Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 20 de diciembre de 2012

La forma de gobernar del PRI (II)- La manera de gobernar del PRI

La forma de gobernar del PRI (II)

Peña en el Palacio Nacional. Foto: Miguel Dimayuga
Peña en el Palacio Nacional.
Foto: Miguel Dimayuga
MÉXICO, D.F. (apro).- El arranque del gobierno de Enrique Peña Nieto no podía ser de otra manera que con las viejas formas de hacer política del PRI, pero sobre todo las creadas por Carlos Salinas de Gortari: con el manejo de imágenes emblemáticas, con mensajes a los grupos de poder, con un control casi absoluto de los medios de comunicación y con acciones de pretendida autoridad que aún están muy lejos de concretarse.
Hace 24 años Salinas de Gortari llegó al poder entre la ilegitimidad y la ilegalidad de un triunfo cuestionado por los claros visos de fraude. Así que lo primero que hizo fue dar un golpe de mando, ir sobre sus enemigos (La Quina, Carlos Jonguitud, los seguidores de Cuauhtémoc Cárdenas, etcétera), afianzar a su partido en el Congreso de la Unión y, con bombo y platillo, lanzar dos programas: el Pronasol, con el que acabaría con la pobreza, y el económico, con el que catapultaría a México al primer mundo.
En el gobierno de Salinas el control de los medios también era absoluto, los cronistas de los diarios eran los portavoces de la figura y la palabra presidencial. El PRI manejaba el Congreso a su antojo y los sindicatos oficialistas seguían la orden que llegaba de Los Pinos con unas palabras que recordaban la extraordinaria novela de Miguel Ángel Asturias: “Si, señor presidente.”
Salinas era experto en el manejo de los escenarios. Su figura siempre resplandecía en las tribunas. Tanto que atrás del atril le pusieron un banquito y una adaptación en el tacón de los zapatos para hacerlo unos centímetros más alto.
Además adoptó la figura de Emiliano Zapata para ganarse la confianza de los campesinos y en cada foro temático realizado en Los Pinos o en Palacio Nacional enumeraba una las metas de su gobierno prometiendo nuevas vías de ferrocarril, autopistas, refinerías, hospitales, escuelas, viviendas, presas, empleos en el campo y en la ciudad.
Entre los reporteros de la fuente presidencial, incluso, había una broma en la que Salinas llegaba a un pueblo árido y supuestamente les preguntaba a los habitantes: “Agua quieren, agua tendrán”, decía poniendo las manos hacia el frente como si fuera un Mesías anunciando el nacimiento de un río.
Esas mismas maneras de mover las manos, de estructurar los mensajes y las figuras son la que está siguiendo Enrique Peña Nieto. Parece el mismo modelo salinista pero con las variantes de la actualidad.
La imagen del 1 de diciembre en el Palacio Nacional no puede ser más elocuente. En medio de un escenografía montada especialmente para resaltar su figura, con mil 500 invitados (empresarios, clérigos, dueños de los medios, líderes sindicales, representantes de asociaciones civiles, gabinete legal y ampliado, gobernadores, dirigentes del priismo actual y de antaño, así como de otros partidos) Peña Nieto lanzó su programa de gobierno con la misma forma salinista de enumerar objetivos que cumplir bajo ejes transversales.
Si se hubiera tenido una imagen de Salinas llegando en 1988 al Palacio Nacional comparándola con la de Peña Nieto se hubieran podido notar las grandes similitudes –salvando los tiempos- entre los actos de cada uno de ellos.
Luego, en los días siguientes, la parada militar y los anuncios de los distintos programas de seguridad, hacendario, educativo, etcétera., no hace más que recordar la forma salinista de gobernar.
Enrique Peña Nieto es una imagen “remasterizada” de algunos antiguos presidentes de la República surgidos del PRI. La forma de manejar las manos es la de López Mateos; la manera de vestirse con toda pulcritud, de Ruiz Cortínez y Miguel Alemán; el discurso grandilocuente, de López Portillo; y el manejo de escenografía y de mensajes políticos, de Carlos Salinas de Gortari.
Falta ver si seguirá la misma línea dura de Gustavo Díaz Ordaz contra los movimientos sociales y la de negociación política salinista. Pero todo indica que así será, veremos al PRI ordenando en Los Pinos y lanzando su mensaje de poder desde el Palacio Nacional, el cual será repetido hasta el cansancio por sus nuevos socios del poder: los dueños de los medios de comunicación.
 

