Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 15 de octubre de 2011

Esa ciudadanía tan elusiva- Seguridad con tecnocracia

Esa ciudadanía tan elusiva
Gustavo Gordillo /III
Dos hechos ocurridos esta semana nos recuerdan por si hace falta dos de las más graves crisis que convergen en la coyuntura actual.
Por un lado, un grupo de más de 40 políticos, intelectuales y académicos publican un desplegado donde argumentan en favor de gobiernos de coalición. Se trata de un grupo heterogéneo donde convergen quienes ven en los gobiernos de coalición una forma de reforzar el presidencialismo –la iniciativa del senador Beltrones es clara al respecto– y quienes conciben los gobiernos de coalición como el tránsito hacia un régimen semi-presidencial o parlamentario –como es el caso de Cordera, Woldenberg, Becerra, y otros firmantes de un documento producido hace más de un año por el Instituto de Estudios para la Transición de la Democracia intitulado Equidad social y parlamentarismo.
La polémica desatada por el manifiesto Por una democracia constitucional ha coincidido con el debate de la minuta de reforma política enviada por el Senado a la Cámara de Diputados. Lo que han terminado por parir es un pequeño ratón contrahecho. Ambas circunstancias –el manifiesto y el debate legislativo– ilustran por si hiciera falta la crisis de representación política que viene acompañando a nuestro país desde hace dos décadas, pero que ahora ha llegado a una situación extremadamente peligrosa. Los tres partidos principales están fuertemente divididos en su interior y en consecuencia ninguno representa una posición coherente. La principal divergencia que tiene por centro el cómo acceder o conservar el poder político, responde por vías alternativas a la pregunta de cómo gobernar la pluralidad.
El otro hecho de la coyuntura actual ha sido el diálogo promovido por el Movimiento por una paz con dignidad y justicia con el poder ejecutivo. Aquí no sólo se expresa la profunda crisis de seguridad pública con su horripilante cauda de muertos y víctimas; y también de corrupción, degradación y dispendio de las energías morales de una sociedad. Javier Sicilia en un artículo en Proceso (11 septiembre 2011) usa el concepto de Camus de amor abstracto para caracterizar al presidente Calderón en su guerra contra el crimen organizado: “En nombre de la protección de los jóvenes de la droga… desencadenó una guerra que ha cobrado más de 60 mil vidas…Para Calderón los jóvenes muertos…son un mal necesario cuya justificación es su amor por ellos”. La crisis de seguridad muestra además la fragilidad de un Estado fragmentado y colonizado por diversos poderes fácticos.
Pero en el trasfondo de ambas crisis se resienten los signos ominosos de la crisis económica que nos viene de afuera pero también ha estado presente entre nosotros en los últimos 20 años. La pregunta clave es por qué hemos tenido ese crecimiento mediocre. Dos respuestas despuntan. La primera expresada por Ros y Moreno (FCE, 2010) reside en la baja tasa de inversión influida por cuatro factores: baja inversión pública particularmente en infraestructura, apreciado tipo de cambio real, ausencia de política industrial y carencia de financiamiento bancario. Otra respuesta, a mi parecer complementaria, y desde la economía política la proponen Santiago Levy y Michael Walton (Palgrave, 2009) la ubican en un régimen rentista basado en profundas desigualdades y sostenidas por un equilibrio político que comparte esas rentas.
En cualquier caso lo que es evidente es que sea por el lado de la crisis de representación, de la crisis de seguridad o por los problemas de estancamiento económico y desempleo; se requiere un cambio de régimen que sólo puede provenir de la conjunción de una coalición de partidos y de una coalición de ciudadanos animados por una plataforma mínima común y un compromiso ético de gran envergadura. En mis siguientes colaboraciones exploraré las condiciones de esa conjunción pero desde el lado de la movilización ciudadana.
Seguridad con tecnocracia
Jorge Carrillo Olea
Una de las más lamentables expresiones de la tecnocracia es creer que con la formulación de documentos sobre determinada materia ésta será abordada y solucionada eficazmente. Si esto fuera cierto, se podría decir que todo se resolvió desde que aparecieron los planes, programas, estrategias, objetivos, metas, acciones y demás, por allá del lopezportillismo con su Plan Global de Desarrollo que tronó a Ricardo García Sainz como secretario de Programación y Presupuesto para encumbrar a Miguel de la Madrid.
El final de dicho plan fue de éxtasis. Predecía que para el término de ese sexenio la economía del país sería equivalente a la española. Predicción seguramente apoyada en el boom petrolero del que disfrutó y derrochó esa administración que casi acabó con el país. Un gran equívoco es querer aplicarla a materias sociales tan complejas como la seguridad pública y así estamos viendo los resultados.
Peor aún, porque de haberse aplicado ese discernimiento a la inteligencia criminal, que hubiera sido un campo propio y no se hizo, quizá otras serían nuestras realidades. Una prueba de esta visión de un gobierno tecno/papel es el Programa para la Seguridad Nacional 2009-2012 del Cisen, documento del que sólo se imprimieron 150 ejemplares, como si esa materia se pudiera programar. Es interesante, ya que identifica como amenazas a la seguridad nacional a la delincuencia organizada, el narcotráfico, grupos armados, terrorismo y vulnerabilidad de las fronteras.
Se cumplió con el rigor de la ley que ordena planificar hasta lo imposible y curiosamente fueron muy atinados en el diagnóstico, lo sorprendente es que de tal juicio no pudieron concretar nada como respuesta. El programa abunda en florilegios jurídicos y reglamentarios para dar sustento a absurdas teorías en materia de decisiones, asesorías y consultas, planeación y análisis, vinculaciones, objetivos específicos y líneas de acción. En concreto nada que alejándose de esa presunción aterrizara en la realidad. Tecnocracia pura.
Lamentablemente no podría esperarse otra cosa cuando las instituciones, celosamente desarrolladas en otros días fueron desaparecidas, deformadas y hasta prostituidas por las administraciones de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón. De sus restos se obtienen hoy los resultados más desconcertantes por su falta de objetividad y acción en los debidos niveles de responsabilidad.
Los órganos responsables de la materia en el plano nacional están volcados en problemas de carácter municipal o estatal, descuidando su espacio racional que es la complejidad del problema en su conjunto. Ante las gravísimas condiciones del momento, como lo que se está viendo en Veracruz y Guerrero, se podría justificar cualquier medida, pero eso no debe disimular que son resultado de no ser advertidas con la oportunidad y precisión que se hubiera demandado. Los árboles no les dejaron ver el bosque.
De estas confusiones y deformaciones puede ser evidencia la manera de conducir su nueva tarea el señor Alejandro Poiré. Él llega de la academia, cargos light en el Instituto Federal Electoral y en Gobernación. Su delgada visión del país se forma mientras fue vocero de un solo tema: el crimen. Llega al Cisen hundido y nutrido sólo por esa visión y no entiende los alcances políticos de ese organismo, lo gobierna como él lo siente, que es su equivocada concepción de la tarea. Gravísima confusión para el país, para el Cisen y para el propio señor Poiré.
A estas alturas del sexenio, ¡qué se podría decir! No queda más que esperar con dolor y paciencia a que este desastre acabe con la pobre esperanza de que haya un futuro razonablemente mejor.

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