Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 31 de diciembre de 2012

Nosotros ya no somos los mismos- Morena y el Año Nuevo- ¿Por qué el PRI otra vez a Los Pinos?-

Nosotros ya no somos los mismos
Peña Nieto y AMLO, en el imaginario colectivo
Ortiz Tejeda
Foto
Aunque inicialmente la protesta fue convocada por el movimiento #YoSoy132, posteriormente se sumaron otros ciudadanos que no se integraron plenamente al proyecto original, sino que se expresaron y comportaron de manera autónoma
Foto José Carlo González
Resumiendo: 1. El pasado primero de diciembre, Enrique Peña Nieto rindió protesta como Presidente de la República. 2. Algunos sectores sociales manifestaron, en diferentes grados y formas, su inconformidad por el acontecimiento mencionado. Aunque inicialmente la protesta fue convocada por el movimiento #YoSoy132, posteriormente se sumaron otros ciudadanos que no se integraron plenamente al proyecto original, sino que se expresaron y comportaron de manera autónoma. Se dio también la presencia de grupos, para mí, totalmente desconocidos, que se autodenominaban anarquistas y cuyo protagonismo fue evidente. 3. Mención especial merece la presencia activísima de individuos, hasta la fecha no identificados, aunque sí perfectamente registrados en múltiples grabaciones y filmaciones que, por pura coincidencia, vestían igualitos, usaban prendas que inducían al sospechosismo (un guante negro, no blanco, que conste), y que confraternizaban con miembros de las fuerzas del orden atrás de las vallas de contención. Se me hace que se conocen y vienen juntos, aventuraban los perspicaces. 4. Desencadenada la evitable violencia, ésta produjo múltiples actos de vandalismo y muy tipificables delitos, más allá del nebuloso enunciado del 362 del CP. 5. Como era de esperarse, las fuerzas del orden, prontas y responsables, se lanzaron contra los “gamberros, hooligans, porros, halcones” destructores de bienes públicos y particulares, pero, como rapidez y eficacia suelen ser excluyentes, no tuvieron tino con las aprehensiones y tan sólo pudieron presentar al Ministerio Público a poco más de un ciento de malhechores. Eso sí, para que no hubiera luego reclamos de indolencia, incuria o falta de ganas en el cumplimiento del deber, fue imprescindible violar (pero sólo un tantito) la ley y atropellar algunos derechos, pero de esos tan poco relevantes, que todos los humanos los tienen, o sea, nada que digamos de importancia.
 
6. Pero como ya sabemos, las desgracias no vienen solas. Resulta que con las prisas, las policías (¿cuántas y cuáles participaron?) apañaron a un atajo de inútiles que en vez de estar cumpliendo con su labor delictiva en el sitio donde fueron aprehendidos, estaban en otro lugar e irresponsablemente se dedicaban a tomar fotos, videos y hasta cinito, en lugar de agredir a la autoridad y destruir cuanto tuvieran enfrente. Se me ocurre: si al final, de los cien detenidos inicialmente, tan sólo 14 resultaron culpables, pues estos jóvenes son artículo de exportación. Si ellos, que apenas conformaban poco más de un pelotón, lograron en minutos destruir la Alameda, sucursales bancarias, lobbies de hoteles, oficinas, casetas telefónicas, ¿qué haría una compañía (33 elementos), o una división (99)? Con su ayuda, las fuerzas de ocupación de EU tardarían apenas 48 horas en dejar hecha cisco a la legendaria Bagdad. 7. ¿Puede haber delitos sin delincuentes? ¿Seguirá vigente nuestra costumbre de escamotear al sujeto responsable de la acción de un verbo que incrimina?: Se perdió el reloj, decimos. ¿El reloj se perdió porque se fue a buscar algunas manecillas que lo habían abandonado? ¿El vaso se cayó y se rompió? Era de esperarse, ¿no ven que estaba lleno de whisky? El primero de diciembre hubo múltiples delitos. ¿Producto de la contaminación ambiental, o surgieron por generación espontánea? (¡fértil y generosa esta tierra nuestra, de la que brotan toda clase de delitos, sin que le cuesten a naiden el menor trabajo!).
 
