Nueva guerra sucia, duelo sin fin
Víctor M. Quintana S.
La desaparición de un ser querido es duelo que no termina. A diferencia de la muerte cierta, es un continuo renacer y fenecer la esperanza. Duelo sin fin que viven cientos de familias mexicanas desde que se inició esta guerra contra el crimen organizado.
Si la imposición de regímenes dictatoriales o autoritarios en los años 70 en América Latina desató la guerra sucia de los estados represores contra los disidentes armados o pacíficos de la izquierda, y significó el asesinato o la desaparición forzada de miles de ellos, la guerra contra el narcotráfico en México entraña la desaparición de miles de personas, no por disentir con el régimen, sino por estorbar a los objetivos ilegales de criminales, policías o militares. Es la nueva guerra sucia.Siguen sin ser presentados los hermanos Carlos José y José Luis Guzmán Zúñiga, secuestrados por el Ejército en Ciudad Juárez, Chihuahua, en noviembre de 2008. Lo mismo sucede con los jóvenes Nitza Paola Espinoza, Rocío Irene Alvarado Reyes y José Ángel Alvarado Herrera, detenidos el 29 de diciembre de 2009 por militares en el ejido Benito Juárez, municipio de Buenaventura. Este último caso se encuentra ya en la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos. La impunidad de que gozan los responsables de estas privaciones ilegales de la libertad es lo que permite que se reproduzcan y multipliquen nuevas desapariciones forzadas. Ciudad Cuauhtémoc, tercera población del estado de Chihuahua, aparentemente era de las localidades menos afectadas por la violencia y los homicidios, pero en el curso de cuatro meses el terror ha sentado sus reales, por las múltiples desapariciones de personas.
Domingo 19 de junio. En Ciudad Anáhuac, sección municipal de Cuauhtémoc, la familia Muñoz celebra en su modesto domicilio el Día del Padre, cuando un sujeto armado dispara afuera de la vivienda donde se realiza el convivio y agrede física y verbalmente a integrantes de la familia. Éstos solicitan el apoyo de la policía de la localidad, que se niega a intervenir, alegando relación de amistad con los agresores. En señal de protesta, uno de los miembros de la familia sustrae la patrulla y la deja a unas cuantas cuadras. Los policías, sumamente molestos, solicitan refuerzos para ir en su búsqueda y reportan que la familia los golpeó.
Cinco horas después, alrededor de las 21:30, la familia continúa en el convivio y llega un grupo de 10 a 12 vehículos, seis sujetos armados descienden de ellos y allanan la casa, mientras el resto permanece afuera y mantiene comunicación mediante radios de onda corta y claves numéricas propias de los cuerpos policiacos. Los agresores someten con lujo de violencia a miembros de la familia Muñoz y amigos. Golpean a los hombres, amenazan a las mujeres y niños, destrozan la casa. Finalmente, esposan y se llevan a todos los varones presentes: al padre de familia, Toribio Muñoz González; cuatro de sus hijos, Guadalupe Muñoz Veleta, Jaime Muñoz Veleta, Óscar Muñoz Veleta y Hugo Muñoz Veleta; su yerno, Nemesio Solís González, y dos sobrinos, Luis Romo Muñoz y Óscar Guadalupe Cruz Bustos.
Dos días después, el 21 de junio, un comando penetra a la fuerza al Centro de Rehabilitación de Adicciones, Caadic, en la colonia Tierra Nueva de la cabecera municipal de Cuauhtémoc, y secuestra a por lo menos cinco internos, un trabajador y el director del mismo. Desde entonces no se ha sabido más de ninguno de ellos, y sus familias no proporcionan más datos, por las amenazas que han recibido.
A finales de julio desaparece de Ciudad Cuauhtémoc el abogado Mario Ibarra Rascón. Su padre, Mario Ibarra Rodríguez, ganadero, empieza a investigar la desaparición de su hijo. El 12 de agosto, Ibarra Sr. desaparece también en compañía de sus hermanos Artemisa y Jorge, quienes habían llegado de Ciudad Juárez a visitarlo y externarle su apoyo por la desaparición de su hijo. Previamente, en el mes de abril, otro hermano de ellos, Aristófanes Ibarra Rodríguez, residente en Los Ángeles, California, había sido secuestrado en un hotel de Guadalajara. Hasta ahora las autoridades no han dado cuenta de ninguna investigación sobre el paradero de los cinco miembros de la familia Ibarra.
Precisamente, una de las constantes en estas y otras desapariciones forzadas es la pobre o nula actuación de las autoridades de todos los niveles para esclarecer los casos. Otra, las amenazas sobre los deudos de las personas desaparecidas, que muchas veces culminan en la desaparición de otras más, o en el cambio de residencia de familias completas, la mayor parte de las veces a Estados Unidos, dado el clima de terror a que se ven sometidas.
Estamos en guerra, es inútil hacerse las ilusiones o discursear negándolo. Un nuevo tipo de guerra, posible sólo en el contexto de la globalización, por más que se libre principalmente en nuestro territorio. En ella miles de personas de la población civil sufren la muerte, la tortura, el despojo, la desaparición forzada, sin pertenecer a ninguno de los bandos en lid. Es necesario llevar a juicio a los responsables de este sufrimiento sin fin. Es necesario adoptar una política de Estado para atender a tantas víctimas.
