Los de abajo
Asesinatos y temblores en Guatemala
Gloria Muñoz Ramírez
No terminaban de llorar a los muertos de la masacre de Totonicapán, donde fueron asesinadas ocho personas por el Ejército durante una protesta, por oponerse al aumento de las tarifas de luz y a las reformas educativas, cuando un terremoto los alcanzó. Son los mismos que también fueron golpeados con la destrucción de sus montañas por la mina Marlin, San Marcos; son los mismos que hace 36 años fueron enterrados por otro temblor en Guatemala.
El gobierno de Guatemala ofrece cifras: temblor de 7.4 grados Richter. Localidades afectadas: San Marcos, en la frontera con México, Quetzaltenango, Totonicapán, Sololá, Sacatepéquez, Quiché y Guatemala. Muertos: 52. Damnificados: 5 mil 251. Viviendas dañadas: 2 mil 263.
Después del trabajo de bomberos y rescatistas, relata Iduvina Hernández,
para el mediano y largo plazo vuelven las gentes, las organizadas comunitariamente, a sostener los pilares del apoyo solidario y para levantar lo caído. En los albergues se encuentra el auxilio inmediato y en eso se ha ido alcanzando una especialidad logística y funcional, relativamente ágil y efectiva. Pero luego viene la reincorporación que no siempre es atendida oficialmente. Entonces, las gentes salen a cumplir solidariamente, hermanadamente, la labor que el entramado oficial no es capaz de resolver. Como en México 1985, igualito.
Esta misma semana de temblor y réplicas en Guatemala, circula desde ese pequeño país centroamericano una carta sobre el caso Barillas, poco visibilizada ante los acontecimientos telúricos. Se trata de la localidad en la que la empresa española Hidro Santa Cruz pretende construir una hidroeléctrica en contra de la decisión de los pueblos.
Las mujeres de Barillas reclaman
que no se consideren válidas ningún tipo de firma, consulta o negociación mientras haya un clima de intimidación y presión en el municipio, por lo que debe liberarse urgentemente a los presos políticos y eliminarse las órdenes de captura en contra de los líderes y lideresas de nuestro pueblo, además de garantizar nuestra seguridad y libertad de expresión y movimiento antes que cualquier diálogo o consulta.
Amenaza de minas e hidroeléctricas en el territorio, matanzas y encarcelamiento a quienes se oponen a ellas, mientras un temblor los entierra y vuelven a sacar la garra de los escombros. Eso es Guatemala.
Resurgiendo de sus cenizas-Ahumada
¿Qué celebran los banqueros?
Irma Eréndira Sandoval
La nueva
ley antilavadono toca ni con el pétalo de una rosa a los principales encubridores y facilitadores del continuo blanqueo de los patrimonios sucios del país: los bancos y las instituciones financieras.
bajas colateralesde esta nueva fase de la
guerrade Felipe Calderón.
Muy reveladora a este respecto es la declaración del presidente de la Asociación de Bancos de México, Jaime Ruiz Sacristán, quien celebró con furor la promulgación de la nueva legislación, señalando que ahora sí “… muchas empresas y la sociedad van a colaborar con el Estado y con los bancos en tratar de identificar operaciones de lavado de dinero o financiamiento al terrorismo”.
En lugar de exigir a los bancos mejorar sus sistemas de gobierno corporativo e imponer mayores niveles de transparencia, los banqueros de forma ridícula son elevados al nivel de una nueva autoridad para, en alianza con el Estado, defender el interés general. Ahora sí resulta que los zorros cuidarán el gallinero.
Los bancos y las instituciones financieras no son las víctimas, sino los principales responsables y beneficiarios del total descontrol en materia de lavado de dinero que existe en el país. Recordemos que en 2011, las autoridades financieras estadunidenses descubrieron que Banco Wachovia se dedicó a lavar una suma equivalente a una tercera parte del producto interno bruto de nuestro país (378 mil millones de dólares), perteneciente a los narcotraficantes mexicanos, a partir de 2004 y hasta su desaparición y absorción por el conglomerado financiero de Wells Fargo, en 2008. Aun antes de su oscuro papel en las elecciones presidenciales de 2012, el conocido Grupo Financiero Monex ya se había visto involucrado en numerosos escándalos de lavado de dinero en años recientes.
El Congreso de Estados Unidos también descubrió que entre 2007 y 2008 la filial de HSBC en México envió más de 7 mil millones de dólares en efectivo a sus oficinas centrales. Los legisladores de Washington recientemente también exigieron una amplia investigación de las prácticas de lavado de dinero de Walmart y su banco en México.
