Entramos ya a lo que se llama “gobernar a través del delito”
Gobernar a través del militarismo tiene su raíz en la época de los emperadores romanos, renaciendo en el nazismo hitleriano del Tercer Reich. De Roma quedaron los reyes, las monarquías preconstitucionales que devinieron en monarquías constitucionales como la inglesa, y reyecitos como en España y pueblos tribales africanos. De lo anterior nacieron los dictadores, caudillos y sátrapas que aparecen como manifestaciones de la autocracia. Las democracias representativas o indirectas, con todo y las oleadas para implantar los derechos humanos, son acosadas por el terrorismo, las delincuencias, el contrabando, las inversiones capitalistas sin control y los afanes de potencias militares y económicas por expandirse territorial o comercialmente. Esas democracias elementales están entrando a un nuevo-viejo capítulo de gobernar militar-policiacamente al tipificar gran cantidad de conductas como penales.
Según el investigador Jonathan Simon una cosa es “gobernar a través del delito y otra gobernar el delito”. Pues para garantizar la paz pública y el desarrollo en general, ahora se gobierna el delito con medidas preventivas o imputando sanciones al responsable. Ya que tras la irrupción del terrorismo, los atentados del 11 de septiembre de 2001 a las torres gemelas estadunidenses, la invasión a Irak en 2003 y la ola de delitos en Nueva Orleans después del paso devastador del huracán Katrina (¿en honor a la famosa placa de Posadas, el inmortal grabador que murió en la miseria y sentenció que “nada hay tan democrático como la muerte”?) la humanidad entró en pánico global.
En América Latina se han criminalizado las conductas de quienes exigen sus derechos. Y las autoridades echan mano de policías y militares al primer movimiento. Aunado a esto, aparecen los narcotraficantes que tienen en jaque a los gobernantes, y más cuando estos carecen del temple democrático para enfrentarlos. Ante el aumento de los conflictos que se desbordan en las calles de todas las urbes (en nuestro país hasta los perros son delincuentes por la imaginería popular y la mente torcida de los gobernantes), los descendientes del nazismo y su estela fascista, han convertido toda conducta en una conducta penal.
Es muy peligroso para las democracias representativas que sus gobernantes (como Peña y Mancera) estén dispuestos a gobernar a través del delito, en el supuesto de que los mexicanos son potencialmente delincuentes antes que ciudadanos con derechos humanos. El 1 de diciembre de 2012 se selló esa complicidad. La militarización del Estado empezó con Calderón, y sus policías y militares mataron por igual a delincuentes y civiles ajenos a los hechos. Así, en nuestro país ya se gobierna a través del delito para parar en seco a la democracia que se manifiesta en las calles y reducir la democracia representativa, ya que sus individuos “electos” se arreglan en la cúpula para decidir, conforme a los intereses de sus partidos, lo que le “conviene” a la sociedad sin su participación y sus reclamos públicos invadiendo las calles, así sea en ejercicio de sus derechos humanos.
*Periodista
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