Bajo la Lupa
El mítico shale gas de
Norteamérica(EU/México/Canadá): ¿burbuja a punto de estallar?
Alfredo Jalife-Rahme
Residentes hacen fila junto a la estatua de bronce de un toro, que se ha convertido en un ícono del distrito financiero de Wall Street, en Nueva York
Foto Xinhua
La
xeno-privatizaciónanglosajona (ver Bajo la Lupa, 24/7/13) propalada por el Centro Woodrow Wilson (WWC)/ITAM/Imco, bajo la batuta del estadunidense Duncan Wood, finca todos sus endebles argumentos tanto en la etérea
competenciacomo en la burbuja del shale gas (gas esquisto/lutitas) a punto de estallar, si hacemos caso al connotado geopolitólogo alemán-estadunidense F. William Engdahl (Global Research, 13/3/13).
¿Cuál
competencia? Más bien
incompetencia: Pemex, sin bancos de apoyo y castrado fiscal y financieramente, claudicaría ipso facto frente a sus
competidoresforáneos asociados a la banca de Wall Street/la City, cuando el
México neoliberaldesmanteló deliberadamente 92 por ciento de su banca nacional, en términos de
capitalización de mercado: la máxima, insensata, entrega global.
Ya había expuesto en forma dialéctica tanto la tesis de los turiferarios a ultranza de la revolución energética del siglo XXI, así como la antítesis de sus feroces detractores (ver Bajo la Lupa, 29/4/12, y colaboraciones posteriores).
En su libro Mitos, mentiras y guerras del petróleo, F. William Engdahl maneja al petróleo como una joya estratégica del máximo nivel jerárquico, lo cual reconoció el mismo Henry Kissinger, a quien cita:
Si controlas el petróleo, controlas a países enteros.
Pero también lo contrario es cierto, según Engdahl:
Si el petróleo no puede ser controlado, los poderes controladores pierden su dominio sobre los otros países y entonces organizan las guerras. ¡Irrefutable!
La tesis nodal de Engdahl radica en que las cuatro grandes trasnacionales anglosajonas (ExxonMobil/Chevron/BP/Shell) con un puñado de bancos de Wall Street controlan
la mayor materia prima esencial global: el petróleo.
Este relevante aspecto no es abordado por el núcleo que encabeza Duncan Wood y que constituye la quintaesencia de la
reforma Peña/Videgaray/Aspe(ver Bajo la Lupa, 10/7/13) y su excrecencia panista.
En su clásico libro Un siglo de guerra: la política petrolera anglosajona y el nuevo orden mundial, Engdahl se ha consagrado de lleno a la manipulación geopolítica de los hidrocarburos por Estados Unidos y Gran Bretaña.
Engdahl desmonta el espejismo de la
nueva Arabia Sauditaque sería Estados Unidos gracias a su próxima
autosuficiencia energéticay pone en tela de juicio el aserto de Obama de que Estados Unidos detenta
un abasto de gas natural que puede durar casi 100 años.
Una cosa es que la producción petrolera de Estados Unidos se haya incrementado dramáticamente 38 por ciento desde 2008 (el equivalente a toda la producción de Nigeria, la séptima productora de la OPEP) y otra es que perdure su bonanza artificial más de 12 años.
La crítica del geopolitólogo es feroz: la revolución del shale gas
se basa en una burbuja (¡supersic!). Se trata de “una exageración de los brujos de Wall Street” y “cada vez es más claro que es un flash (sic) de corto plazo en la criba energética, un nuevo fraude (¡supersic!) Ponzi, construido cuidadosamente con la ayuda de los mismos bancos de Wall Street y sus amigos analistas del mercado, muchos de los cuales aportaron la burbuja dot.com de 2000 y, más espectacularmente, la burbuja inmobiliaria del 2000 al 2007 en Estados Unidos”. ¡Uf!
Atribuye el silencio sobre “las fortunas declinantes del shale gas y el petróleo” a las
rendijas legales de Halliburton(“Halliburton loopholes”), que con los intereses trasnacionales de Wall Street y de la industria petrolera tratan de mantener vivo “el mito de la revolución del shale gas”.
Lo alarmante es que son
los profesionales de la industria petroleraquienes están desmontando el mito.