La vinculación cada vez más peligrosa y profunda entre el crimen organizado y el capital financiero es un fenómeno global. La ONU ha señalado que las ganancias anuales de las bandas criminales trasnacionales que se lavan en el sistema financiero internacional superan el billón 300 mil millones de dólares, lo que equivale a la riqueza de los 49 países
menos adelantadosdel mundo. En México, la conservadora y cauta cifra que ha sido calculada por las autoridades hacendarias señala que el narcotráfico lava anualmente entre 20 y 30 mil millones de dólares.
La colusión del crimen organizado y los bancos se da gracias a la opacidad con que operan las instituciones financieras y a la casi total falta de regulación ejercida por el Estado. Pero la ley antilavado de Calderón no arroja luz ni por accidente a tales tinieblas. No elimina el
secreto bancarioni el
secreto fiduciario, no aumenta los controles sobre los banqueros ni incluye nuevas sanciones para los servidores públicos que colaboren con este tipo de delitos.
En contraste, la ley desata toda la furia del Estado contra los ciudadanos de a pie que por diversas razones, como el hecho de ser continuamente rechazados como sujetos de crédito por las mismas instituciones financieras, se ven obligados a realizar múltiples y cotidianas operaciones fuera de los circuitos financieros.
El artículo 35 de la nueva ley expresamente señala:
Queda prohibido dar cumplimiento a obligaciones y, en general, liquidar o pagar actos u operaciones mediante el uso de monedas y billetes, en moneda nacional o divisas, y metales preciosos en los supuestos siguientes: transmisiones de propiedad o constitución de derechos reales sobre vehículos nuevos y usados, bienes inmuebles, propiedad de relojes; joyería; metales preciosos, y transmisión de dominio o constitución de derechos de cualquier naturaleza (..) o acciones de personas morales por un valor superior al equivalente a 200 mil pesos, moneda nacional, entre otros.
La cifra de 200 mil pesos con que este artículo busca identificar las supuestas
actividades vulnerablespara ser intervenidas y confiscadas garantiza que la mayor parte de los acusados serán ciudadanos totalmente inocentes. La norma entonces se volverá instrumento de persecución contra quienes saquen sus ahorritos del colchón para hacer sus transacciones personales. A ellos se les acusará de
terroristas,
secuestradores, o
narcotraficantes, y las autoridades continuarán haciéndose de la vista gorda con la gran corrupción que no implica el manejo de efectivo, sino sólo la compra de lealtades institucionales tanto en el sector público como en el privado, como ocurrió en los casos de Pemexgate, Monexgate y Sorianagate.
El colofón de toda esta historia es que con tal de evitar la persecución del Estado y los banqueros, los ciudadanos se verán obligados a entregar su dinero a estos bancos extranjerizados y blanqueadores de recursos, a cambio de raquíticos o inexistentes intereses y con comisiones exageradas y muchas veces ilegales. El proverbial negocio redondo de la usura.
Una vez más, los principales beneficiarios del lavado del dinero también serán los que más lucran con el supuesto combate del mismo. La bancarización, la impunidad y el empoderamiento de los banqueros opacos e irresponsables constituirán un ciclo vicioso difícil de romper. Hoy más que nunca urge modificar las estrategias de combate al crimen organizado y exigir transparencia a las entidades financieras.
Twitter: @Irma_Sandoval
Las del estribo-Fisgón
Un shock del pueblo?
Naomi Klein *
En Brooklyn, una mujer con su bisnieta permanece sin energía eléctrica en su departamento
Foto Reuters
Menos de tres días después de que Sandy tocó tierra en la costa este de Estados Unidos, Iain Murria, del Competitive Enterprise Institute (Instituto de Competitividad Empresarial), dijo que la miseria que los neoyorquinos estaban a punto de sufrir era por culpa de su oposición a los grandes almacenes comerciales. En Forbes.com explicó que el hecho de que la ciudad rehúsa acoger a Walmart probablemente hará que la recuperación sea más difícil:
Las tienditas simplemente no pueden hacer lo que los grandes almacenes sí pueden en estas circunstancias, escribió. También advirtió que si el ritmo de la reconstrucción resultaba ser lento (como a menudo sucede), entonces
las reglas en favor de los sindicatos, como la ley Davis-Bacon, tendrían la culpa. Se refiere al estatuto que exige que a los trabajadores en proyectos de obras públicas se les pague no el salario mínimo, sino el que impera en la región.
Ese mismo día, Frank Rapoport, abogado que representa a varios contratistas de bienes raíces y de la construcción que manejan miles de millones de dólares, rápidamente sugirió que muchos de esos proyectos de obras públicas no deberían ser públicos. En vez, los gobiernos, cortos de dinero, deberían voltear hacia las
sociedades pública-privadas, conocidas como
P3. Esto implica puentes y túneles reconstruidos por compañías privadas, que podrían, por ejemplo, instalar casetas de cobro y quedarse con las ganancias. Estos acuerdos no son legales en Nueva York o Nueva Jersey, pero Rapoport cree que eso puede cambiar.
