El silencio de Calderón
Felipe Calderón, titular del Ejecutivo.
Foto: Octavio Gómez
Foto: Octavio Gómez
A diferencia de otros presidentes, Felipe Calderón no felicitó al mandatario
colombiano Juan Manuel Santos por el inicio de los diálogos de paz con las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Para él, dicen los
analistas, esto último significa negociar con narcotraficantes que presuntamente
mantienen vínculos con los cárteles mexicanos de la droga. La actitud del
mandatario es criticada por políticos y académicos colombianos, quienes
advierten que México debería acompañar dicho proceso de paz, pues lo que se
acuerde en materia de narcóticos le repercutirá directamente…
Bogotá (Proceso).- Cuando, el martes 4, el presidente Juan Manuel Santos
anunció el inicio de negociaciones formales de paz con las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC), le llovieron apoyos y felicitaciones.
Por ejemplo:
El presidente estadunidense Barack Obama expresó su respaldo y señaló en un
comunicado que “las FARC deben acoger la oportunidad que ahora se les da para
poner fin a décadas de terrorismo y narcotráfico”.
El primer ministro británico, David Cameron, calificó el anuncio como “un
paso valeroso para tener una esperanza de paz después de décadas de
conflicto”.
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, llamó por teléfono a Santos para
felicitarlo por el inicio del proceso de paz, al que consideró “un motivo de
celebración en Sudamérica y el mundo”.
El mandatario venezolano Hugo Chávez manifestó su disposición de acompañar “a
la hermana Colombia en sus esfuerzos por lograr la paz”.
Y hasta el Papa Benedicto XVI se sumó a las muestras de solidaridad y dijo
esperar “que cuantos tomen parte en esa iniciativa se dejen guiar por la
voluntad de perdón y reconciliación”…
El único presidente de América Latina que no llamó por teléfono a Santos ni
le envió mensaje alguno de apoyo o felicitación fue Felipe Calderón, de México.
Tampoco su oficina, Los Pinos, ni, como es habitual, la Secretaría de Relaciones
Exteriores, emitieron comunicado alguno para fijar la posición del gobierno
mexicano. El silencio fue total.
El hecho llamó la atención en los círculos políticos y académicos de Bogotá
puesto que México y Colombia mantienen estrechos vínculos policiacos y militares
y han suscrito convenios de cooperación en materia de seguridad, de “lucha
contra el tráfico ilícito de estupefacientes”, de “extradición”, de “asistencia
jurídica” y de “intercambio de información no judicializada”.
También llamó la atención debido a que en diferentes ocasiones México ha
apoyado y facilitado los procesos de paz en Colombia: Durante la administración
del presidente Virgilio Barco (1986-1990) acompañó las negociaciones que
concluyeron con la desmovilización de la guerrilla M-19. En 1992 fue sede de los
llamados Diálogos de Tlaxcala entre el gobierno de César Gaviria y las FARC, el
Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular de Liberación (EPL).
Y de 1998 a 2002 fue parte del grupo de los llamados Países Amigos que acompañó
las negociaciones entre el gobierno de Andrés Pastrana y las FARC que se
llevaron a cabo en la región del Caguán.
En el actual proceso de paz, que formalmente se iniciará en octubre próximo
en Suecia, México estará ausente. Los países que acompañarán las negociaciones
serán Cuba, Venezuela, Noruega y Chile.
¿Por qué el gobierno de Calderón no sólo no acompañará el proceso de paz
anunciado por Santos sino que se abstuvo de expresar su apoyo?
Fuentes diplomáticas y gubernamentales consultadas por Proceso en Bogotá y en
la Ciudad de México coinciden: las reservas de Calderón se deben al hecho de que
las FARC utilizan el narcotráfico para financiar sus actividades y mantienen
relaciones con cárteles mexicanos de la droga contra los cuales el gobierno
mexicano ha sostenido una guerra frontal.
“Para Calderón sentarse en una mesa de diálogo con las FARC significa
negociar con capos del narcotráfico. Si apoya el proceso en Colombia, se le
puede acusar de incongruente y puede crear un precedente que no desea”, comenta
una de las fuentes.
Otra añade: “Cuando México participó en anteriores procesos de paz
colombianos no tenía el problema de los cárteles del narcotráfico, los cuales
están vinculados con las FARC. Eso hace la diferencia”.
Postura deplorable
El general retirado Harold Bedoya, un militar de línea dura y excandidato a
la presidencia de Colombia, elogia la postura del Calderón. En declaraciones a
este semanario, plantea: “¿Cuál es la diferencia entre dialogar con el cártel de
Sinaloa y con el cártel de las FARC? Eso es la misma cosa; es decir, yo creo que
un país serio no se metería en eso. Por eso el presidente Calderón hace bien en
no respaldar este diálogo, que no tiene ningún futuro”.
