Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 23 de diciembre de 2012

Bajo la Lupa-Termina en Brasil un juicio de excepción- Venezuela ante las próximas elecciones presidenciales

Bajo la Lupa
Los cisnes negros que provocarían los mayores impactos perjudiciales en el mundo, según el NIC
Alfredo Jalife-Rahme
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Obreras producen ropa femenina, la semana pasada en Huaibei, provincia china de Anhui
Foto Reuters
El Consejo de Espionaje Nacional (National Intelligence Council, NIC), núcleo del espionaje prospectivo de Estados Unidos (EU), acaba de publicar sus polémicas previsiones (10/12/12) hasta el año 2030 sobre sus mundos alternativos y la disminución del poder hegemónico de ese país en el incipiente orden multipolar con sus consecuencias para el resto del mundo (ver Bajo la Lupa, 19/12/12).
 
Dos son los rubros esenciales para que EU sea primum inter pares (el primero entre iguales): 1) la vigencia de la globalización, que no define en sus múltiples facetas, primordialmente la más perniciosa, la financierista, donde ejerce una influencia considerable), y 2) la autosuficiencia energética mediante el polémico (por su enorme daño ambiental) gas esquisto (shale gas) que puede llevar a la irrelevancia de la OPEP y Rusia con el consecuente colapso del precio del petróleo.
 
Dos focos representan también los probables centros de conflagración: Medio Oriente y el sur de Asia.
 
El NIC propone ocho potenciales cisnes negros –eventos que trastocan los paradigmas, motivo del exitoso libro del matemático financiero libanés Nassim Nicholas Taleb– susceptibles de ocasionar el mayor impacto perjudicial.
 
Unos cisnes negros forman parte intrínseca de las características de la Vía Láctea, otros son de corte bélico consustancial a la naturaleza humana, y algunos son geofinancieros/geopolíticos atribuibles a la lucha por el poder global.
 
1) Pandemia severa: un patógeno transmisible por las vías respiratorias con millones de muertes en todo el mundo en menos de seis meses. No lo expresa el NIC, pero el mayor temor del genial astrofísico británico Stephen Hawking versa sobre un accidente en un laboratorio de fabricación de armas biológicas que extinguiría al género humano.
 
2) Cambio climático mucho más rápido: la mayoría de los científicos no tiene confianza de poder predecir tales eventos; cambios acelerados en los patrones de precipitaciones, como el monzón en India y el resto de Asia, que puede perjudicar rápidamente la habilidad de la región para alimentar a su población. A mi juicio, la propaganda negra de los oligopólicos multimedia anglosajones ha mancillado el debate científico sobre el cambio climático –en su etiología cósmica natural cíclica y no antropogénica– con el fin de bursatilizar con el método financierista neoliberal la emisión bonos de bióxido de carbono: negocio redondo para las plazas de la City y Wall Street.
 
3) Colapso de la Unión Europea (UE) y el euro: una salida salvaje de Grecia de la eurozona puede causar ocho (¡supersic!) veces el daño colateral de la quiebra de Lehman Brothers. Este es un escenario muy anunciado que parece formar parte de la domesticación geofinanciera/geopolítica de la UE que busca(ba) una alianza energética (gas ruso) y financiera con los BRICS en detrimento del dólar.
 
4) Una China democrática o colapsada: en los próximos cinco años rebasará el umbral de 15 mil dólares per cápita (poder adquisitivo), frecuentemente significativo de un nivel catalizador para la democratización con su poder blando (soft power) dramáticamente estimulado que desencadena una ola de movimientos democráticos. En forma alternativa, muchos (sic) expertos creen que una China más democrática puede ser más nacionalista”, mientras una China colapsada económicamente dispararía inestabilidad política y tendría un efecto de choque a la economía global. A mi juicio, la correlación entre ingreso per cápita y el orden democrático es muy discutible (v. gr., caso sui generis de Qatar: el superlativo del planeta) cuando resalta el clásico maniqueísmo consustancial al pensamiento lineal anglosajón: una China democratizada, más que democrática, beneficia a la panoplia de controles del poder blando dominado por la globalización de EU. A contrario sensu, una China desobediente sería castigada por los mecanismos neoliberales que quedan del dislocado orden unipolar. Vale la pena un hiato de respiro, meditando los mundos alternos del NIC para 2030, cuando surge la amenazante metáfora paleobíblica del síndrome Sansón que evocaría el declinante orden unipolar de EU: si me caigo, caen todos conmigo.
 
Regresemos al restante de cisnes negros en la cosmogonía estadunidense, que no necesariamente serían compartidos por los BRICS ni otros países de los 192 que integran la ONU.
 