Un asunto muy grave es que el contenido del líquido que se inyecta para el fracking constituya
un secreto (¡supersic!) de las empresas, más allá de que un pozo promedio requiera hasta 13 millones de litros de agua, que se triplican con la
re-fracturación.
Lo peor es que gracias a las influencias del entonces vicepresidente Dick Cheney, el gran patrón de Halliburton tras bambalinas (como lo es Condoleezza Rice con Chevron; ver su foto con el consejo consultivo
mexicanodel WWC http://es.scribd.com/doc/156213455/Rice-y-WWC), contó con la complicidad del Congreso en 2005 que exentó a la industria del fracking de la supervisión regulatoria de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) bajo la
Enmienda del Agua Potable Segura, lo cual representa una amenaza a la salud pública (http://www.alternet.org/fracking/us-sues-exxon-fracker-pennsylvania-over-polluted-drinking-water).
No se puede ser muy estricto con Duncan Wood ni con el presidente del Imco, Valentín Diez Morodo, quienes cumplen misiones asignadas de desinformación para
xeno-privatizarPemex con el fin de favorecer unilateralmente a las trasnacionales anglosajonas en detrimento de la independencia/libertad/seguridad energética de México.
El empleado de Diez Morodo, el castastrofista Juan Pardinas Carpizo, es muy dado a eyectar demenciales cifras alegres y acaba de salir con que se necesitan 800 mil millones de dólares (¡supersic!): 16 veces más de las de por sí exageradas cifras de su aliado filopanista Héctor Moreira,
consejero profesional de Pemexcolocado por Calderón (ver Bajo la Lupa, 24/7/13).
Las cotizaciones de los hidrocarburos son controladas por la omnipotente banca de Wall Street/LaCity, como demostró Philip Verleger (ver The International Economy, invierno de 2007).
La burbuja financierista del shale gas ya empezó a estallar y sus efectos reverberantes pronto se notarán en los mercados.
¿La segunda productora de gas de Estados Unidos, Chesapeake Energy, tendrá la misma suerte que la quebrada gasera texana Enron (muy cercana a los Bush)?
Chesapeake Energy, amén de los desfalcos de su polémico director Aubrey McClendon –defenestrado por los furiosos accionistas defraudados–, ostenta una deuda de 20 mil 500 millones de dólares con sus acreedores, tasada como
deuda chatarra.
F. William Engdahl cita a Bill Powers, analista financiero de Powers Energy Investors, quien anuncia que lo sucedido con Chesapeake Energy
es una gran indicación de que la burbuja del precio del gas natural se encuentra a punto de estallar.
Extraña empresa, Chesapeake Energy, que no hace dinero perforando los pozos de shale gas.
Los críticos, citados por Engdahl, apuntan que
los métodos complejos (¡supersic!) de contabilidad de Chesapeake Energy hacen casi imposible para los analistas y los accionistas determinar cuáles son los riesgos.
Engdahl es inmisericorde: “La muy cantada revolución del shale gas en Estados Unidos se está colapsando junto a las acciones de Chesapeake Energy”.
Duncan Wood representa la quintaesencia de la
reforma Peña/Videgaray/Aspe, ¿apostaron insensatamente a la burbuja del shale gas a punto de estallar?
Lo trágico consistiría en que la burbuja del shale gas en México estalle y que la polémica
reforma Peña/Videgaray/Aspesirva, por la vía del artilugio financierista, para propalar el espejismo de la
revolución energética del siglo XXI.
Twitter: @AlfredoJalife
Facebook: AlfredoJalife
FUENTE: LA JORNADA OPINION
Egipto: el nacionalismo de los militares y la lucha nacional antimperialista
Guillermo Almeyra
En los ejércitos de los países dependientes la resistencia contra el imperialismo y las condiciones sociales hacen aparecer los Marco Antonio Yon Sosa, oficial guatemalteco formado en la Escuela Antiguerrillera de las Américas que dirigió la guerrilla del M19; los Juan José Torres, general que tras reprimir en Bolivia la guerrilla del Che se apoyó en los obreros y campesinos; los Juan Velasco Alvarado, general peruano que aplastó la sublevación indígena en el Cusco y la guerrilla del MIR pero acabó con el poder de los terratenientes, o los militares que se alzaron contra Fulgencio Batista simultáneamente a Fidel Castro. Por supuesto, en algunos ejércitos, como el mexicano, por cada general Gallardo hay mil soldados y cuadros de base que se van con Los Zetas y decenas de generales que se integran al narcotráfico, y en otros, como el colombiano, el chileno o el argentino, esos militares nacionalistas deben buscarse con lupa en la fase actual, ya que las ovejas negras son sólo una expresión del peso relativo de la sociedad sobre las estructuras represivas, y ahí donde la sociedad es aún conservadora o está desorganizada, predomina aplastantemente el peso de las instituciones estatales y no hay margen para esas desviaciones positivas.
