Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 5 de marzo de 2012

La visita de Biden- Rusia: elecciones y triunfos cuestionados- Pensar todo de nuevo

Rusia: elecciones y triunfos cuestionados
 
     Conforme fluían los resultados de la elección presidencial de ayer en Rusia, se confirmaba la victoria del ex presidente y actual primer ministro de ese país, Vladimir Putin, quien obtuvo, según conteos preliminares, 64 por ciento de los votos. Con ello, el candidato del partido Rusia Unida, quien ya gobernó la nación euroasiática entre 2000 y 2008, volverá al Kremlin de aquí a 2018, e incluso podría extender su mandato a 2024 si consigue la relección dentro de seis años.
Como ha ocurrido en forma sistemática en las anteriores ocasiones en que Putin resultó electo, en 2000 y 2004, la jornada de ayer estuvo marcada por denuncias de inequidad y fraude en favor de Rusia Unida. El candidato comunista Guennadi Ziuganov, cuyo partido, según números oficiales, obtuvo 17 por ciento de los sufragios, sostuvo que los comicios no han sido limpios, ni justos, ni transparentes, y advirtió que vamos a aumentar la presión callejera e intelectual, por lo que es de suponer que habrá movilizaciones en protesta por el triunfo de Putin.
El derechista Mijail Projorov, quien quedó en un lejano tercer lugar con poco menos de 7 por ciento de los votos, dijo haber contabilizado miles de irregularidades entre las que destacan el transporte masivo de electores y la proliferación de urnas con votos falsos.
No cabe llamarse a sorpresa por la multiplicación de estas acusaciones, habida cuenta de que la Rusia contemporánea arrastra marcadas innercias antidemocráticas que datan desde tiempos de los zares, se reconfiguraron en la URSS pocos años después de la revolución de 1917 y, si bien se vieron interrumpidas brevemente durante los años de la Perestroika, entre 1985 y 1990, reaparecieron durante los gobiernos de Boris Yeltsin y del propio Putin. Uno de los componentes centrales de esa tradición autoritaria ha sido, precisamente, el empleo faccioso de los recursos públicos y las distorsiones a la voluntad popular realizadas desde la Presidencia para perpetuar al grupo gobernante.
Pero con todo y las inocultables anomalías registradas en los comicios de ayer y en los meses previos, si algo pone en relieve la abrumadora diferencia entre el candidato vencedor y sus competidores es la dispersión del voto opositor en el vasto y heterogéneo territorio ruso, así como la ausencia de liderazgos y cuadros jóvenes que puedan disputar a Putin las preferencias de los sectores mayoritarios.
El resultado electoral obtenido ayer significa, para Putin y su partido, ahorrarse una segunda vuelta que habría implicado, si no el riesgo de perder el poder, sí al menos un desgaste político que de ninguna manera le habría convenido al futuro presidente ruso.
Luce difícil que Putin pueda ejercer su tercer mandato sin por lo menos escuchar las demandas de los sectores de la sociedad rusa que se han venido oponiendo a la perspectiva de un régimen de partido hegemómico y de un gobernante vitalicio; que son recurrentemente calificados en el discurso oficial de traidores y fuerzas financiadas desde el exterior, y que en diciembre pasado encabezaron las movilizaciones de protesta más intensas en la era postsoviética de Rusia.
Por último, la posibilidad de que la nación euroasiática sea gobernada durante casi un cuarto de siglo por un solo personaje –ya sea desde la formalidad de la investidura presidencial o por conducto de un ahijado político, como el actual presidente Dmitri Medvedev–, así como la recurrencia con que se denuncian fraudes electorales en las jornadas comiciales de la Rusia contemporánea, obligan a poner en entredicho el certificado de democracia otorgado al gobierno de Moscú por las potencias occidentales tras la caída del bloque soviético, reconocimiento que, según puede verse, no tuvo otro afán que justificar la vinculación del país más grande del mundo al mercado internacional y a las tendencias económicas definidas en el Consenso de Washington.
Foto con el vicepresidente-Helguera
La visita de Biden
John M. Ackerman
 
