Soriana, AMLO y la polarización
En esta semana, dos ataques a tiendas de la cadena Soriana –en Monterrey, Nuevo León, y en Mazatlán, Sinaloa– desencadenaron serias acusaciones contra la coalición Movimiento Progresista, que encabeza Andrés Manuel López Obrador.
En un comunicado que se publicó ayer en los diarios La Jornada, Reforma y El Universal, el grupo que preside Francisco Javier Bringas acusó a AMLO, a Ricardo Monreal Ávila y a Jesús Zambrano Grijalva de ser quienes han provocado los ataques contra su empresa.
“Señalamos de forma particular a los señores Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Monreal y Jesús Zambrano como responsables de todos los daños físico y materiales que tanto nuestro personal como nuestras instalaciones pudieran sufrir en la ejecución de manifestaciones que promueven e incitan, mismas que, lamentablemente, han intensificado su agresividad y violencia, causando molestias no sólo a colaboradores de Soriana sino a miles de clientes que son arbitrariamente obstruidos al momento de realizar su compras”, planteó el grupo.
También exigió que se frenen las “difamaciones” y publicidad negativa que afectan la imagen de la empresa y frenar lo que definió como “incitación a actos de violencia y división social”.
Por supuesto, el desplegado de Soriana tuvo una respuesta por parte del Partido de la Revolución Democrática, que pidió a los directivos de esa empresa a actuar con responsabilidad y apego a derecho.
“Los exhortamos a dejar de lado la calumnia y colaborar en la construcción de un mejor país”, planteó el PRD. “Soriana se coloca en una actitud defensiva y de gran irresponsabilidad al hacer estas temerarias acusaciones, totalmente falsas”, añadió, y también aclaró que luchar por la defensa del voto “no provoca división social, la división social la provocan quienes actúan fraudulentamente”.
El propio López Obrador escribió en su cuenta de Twitter (@lopezobrador_): “Los dueños del PRI pensaron que podían comprar la Presidencia y ahora su dinero ilícito los está desnudando. No me culpen a mí. Serénense”.
Lo cierto es que, en este caso como muchos otros que se han presentado antes, durante y después de la elección, no hay una autoridad que ponga freno a tan temerarias acusaciones.
No ayuda al ambiente, de por sí ya tenso en todo el país, que los empresarios acusen sin tener las pruebas en la mano, como tampoco ayuda que el Movimiento Ciudadano se enfrente a éstos en una guerra de descalificaciones y, encima, la autoridad se esconda.
Los encargados de la impartición de justicia deben investigar quién está detrás de los ataques a Soriana, pero también la autoridad electoral debe aplicarse y aclarar el caso de las miles de tarjetas de prepago que aparecieron el 1 de julio y que, supuestamente, fueron usadas por el PRI para comprar votos a favor de la causa de Enrique Peña Nieto, lo que significaría un delito electoral.
La polarización y la incertidumbre, lo hemos dicho en este espacio, no ayudan a nadie y sí pueden ser una carga muy pesada para quien, al final de los trabajos del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, resulte el vencedor oficial de los comicios y tenga que gobernar a un México dividido.
Aristegui, el error de AMLO
Todas las personas tienen derecho a tomar una postura política a favor o en contra de partidos y candidatos. Por otro lado, nadie puede negarle a alguien el derecho a descreer de la política y a considerarla como un subproducto de un sistema social desgastado, obsoleto y propenso a transmitir mentiras para alcanzar el poder. Hay quienes hacen política directamente y quienes, desde su profesión, colaboran a fortalecer la democracia sin implicarse en la política partidista.
Justamente la gente del Movimiento Progresista y de Morena, cuyo líder moral es Andrés Manuel López Obrador, argumenta la necesidad de defender una democracia en la que toda la gente sea dueña de su voz y su voto. Y también tienen exactamente el mismo derecho los millones de personas informadas que sí votaron por otro partido diferente a la coalición de izquierda. Resulta imposible respetar un derecho sin respetar el otro, porque de hacerlo no se defiende la ética pública sino la imposición de ideas y no hay nada más retrógrado que una imposición ideológica, no importa quien la impulse.
Pocos retos tan difíciles como ser periodista en tiempos electorales, particularmente en México donde ejercemos la tarea entre amenazas de muerte, presiones de propietarios de medios y de políticos de todos los partidos. Miles de personas evidencian su visión de la política a través de su relación con las y los periodistas.
Si algo le agradecemos al movimiento #YoSoy132 es justamente su capacidad para poner el dedo en la llaga: necesitamos medios libres, erradicar los monopolios, y fortalecer a periodistas libres que, sin sesgos, nos informen éticamente, y que cuando dan su opinión transparenten que esta no es una noticia sino su perspectiva personal; sólo así puede cada profesional del periodismo asumir la responsabilidad plena de sus palabras. El valor más preciado de una o un periodista, es su credibilidad.
