Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 12 de noviembre de 2012

AMERICAN CURIOS- MUY MALA FAMA- El «amigo» Obama

Muy mala fama
Iván Restrepo
Las trasnacionales dedicadas a la exploración, explotación y traslado de los hidrocarburos tienen muy mala fama. No hay año en que no se informe de las multas que les imponen los gobiernos por los daños causados al medio ambiente y a las poblaciones locales. Cuando Peña Nieto anuncia que se permitirá la presencia de capital privado en Petróleos Mexicanos para hacerlo eficiente; cuando para respaldar ese presencia se pone de ejemplo lo bien que marcha Petrobras en Brasil, vale la pena mencionar la historia reciente de una de las trasnacionales que trabajan en el gigante sudamericano.
 
Me refiero a Chevron, multada con 17.5 millones de dólares por el derrame de más de 3 mil barriles de crudo frente a costas de Río de Janeiro. La sanción es por las diversas infracciones cometidas por la trasnacional en uno de sus campos de explotación. Hubo otro derrame en la misma zona en marzo último, tras lo cual Chevron suspendió allí actividades. El año pasado las autoridades ambientales brasileñas la habían multado dos veces con casi 34 millones de dólares por daños al medio y fallas en sus planes de emergencia. Cabe señalar que la justicia brasileña ordenó a Chevron y a Transocean (sí, la implicada en el gigantesco derrame ocurrido frente a las costas de Luisiana en 2011) suspender sus operaciones de extracción y transporte de petróleo a raíz de los derrames que ocurrían en los campos donde tiene presencia. Pero como el gigante del sur necesita petróleo, hay desacuerdos entre las instancias oficiales: mientras unas exigen el cuidado extremo del medio ambiente, otras defienden a la trasnacional para no perjudicar la extracción del hidrocarburo. Transocean trabaja para Petrobras.

Mucho peor es lo que ocurre en Costa de Marfil. En 2006 un buque, Probo Koala, fletado por la trasnacional petrolera Trafigura, vertió 528 toneladas de basura tóxica en Abijan, la capital de ese país, causando la muerte de 15 personas y daños a la salud de 100 mil más. El informe final sobre la tragedia, conocido semanas atrás, muestra la criminal actuación de las trasnacionales petroleras y los gobiernos europeos al dejar navegar al Probo Koala con su carga mortal: basura proveniente del lavado cáustico de gasolina sin refinar. De qué manera no aplicaron las normas internacionales sobre traslado de desechos tóxicos y peligrosos. La carga mortal se quiso dejar primero en Gibraltar, Italia, Malta, Francia y Holanda. Hasta que apareció un país pobre.
 
Trafigura admitió su culpa, pagó millonarias indemnizaciones a los deudos y al gobierno de Costa de Marfil, pero miles de afectados no han recibido un dólar por lo que sufrieron en su salud mientras siguen los daños al ambiente. Trafigura es la tercera mayor empresa del ramo en el mundo y presta sus servicios a British Petroleum, ExxonMobil, Shell, Total, ConocoPhillips y Chevron. Un ministro de Costa de Marfil tuvo que renunciar por corrupción en el manejo de las indemnizaciones.
 
En tanto, en Nigeria las autoridades piden multar con 5 millones de dólares a la Royal Dutch Shell por los daños ambientales que causó un derrame en un yacimiento que explota mar adentro, en el Golfo de Guinea, a 120 kilómetros de la costa. Es uno de los más grandes derrames (40 mil barriles) en la historia del país que más petróleo produce en África. La Shell alega que no existe base legal para imponerle tal multa, y que no es culpable de lo ocurrido. El hidrocarburo afectó gran número de recursos naturales y a poblaciones ribereñas cuya ocupación principal es la pesca. En la zona del derrame, Shell extrae 200 mil barriles diarios de crudo. Un informe del Programa Ambiental de Naciones Unidas destaca que esa trasnacional no hace lo suficiente para limpiar los derrames (comunes en la región) y que el mantenimiento de su infraestructura es inadecuado.
 