      El viaje relámpago del vicepresidente de Estados Unidos a México evidentemente no responde a un auténtico interés en la salud de la democracia o las instituciones mexicanas, sino a la necesidad de Washington de reafirmar sus buenas relaciones con uno de sus principales proveedores de petróleo en el contexto de importantes tensiones en Medio Oriente. Asimismo, el hecho de que Joseph Biden se reúna hoy con Andrés Manuel López Obrador, Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña Nieto no refleja una nueva orientación más pluralista y abierta en las relaciones exteriores del vecino del norte, sino simplemente su reconocimiento práctico de que el poder de su amigo Felipe Calderón está ya en su ocaso.
En las últimas semanas, las tensiones entre Irán y Estados Unidos se han incrementado notablemente. Irán se niega a detener su programa de enriquecimiento de uranio y la Asociación Internacional de Energía Atómica señala que el país muy pronto podría contar con la capacidad de fabricar sus propias armas nucleares. En respuesta, Estados Unidos ha endurecido sus sanciones económicas y amenazado con una posible invasión militar, de la mano de Israel. Por su parte, el pasado 23 de enero, la Unión Europea decidió prohibir la importación de petróleo iraní, así como congelar los activos del Banco Central de Irán.
Mientras, el gobierno iraní ha amenazado con cerrar el estrecho de Ormuz. Esta acción detendría la tercera parte de la transportación marítima de petróleo en el mundo, ya que hoy pasa a diario una docena de buques petroleros cargando en total alrededor de 17 millones de barriles. Como resultado de las tensiones recientes, el precio de la gasolina en Estados Unidos ha aumentado más de 10 por ciento en el último mes.
Este lunes, el presidente Barack Obama sostiene en Washington una reunión de alto nivel con el primer ministro de Israel precisamente para conversar sobre la situación en Irán. Benjamín Netanyahu ha abogado públicamente en favor de iniciar ataques aéreos preventivos. Obama de ninguna manera ha descartado la opción militar ante la intransigencia de Irán.
La simultaneidad de la reunión de Obama con Netanyahu y la visita de Biden a México no es casualidad. Tampoco es mera coincidencia la reciente firma de un nuevo acuerdo para la explotación conjunta de los yacimientos petroleros en el Golfo de México. Hoy garantizar el acceso libre al petróleo mexicano vuelve a emerger como prioridad central para la política exterior estadunidense.
México es el segundo proveedor de petróleo a Estados Unidos, solamente después de Canadá y al nivel de Arabia Saudita. El país vende alrededor de 500 millones de barriles anuales a Estados Unidos. En la eventualidad de una conflagración mayor en Medio Oriente, México inmediatamente sería llamado a aumentar su producción para compensar la pérdida. Recordemos que México no forma parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y puede manejar sus tasas de producción con total libertad para apoyar las aventuras bélicas de su vecino.
Ahora más que nunca es de suma importancia para Washington garantizar el tradicional servilismo de las autoridades mexicanas. La primera pregunta que Biden formulará hoy a los presidenciables mexicanos será con respecto a su política petrolera y las posibilidades de fomentar mayor privatización y extranjerización en la materia.
Los encuentros con los candidatos presidenciales no serán diálogos horizontales y amistosos, por mucho que todos se esfuercen por presentarlos así, sino duros interrogatorios de parte del vicepresidente. Los tres presidenciables mexicanos se encuentran en franca desventaja, ya que si el gobierno estadunidense percibe que alguno de los candidatos pudiera afectar sus intereses no dudará en intervenir para descarrilar su campaña.
Aun así, será muy importante discernir las importantes diferencias de matiz que proyectan cada uno de los candidatos antes y después de su encuentro con Biden. Si bien tendríamos que esperar la siguiente filtración de Wikileaks para conocer los compromisos oscuros que lleguen a pactarse, sobre todo de parte de la candidata panista y el candidato priísta, por lo menos saldrá a relucir el tipo de relación que cada uno plantea con el vecino del norte. Específicamente, habría que preguntarnos hasta qué punto cada uno los precandidatos estará dispuesto a aprovechar el enorme poder con que cuenta México en la relación bilateral para fortalecer el desarrollo económico y la soberanía nacional o, al contrario, buscaría tomar ventaja personal de la relación para favorecer a sus amigos y aliados políticos y empresariales.
Asimismo, habría que averiguar hasta qué punto cada uno de los presidenciables será capaz, no solamente de apalancar la relación, sino también de aumentar el poder de negociación e influencia de México. Por ejemplo, ¿alguno de los candidatos estaría dispuesto a aliarse con la OPEP para así dejar de ser el esquirol de los países productores? ¿Alguno exploraría abiertamente la opción de legalizar el transporte de drogas ilícitas hacia la frontera estadunidense? ¿Alguno tendrá la fortaleza para condicionar la exportación de petróleo a un mejor trato a los connacionales al otro lado de la frontera? ¿Alguien tendrá las agallas para formalmente solicitar a la ONU un embargo de armas, así como estrictas sanciones para las naciones que permitan su venta a grupos delincuenciales mexicanos?
Acciones fuertes y contundentes como éstas son las que hacen falta para corregir el rumbo de la política exterior tan extraviada durante las últimas décadas. Este lunes veremos muchas sonrisas y abrazos, pero lo que realmente importa son los intereses y las acciones de fondo.
Twitter: @JohnMAckerman
El país del CHAPOlín-Rocha