5) Un Irán reformado: un régimen más liberal (sic) puede tener creciente presión pública para acabar con las sanciones internacionales y negociar el fin del aislamiento de Irán que sin aspiraciones nucleares y enfocado a su modernización económica estimularía las oportunidades para un Medio Oriente más estable. A mi juicio, se trata de la repetición eterna de la propaganda occidental en referencia a Irán desde que el premier Muhammed Mossaddegh nacionalizó el petróleo, siguiendo el ejemplo del general Lázaro Cárdenas en México. Un Irán reformado de acuerdo a las recetas de EU significa un Irán castrado y sometido a la globalización financierista anglosajona maquillada de modernización económica. Lo que está en juego es el abastecimiento de hidrocarburos de Irán a China y su inclinación tanto a la multipolaridad como a los BRICS: pecados imperdonables para la City y Wall Street cuando poseer bombas nucleares se ha vuelto anacrónico y sólo les queda su poder disuasivo (en este caso contra el unilateralismo nuclear de Israel en todo Medio Oriente).
6) Guerra nuclear o ciberataques: Rusia y Pakistán como potencias nucleares potenciales (Irán, Norcorea); riesgo de actores no estatales en ciberataques.
 
7) Tormentas solares geomagnéticas: desactivación de satélites, redes eléctricas y dispositivos electrónicos sensibles. Amenaza sustancial debido a la dependencia eléctrica del planeta.
 
8) Retiro global de EU: un colapso (sic) o una súbita retirada del poder de EU probablemente resultaría en un periodo extendido de anarquía global; ningún (sic) poder importante probablemente remplazaría a EU como garante del poder internacional. Moraleja egoísta del declinante poder unipolar: ¡Tras de mí viene el diluvio! Llama la atención lo reiterativo del ominoso término colapso.
 
Vale un comentario: el retiro global de EU sin duda causará estragos si no es negociado sensatamente con los BRICS bajo la premisa de entrega del bando unipolar al nuevo orden multipolar, donde EU ejerza aceptablemente un papel preponderante de primum inter pares, que sería diluido gradualmente conforme avancen los tiempos inexorables de su decadencia.
 
Lo peor sería encajonar a EU a que ejerza su letal postura suicida del síndrome Sansón: simultáneamente auto y heterodestructivo.
 
Ahora sí que las tendencias demográficas domésticas de EU –ascenso multicultural y desplome implosivo del macho supremacista WASP (blanco-protestante anglosajón) fútilmente refaccionado con Viagra y Prozac en la fase decadente de Clint Eastwood, sucesor del vaquero mítico unipolar John Wayne– apuntan a su mayor integración multipolar cuando los halcones neoconservadores straussianos dilapidaron los recursos financieros de EU.
Twitter: @AlfredoJalife
Termina en Brasil un juicio de excepción
Eric Nepomuceno
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La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y el ex mandatario Luiz Inacio Lula da Silva durante el Foro para el Progreso Social, realizado en París la semana pasada. En el país sudamericano existe una campaña para llevar a tribunales al ex gobernante
Foto Ap
En Brasil, la gran prensa y la oposición, más furiosa que eficaz, dicen que ha sido el juicio del siglo. Fue uno de los temas preferidos de las clases medias en 2012. Algunos de los miembros del Supremo Tribunal Federal, la corte máxima del país, se hicieron figuras populares. Cuanto más furor condenatorio, más espacio en los grandes medios, más aplausos. De los 37 acusados de participar de un esquema de corrupción durante el primer gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2006), 25 han sido condenados, y algunos obligatoriamente irán a prisión en régimen cerrado.
 
Al menos dos de ellos son figuras históricas del Partido de los Trabajadores, el PT de Lula y de la actual presidenta, Dilma Rousseff, además de ser emblemas de la izquierda brasileña y de la resistencia a la dictadura militar que duró de 1964 a 1985. José Dirceu fue el gran artífice de la candidatura de Lula en 2002 –la primera victoriosa, luego de tres fracasos– y hombre fuerte de su primer gobierno. José Genoino, un ex guerrillero que padeció cinco años de cárcel en las mazmorras de la dictadura, presidía el PT por ocasión del escándalo. Dirceu ha sido condenado a 10 años 10 meses de cárcel, acusado de corrupción activa y de asociación criminal. Genoino, a seis años 11 meses. Hubo penas más largas. Al publicista Marcos Valerio, por ejemplo, le tocó una condena de 40 años de cárcel. A Katia Abreu, dueña de un banco, 16 años ocho meses.
 