Sin embargo, políticos y académicos colombianos entrevistados por Proceso
deploran la actitud del presidente mexicano.
Clara López Obregón, presidenta del izquierdista partido Polo Democrático
Alternativo (PDA), dice que Calderón tiene el derecho de no apoyar este proceso
de paz; “pero, desde luego, me parece que es una actitud que yo no puedo
compartir porque entonces lo que queremos es que haya en Colombia un conflicto
sin fin”.
López Obregón, exalcaldesa de Bogotá, considera que el gobierno mexicano “no
puede confundir una guerrilla que, desde luego, se financia con narcotráfico,
con los grupos del crimen organizado que tienen otro carácter”.
Ángela María Robledo, presidenta de la Comisión de Paz del Congreso
colombiano y diputada del Partido Verde –el cual forma parte de la coalición de
gobierno del presidente Santos–, expresa que ante un proceso de negociación tan
complejo como el que se avecina “uno esperaría apoyo, y sobre todo de un país
como México, con el que compartimos tantas historias comunes”.
Para el académico de la Universidad Nacional (UN) de Colombia Carlos Mario
Perea la posición de Calderón “avala la solución equívoca del expresidente
(colombiano Álvaro) Uribe, que es la guerra; es decir, es la posición de que la
guerra es lo único que resuelve la terrible situación del narcotráfico. Esa fue
la posición de Uribe, y Calderón estuvo muy cerca de Uribe, pero muy, muy, muy
cerca”.
Perea, también doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que la guerra contra el narcotráfico
que ha lanzado Calderón “se inspiró en la guerra de Uribe contra las FARC.
Existe un vínculo muy estrecho entre los dos, pero Colombia necesita resolver
por la vía de la negociación este conflicto armado que nos desangra desde hace
50 años”.
Uribe –quien durante su gestión (2002-2010) mantuvo una guerra frontal contra
las FARC– es un crítico severo del proceso de paz que promueve Santos, con quien
sostiene una fuerte confrontación política. De acuerdo con el exmandatario, las
negociaciones con las FARC constituyen una “bofetada a la democracia” y la
legitimación de un grupo insurgente “terrorista” y “narcotraficante” al que el
gobierno colombiano le otorga estatus político al sentarse a negociar con
él.
Por “interés propio”
Perea, especialista en el tema de la violencia que sufren Colombia y México,
considera que “no se puede decir en el continente que es ilegítimo que Colombia
negocie con un actor armado y que no se le puede reconocer estatus político y
beligerancia, porque Colombia necesita salir de este conflicto”.
Expresa: “Soy miembro de una generación que nació en medio de la guerra. Me
llené de canas y sigue la guerra. Es una situación que nos tiene atascados por
todos lados. Hay un agotamiento extremo y Colombia necesita resolver esto; y es
muy preocupante que México no esté atendido el problema colombiano porque lo que
pase aquí, tiene repercusiones allá”.
Camilo González Posso, presidente del Instituto de Estudios para el
Desarrollo y la Paz (Indepaz) y exintegrante del M-19, coincide en este punto:
“México siempre ha estado muy presente en los esfuerzos de paz en Colombia.
Sería deseable que estuviera en esta oportunidad por interés propio porque en la
mesa de negociación se va a discutir un asunto que le concierne: el tráfico de
drogas ilícitas”.
En efecto, el punto cuatro de la agenda que se discutirá en Noruega lleva por
título “Solución al problema de las drogas ilícitas”.
Según el Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción
de una paz estable y duradera que negociaron las FARC y delegados del gobierno
en reuniones secretas en La Habana durante los últimos seis meses, las líneas de
discusión en el asunto de las drogas serán tres: programas de sustitución de
cultivos de uso ilícito, programas de prevención de consumo y salud pública, y
solución del fenómeno de producción y comercialización de narcóticos.
“Este es un tema central en la agenda y es un tema fundamental para México.
Tanto que en un primer momento pudiera tener un efecto en el tráfico de cocaína
de Colombia hacia México debido a las relaciones que, según algunos organismos
de inteligencia, tiene la guerrilla con los cárteles mexicanos del
narcotráfico”, dice Juan Gabriel Gómez Albarello, investigador del Instituto de
Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad
Nacional (UN) de Colombia.