Mientras, en Ecuador la estadunidense Chevron se niega a pagar los 19 mil millones de dólares que le impusieron por los daños ocasionados a los recursos naturales y a las poblaciones indígenas de la amazonia. La trasnacional afirma que se trata de un asunto político. La presencia de Chevron en Ecuador merece un análisis mucho más amplio, que haremos en otra ocasión.
 
American Curios
Guerreros
David Brooks
Foto
Veteranos estadunidenses en el anfiteatro del Cementerio Nacional de Arlington, Virginia, donde ayer el presidente Barack Obama pronunció un discurso
Foto Ap
Desfiles, banderas, himnos, medallas, conciertos, reconocimientos en espectáculos deportivos, elogios y homenajes a los que se sacrificaron para defender la libertad decoran el panorama estadunidense para festejar el Día de los Veteranos, aquellos jóvenes que los políticos escondidos detrás de sus escritorios enviaron a matar a otros jóvenes en grandes batallas y guerras que han marcado de manera incesante la historia de este país imprescindible para el mundo, como suele decir el comandante en jefe recién relecto.
 
Pero detrás del festejo, los ritos y los honores, está el rostro de los veteranos de guerra, casi siempre de clases populares, que han regresado a un país cada vez más cansado de guerras y que en su gran mayoría ni se fija ya en esos conflictos, ofreciéndoles una bienvenida poco entusiasta con menos empleo y sin remedio para sus heridas tanto abiertas como ocultas. El presupuesto de defensa de Estados Unidos es de más de 700 mil millones de dólares al año, lo que representa algo así como la mitad del gasto militar mundial, pero para demasiados veteranos el costo es incalculable, hasta inaguantable.
 
Los veteranos de ese poder militar supremo hoy día suman 21 millones 500 mil (cifras de 2011, las más recientes del censo de Estados Unidos), un millón 600 mil mujeres, 2 millones 300 mil afroestadunidenses, un millón 200 mil latinos. Los veteranos vivos de los tiempos de la guerra de Vietnam suman 7 millones 500 mil (no todos fueron a la guerra, pero sirvieron en las filas armadas en esa época); un millón 800 mil son de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, 2 millones 400 mil de la guerra en Corea y sólo 5 millones 400 mil son veteranos de tiempos de paz.
 
Los más recientes son los que estaban en el servicio militar en el periodo de las largas guerras del Golfo y Afganistán (de 1990 a 2012), que suman más de 5 millones; dos y medio millones de ellos participaron en las guerras de Irak y Afganistán.
 
Pero estas estadísticas no cuentan todo el cuento.
 
Según una investigación de la Alianza para la Política sobre Drogas, aproximadamente 30 por ciento de los veteranos de las guerras de Irak y Afganistán reportan síntomas de estrés postraumático, daños traumáticos al cerebro, depresión, enfermedad mental o algún tipo de discapacidad cognitiva. Si no obtienen tratamiento, estas condiciones contribuyen al abuso y adicción de drogas, y con ello están más expuestos a ser víctimas de la guerra más larga del país: la guerra contra las drogas.
 
Para Daniel Robelo, coordinador de investigaciones de esa organización, los integrantes del servicio militar han tenido que pagar un alto precio durante la última década de guerra, y los militares les han recetado cualquier droga que necesiten para que sigan luchando, pero el cuento es diferente cuando regresan a casa. Arrestamos a muchos veteranos por cuestiones de drogas, los encarcelamos durante demasiado tiempo y los dejamos con fichas criminales que les hacen casi imposible conseguir empleo, vivienda, educación y otros servicios, creando frecuentemente un círculo vicioso de adicción y encarcelamiento.
 