Las estructuras de algunos de los puentes en Nueva Jersey que fueron destruidos necesitan ser remplazadas, y va a ser muy costoso, dijo a The Nation.
Así que el gobierno podría no tener el dinero necesario para construirlos de manera correcta. Y ahí es cuando recurres a un P3.
El premio al sinvergüenza capitalismo de los desastres seguramente se lo lleva el economista de derecha Russell S. Sobel, quien escribió en un foro en línea de The New York Times. Sobel sugiere que en áreas muy golpeadas la FEMA (Agencia Federal para el Manejo de Emergencias) debería crear “zonas de libre comercio –en las cuales todas las regulaciones normales, licencias e impuestos (sean) suspendidas”. Al parecer, este alboroto empresarial
proveería mejor los bienes y servicios que las víctimas necesitan.
Sí, claro: esta catástrofe muy probablemente creada por el cambio climático –crisis nacida del colosal fracaso regulatorio para prevenir que las empresas traten el medio ambiente como una cloaca abierta– es simplemente una nueva oportunidad de mayor desregulación. Y el hecho de que esta tormenta ha demostrado que la gente pobre y de la clase trabajadora es mucho más vulnerable a la crisis climática demuestra que esto es claramente el momento para despojar a esa gente de las pocas protecciones laborales que aún tiene, así como de privatizar los escasos servicios públicos a los que aún tienen acceso. Sobre todo, al enfrentar una extraordinariamente costosa crisis nacida del egoísmo empresarial, dar vacaciones fiscales a las empresas.
La oleada de intentos de usar el poder destructivo de Sandy para hacerse de dinero es sólo el más reciente capítulo de la muy larga historia que he llamado la “doctrina del shock”. Y es un pequeñísimo vistazo a las maneras en que las grandes empresas buscan cosechar enormes ganancias a partir del caos climático.
Un ejemplo: entre 2008 y 2010 fueron presentadas o expedidas al menos 261 patentes relacionadas con cultivos
listos para el clima–semillas supuestamente capaces de soportar condiciones extremas, como sequías e inundaciones; de estas patentes, cerca de 80 por ciento estaba controlada por sólo seis gigantes de los agronegocios, incluyendo a Monsanto y Syngenta. Con la historia como nuestra maestra, sabemos que los pequeños agricultores se endeudarán intentando comprar estas nuevas semillas milagrosas y que muchos perderán su tierra.
En noviembre de 2010, The Economist publicó un texto, el de portada, acerca del cambio climático, que sirve como un útil (aunque desgarrador) anteproyecto de cómo el cambio climático podría servir como el pretexto para el último gran arrebato de tierra, un último despeje colonial de los bosques, las granjas y los litorales, a manos de un puñado de multinacionales. Los editores explican que las sequías y los cultivos sometidos a calores extremos son tal amenaza para los agricultores, que sólo los grandes jugadores pueden sobrevivir el desbarajuste y que
puede ser que muchos agricultores abandonen la granja como forma de adaptarse. Tenían el mismo mensaje para los pescadores que ocupaban valiosas tierras frente al mar: ¿no sería mucho más seguro, tomando en cuenta los cada vez más elevados mares y todo lo demás, si se unieran con sus compañeros agricultores en los barrios bajos urbanos?
Es más fácil proteger de las inundaciones a un puerto que a una población similarmente distribuida a lo largo de una costa de pueblos pesqueros.
Pero, se podría preguntar, ¿no hay un problema de desempleo en la mayoría de estas ciudades? Nada que un poco de
reforma a los mercados laboralesy libre comercio no puedan remediar. Además, las ciudades, explican, tienen
estrategias sociales, formales o informales. Estoy bastante segura de que esto quiere decir que la gente cuyas
estrategias socialesantes implicaban sembrar y atrapar sus propios alimentos, ahora pueden aferrarse a la vida vendiendo plumas rotas en los cruces o quizá traficando drogas. Aún no se menciona cuál debería ser la estrategia social informal cuando los vientos de una súper tormenta aúllen a través de aquellos precarios barrios bajos.