Estos renglones llevaba escritos y me disponía, de acuerdo con mi personal interpretación, a tratar de dilucidar a quiénes les convenía lo ocurrido el día 1º del presente, cuando me entero: La Asamblea Legislativa reforma el artículo 362 del Código Penal del DF, a fin de que los inculpados de los recientes desmanes puedan salir libres bajo caución. En verdad no daba crédito. ¿Así que el gobierno prefirió el rebuscado camino de la reforma a la ley (que seguramente exigió algunas componendas en busca de necesarios allanamientos opositores) al directo y honorable procedimiento de reconocer errores, excesos en el ejercicio de la violencia y graves violaciones a los derechos humanos? Para mí, este es un acto de soberbia, miedo, pequeñez y complicidad. Una costosa maniobra de encubrimiento, no de los halcones individuales (Epigmenio, Santos, El quirrirus o El anteojo), sino del alto mando que pudo llevar a cabo este, por suerte, fracasado operativo. La reforma realizada a contentillo, con especial dedicatoria, es tan lamentable como las aprehensiones hechas contra derecho. Debo de estar muy decrépito, pero por primera vez estuve de acuerdo con Gutiérrez Candiani, del CCE, y con Ricardo Navarro, de la Canaco: Si hay culpables, tienen que pagar las consecuencias; si son inocentes tienen que estar fuera. El Ministerio Público tiene que demostrar quién es inocente. No hay que fabricar culpables.
 
La reforma enturbió una de las fuentes originarias del derecho: la ley. La reforma al Código Penal del DF no es otra cosa que la píldora del día siguiente.
 
Y ya nada más por especular, pensemos: uno de los 14 se trepa en su macho y no acepta que después de maltratado, vejado, tal vez torturado y privado de su libertad, de la noche a la mañana lo dejen en libertad, pero pagando una caución y quedando sometido a proceso. Él rechaza el ofrecimiento y exige que el debido proceso siga adelante: llévese a cabo una exhaustiva investigación, aportemos las partes pruebas de todo tipo y sometámonos al recto, autónomo y transparente dictamen de un juez, exige. ¿Los cargos que se me imputan son punibles de acuerdo a la antiquísima legislación a la sazón vigente (o séase unas horas antes)? Pues que en esos términos se me juzgue y sentencie. ¿Cometí los delitos que se me imputan (aunque ahora con la reforma se hayan encogido), o no lo hice? Señáleseme la pena que debo purgar o declárese, sin tapujos ni condiciones, mi inocencia. Me niego a pagar un solo centavo para conseguir mi libertad, infamemente conculcada, y ser, toda mi vida, un ex delincuente.
 
¿Lo sacan con la misma violencia que lo ingresaron? No lo pueden dejar libre porque no ha pagado su fianza; no lo pueden tener dentro, sin un juicio en el que todas las cuestiones hoy ocultas salgan inevitablemente a la luz. Imagino el revuelo afuera del juzgado… Y afuera del país. ¿Sería ésta la única forma de llegar a conocer el nombre del dueño de la mano que meció la cuna?
 
Cuando el asunto a tratar en esta columneta resulta demasiado peliagudo para mí solo, acostumbro realizar un breve pero representativo y a profundidad estudio de opinión: amas de casa, estudiantes, funcionarios públicos y privados, desempleados, académicos, choferes, policías, testigos de Jehová (nada más para desquitarme), y frecuentemente algunos entrometidos a los que no les pregunto, pero intervienen, me ayudan a formar un criterio más plural y objetivo. Así lo hice en esta ocasión y ¡no van ustedes a creer lo que encontré en el imaginario colectivo! Los responsables son: el gobierno de Peña Nieto en un extremo, y Andrés Manuel, en el otro. Esta es la percepción que se tiene en las antípodas, en el territorio de los ultras. Luego les siguen García Luna, la profesora, Calderón y Kalb (es el mismo, pero elegante), Ebrard y Mancera. Nadie sospecha de ninguno de los dos principales partidos de oposición. El PAN no tiene cómo, ni con quién. Sus últimos machines fueron Anacleto González Flores y sus cristeros band, Javier Bully Lozano, Molinar Herodes Horcasitas y un clon de Fernández de Cevallos muy disminuido y averiado, que ha hecho realidad la vieja sentencia de “no todo lo que relumbra es D’oring,” ni siquiera pintan. El PRD está libre de toda sospecha. Sus jerarcos principales están dedicados a demostrar al presidente Peña Nieto que ellos, aunque sea juntos, le pueden hacer mejor el trabajo que le encomendó a Rosario, y sin riesgo de veleidades. El próximo lunes, Reyes mediante, abordaremos tan controvertidos diferendos.
Acaba de morir Pedro Ojeda Paullada. Vivió para la política y el servicio público. Hombre del sistema encarnado por el Partido Revolucionario Institucional, le fue leal en las duras y las maduras. Actor importante en momentos aciagos, se le responsabiliza de acciones autoritarias y represivas. No conozco una denuncia personal y concreta. Desempeñó cargos varios del más alto nivel, y al final, de mediana importancia, pero nunca, hasta sus últimos días, abandonó el trabajo cotidiano. Lo que haya hecho respondió únicamente a sus personales convicciones. Su forma de vida y el patrimonio que hereda no describen a un hombre ávido de acumulación y enriquecimiento. Sin que mediara el oropel de un sacramento, del que tantos, falsariamente, presumen, honró siempre el voluntario compromiso con su compañera de vida, y con la familia que hicieron juntos durante 60 años.
 Despedido-Rocha
 