El enemigo constante de los militares egipcios es Israel y no el pueblo egipcio ni el radicalismo político en el mundo árabe, y el apoyo estadunidense es apenas tolerado pero nada popular. Por eso el sector castrense está dividido, incluso en el alto mando, entre el deseo de conservar el poder y sus privilegios y, por otro lado, el nacionalismo conservador y la voluntad independentista. En cuanto a las fuerzas armadas en su totalidad, están divididas también transversalmente por el origen popular de sus numerosos efectivos entre los soldados y los suboficiales y oficiales de baja graduación (entre los cuales hay aún nasseristas) y, del otro lado, un pequeño sector de altos mandos corruptos y ligados a Washington y a las monarquías árabes. Las vacilaciones políticas del alto mando se explican pues, en gran parte, por la inseguridad de su base política y social.
Esos altos mandos mal toleran que Qatar quiera imponer con su dinero un gobierno de la reaccionaria y fundamentalista Hermandad Musulmana –que en el pasado realizó atentados mortales contra representantes del ejército– y dividir la sociedad egipcia cuya unidad el ejército pretender preservar (pues incluso entre los oficiales hay muchos cristianos coptos, ya que buena parte de la burguesía egipcia de El Cairo y de Alejandría también es copta). Bajo el impulso de los progresistas reformistas, de los liberales, de los sindicatos, de los nacionalistas, los militares ven, por tanto, como enemigo principal de la modernización del país y de la ola democrática que barre a todos los países de la región al salafismo, al fundamentalismo conservador, y no todavía a una débil izquierda socialista o a los consejos obreros que aparecen en todas las ciudades industriales pero que son fenómenos aún aislados. De ahí que, ante la utilización por la Hermandad Musulmana de las mezquitas y las plegarias de los viernes, esos militares llamen ahora a realizar el viernes mismo una gran manifestación política laica, democrática y reivindicativa, que sin duda llevará a un choque con los salafistas en las principales ciudades.
El apoyo al ex presidente Mursi en el interior y sobre todo en las zonas rurales ha disminuido y, por tanto, hay que excluir que la Hermandad Musulmana pueda derribar al gobierno militar con sus movilizaciones. Un conflicto directo, en las calles, llevaría más bien a una radicalización del laicismo e igualmente del nacionalismo conservador antimperialista del alto mando. También, en la acción callejera, desembocaría en una radicalización del genuino espíritu democrático y antimperialista de la multitud en lucha, la cual hasta ahora ha aceptado de mala gana ser representada por los liberales, como El Baradei, o por los militares. Los sectores populares, en la dinámica actual, podrían ser llevados de este modo a lograr una mayor independencia del ejército y a presentar reivindicaciones económicas para hacer frente a la crisis, la carestía y el desempleo, chocando así con Arabia Saudita y los Emiratos o con Estados Unidos, que sostienen hoy a los militares
.
Ese proceso se sabe cómo puede comenzar pero no cómo puede terminar, ya que el cierre de las billeteras del imperialismo y de las monarquías abriría una espiral de medidas económicas y políticas de retorsión, en parte arrancadas por las masas movilizadas, en parte decididas por los nacionalistas laicos y republicanos en uniforme. Si Mohammed Ali, en el pasado, buscó, a lo Juárez, colocar las tierras en el mercado para modernizar el país con la técnica extranjera; si Nasser intentó, como Perón, una política nacionalista desarrollista burguesa apoyándose en la entonces Unión Soviética, hoy el único apoyo para el cambio es la radicalidad del movimiento de masas. El proceso de cambio tiene hoy una dinámica anticapitalista y antimperialista.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
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