Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 12 de noviembre de 2012

ASTILLERO- EL PROYECTO IMPOSIBLE- el estado esquizofrenico

Astillero
Cartelera 2013
Los energéticos
Fox globalizado
Ricos: pagar más
Julio Hernández López
Foto
A UN AÑO DE LA MUERTE DE BLAKE MORA. Al cumplirse un año del accidente aéreo en el que murió el entonces secretario de Gobernación José Francisco Blake Mora, familiares y amigos del político bajacaliforniano asistieron a una misa en su memoria, en la ciudad de Tijuana
Foto Notimex
Producciones 4C (cuatro colores: verde, rojo, blanco y azul) anuncia para el próximo año el inicio de su temporada de teatro legislativo con la tragicomedia de alto octanaje intitulada Los energéticos (reformada). Ayer, uno de los productores, el sonorense Manlio Fabio Beltrones, hizo saber mediante boletín de prensa que el resto del presente año será dedicado por la compañía San Lázaro al análisis de asuntos presupuestales, pero que en 2013 (en mes aún sin precisar) estará en escena el tema de los petróleos y otras pasiones desbordadas.
 
La autoría formal del libreto largamente anunciado corresponde a una joven revelación mexiquense que ya antes, en gira artística por el país, había dado mucho de que hablar al declararse escritor de un libro de promoción electoral sin antes demostrarse cuando menos lector de tres obras que le hubieran marcado. Un informante confidencial de esta columna farandulera le ha hecho saber que, en realidad, el guión a seguir el año entrante fue escrito originalmente en inglés por un colectivo de altísimos vuelos económicos que desde ahora se frota las manos ante la expectativa del gran negocio por venir.
 
El promotor Beltrones no ocultó en su comunicado de ayer los buenos augurios que es posible desprender del resultado de la presentación teatral más reciente, la emocionante farsa denominada La reforma laboral. Ensayando sus parlamentos con absoluto profesionalismo, dijo que en el foro de San Lázaro se actuará con pulcritud, escuchando, dialogando y respetando diferencias. Solemne, con el rostro ajeno a otras emociones que no fueran las derivadas del saber que se está bien sirviendo a la Patria, el prócer norteño afirmó que urge continuar en la ruta de las reformas necesarias, para que a México le vaya bien (boletos disponibles para las funciones de Los energéticos, en Los Pinos a partir del próximo 1º de diciembre, y en las taquillas de San Lázaro y el Senado en fechas por ser anunciadas. Coma frutas y verduras).
 
En la nueva Atenas nacional, el Centro Fox administrado por un sabio y filósofo ya a punto de salir de su retiro, esta semana será posible admirar otra linda estampa del México remozado que ya puede percibirse por doquier en vísperas del arribo de don Enrique al máximo puesto del país, lo que sucederá en medio de un alborozo popular tan grande que hasta ahora nadie lo ha querido manifestar, ahorrando ese grato sentimiento para así tenerlo disponible de diciembre en delante y hasta por seis años.
 
Para que se vea la sintonía de criterios y el nivel político compartido, parte del equipo peñanietista de transición gubernamental acudirá al Olimpo de San Cristóbal, Guanajuato (domicilio conocido), para acompañar a Míster Chente en su reaparición teatral de primer nivel, ahora al anunciar que compañías chinas pondrán a disposición de empresarios mexicanos un fondo de 20 mil millones de dólares para inversiones. No se sabe si las gestiones del nuevamente encarrerado Vicente Fox corresponden a algún cargo oficial que esté por ser anunciado por su gemelaridad peñanietista (¿la secretaría de economía, al cabo que cualquiera sería menos peor que el actual abogado vaticano de apellido Ferrari?, ¿la embajada china, aunque Quadri se enoje?, ¿el Conaculta, para demostrar que aún sin leer se puede llegar a ser candidato e incluso presidente?). Lo único cierto es que, entre los aires enrarecidos del México expectante, el felicísimo esposo de la señora Marta se montaba en la globalización, al pasear en un globo aerostático con sus nietos, en espera de los nuevos tiempos y las nuevas puestas en escena.
 
