Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 15 de octubre de 2011

Domingo, día mundial de la alimentación- COMO VEN- Hambruna amenaza a 60 mil en el agro de Durango

Domingo, día mundial de la alimentación
Hambruna amenaza a 60 mil en el agro de Durango
La sequía, causa de la escasez, la cual orilla a robar hasta vacas flacas
No es abigeato, es saqueo por necesidad: alcalde
El gobierno estatal colecta víveres
Foto
La sequía que azota gran parte del territorio nacional ha causado la muerte de miles de cabezas de ganado. La imagen fue captada en Fresnillo, ZacatecasFoto Alfredo Valadez
Saúl Maldonado
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 15 de octubre de 2011, p. 2
Durango, Dgo., 14 de octubre. La sequía que azota la entidad desde hace más de un año ha provocado que al menos 60 mil habitantes del campo sufran grave escasez de alimentos, por lo que el gobierno del estado inició una colecta de víveres en esta capital, con el fin de enviarlos a familias de la zona rural. Hay que evitar la hambruna, dijo el gobernador Jorge Herrera Caldera.
En el Colegio de Bachilleres La Forestal, el Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) inició la colecta para atender las necesidades de al menos 169 comunidades rurales del semidesierto –en el norte–, la zona indígena, Los Llanos y el valle del Guadiana.
Marco Antonio Aguilar Martínez, director del DIF, comentó que es de gravedad la situación, por lo que es momento de actuar, antes de que se llegue a la hambruna.
Raúl Piedra Macías, alcalde de Poanas, informó que la escasez en algunas comunidades del municipio ha orillado a los lugareños a robar vacas flacas en algunos ranchos para tener qué comer. Ya no es abigeato, es saqueo por necesidad, apuntó.
El ganado se encuentra flaco y poco a poco va muriendo. Por eso quienes se lo roban para comérselo sólo se adelantan a lo que va a suceder, sin que ello justifique la acción, comentó el edil.
La colecta de víveres arrancó este viernes y concluirá el próximo día 28. La plaza de armas y las oficinas del DIF serán los sitios de acopio. También habrá visitas a escuelas para pedir el apoyo de alumnos y padres de familia.
Al mismo tiempo, todas la secretarías del gobierno estatal realizarán actividades para recolectar provisiones, que serán entregadas al DIF, y éste a su vez hará despensas para enviarlas a los poblados rurales.
Aguilar Martínez destacó que en los recorridos realizados por personal del DIF se ha detectado la escasez de alimentos en al menos 60 mil habitantes, pero no se descarta, abundó, que la cifra aumente. Por lo pronto, agregó, ya se atienden las comunidades donde hay dificultades para conseguir que comer.
En rueda de prensa, Herrera Caldera aclaró que aún no existe hambruna en Durango, pero que el gobierno a su cargo y el DIF trabajan para evitar llegar a ese extremo.
Se malogran cosechas
A su vez, Carlos Matuk López de Nava, secretario de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural de la entidad, apuntó que en Durango unas 170 mil hectáreas de siembra de frijol son de productores que utilizan la cosecha para autoconsumo.
Sin embargo, este año la falta de agua ha provocado que ciento por ciento de estas tierras se hayan visto afectadas; muchos no sembraron y a otros se les secó la planta ante la escasez de lluvias.
Esta situación ha propiciado que los pobladores afectados busquen ayuda. Algunos, agregó el funcionario, aún tienen algo de frijol guardado de la cosecha del año pasado, pero la mayoría ya no, por lo que requieren programas de empleo temporal para mitigar los efectos de la sequía.
Cría de ganado y siembra, dañadas
La sequía en Durango ha provocado que de 240 mil hectáreas habitualmente destinadas al cultivo de frijol, este año sólo se sembraran unas 180 mil.
De éstas, ciento por ciento sufrió daño por la falta de lluvias, pero sólo 60 por ciento presenta pérdida total; en el restante 40 el perjuicio es menor, pero aun así el grano será de baja calidad.