La manera de gobernar del PRI

Liberan a 56 estudiantes acusados de participar en los disturbios del 1 de diciembre. Foto: Eduardo Miranda
Liberan a 56 estudiantes acusados de participar en los disturbios del 1 de diciembre.
Foto: Eduardo Miranda
MÉXICO, D.F. (apro).- Para algunos jóvenes, los 12 años que el PAN estuvo en el gobierno quizá les impida tener claro cómo fue la forma de gobernar del PRI durante su reinado de 71 años, pero en las primeras horas de su regreso presidencial podrán haberse dado cuenta claramente de esas maneras con las cuales se mantuvo tanto tiempo en el poder: por una parte, con la cara negociadora ante los grupos de poder, y por otra, con la mano represiva hacia los movimientos sociales que nunca le han gustado y mucho menos aceptado.
Durante estas siete décadas el PRI desarrolló diversas estrategias con las cuales fue capaz de llegar a acuerdos con todos los grupos de poder: Iglesia, empresarios, medios de comunicación, crimen organizado, sindicatos, grupos armados, partidos y agrupaciones políticas.
Como negociador en el poder supo ofrecer lo que las partes necesitaban para mantenerse, pero estableciendo los límites de influencia a cada una de ellas.
Por ejemplo, al narcotráfico le dio los espacios necesarios para que desarrollaran el negocio de cultivar y comercializar mariguana, goma de opio y cocaína a cambio de no violentar la vida social. Así funcionó hasta la llegada del PAN, que rompió los antiguos acuerdos y fracasó en sus propias negociaciones.
Otro ejemplo es el de Carlos Salinas de Gortari, quien le dio a la Iglesia católica el reconocimiento legal después de más de medio siglo de relaciones cortadas, pero acotó su influencia política prohibiendo que tuvieran un partido o candidatos a puestos de elección popular. Mientras tanto, a Carlos Slim le vendió Telmex, la base de su imperio, que hoy solo tiene como límite las mayores ganancias en cualquier parte del mundo.
Antes, Gustavo Díaz Ordaz asumió la carga histórica de la matanza en Tlatelolco limpiando de cualquier responsabilidad al Ejército, mientras que Miguel Alemán le dio a la incipiente Televisa las licencias para explotar el espectro público del que ahora es dueño y señor Emilio Azcárraga Jean.
En los años 70, Luis Echeverría cambio las leyes electorales para darle cabida legal a la lucha de decenas de grupos guerrilleros, y una década después Salinas le reconoció al PAN sus primeros triunfos en el norte y centro del país, negociando con Vicente Fox la gubernatura de Guanajuato, y luego en 2000 el panista los sorprendió ganando la elección presidencial.
Ernesto Zedillo rescató de la crisis financiera a los bancos con el Fobaproa y el IPAB, dándoles millones de dólares y permitiendo que se violara la Constitución, apoyado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, quien autorizó el anatocismo, esto es, la usura, el cobro de intereses sobre intereses a miles de familias que perdieron autos, casas, departamentos y los ahorros de su vida.
Y mientras tendía lazos y establecía acuerdos y pactos con los grupos de poder, en las calles, barrios, comunidades y pueblos el PRI usó la mano dura contra todo movimiento social, campesino, indígena, sindical y estudiantil.
En las décadas de los cincuenta y sesenta reprimió el movimiento de los ferrocarrileros y médicos que salieron a la calle a buscar mejores prestaciones sociales. Luego, en 1968, lanzó al Ejército para aplastar al movimiento de los estudiantes en la plaza de Tlatelolco. Más tarde, en 1971, arrojó a las brigadas paramilitares “Los halcones” contra los estudiantes de la Normal Superior.
Durante las décadas de los sesenta, setenta y ochenta persiguió a los grupos guerrilleros que, ante la imposibilidad del cambio por la vía legal, tomaron las armas. Mil quinientas personas desaparecieron en la llamada guerra sucia, y a los responsables los dejaron libres a pesar de las pruebas que se tenían en su contra, como al general Arturo Acosta Chaparro.
Con el poder hegemónico, los priistas hicieron de los delitos de disolución social, motín y terrorismo la mejor excusa para la represión social y la desaparición forzada.
Hoy que regresa al poder, después de una ausencia de dos sexenios, parece que las cosas no han cambiado (perro viejo no aprende nuevos trucos, dice un refrán popular). Nuevamente el PRI tiene el control de los medios de comunicación y la jerarquía católica está de su lado, los mismo que empresarios y la mayoría de los gobernadores.
Por eso, a pesar de que Enrique Peña Nieto se maneja con un discurso conciliador y democrático, en los hechos se presentó con la vieja manera de gobernar de su partido: con el garrote y la mano dura contra las movilizaciones y protestas sociales, y la negociación y pactos con los grupos de poder.

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