Pensar todo de nuevo
Gustavo Esteva
 
     Empieza esta mañana, en la UAM-Xochimilco, el coloquio de tres días Hacia la construcción de un nuevo paradigma social. Será un llamado a ponernos al día, dentro y fuera de la academia, para pensar y experimentar los desafíos actuales.
Puede llamarse posmodernidad lo que se discutirá en el coloquio si empleamos la palabra en el sentido que le da Wolfgang Dietrich: Posmodernidad describe el estado de pensamiento de una o varias generaciones que han tenido que desprenderse penosamente de las grandes verdades de la época previa, sin haber encontrado para sí mismas un nuevo sistema unitario de referencia. Este estado puede ser descrito por la palabra des-ilusión. La gente se ha hecho consciente de la relatividad de las verdades en cuya absoluta validez solía creer. Esta condición llevaría a una pérdida de valores y orientación, o bien a la aceptación novedosa de que no puede haber una sola verdad.
Si modernidad, agrega Dietrich, “se entiende como el proyecto social caracterizado por la física de Newton, el reduccionismo cartesiano, el Estado-nación de Thomas Hobbes, y el sistema capitalista mundial, posmodernidad no se refiere a una época posterior, equipada con un nuevo paradigma de eficacia comparable y con una pretensión de veracidad semejante… Posmodernidad sería una fase de des-ilusión de la propia modernidad, en la cual las personas dudan cada vez más de la verdad universal de este paradigma” como un logro intelectual y social basado en la experiencia cotidiana, más que en la labor académica. (A call for many peaces, www.aspr.ac.at/publications/wp7_97.pdf)
De esto se ocupa el coloquio. Busca forjar un nuevo paradigma que permita combatir esa pérdida de valores y de orientación que cunde por la pérdida del anterior. Ante el sentimiento de inseguridad que se generaliza, las ciencias sociales intentan elaborar conceptos apropiados para interpretar y modificar la realidad social actual.
Tras examinar las múltiples crisis del sistema capitalista, David Barkin, Manolo Callahan, Patrick Cuninghame, Enrique Dussel, Josef Estermann, León Olivé, Luisa Paré, Jean Robert, Víctor Toledo, Sergio Zermeño y una larga lista (que me incluye) discutirán, desde muy diversas posiciones, cómo se están construyendo las nuevas maneras de ver, entender y experimentar la realidad.
Aparecerá probablemente la disputa de nombres. ¿Cómo llamar al mundo posterior al neoliberalismo? ¿Qué clase de régimen prevalece ahora? ¿Qué se está construyendo? ¿A qué se refieren los experimentos de socialismo del siglo XXI o los del buen vivir?
Con la expresión capitalismo corporativo, muchos capitalistas y sus ideólogos intentan cooptar las críticas generalizadas a las políticas y comportamientos que condujeron a las crisis actuales. Según ellos, bastaría reintroducir algunas regulaciones y combatir el gigantismo corporativo para que todo funcionara bien.
The Economist, uno de los más inteligentes y mejor documentados intelectuales orgánicos del capitalismo, sigue otra estrategia. El 21 de enero publicó un informe especial: El surgimiento del capitalismo de Estado: el nuevo modelo mundial emergente. Según el informe, la crisis del capitalismo liberal occidental se ha agravado por el surgimiento de una alternativa potente que mezcla las capacidades del Estado con las del capitalismo. El informe reconoce que la intervención estatal ha acompañado al capitalismo desde sus comienzos, pero nunca había operado en escala semejante y con herramientas tan sofisticadas. Brasil, China y Rusia son los países que utiliza como ejemplo del nuevo modelo.
En su análisis, The Economist ignora la tradición intelectual que llamó capitalismo de Estado a la experiencia de los países del socialismo real. Ignora también el papel fundamental que el Estado sigue cumpliendo para el capitalismo liberal occidental, como se demuestra en la crisis actual. En realidad, podría usarse el término capitalismo de Estado para designar el estilo prevaleciente en todas partes tras el fracaso del neoliberalismo, con las precisiones del caso y mostrando el contraste entre los más liberales y los más estatalistas. Desde la izquierda y la derecha se quiere presentar este estilo como el nuevo paradigma, que disimularía la rapiña capitalista que se ha hecho peligrosamente evidente.
El coloquio será un espacio de reflexión crítica sobre los avances más significativos en paradigmas alternativos a los dominantes en la academia mexicana. Algunos participantes probablemente se preguntarán si estamos o no en una de las épocas de revolución social que según Marx aparecen cuando el nivel alcanzado por las fuerzas productivas está en contradicción insalvable con las relaciones de producción. Y el coloquio tendrá que discutir la cuestión del Estado, que muchos quieren ver como mero instrumento de sus planes políticos en la coyuntura actual, conforme al paradigma en agonía, mientras otros rechazan todo instrumentalismo del Estado y construyen desde abajo una alternativa.

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