Cambiando de cartelera: Barack Obama ha sido beneficiado con una nueva aureola de esperanza al allegarse un segundo periodo de ejercicio presidencial en Estados Unidos. A pesar de los fracasos e incumplimientos que tuvo en su primer tramo, hay una especie de invocación colectiva que desea impulsarlo a que en esta oportunidad complementaria dé pasos importantes, ya sin el calculador freno de mano que constituyeron las naturales ambiciones en busca de cuatro años más, que ya consiguió.
 
El primer mensaje de gobierno que emitió Obama luego de derrotar a Mitt Romney tuvo una similitud con lo que la izquierda electoral mexicana ha tratado de conseguir en las urnas, sobre todo en los dos comicios presidenciales recientes: que quienes ganen más paguen más impuestos, y que los ajustes al presupuesto público no afecten los programas sociales. Aun cuando advirtió que no está casado con ningún detalle de su plan y que está abierto a nuevas ideas, el esposo de Michelle deberá demostrar suficiente habilidad política para conseguir el apoyo legislativo que evite el anunciado precipicio fiscal al inicio del año venidero y que al mismo tiempo le permita hacer que la élite económica de su país acepte desembolsar más a título de impuestos.
 
En México se vive una terrible desigualdad económica y social, que tiene una de sus causas en el excepcional trato que se otorga a la nómina de supermillonarios que forman lo que el cuando menos dos veces candidato de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, suele denominar la mafia del poder. Grandes fortunas, que año tras año producen enormes dividendos, acaban pagando poco, de manera tardía y a veces incluso forzando mediante artificios legales la devolución de lo cubierto, y permitiendo así una disparidad ostentosa que causa división y resentimiento sociales. Los capitales dominantes en Estados Unidos trataron de cerrar el paso a Obama y su gobierno enfrentará acometidas desestabilizadoras, con el fantasma incluso de la violencia física como último recurso inducido o producto natural del clima de polarización que se puede generar contra alguien a quien los segmentos más conservadores de la sociedad estadunidense llaman comunista. En México es más sencillo: simplemente se cierra el paso electoral a la opción indeseada, se le enderezan las baterías mediáticas concertadas y se ensalza al usurpador o al comprador de la Presidencia ejercida a título y para beneficio de esos supermillonarios. ¡Hasta mañana!
 
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
El proyecto imposible
Gustavo Esteva
La idea de que la reciente jornada electoral representa la restauración del Partido Revolucionario Institucional (PRI) forma ya parte de la percepción general. Pero resulta imposible. Pasa lo mismo con la idea de que, gracias a ella, Carlos Salinas volverá por sus fueros. Por mucho que el PRI y Salinas se empeñen en generar esa ilusión, con ayuda de críticos y enemigos, sus esfuerzos están condenados al fracaso. No regresarán.
 
Lo que se nos viene encima es mucho peor que una restauración. Parte de los votos que no se compraron fueron otorgados por nostalgia. Algunos piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, dadas las incompetencias de Fox y Calderón. Otros añoran al PRI que les dio la tierra y expropió el petróleo; al que fundó y amplió la Conasupo; al que apoyaba al campo, aunque fuese con regateos y corrupción; al que respaldó a Cuba en momentos críticos y tenía una digna política internacional…

Para cierto número de personas, cosas como ésas parecen pesar más que los horrores, que todos conocen y reconocen y forman un rosario interminable de comportamientos abominables. Algunos ponen Tlatelolco por encima de todos los demás. Otros mencionan San Salvador Atenco o Acteal. No hay forma de detenerse cuando se enumeran los males que todas las encarnaciones del PRI trajeron al país.

Lo que se ha estado llamando nuevo PRI, empero, tiene escaso parecido con esas variantes de la franquicia, aunque retenga sus mañas, y carece del contexto en que cada una de ellas pudo existir. El 1º de diciembre no habrá viraje en la orientación y propensiones del gobierno. Se mantendrán y profundizarán las políticas de los últimos 12 años y la subordinación a Estados Unidos y al gran capital. Seguirán vigentes las alianzas con el Partido Acción Nacional (PAN). Será cada vez más difícil encontrar diferencias ideológicas importantes entre esos dos partidos.