 Morena y el Año Nuevo-
Bernardo Bátiz V.
En pocas no tan lejanas, cuando éramos felices aunque no fuéramos competitivos, existía la sana costumbre de desearnos unos a otros feliz Navidad y próspero Año Nuevo. Hoy esa manifestación de buenos deseos se nubla ante el embate de la descomposición social, de la preocupación por el alto costo de la vida y la angustia por la inseguridad.
 
Arriba, entre los potentados, el objetivo no es la felicidad, sino el éxito y la ganancia, y abajo, entre el pueblo y la gente sencilla, apenas la sobrevivencia como meta exigida por la rudeza de la realidad. Y en esas difíciles circunstancias no parece oportuno desearse felicidades.

Vivimos en una economía deshumanizada y torpe, basada en el egoísmo y el espíritu de competencia, en el que algunos ganan y la mayoría pierde, y bajo un sistema político ensombrecido por violencia, autoritarismo y mentira; así, parece que desearse felicidades para el cercano porvenir es un contrasentido.

Pero no: desde abajo, como suceden los grandes cambios sociales, aparecen muchos signos de aliento a diversos niveles sociales, que hacen renacer esa virtud cardinal que tenemos marcada con fuego, que es la esperanza. Me refiero a muchas manifestaciones renovadoras, pero en especial al movimiento #YoSoy132; también a la sorpresiva y sorprendente marcha de las bases zapatistas en Chiapas, al surgimiento de una forma moderna de opinar y comunicar no sujeta al control estatal, a través de las redes sociales, y principalmente a la voluntariosa decisión de organizar un partido nuevo en 2013, con el comprometedor nombre de Movimiento Regeneración Nacional. Se trata de un movimiento que pretende ser, además, un partido político con posibilidades, a partir de 2014, de participar sin necesidad de registros ajenos en las elecciones, y esa es sin duda la buena nueva en estos tiempos canallescos.

No es una ilusión propia de estas fechas de euforia decembrina; es retomar lo mucho que sobrevivió a los esfuerzos anteriores para continuar la lucha por el cambio. Costará trabajo y sacrificio, pero es posible; será un partido que se propone ser diferente de los ya existentes y que pretende, además de llenar las formalidades complicadas exigidas por la amañada legislación electoral, conservarse como movimiento.

Sin medias tintas, Morena busca un cambio pacífico, pero radical; para ello es exigente con sus organizadores y simpatizantes, les da el honroso nombre de protagonistas del cambio, pero les exige trabajo. Es necesario que el año próximo tengan lugar 32 asambleas estatales que serán observadas con lupa por los funcionarios del Instituto Federal Electoral, que están para servir al sistema y no para facilitar la participación y la democracia.
 
Se exige esfuerzo, pero no hay trabajo sin fruto; el pueblo de México requiere un instrumento que rescate la esperanza. Ciertamente, los hechos repetidos en cada proceso electoral no son para animar a nadie, pero se necesita más que un fraude, más que la amenaza o la violencia para doblegar a un pueblo decidido que quiere gobernarse a sí mismo y superar los viejos vicios del sistema, que son la corrupción, la simulación y el autoritarismo.
Morena será una organización de ciudadanos que creen en los principios constitucionales y pretenden participar en política por ellos mismos; para ello el partido que está en vías de constituirse requiere de unos estatutos que en sus grandes lineamientos ya fueron aprobados, de una estructura orgánica que fue electa libremente y ya está trabajando, pero principalmente de principios.
 
El vicio de los viejos partidos, su error y su traición, consistió en abandonar principios y preferir moverse en el escenario político por puro pragmatismo. Para el común de los políticos, los cargos, puestos y porciones de poder son para figurar y disfrutar de ventajas y dinero. Morena no se propone, a partir de convicciones de justicia, de patriotismo, de equidad y de libertad, alcanzar el poder para emplearlo en la regeneración de la nación que está destruida por la perdida de valores y por los pésimos gobiernos que hemos tenido; se trata de regenerar, de rehacer lo destruido.
 
