro que representa Navalny. No es ningún
Che Guevara, no propone una revolución, e incluso sus ideas políticas se podrían
catalogar de conservadoras, como su propuesta de imponer visa a los ciudadanos
de los países asiáticos que antes formaron parte de la URSS. Pero su
enfrentamiento con las prácticas de corrupción y del partido Rusia Unida, así
como la utilización de la web y su protagonismo en las marchas de cientos de
miles durante todo este año contra la relección de Putin, lo han colocado como
uno de los políticos más influyentes del país.
Liudmila Mijailovna Alekseeva, la dirigente del Grupo Helsinki, una de las
más reconocidas organizaciones de derechos humanos, dijo a Apro telefónicamente:
“Nuestro presidente y el partido Rusia Unida están muy preocupados por el
crecimiento de las protestas, y por eso están tomando todo tipo de medidas
anticonstitucionales contra la oposición. Parte de esto, son las leyes que
aprobó la Duma, restableciendo como delito la calumnia y reforzando las medidas
represivas contra las protestas. Pretenden asustar a la gente. Ahora es verano,
pero a fines de agosto, todos estos hechos reforzarán el ánimo opositor”,
advierte.
“A Navalny lo persiguen con una causa totalmente inventada y absurda, y lo
quieren arrestar para bajar las protestas, pero esto va a tener un resultado
opuesto”, concluye.
En la biografía sobre Navalny, Voronkov incluye una frase de Mahatma Gandhi:
“Al comienzo no te notan, después se burlan, después te enfrentan y, al final,
triunfas”.
Para sus seguidores, el futuro de este nuevo hacedor del bien, de esta clase
de “Batman ruso”, está todavía por delante.
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