Por otro lado, más veteranos militares se suicidan cada año que todos los soldados muertos en Irak y Afganistán combinados desde que iniciaron esas guerras, reportó hace unos meses el columnista Nicholas Kristof del New York Times; esto es, más de 6 mil 500 cada año. Por cada soldado muerto en los campos de batalla este año, aproximadamente 25 veteranos se suicidan. Los veteranos se suicidan a un ritmo promedio de uno cada 80 minutos.
 
Casi una de cuatro personas sin techo en el país es veterano militar y casi un tercio de los hombres sin techo son veteranos, según la Coalición Nacional para Veteranos sin Techo. La Secretaría de Vivienda y Desarrollo Urbano del gobierno federal calculó en 2011 que 67 mil veteranos militares estaban sin techo en cualquier noche en Estados Unidos. De éstos, 47 por ciento sirvieron en Vietnam, y 17 por ciento en la era postVietnam.
 
Ni hablar de los veteranos que regresan sólo para encontrar que han perdido sus casas por la crisis hipotecaria, o que al retirarse no encuentran empleo por la crisis económica. Y esto empeora con el retiro de tropas de los campos de batalla en Irak y Afganistán, al sumarse más de un millón de veteranos a la fuerza laboral en los próximos cinco años, según cálculos oficiales. La tasa de desempleo en los veteranos militares entre 20 y 24 años de edad ha registrado promedios hasta de 30 por ciento, y 12 por ciento en general, comparada con 8 por ciento en la población en general.
 
¿Y quién da las órdenes para crear a los veteranos? Los dos comandantes en jefe durante los últimos 12 años de guerras –George W. Bush y ahora Barack Obama– no son veteranos militares y no participaron en ninguna guerra. Como señala Aaron O’Connell, profesor en la Academia Naval de Estados Unidos y oficial de reserva de los marines, “la mayoría del discurso político sobre asuntos militares proviene de civiles, quienes son más vehementes sobre ‘apoyar a nuestras tropas’ que las propias tropas”. En un artículo publicado en el Times, señala que hay menos veteranos en el Congreso hoy día que en cualquier otro momento desde la Segunda Guerra Mundial. Aproximadamente 4/5 de todos los legisladores federales son no veteranos.
 
El amigo Obama
John M. Ackerman
Barack Obama no es amigo o aliado de los mexicanos ni de los latinoamericanos. Su relección como presidente de Estados Unidos (EU) asegura la continuidad de las políticas antinmigrantes, belicistas y neoliberales de los últimos cuatro años. En lugar de celebrar la victoria de Obama, los políticos mexicanos tendrían que esforzarse en construir una nueva política exterior fuerte y digna que sirva de contrapeso a los embates que vienen.
 
En cuatro años Obama expulsó 1.4 millones inmigrantes indocumentados, la tasa más elevada de deportaciones de presidente alguno de Estados Unidos. El mandatario estadunidense tampoco tomó nunca medidas contundentes para reducir el tráfico de armas hacia México, y su procurador de justicia, Eric Holder, estuvo directamente implicado en el fallido operativo Rápido y furioso que auspició la venta de miles de armas de alto poder a los narcotraficantes mexicanos.

La guerra de Calderón, con sus más de 60 mil muertos, también es la guerra de Obama. Como premio a la actitud dócil y sumisa encontrada en las autoridades mexicanas, el estadunidense ha apoyado de manera muy personal y directa a Felipe Calderón. El gobierno de Obama minimiza sistemáticamente las violaciones a los derechos humanos y la rampante corrupción que han corroído la administración calderonista. En agradecimiento, la reforma laboral en curso y la anunciada reforma petrolera siguen al pie de la letra el guión redactado por EU.