La destrucción del PRI del nacionalismo revolucionario se inició con el golpe de Estado incruento a cargo de Miguel de la Madrid, que desplazó a la vieja clase política. La presidencia imperial se ejercía con base en un poder económico muy real. Cuando De la Madrid tomó posesión el sector público representaba dos terceras partes de una economía muy cerrada. Aunque el gobierno ponía su control de la economía al servicio del capital, tenía un margen amplio para cumplir otras funciones públicas. Cuando Fox tomó posesión, el sector público representaba menos de la quinta parte de una de las economías más abiertas del mundo. El gobierno y el país carecían ya de control de la economía. Lejos de intentar recuperarlo, el nuevo PRI profundizará la subordinación al capital privado, particularmente el trasnacional, como declaró Peña en cada una de las estaciones de su periplo europeo. No regresará al nacionalismo revolucionario.
 
El contraste es aún más claro en lo político. El viejo PRI estaba colgado de la voluntad del presidente, que lo dirigía y controlaba con férrea verticalidad, lo mismo que a las innumerables mafias que había creado en el país. El presidente controlaba por completo a su gabinete y a los tres poderes del gobierno. No tenía rivales de importancia ni frenos o contrapesos. Podía presumir de una dictadura perfecta. Fox no controlaba su gabinete, su partido, los poderes del gobierno y ni siquiera la casa presidencial. Aunque Calderón usó su posición de comandante en jefe para infligir un enorme daño al país, no controló al Ejército mismo o alguna de las esferas del gobierno. No es capacidad de gobernar la facultad de servir a los poderes privados que imponen su voluntad en el país.
 
El nuevo PRI no ha mostrado intención alguna de liberarse de las tutelas nacionales e internacionales que gobiernan al gobierno mexicano. Al contrario. Muestra, como el señor Salinas, la intención de servirlas en forma abierta. Sus limitaciones no dependen de su voluntad, sino de su debilidad: carece ya del poder económico y político que tenía el viejo PRI y está inevitablemente en manos de la coalición de mafias que lo constituyen y controlan.
 
No habrá restauración. Pero eso no es buena noticia. Seguirá la espiral de barbarie en que estamos. Puede preverse que el estilo Atenco de gobernar, la represión abierta, se combinará con la táctica que se aplicó recientemente en San Dionisio del Mar: cuadros locales bien domesticados y entrenados, dispuestos a la violencia por las migajas que les arrojan, se enfrentarán a los rebeldes, de tal modo que la represión parezca conflicto entre particulares. O bien, como en Chiapas, se usarán paramilitares.
 
No se trata hoy de prepararnos a luchas políticas como las del pasado, sino de anticipar el agravamiento de la guerra civil en que ya estamos.
El Estado esquizofrénico
Carlos Fazio /II
Similar a la ensayada en Colombia en el último medio siglo, la estrategia paramilitar del Estado mexicano –la conformación de agrupaciones de bestias humanas integradas de facto a la violencia estatal sin reconocimiento formal– ha sido también el instrumento eje para enfrentar la guerra irregular de las guerrillas mediante otra guerra irregular y clandestina desde el Estado. Y si en las teorías de la guerra, la guerra de guerrillas fundaba sus métodos específicos en el hecho de ser un ejército pequeño que se enfrentaba a una maquinaria bélica estatal superior en condiciones de extrema desigualdad, las sucesivas expresiones del paramilitarismo en México –desde el Batallón Olimpia en Tlatelolco (1968), pasando por los halcones y la Brigada Blanca de la guerra sucia de los años setenta y la llamada caravana de la muerte del ex gobernador Ulises Ruiz en Oaxaca (2006), hasta los chicos rudos de Mauricio Fernández en el municipio de Garza García (Nuevo León), los escuadrones de limpieza social en Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas y los reactivados grupos paramilitares que hostigan a las bases civiles zapatistas en Chiapas– adoptaron métodos irregulares, asimétricos e ilegítimos de extrema barbarie, en abierta contradicción con el hecho de estar al servicio del polo más poderoso y bien dotado de la guerra.
 