Las sentencias severas fueron recibidas con aplausos frenéticos de la opinión pública, fervorosamente incitada por los grandes grupos de comunicación. Es como si de repente Brasil estuviese siendo barrido por una ola moralizante, a cargo de los impolutos caballeros que integran su corte suprema.
 
El juicio, en todo caso, merece un análisis más cuidadoso. Para empezar, es interesante ir al principio de la historia. El sistema político brasileño hace que sea casi imposible a un presidente gobernar sin aliarse a otros partidos para lograr una base mayoritaria en el Congreso. Hay un precio, claro. Parte de ese precio es la partición de cargos, puestos y presupuestos. Otra parte son recursos destinados a honrar deudas de campaña electoral. Y en ese punto reside la magistral distorsión alrededor del escándalo: se creó la imagen de parlamentarios recibiendo una paga mensual para apoyar al gobierno.
 
Jamás se comprobó ese mecanismo. El PT admite haber asumido deudas de aliados, y no haberlas declarado en su prestación de cuentas a la justicia electoral.
 
El escándalo causó la renuncia de medio gobierno en 2005, y a Lula casi le costó la relección en 2006. El caso llegó a la corte suprema y el juicio empezó el pasado agosto. Desde su primer día quedó claro que sería un procedimiento heterodoxo, para decirlo de forma suave. Para empezar, las sesiones fueron transmitidas en directo por televisión. En lugar de una supuesta transparencia frente a la opinión pública, lo que se vio fue magistrados exhibiendo sus egos hipertrofiados, en un espectáculo histriónico.
 
El juez instructor, Joaquim Barbosa, primer negro en ocupar un asiento en la corte suprema, ha sido implacable en su furor condenatorio. De temperamento irascible, haciendo gala de un sarcasmo grosero, mencionó varias veces la jurisprudencia alemana, en especial al jurista Claus Roxin, para justificar la aceptación de ausencia de pruebas. El mismo Roxin se encargó de aclarar las cosas, diciendo que su teoría de dominio del fato había sido mal interpretada. Que la justicia, para que sea justa, exige pruebas concretas. Y, al menos en los casos de Dirceu y Genoino, no hubo ninguna.
 
Además, el juicio transcurrió bajo una insólita presión de los medios de comunicación y acompañado por el aplauso frenético de las clases medias conducidas de la mano por los grandes grupos mediáticos. La corte suprema se dejó doblegar y politizó un proceso que debería ser exclusivamente jurídico.
 
No hubo una sola prueba de que Dirceu y Genoino hayan participado de la trama. No hay nada que muestre su inocencia, es verdad. Pero en otros tiempos, cuando valían los principios fundamentales del derecho, cabía a los acusadores comprobar la culpa de los acusados. Al menos en ese punto, el Supremo Tribunal Federal de Brasil ofreció una peligrosa innovación: ahora les toca a los acusados demostrar que son inocentes. Los magistrados que condenaron a Dirceu y Genoino afirmaron, en sus votos, que decidieron con base en inducciones, ilaciones, conducciones...
 
Dirceu ha sido condenado con base en un argumento singular: ocupando el puesto que ocupaba, teniendo el poder que tenía, es imposible que no haya sido el creador del esquema de corrupción.
El juicio fue la grata alegría de una derecha que, fuertemente acuartelada en la gran prensa conservadora, ahora lanza su nueva campaña, que tiene por objetivo desmontar la imagen de Lula y llevarlo a los tribunales. Ya se sabe que no es necesario presentar prueba alguna.
 
Venezuela ante las próximas elecciones presidenciales
Guillermo Almeyra
En las elecciones regionales del domingo 16 de diciembre, el chavismo volvió a ganar por amplia mayoría tras haber vencido en las presidenciales de octubre. Se reafirmó así, por enésima vez, su legitimidad democrática y su gran respaldo popular. Pero, si bien el porcentaje de diferencia entre los partidarios del gobierno y los de la oposición derechista fue casi el mismo, la participación del electorado fue mucho menor (pues hubo una abstención de 46 por ciento contra 22 en las presidenciales). Esta deserción de la batalla electoral se explica en parte por el cansancio después de tantas campañas pero, sobre todo, por la desilusión de la derecha ante la victoria de Chávez en la elección presidencial y la decepción ante la casi seguridad de que se iba a repetir el mismo resultado dado que apenas habían pasado menos de tres meses y, en el campo de los electores chavistas –un millón de los cuales no escucharon el llamado del presidente a arrasar con la oposición ni el del vicepresidente a demostrar con el voto el amor a Chávez en peligro de muerte– se explica, en cambio, porque ya no se trataba de elegir entre Chávez y Capriles sino entre candidatos a gobernadores y legisladores locales, mucho menos populares que Chávez y sobre todo discutidos, porque en la lista oficial muchos no fueron elegidos por las bases (al extremo de que 18 de los 20 gobernadores chavistas recién elegidos son militares).
 