¡Ni un paso atrás!
Jorge Camil
Según Reforma, el sábado pasado la guerra anticrimen había alcanzado la cifra de 10 mil ejecutados este año. “De acuerdo con el “ejecutómetro” de ese diario (¡a lo que hemos llegado!), un total de 10 mil 22 personas murieron en incidentes relacionados con el crimen organizado en los primeros nueve meses de 2011. Cuatro estados concentraban la mitad de las víctimas (Chihuahua, Nuevo León, Guerrero y Sinaloa). Y en los demás las cifras de 2010 habían sido rebasadas. El ejecutómetro no solamente lleva el meticuloso conteo de víctimas, sino que las separa en categorías diferentes:
La Jornada informó también, en marzo pasado, utilizando datos de la Sedena, que más de mil 300 menores habían muerto hasta entonces en la guerra de Calderón (bit.ly/rdBvE6). Y otros ejecutómetros, como el de Milenio, ajustan la cifra del sexenio en más de 50 mil. Algunos expertos en seguridad nacional, como Eduardo Guerrero, estiman con datos confiables que el sexenio podría terminar con más de 60 mil muertos. ¿Qué importan los números?, la cifra que fuere constituye una tragedia nacional.con mensaje,
policías,
decapitados,
torturados,
hombresy
mujeres. No se puede llevar una cuenta más rigurosa.
Revisando mis notas encontré un artículo publicado al inicio del sexenio, cuando los muertos eran 2 mil. De ahí fuimos in crescendo anualmente a 5 mil, 6 mil, 11 mil, y ahora 10 mil 22 en nueve meses. Mi columna de entonces se tituló
Cuerpo especial del Ejército(bit.ly/ooiTNR), y comentaba que José Luis Soberanes, Manlio Fabio Beltrones, Carlos Navarrete y la Comisión de Naciones Unidas para los Derechos Humanos se oponían a la intervención del Ejército en esta guerra. Y en especial a la creación de un cuerpo especial del Ejército que adquirió carácter institucional el 4 de mayo de 2007 por decreto presidencial. ¿Qué fue de esa unidad militar, ahora que el Ejército, la Marina, Estados Unidos y los paramilitares están involucrados? No obstante, Felipe Calderón estaba decidido. No ha dejado de creer por un solo minuto en la solución militar. No le ha temblado la mano. Para él no existe otro camino, ni tampoco hay estrategia de salida.
Algunos pensaron que hoy, estando igualmente involucrado con la relección del partido, soltaría la rienda. Pero fue lo contrario. Apretó el paso. Parece que la guerra será la bandera del PAN. (En días pasados escuché al presidente del IFE discutir con Carmen Aristegui los elaborados arreglos de seguridad nacional para conducir el proceso electoral. A nadie parece importarle que las elecciones se realicen así. Nos hemos acostumbrado. Todos arden en deseos de participar, la guerra es lo de menos.)
Regresando a Calderón, me pregunto si tendrá su propio ejecutómetro. ¿Se detendrá por las noches frente a un enorme tablero electrónico en su cuarto de guerra a contar los resultados?: tantos muertos, tantas organizaciones descabezadas, tantos capos extraditados, tantas drogas incautadas, tantas armas decomisadas… ¿Se habrá convertido en motivo de orgullo?
Lo pregunto porque en aras de esta guerra ha enfrentado todas las críticas, evadido (haiga sido como haiga sido) todos los obstáculos políticos y legales, exigido cuentas a todos sus colaboradores, firmado acuerdos cuestionables con Estados Unidos y permitido sobrevuelos militares extranjeros en territorio nacional. Ha sufrido todas las consecuencias y afrontado personalmente todos los peligros. En esas condiciones es obvio que para él no hay marcha atrás. Ya lo ha repetido en varias ocasiones: continuará disparando tiros hasta el último día de su mandato.
En aquella lejana fecha de 2007 le advirtieron los críticos que exponía al Ejército a un serio deterioro de imagen si no salía victorioso. Y está perdiendo la guerra. Sin estrategia de salida, que jamás se ha planteado por decisión del propio Calderón, se comentó que abandonando su firme tradición civilista las fuerzas armadas incurrirían en violaciones inevitables a los derechos humanos y contribuirían a una peligrosa militarización de la política. Hoy existen más de 3 mil quejas por violaciones a los derechos fundamentales y múltiples ejemplos de intervenciones castrenses en temas de la agenda política.
El predicamento de Calderón al inicio del conflicto fue tan específico como desalentador: ¿si no es el Ejército, quién? Y lanzó al Ejército, y al
cuerpo especial, y a la Marina y a la Policía Federal, y a los aviones no tripulados del Pentágono. Y aparecieron los paramilitares, que son una incógnita, porque pueden ser brigadas del Ejército con
licencia para matar, cuerpos armados por los gobernadores, grupos pagados por empresarios o fuerzas especiales del Tío Sam. Y ahora tendremos muchos más de 10 mil muertos este año.
Hoy los miembros del Consejo de Seguridad Nacional despiden con fanfarrias a las tropas que envían a recuperar la República con la gloria de los antiguos Césares romanos. Los despiden como a las legiones extranjeras que salían a engrandecer el imperio:
Veracruz Seguro,
Guerrero Seguro… Y nada está seguro. ¿Quién cerrará la puerta cuando fallezca la República?
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