Sin embargo, advierte: “el fenómeno del narcotráfico es tan dúctil, tan
variable, tan dinámico, que le aseguro que estos cárteles se pondrían
inmediatamente de acuerdo con otros grupos en Guatemala, Honduras y otras
regiones para seguir moviendo el negocio”.
Gómez Albarello y Perea coinciden en que es aventurado catalogar a las FARC
como un cártel de las drogas del corte de las organizaciones criminales que
operan en Colombia y en México.
“Las FARC tienen una agenda política y eso no los hace un cártel. Están
involucrados principalmente en la fase de producción de drogas. La fase de
comercialización se encuentra más bien en manos de intermediarios, de bandas
criminales, aunque puede haber comandantes de algunos frentes (de la guerrilla)
que tengan más autonomía para hacer negocios con la droga”, dice Gómez
Albarello.
Perea, por su parte, sostiene que no se imagina a un comandante de las FARC
negociando de manera directa un cargamento de cocaína con el líder del CÁrtel de
Sinaloa, Joaquín El Chapo Guzmán. Las FARC “más bien negocian con los
intermediarios porque están metidos en la zona de cultivo y de producción de
hoja de coca y cocaína. La lucha por el control del narcotráfico ha sido sólo
parte de la guerra”, apunta.
La diputada Robledo dice que están documentadas “las prácticas terroristas y
de narcotráfico de las FARC, así como las causas estructurales de su origen como
guerrilla (el problema de la tierra, la violencia política y los desequilibrios
sociales), las cuáles no han desaparecido. Eso es lo que les da el espacio para
que sus miembros sean considerandos delincuentes políticos”.
“En Colombia seguramente va a haber un debate supremamente interesante (sobre
las drogas) y esto debe interesar mucho a México”, afirma la legisladora.
Naranjo, “factor vinculante”
A diferencia de Calderón, su virtual sucesor, Enrique Peña Nieto, se apuró en
felicitar a Santos. Lo llamó por teléfono el mismo día –martes 4– en que éste
anunció el inicio de las negociaciones con las FARC. Le “reiteró su apoyo a la
política de seguridad democrática que lleva a cabo ese país sudamericano y dio
la bienvenida a la iniciativa de paz” del mandatario colombiano, según apunta el
comunicado 003/12 del equipo del presidente electo de México.
Peña Nieto y Santos se reunirán este martes 18 en Bogotá, durante la visita
que el primero realizará a Colombia como parte de una gira por varios países de
América Latina. En distintos momentos, ambos designaron al general Óscar Naranjo
para que desempeñe funciones estratégicas en sus respectivos gobiernos: Peña
Nieto informó en junio pasado que lo nombraría asesor externo en materia de
seguridad, y Santos lo incorporó el martes 4 como miembro de la delegación
oficial que sostendrá negociaciones de paz con las FARC.
“Será una doble tarea muy ardua y complicada la que deberá cumplir el general
Naranjo. No sé cómo va a compaginar tantas actividades, pero él está ahí por el
amplio conocimiento que tiene del tema del narcotráfico. Es quizá el colombiano
que más sabe del tema, y su presencia otorga confianza a la fuerza pública”,
comenta Gómez Albarello.
Señala que, en caso de que el general Naranjo logre compaginar ambas
actividades, se convertirá en un “factor vinculante en el tema de las drogas
entre México, Colombia y las FARC, lo que es una conexión muy interesante, sobre
todo si se toma en cuenta que el tema de la drogas ilícitas figura en la agenda
de las negociaciones” entre el gobierno colombiano y las FARC.
Si algo le ha sobrado al general Naranjo desde su retiro como director de la
Policía Nacional de Colombia, en junio pasado, son ofertas laborales y
requerimientos de carácter político.
Además de las tareas asignadas por Santos y Peña Nieto al militar, el
Tecnológico de Monterrey lo presentará este viernes 21 como director del
Instituto de Latinoamericano de Ciudadanía, un think thank que ofrecerá
servicios de asesoría a gobiernos, empresas y organizaciones no
gubernamentales.
Naranjo llega al Tec de Monterrey de la mano de Otto Granados, quien es
director del Instituto de Administración Pública de esa institución de educación
superior. Granados es además cercano al expresidente Carlos Salinas de Gortari,
en cuya administración fue primero director de Comunicación Social de la
Presidencia y, después, gobernador de Aguascalientes.
Gómez Albarello no tiene duda: dado el papel que Naranjo puede desempeñar una
vez que el priista Peña Nieto asuma la presidencia, “más temprano que tarde
México se acercará a la mesa de negociaciones entre el gobierno de Colombia y
las FARC para acompañar el proceso de paz”, afirma.
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