Para cultivo de maíz se destinan unas 220 mil hectáreas, de las cuales se sembraron 170 mil, y todas sufrieron daños; aunque no se logró el grano, sí se usa como forraje.
En cuanto a la siembra de avena forrajera, en 2011 el número de hectáreas creció de 116 mil a 145 mil. Pero la ausencia de lluvias ocasionó que un porcentaje elevado de las cosechas no prosperaran y la producción fuera mínima.
Por lo que hace a la ganadería, el hato es de un millón 100 mil cabezas. Hasta ahora, según Herrera Caldera, Durango es de las entidades que menos muertes de animales registra, con más de 10 mil.
No obstante, 80 por ciento del ganado está flaco, y ante la falta de alimento tanto en los agostaderos como de pacas de alfalfa, aunado a la carencia de agua, los criadores venden los animales en pie a un precio hasta de cuatro pesos por kilo, cuando la tarifa normal oscilaba entre 10 y 12 pesos.
Son ventas desesperadas, señaló Heriberto Quiñones, presidente de la Unión Ganadera de Durango, quien explicó que el productor prefiere ganar unos pesos antes de que los animales se mueran. Algunas reses están tan flacas que sólo sirven para carne de hamburguesas, indicó.
Hambre: realidad lacerante
Es poca o nula la relación que guarda la reforma constitucional que reconoce el derecho a la alimentación en el país –promulgada el pasado jueves en el Diario Oficial de la Federación– con una realidad nacional como la presente, lacerada por la pobreza y el hambre. Un botón de muestra desolador es lo que ocurre en Durango, donde las persistentes sequías registradas desde hace más de un año han dejado a más de 60 mil habitantes de entornos rurales sin comestibles suficientes para subsistir, y en donde el gobierno estatal se ha visto obligado a realizar colectas de víveres para paliar en alguna medida la tragedia social.
Lo que ocurre en Durango no es un hecho aislado. El hambre en el país se ha incrementado, incluso en las cifras oficiales en la materia: según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social, durante 2010 unos 28 millones de mexicanos enfrentaron carencias en acceso a los alimentos, indicador que subió en casi cinco millones respecto de la anterior medición, en 2008.
Sin desconocer que la actual escalada de hambre en países como el nuestro involucra factores coyunturales y climatológicos, como las sequías, sería erróneo atribuir la persistencia de ese flagelo a ese tipo de variables. Al contrario, el incremento de ese fenómeno en México y en otras naciones de la región y del mundo coincide, significativamente, con un escenario de volatilidad y alzas históricas en los precios internacionales,, que registran incrementos de hasta 130 por ciento respecto del periodo 2000-2005 y de 3.1 por ciento con relación a los observados durante la crisis de 2008, según un informe anual de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
La circunstancia descrita representa una descalificación rotunda a la política alimentaria vigente, consensuada e impuesta desde hace casi tres décadas desde los centros del poder económico mundial, y cuyo acatamiento ha implicado, en naciones como la nuestra, el desmantelamiento del apoyo estatal a la pequeña agricultura, el fin de los incentivos a la producción y el consumo internos, la preconización del libre intercambio comercial y, en consecuencia, la pérdida de soberanía en ese aspecto, el sometimiento de la población a los vaivenes del mercado y la multiplicación de la población en situación de hambre.
En el caso concreto de México, la gravedad del escenario internacional se conjuga con los efectos negativos de la aplicación del modelo neoliberal: el gobierno ha renunciado a proteger la economía popular y carece de las políticas sociales necesarias para contrarrestar en alguna medida los efectos de la carestía en los alimentos de los mexicanos, y que representa una amenaza para la estabilidad social y política de la nación. La continuidad acrítica del actual rumbo económico y agrícola ha llevado a las autoridades incluso a proponer y adoptar, como soluciones, medidas como el incremento en las importaciones de granos y el abatimiento de aranceles a productos agrícolas, las cuales ahondan la alarmante postración del agro mexicano, agudizan la pérdida de autosuficiencia alimentaria y terminan por multiplicar y extender el problema del hambre.