Durante mucho tiempo los ambientalistas consideraron que el cambio climático era un gran igualador, el asunto que afectaba a todos, ricos o pobres. No pensaron en la miríada de maneras en las que los súper ricos se protegerían de los efectos menos aceptables del modelo económico que los hizo tan ricos. En los pasados seis años hemos visto el surgimiento de bomberos privados, contratados por compañías de seguros para ofrecer un servicio de
conserjeríaa sus clientes más ricos; además del Helpjet, que duró poco, una aerolínea chárter en Florida que ofrecía servicios de evacuación de cinco estrellas, de las zonas de huracanes. Ahora, después de Sandy, hay exclusivos agentes de bienes raíces que predicen que los generadores de energía serán el nuevo símbolo de estatus, con el juego del penthouse y la mansión. Al parecer algunos imaginan el cambio climático no tanto como un peligro claro y presente, sino más como una especie de vacaciones de spa; nada que la correcta combinación de servicios hechos a la medida y accesorios con buena curaduría no puedan vencer. Al menos esa fue la impresión que dejó la venta pre Sandy de Barney’s en Nueva York: ofrecía descuentos en el té verde sencha, juegos de backgammon y mantas de 500 dólares para que sus clientes de lujo pudieran
instalarse con estilo.
Así que sabemos cómo los doctores del shock se están preparando para explotar la crisis climática, y, por el pasado, sabemos cómo termina esa historia. Pero aquí está la verdadera pregunta: ¿podría esta crisis ofrecer una oportunidad diferente, una que disperse el poder a las manos de muchos en vez de consolidarlo en las de pocos; una que expanda radicalmente lo colectivo en vez de subastarlo en pedazos? En pocas palabras, ¿podría Sandy ser el inicio de un shock del pueblo?
Creo que sí. Como bosquejé el año pasado (www.thenation.com/article/164497/capitalism-vs-climate?
page=0,0#), podemos hacer cambios que posibiliten bajar nuestras emisiones al nivel que la ciencia demanda. Éstos incluyen trasladar nuestras economías (así que vamos a necesitar a esos granjeros donde están); expandir enormemente y reimaginar la esfera pública para no sólo detener la siguiente tormenta, sino también prevenir peores trastornos en el futuro; regular a morir las empresas y reducir su venenoso poder político, y reinventar la economía para que ya no defina el éxito como una expansión sinfín del consumo.
De la misma manera en que los movimientos que nacieron a raíz de la Gran Depresión y de la Segunda Guerra Mundial hicieron suyos el orgulloso legado de las redes de bienestar social en el mundo industrializado, así, el cambio climático puede ser una ocasión histórica para engendrar a la siguiente gran ola de cambio progresista. Además, ninguna de las artimañas antidemocráticas que describí en La doctina del shock son necesarias para hacer avanzar esta agenda. Lejos de aprovechar la crisis climática para hacer que se aprueben políticas no populares, nuestra tarea es aprovecharla para demandar una agenda verdaderamente populista.
La reconstrucción tras Sandy es un gran lugar para comenzar a probar estas ideas. A diferencia de los capitalistas del desastre, que usan la crisis para evadir la democracia, una recuperación del pueblo (como muchos del movimiento Ocupa ya demandan) implicaría nuevos procesos democráticos, incluyendo asambleas barriales, para decidir cómo deberían ser reconstruidas las comunidades fuertemente golpeadas. El principio primordial debe ser el de tratar al mismo tiempo las crisis gemelas de la desigualdad y el cambio climático. Para empezar, eso quiere decir una reconstrucción que no sólo cree empleos, sino trabajos con sueldo digno. Implica no sólo más transporte público, sino vivienda económica, energéticamente eficiente, al lado de esas vías de transporte. También no sólo más energía renovable, sino control comunitario democrático de esos proyectos.
Pero al mismo tiempo que se redoblan las alternativas, necesitamos incrementar la lucha contra las fuerzas que activamente hacen que la crisis climática empeore. Eso implica mantenernos firmes contra la expansión continua del sector de las energías fósiles hacia territorios nuevos y de alto riesgo, ya sea en arenas bituminosas, con fractura hidráulica, exportaciones de carbón a China o taladrando en el Ártico. También implica reconocer los límites de la presión política e ir directamente tras las empresas de energías fósiles, como hacemos en 350.org con nuestro tour
Haz las cuentas. Estas compañías han mostrado que están dispuestas a quemar cinco veces más carbón de lo que los cálculos conservadores dicen que es compatible con un planeta habitable. Nosotros hicimos las cuentas, y simplemente no podemos dejarlos hacerlas.
Esta crisis, o se vuelve una oportunidad para un salto evolucionario, un reajuste holístico de nuestra relación con el mundo natural, o se convertirá en una oportunidad para el mayor alboroto del capitalismo del desastre en la historia de la humanidad, dejando al mundo aún más brutalmente separado entre ganadores y perdedores.
Cuando escribí La doctina del shock documentaba crímenes del pasado. La buena noticia es que éste es un crimen que está ocurriendo; aún está dentro de nuestro poder frenarlo. Asegurémonos de que esta vez los chicos buenos ganen.
Traducción: Tania Molina Ramírez.
Copyright Naomi Klein 2012.
*Autora de No logo y La doctrina del shock.
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