Justamente por eso le doy toda la razón a la respetada colega Carmen Aristegui cuando se opone a que su voz sea utilizada en un spot político, claramente enfocado a ganar una batalla electoral. Más allá de que nos parezca de vital importancia que se esclarezcan los mecanismos de corrupción partidista utilizados no solo para ganar la elección presidencial, sino para que todos los partidos compraran votos en diferentes estados, y para diferentes candidatos y candidatas, no podemos confundir la política partidista y el periodismo.
Claramente, Carmen Aristegui hace periodismo. Ha dedicado su vida profesional a producir reportajes de primera, a dar voz a personas y comunidades que rara vez son escuchadas; fue ella quien desde un enfoque profesional buscó equilibrar el silenciamiento que otros medios hicieron de López Obrador desde las elecciones del 2006 y durante las más recientes. Y Carmen lo hizo no por ser Amlista, como sus detractores han dicho, sino justamente porque es buena comunicadora y tenía gran claridad en la importancia de equilibrar la información y negarse al silenciamiento mediático. AMLO hizo buen uso de esos espacios.
Aristegui puso el dedo en el renglón hace años cuando se evidenciaron los crímenes pedófilos del padre Maciel y no por ello se convirtió en activista anticlerical. Carmen efectivamente pidió a su equipo reporteril que investigara el caso Monex por ser de interés público, no para defender a AMLO y atacar al PRI, sino para informar al país, y con ello cumplir con la labor profesional de colaborar con la ciudadanía en transparentar los hechos ocurridos para que, eficazmente informada, la sociedad pueda defender sus derechos y a la democracia, si así lo desea.
Por eso es poco ético que el equipo de medios de Andrés Manuel López Obrador haya utilizado la voz de Aristegui sin su consentimiento. Sacaron la frase sobre Monex y el lavado de dinero del contexto de investigación periodística para convertirla en una consigna política, en spots que no solamente defienden el derecho a una elección transparente, sino que claramente hacen política anti-priísta. Los políticos tienen derecho a hacer política, y deben respetar a las y los periodistas honestos que se abstienen de hacer política por el bien de la propia sociedad.
Aristegui tiene derecho a proteger su reputación periodística, y vaya que ha demostrado a lo largo de los años, una y otra vez, su ética y congruencia con la honestidad y la transparencia. Ha resistido fuertes golpes del Grupo Televisa, de periodistas y políticos corruptos al servicio del poder. Ella es respetada por millones de personas justamente por negarse a hacer periodismo activista; por dar voz a todas las partes involucradas en los hechos de interés publico. ¿Por qué ahora algunos seguidores de AMLO enfurecen con ella?, esos que justamente se han rebelado durante años contra periodismo electoral al estilo de famosos de Televisa y Milenio. ¿Por qué tanta gente es capaz de decir que un periodista que apoya al PRI es un corrupto y uno que promueve al PRD no lo es? Yo soy de izquierda, pero jamás me he dejado utilizar por ningún político, por ninguno. Así, cuando yo emito mi opinión política como periodista la gente sabe que es mía y de nadie más.
Sabemos que en México no hay una sola izquierda, hay millones de personas progresistas que no necesariamente comulgan con todas las ideas y estrategias de AMLO y su equipo, y sin embargo, votaron por la coalición que esta vez él representó. También sabemos que Carmen Aristegui es una mujer progresista, que comulga con las ideas de igualdad y libertad, y llamarla vendida por negarse a ser utilizada políticamente es un sinsentido absoluto. Con lo fácil que hubiera sido que le preguntasen si quería grabar un spot, y respetarla como ella siempre respetó al movimiento que ahora la utiliza y fustiga.
Esto es un doble sinsentido, porque la información que se presenta ante el tribunal electoral demuestra claramente que hubo serios actos de corrupción electoral. La voz de Carmen no hacía falta para dar credibilidad a hechos que hablan por si mismos. La democracia consiste en escuchar y hacer valer todas las voces, si lo que defienden es la democracia deben respetar el derecho de Carmen a ser dueña de su voz y a negarse a que sea sacada del contexto periodístico por partidos políticos, no importa si la causa es noble o no lo es. Estoy segura de que si hubiese sido el PAN quien hubiera usado su voz así, toda la izquierda unida estaría gritando “todos somos Carmen Aristegui; no al uso político de su voz”.
La congruencia nunca sobra y el Movimiento Progresista debería de respetar el deseo de Carmen, sacar su voz del spot y seguir con la importante tarea de transparentar la corrupción electoral sin dejar daños colaterales.
@lydiacachosi

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