En la actualidad, la solución efectiva a la carestía de alimentos pasa por el apoyo gubernamental a los pequeños productores, a fin de recuperar, con ello, el terreno perdido en materia de autosuficiencia. Importar alimentos de otros países podrá resultar más barato que producirlos en el nuestro, y los subsidios y las barreras arancelarias podrán ser vistos casi como pecados por la ortodoxia neoliberal. Pero en el momento actual debe imponerse el sentido común: las autoridades deben entender que la salvaguarda de la seguridad alimentaria y la realización del derecho constitucional a la alimentación tienen un costo que debe ser asumido por el Estado. De otra manera, se estarán preservando condiciones que hacen imposible no sólo el cumplimiento de la reforma recientemente promulgada, sino también la realización de metas como la democracia, la justicia y la paz social.
Hambre de alimentos y de estabilidad
José Graziano da Silva
Raras veces el Día Mundial de la Alimentación (16 de octubre) se ha celebrado en un ambiente de tal incertidumbre.
Los mayores niveles de volatilidad de los precios agrícolas en las últimas décadas y la velocidad de las fluctuaciones amenazan a los productores y consumidores.
El índice de la FAO sobre precios de los alimentos ha tenido altos y bajos acentuados desde 2006, cuando un continuo aumento impulsó los precios a un récord histórico a mediados de 2008. Los precios bajaron notoriamente en el segundo semestre, pero al año siguiente se reanudó un movimiento ascendente, que se agudizó en 2010 hasta alcanzar un nuevo nivel nunca antes visto. Allí es donde nos encontramos ahora.
Cuando los precios cambian en direcciones opuestas con la misma fuerza en un corto tiempo, es muy difícil no cometer errores en el cálculo de las operaciones agrícolas. Ello puede surgir tanto de un excedente de siembra como de una inversión insuficiente.
En este ambiente de incertidumbre el hambre también amenaza con invadir el hogar de millones de familias que viven en la cuerda floja, a veces por encima y, a veces, por debajo de la línea de pobreza.
Casi una de cada siete personas en el mundo pasa hambre en el siglo XXI. Casi 80 por ciento de la humanidad vive con menos de diez dólares por día.
El último informe de la FAO sobre la situación de hambre en el mundo (http://www.fao.org/publications/sofi/es/) indica que la reanudación de las inversiones en la agricultura y la seguridad alimentaria en los países pobres y en desarrollo es un requisito para asegurar el bienestar de miles de millones de personas en un entorno de altos precios y de persistente volatilidad.
El fomento de la agricultura familiar y la recuperación de alimentos tradicionales son estrategias que reducen la dependencia de los volátiles mercados de commodities, generan ingresos y trabajo y ofrecen una diversificación de la dieta saludable.
El complemento de este apoyo a la producción es el fortalecimiento de las redes de seguridad social, una forma de ayuda inmediata a las familias vulnerables que puede estimular los mercados locales.
Donde hay hambre en el campo, hay comunidades rurales agobiadas económicamente, como la vegetación seca de un campo sin agua. Políticas de transferencias de ingresos actúan como lluvia en esta tierra seca, permitiendo que vuelva a florecer.
Sembrar, cosechar y consumir es lo que hace girar la rueda de la economía de millones de pequeñas comunidades en el planeta.
Llevado a una escala más amplia –y acompañado de crédito, asistencia técnica y mercados garantizados– ese foco no sólo responde a la urgencia del hambre, sino también puede ser uno de los motores para superar las crisis e impulsar el desarrollo de los países.
No podemos percibir este esfuerzo como algo desconectado de la crisis, sino como un elemento que puede aglutinar los gobiernos, la sociedad civil y la iniciativa privada y entregar coherencia a la reordenación mundial social y productiva requerida por la crisis.
José Graziano da Silva es representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe, y director general electo de la organización. Asume el cargo en enero de 2012.

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