No sólo la estructura jurídica que debe corregirse; no sólo tampoco revertir las prácticas injustas en materia económica, que permiten la explotación de la gente y de la naturaleza, sino ir más allá y regenerar a fondo el sistema en su totalidad. Necesitamos leyes sencillas, fáciles de entender y justas; rehacer la economía a partir de una distribución equitativa de la riqueza, desterrar corrupción y codicia, pero principalmente buscamos restituir la vida de la nación a partir de valores superiores, defensa de la soberanía en las relaciones internacionales, responsabilidad, respeto, libertad y solidaridad en lo interno. A eso va Morena: a que México vuelva a ser un pueblo en el que todos podamos con alegría desearnos para el futuro cercano felicidad y prosperidad compartidas.
¿Por qué el PRI otra vez a Los Pinos?

Víctor Flores Olea
Algunas de las preguntas más repetidas hoy en México son las siguientes: ¿qué ofrecen los partidos políticos? ¿Por qué el PRI volvió a ganar las elecciones? ¿Cómo y en qué contribuyen los partidos a la democracia?
 
Obviamente se escuchan diversas respuestas. Sobre la primera pregunta casi siempre son terriblemente negativas. Los partidos cuestan demasiado dinero y contribuyen miserablemente al desarrollo de México y a la democracia. No es que ese papel negativo sea exclusivo de México, pero el país no se queda atrás en el repudio tan generalizado en el mundo a los partidos.

Para otros resultan casi exclusivamente una coartada de los centros de poder de hecho (sobre todo los grandes intereses económicos) para controlar por medio de los partidos las decisiones que más importan al país. Para otros resultan también una coartada para simular una inexistente democracia en México.

Es obvia la respuesta a la siguiente pregunta: los grandes intereses de facto han estado prácticamente siempre, en el ya largo tiempo posrevolucionario, detrás del PRI, y combinándose con sus jefes políticos llevando a cabo los grandes negocios, acumulando fortunas que han sido fuente de las nuevas y enormes diferencias sociales y de riqueza entre los distintos sectores. Con la cauda de problemas de toda índole que de ello se derivan.

En realidad, estos mismos opinadores dirían que, en definitiva, la explicación de la perpetuidad del PRI en el poder estaría principalmente vinculada a su amalgama de intereses con las distintas capas sociales y, sobre todo, con las capas de la población más enriquecidas. En 2000, cuando se dio la absurda esperanza foxiana, en realidad se debió al hartazgo de un poder priísta superprolongado (70 años en el poder), y a la miseria intelectual y a la mediocridad a toda prueba de los últimos gobiernos de ese partido, sobresaliendo el de Ernesto Zedillo. Por supuesto que tienen parte de verdad quienes así dicen, como la tienen aquellos otros (multitud) que sostienen que la longevidad del PRI en el poder, e incluso ahora su retorno a Los Pinos, se debe a su mucho mayor capacidad que los otros partidos para organizarse (también políticamente), lo que le permitiría a este partido poner en movimiento en la práctica amplios frentes políticos y de intereses muy difíciles de derrotar, y mucho menos con la casi exclusiva base en las urnas, tan fáciles de manipular por dichos intereses (sobre todo, según se ha visto, para impedir la llegada de cualquier fuerza de izquierda al poder).

Estas reflexiones tienen más que una pizca de verdad. Pero yo añadiría un par de elementos que completan el cuadro. El primero sería el sentido de permanencia, o si quieren ustedes el sentido de largo plazo, que de todos modos contienen las propuestas priístas. El segundo tendría que ver con la capacidad innegable de ese partido para ocupar los espacios de los otros partidos, o de hacer suyos planes y programas que de origen no han sido priístas durante muchos años. Me parece que tal cosa ocurrió recientemente con el Pacto por México, que contiene un conjunto de principios y propuestas de modificación política, aun de rango constitucional, que han venido sosteniendo desde hace años incluso las corrientes democráticas más definidas del país. No digo que las más radicales, pero sí aquellas que han constituido un cuerpo de ideas permanentes de las corrientes liberales y progresistas de México.
 
No digo que el Pacto por México de Peña Nieto esté directamente inspirado en las ideas dominantes de la izquierda mexicana, pero sí contiene elementos que han surgido también de ese sector del espectro político. Por eso no resultó tan forzada la idea de que lo suscribiera el PRD de los chuchos, ya que se ofrecía en eso un continuo programático que no resultaba deleznable. Aunque en otros aspectos las posturas resultaran absolutamente incompatibles, por ejemplo, el anuncio de Enrique Peña Nieto durante su campaña de que privatizaría Pemex, aunque ya en la versión final del pacto se matiza y se concibe de otra manera el papel de Pemex en el desarrollo nacional.
 