Pero, como dice el jesuita Javier Giraldo sobre su país, Colombia, el para-Estado que se revela en el paramilitarismo como una manifestación evidente de un Estado esquizofrénico al asumir la categoría de no-yo, en el discurso oficial de Felipe Calderón y los mandos militares y policiales trasciende a las instituciones de seguridad y se proyecta en todas las dimensiones del Estado mexicano, particularmente en los ámbitos de la justicia y del derecho, dado que el conflicto bélico es inseparable de un conflicto social (pretendidamente inexistente para el Estado esquizofrénico).

El sistema judicial mexicano reproduce el conflicto sico-social mediante la combinación de estrategias punitivas y no punitivas. Para los crímenes contra la humanidad que se originan en los agentes directos o indirectos (paramilitares) del Estado –verbigracia, ejecuciones sumarias extrajudiciales, tortura, desaparición forzada de personas y desplazamiento forzoso de población–, el sistema judicial ha adoptado estrategias de impunidad que en los últimos años han escandalizado a los organismos humanitarios nacionales e internacionales, mientras somete a los integrantes de los movimientos sociales y de los grupos disidentes o de oposición a una estrategia punitiva cuyo eje ha consistido en procesarlos como subversivos armados y/o integrantes del crimen organizado, sin serlo, para legitimar sus fallos en una lógica guerrera. Ello no puede darse sin un acomodamiento profundo del derecho penal y administrativo, acompañado de estrategias propagandísticas mediáticas legitimadoras de amplio alcance.

Se puede argumentar que la facticidad del paramilitarismo en el intento de consolidación de una sociedad de pensamiento único durante el calderonismo, que prorroga los parámetros de la vieja doctrina de seguridad nacional mediante la eliminación física de lo alternativo al actual sistema de dominación de clase (caracterizado como el enemigo interno), pero dentro de los estándares formales de la democracia (como son el voto popular, la existencia de partidos y la separación así sea ficticia de poderes), se apoya en el manejo esquizofrénico del Estado que mantiene al paramilitarismo –en sus diferentes formas y representaciones mediáticas reales o encubiertas– en el estatus de no-yo, para poder incluso combatirlo mediante formalismos seudolegales ineficientes, como en la Colombia de Álvaro Uribe, donde se llegó incluso a negociar su desmovilización, en una fórmula propagandística que, vía los medios, trató de esconder la verdad prosaica de una negociación (del Estado) consigo mismo (Javier Giraldo dixit).
 
Esa perversa combinación de estrategias punitivas y no punitivas exige al menos unos niveles superficiales de validez o legitimidad que se introducen necesariamente en el ámbito del derecho. Y es en ese campo donde se proyecta con toda su hipocresía y sutiliza la esquizofrenia del Estado. El divorcio entre ética y derecho cumple aquí su función ideológica (en sentido peyorativo) más profunda, y por ello los funcionarios son preparados desde las universidades en el más acendrado positivismo jurídico.
 
Esa preparación mental les permite asumir la contradictoria incoherencia personal entre eticidad y juridicidad, que se hace más soportable mediante cuadros esquizofrénicos sutilmente validados por la ciencia del derecho, mediante la domesticación de una serie de principios, figuras y mecanismos de impunidad y arbitrariedad judicial; la ruptura entre la verdad procesal y la verdad real (que lleva a desviar la mirada de torturas, ejecuciones sumarias, desapariciones, chantajes, sobornos o imposiciones autoritarias), y la ruptura entre el derecho internacional y el interno, asumiendo el primero mediante la firma, ratificación y proclamación de tratados internacionales, pero omitiendo su traducción a los mecanismos del derecho local –o retrasando su aplicación con argucias legaloides– para que los funcionarios se escuden en el vacío al evadir su aplicación.
 
La progresiva positivación de los derechos humanos –que redunda en el carácter sustantivo del derecho versus dejar como adjetivo lo humano– se enfrenta hoy al riesgo de quedar atrapada en la racionalidad instrumental, lo que convertiría esa reserva jurídica –con su carga histórica– en una técnica autónoma, desligada del mundo de los valores, la rectitud normativa, la ética y de las utopías que han seducido el deber ser de los humanistas, para terminar siendo cooptada por la institucionalidad del Estado contra la cual se erigió en baluarte de defensa de los valores mas escenciales de la especie.
Homenaje-Helguera

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