Ahora es casi imposible que el presidente Hugo Chávez pueda asumir su cargo el 10 de enero, lo cual, según la Constitución, obliga a una nueva elección de presidente en el plazo de un mes. El aspirante seguro de la oposición, bastante fragmentada tras sus sucesivas derrotas, es el ex candidato presidencial Capriles, hoy gobernador del importante estado estratégico de Miranda. El de la coalición gubernamental teóricamente debería ser escogido aún en una elección primaria, pero es posible que sea, por consenso, el actual vicepresidente Nicolás Maduro, designado por Chávez como su sucesor entre un grupo selecto que estaba también integrado por el representante político de la empresa petrolera estatal PDVSA, el del ejército (que renovó su alto mando) y el del partido, que es el sector más burocrático del Estado.

Así irá probablemente Venezuela a las elecciones presidenciales, hacia fines de febrero, y a las municipales, de junio, pero lo importante no son tanto los alineamientos político-institucionales sino los posibles comportamientos de las clases y subgrupos sociales y de los poderes de facto.

Es probable en este sentido que se acelere la deserción de buena parte de la burguesía importadora e industrial venezolana del bloque reiteradamente perdedor (cuyo candidato, además, trata de competir con Chávez simulando estar a la izquierda del mismo, lo cual no les gusta nada a sus patrocinadores) como lo indican comunicados de cámaras empresariales. Es igualmente probable que ese sector de la derecha social golpee las puertas de los aparatos e institutos más derechistas del chavismo (el partido y el ejército) para, junto con la boliburguesía (la burguesía corrupta nacida al calor de los mismos), ocupar un lugar en la elaboración de las políticas en la Venezuela post-Chávez. Dado que en el aparato político-estatal chavista existe desde hace rato un grupo que busca tender puentes a ese sector capitalista y separarlo de la derecha política y de Washington, será muy importante ver si Chávez, aunque no ejerza la presidencia, está en condiciones físicas de presionar con su autoridad política desde afuera del gobierno.
 
En efecto: independientemente de si Maduro es elegido tal como desea el presidente, el proceso será diferente en el caso de que el enorme apoyo popular al chavismo siga desorganizado y no encuentre un líder que, en parte, se apoye en él y, por lo tanto, no pueda frenar la evolución hacia el centroderecha de los aparatos estatales, o si, por el contrario, el poder eventual de Chávez desde detrás del trono consiguiese contrarrestar la creciente tendencia del aparato militar a ocupar el primer plano de la política nacional y a reforzar los aspectos que, en la economía venezolana, unen las empresas privadas con las públicas, siempre conducidas como si fueran también privadas, y con el capital financiero internacional.
 
Las elecciones sucesivas son un obstáculo para la organización de la fuerza y del poder popular y, por el contrario, favorecen las decisiones de los aparatos y las maniobras y negociaciones en los corredores; o sea, el intento de la burguesía venezolana de entrar a formar parte del grupo de los que deciden, pero directamente y ya no mediante intermediarios o mediadores. La reorganización de la fuerza del pueblo venezolano tiene como terreno propio los barrios, las empresas, en cierta medida –incluso– los sindicatos, la autorganización, la autogestión, no la sede de los partidos chavistas que se abocan en cambio a ganar dos elecciones sucesivas (entre febrero y marzo y en junio) y a colocar sus propios gallos en el ruedo.
 
En los cambios políticos y reacomodamientos actuales en el establishment aparece una amenaza contra ese poder popular que ya impuso a Chávez como presidente cuando salió de la cárcel del viejo régimen y lo reimpuso en el gobierno cuando las fuerzas políticas y sociales de la derecha lograron derribarlo y encarcelarlo. Dicho poder se ha politizado y está casi intacto pero no se identifica con el aparato estatal chavista, del cual lo separan las diferencias de objetivos de clase, porque el primero quiere sinceramente una política anticapitalista (y, por lo tanto, no es adorador del Estado), y el segundo, en cambio, busca un capitalismo nacional y reformista y un Estado fuerte y centralizador. Por consiguiente, lo esencial es la independencia política de los trabajadores, incluso frente al Estado que defienden y sostienen con todas sus fuerzas frente al imperialismo y a los agentes nativos de éste.

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