En la parte correspondiente, recordemos que el pacto sostiene que “se realizará una reforma energética que sea motor de inversión y desarrollo (…) y que convierta a ese sector en uno de los más poderosos motores del crecimiento económico a través de la atracción de inversión, el desarrollo tecnológico y la formación de cadenas de valor (…) Los hidrocarburos seguirán siendo propiedad de la nación. Se mantendrá en manos de la nación, a través del Estado, la propiedad y el control de los hidrocarburos y la propiedad de Pemex como empresa pública. En todos los casos, la nación recibirá la totalidad de la producción de hidrocarburos...” Y todavía: Se realizarán las reformas necesarias, tanto en el ámbito de la regulación de entidades paraestatales, como en el del sector energético y fiscal para transformar a Pemex en una empresa pública de carácter productivo, que se conserve como propiedad del Estado, pero que tenga la capacidad de competir en la industria hasta convertirse en una empresa de clase mundial. Para ello, será necesario dotarla de las reglas de gobierno corporativo y de transparencia que se exigirían a una empresa productiva de su importancia.
 
Naturalmente que en estos párrafos existe buen número de expresiones de la mayor ambigüedad, por eso es que todavía debe batallarse sobre este punto y muchos otros del famoso pacto, para que su aplicación práctica se haga en el sentido más progresista y liberal que sea posible. Y, en general, para lograr la aplicación de los acuerdos de partido que se han multiplicado, como decíamos, en su versión más progresista y liberal que sea posible (también los acuerdos por México que precedieron al referido pacto).
 
Buena estrategia del novel jefe del Ejecutivo al plantear programas comunes y lograr su firma por las principales corrientes políticas. Ahora queda a la ciudadanía en su conjunto batallar para que se cumplan de la manera avanzada que dio origen a los principales de esos objetivos.
 
A la memoria de José María Bulnes, gran chileno, mexicano y latinoamericano. Con todo el cariño para su familia.
 
 
Breve reflexión en torno al año que termina

Arturo Balderas R.
Tal vez lo más sobresaliente en Estados Unidos en el año que termina fue la relección de Barack Obama, después de una de las campañas electorales más largas, más agresivas y costosas en la historia de este país.
 
El perdedor oficial fue Mitt Romney, pero más de un observador destacó que la mayor derrota fue para el sistema democrático que tanto ponderan los estadunidenses. Sin ambigüedades, se puede decir que cada vez es más grosera la forma en que las elecciones son cooptadas por grupos e individuos cuyo poder económico decide quién y para quién se gobierna en el país. Las contribuciones de millones de votantes no han sido suficientes para contrarrestar las multimillonarias que aportan individuos y corporaciones cuyo fin continúa siendo imponer sus intereses particulares sobre los de la sociedad en general.

Otro hecho que destaca en el plano negativo de lo sucedido en 2012 es la insistencia de los sectores más conservadores en el Congreso en obstaculizar una y otra vez cualquier acuerdo que posibilite avanzar en propuestas en las que la mayoría de la sociedad sea beneficiada. Muestra de ello es el impasse en las negociaciones sobre las condiciones para distribuir más equitativamente la carga fiscal. Independientemente del acuerdo que se logre, es un mal presagio sobre futuras negociaciones entre un sector del Congreso y el Ejecutivo.

Entre las notas alentadoras del año que termina está la creciente participación de la comunidad de origen latinoamericano en todos los ámbitos. En la sociedad estadunidense hay cada vez una mayor conciencia de su importancia y del peso que ha cobrado su intervención en las definiciones que afectan, ya no sólo a los intereses de ese grupo social, sino a los de la sociedad en su conjunto. En el proceso electoral que concluyó fue una bocanada de aire fresco y llamó la atención de los legisladores de ambos partidos que ya se apuran a rescatar el proyecto de reforma migratoria como recurso para ganar ese sector del electorado. Cabe esperar que en esta ocasión no surjan nuevos pretextos para obstaculizarla. Lo contrario sería una muestra de la incapacidad para entender el significado y las consecuencias de esa participación.
 
Vale decir que, así como en la sociedad estadunidense llamó la atención la participación de los votantes latinos, también lo fue la marcha efectuada por miles de zapatistas en algunos poblados del estado de Chiapas. Su espectacular resurgimiento es un indicio de que el proceso de la transición democrática en nuestro país no tiene el mismo significado para todos. No está completo ni se agota mientras los beneficios del desarrollo dejen fuera a los millones representados simbólicamente por ellos. Pensar lo contrario sería una pésima lectura sobre una realidad que es más necia y evidente que cualquier elaboración teórica sobre las causas de su marginación. Por ahora, sólo resta desear un mejor año a usted, amable lector.

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