Obama ha mostrado también un desprecio absoluto por el pueblo mexicano en sus visitas a nuestro país. Recordemos cómo en su primera visita, en abril de 2009, ignoró por completo a los mexicanos que literalmente se colgaban de los puentes peatonales para tener la oportunidad de verlo y saludarlo. En lugar de interactuar con la sociedad o dirigir un breve mensaje al pueblo, tal como hizo con el pueblo alemán o egipcio en esas mismas fechas, Obama se hizo acompañar de sus secretarios de Energía, Steven Chu, y de Seguridad de la Patria, Janet Napolitano, y se encerró con Calderón y su gabinete para coordinar acciones. Así, la relación bilateral entre México y Estados Unidos siempre ha sido conceptualizada más como asunto de política interior que de política exterior para Obama y su equipo.

Es cierto que la victoria de Mitt Romney hubiera sido aun más desastrosa para México. El Partido Republicano busca sellar la frontera, instalar bases militares en México, así como detener y revisar a cualquier persona que parezca ilegal en Estados Unidos. El sheriff Joe Arpaio es solamente el ejemplo más visible y radical de una fuerte corriente de pensamiento racista que predomina en aquel partido político. Líderes republicanos incluso han propuesto reformas constitucionales para circunscribir la ciudadanía por nacimiento a quienes tengan padres que también sean ciudadanos. Así, los hijos de los inmigrantes ilegales también serían indocumentados, aun cuando hayan vivido cada minuto de su vida en EU.
 
Paradójicamente, Obama ganó su relección en gran medida por el enorme apoyo que recibió de la población latina y de los mexicanos en particular. De acuerdo con la encuesta de salida de The New York Times, 71 por ciento de los latinos votaron por Obama en 2012, 4 por ciento más que hace cuatro años. Los latinos hoy constituyen 17 por ciento de la población de EU y 11 por ciento de los votantes; 65% de la población latina se define de origen mexicano. De acuerdo con las proyecciones del Centro de Investigación Pew, para 2050 únicamente 47 por ciento de la población será blanca y hasta 29 por ciento será hispana.
 
Algunos esperan que Obama devuelva el favor del apoyo electoral latino con nuevas reformas para legalizar los 11.5 millones de inmigrantes que hoy viven y trabajan sin papeles en EU. Pero Obama ya traicionó la esperanza de los indocumentados en una ocasión. Durante los últimos meses de 2010 su tibio apoyo a la Dream Act, que hubiera permitido la legalización de millones de jóvenes estudiantes que habían vivido la mayor parte de su vida en Estados Unidos, aseguró su fracaso en el Congreso. Eran los últimos meses en que el Partido Demócrata todavía controlaba la Casa de Representantes y aun así el presidente no pudo, o no quiso, apoyar a los migrantes.
 
Hace unos meses, Obama dictó una suspensión temporal con respecto a la deportación de estos mismos estudiantes dreamers. Pero fue una medida estrictamente electorera, con el único fin de no perder el apoyo latino en las votaciones del pasado 6 de noviembre. Y hoy, que los latinos ya no son útiles en términos electorales, Obama no puede ser relecto en una segunda ocasión; se antoja difícil que ahora sí apoye su causa. La esperanza, en todo caso, tendrá que venir del Congreso estadunidense, no del presidente. Con la ratificación del poder latino en las urnas, los diputados y senadores de ambos partidos muy probablemente tendrán que pensar dos veces antes de detener la reforma migratoria integral demandada por la población.
 
Enrique Peña Nieto visitará a Obama en Washington el martes 27 de noviembre. El priísta seguramente dará continuidad a la tradición de Calderón de regocijarse con las palmadas en la espalda del mandatario estadunidense para seguir entregando el oro y el petróleo a cambio de meras cuentas de vidrio. Pero se vale soñar con una nueva política exterior basada en el verdadero respeto mutuo entre las dos naciones, donde México deje de ser el patio trasero de Washington y los mexicanos ya no sirvan de carne de cañón para las guerras estadunidenses ni trabajen en condiciones de esclavitud en sus cocinas, casas y jardines.
Twitter: @JohnMAckerman

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