Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 4 de marzo de 2012

Bajo la Lupa:El desafío de Putin....- La inversión extranjera en el mundo- Reporteros «de guerra»: la verdad incómoda

Bajo la Lupa
El desafío de Putin: de la ingeniería del caos controlado a la transformación del desarrollo (nanotecnología)
Alfredo Jalife-Rahme
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Zona cero de Nueva York tras el derrumbe de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001Foto Xinhua
 
      La prensa británica arremetió contra la elección presidencial en Rusia: desde El putinismo y el fin de Putin (The Guardian, 27/2/12) hasta El inicio del fin de Putin (The Economist, 3/3/12).
El peor escenario para Gran Bretaña (GB) es el retorno a la presidencia de Vlady Putin, “el zar geoenergético global”, ya no se diga para el círculo de superhalcones de Estados Unidos (EU) y sus aliados de Israel del modelo CPD (ver Bajo la Lupa, 22 y 26/2/12).
Hoy el único país que puede detener la demencia bélica de la tripleta EU/GB/Israel es Rusia, pero con un presidente con visión geoestratégica como Putin, dotado de 5 mil ojivas nucleares.
Cuando Rusia ha trazado inequívocas líneas rojas, la OTAN encabezada por EU (y su aliada Israel) no ha tenido más remedio que retroceder, como ha sucedido desde septiembre de 2008 en Georgia (El mundo cambió en el Cáucaso, Bajo la Lupa, 20/8/08) y ahora en el caso de Siria (antesala del bombardeo contra Irán).
Igor Panarin, connotado geopolitólogo y presunto vocero oficioso de Putin, vislumbra su nueva presidencia de seis años (Russia Today, 2/3/12), quien en forma audaz refirió que también se postularía por otro periodo en 2018 (Ria Novosti, 2/3/12), es decir, 12 años, que los propagandistas británicos reducen al mínimo viable, con la instigación de una inminente implosión de la sociedad civil.
Feroz crítico de la dupla anglosajona, Panarin vaticinó en el verano de 1998 el colapso de EU para 2010 en seis pedazos (basado en el modelo yugoslavo de desintegración).
En 2005 acuñó el término geoestratégico de nuevo imperio británico, que inició su formación en 1945 y consiste en siete niveles, en orden jerárquico:
1. El capital trasnacional anglosajón: centros de control en Londres y Nueva York y su centro de análisis, la RAND (California); 2. EU: centro de control en Washington y su centro de análisis, el Departamento de Estado; 3. El commonwealth británico: centro de control en Londres y su centro de análisis, la BBC (¡supersic! ¿Dónde dejó al Financial Times y a The Economist?); 4. Estados Caballo de Troya: Polonia y Arabia Saudita (sic); 5. Estados económicamente controlados; 6. Estados políticamente controlados, y 7. Estados para la desestabilización: Asia Central, Afganistán, Irak, Israel (¡supersic!) y Yugoslavia (¿dónde deja a Siria, Irán, Pakistán y Cachemira, no se diga los estrechos de Ormuz, Bab Al-Mandab y Málaca?). ¿El itamita México neoliberal pertenece a los niveles 5 y 6?
Es llamativo que en la percepción cupular rusa trasciendan ante todo las finanzas (¡supersic!) de la dupla anglosajona (hipótesis que Bajo la Lupa ha sostenido contra vientos y mareas de los palafreneros del modelo financierista anglosajón).
En la óptica de Panarin, el 11/9 pudo haber sucedido con el fin de sustituir los niveles 2 y 3 del nuevo imperio británico con China y el commonwealth Chino, respectivamente, el cual tuvo como propósito acelerar el colapso de EU o, en su defecto, prevenir su decadencia, lo cual amplía en su libro Guerra de la información y geopolítica, Generation, Moscú, 2006.
Por lo visto, una década más tarde, el 11/9, pese a todo su montaje hollywoodense, no impidió la decadencia inexorable de EU. Llama la atención que de los 14 libros de Panarin, 12 hayan sido consagrados a las guerras de información y dos a la sicología aplicada a seguridad nacional.
A su juicio, la presente crisis económica es sintomática de una transformación mundial, por lo que la presidencia de Putin deberá canalizar este levantamiento global del caos controlado a un desarrollo constructivo.
Su punto de partida es justo 2011, cuando el mundo entró en una fase de cambio profundo y transformación en política, ideología, finanzas y economía: hoy la situación económica y los parámetros sociales (sic) en EU y Europa continúan deteriorándose y el nuevo orden mundial se ha vuelto más descarado en su ingeniería (¡supersic!) de caos controlado, como en Libia, donde la OTAN asentó un precedente muy peligroso (sic) al intervenir en los países soberanos y al sembrar el caos: mismo escenario que aplica en Siria y puede proseguir al RIC (Rusia, India y China). ¡Muy interesante! Juzga que a Rusia no le interesa desencadenar la inestabilidad global y aboga por la transformación mediante el progreso gradual.
Hoy la situación internacional requiere una respuesta adecuada (sic) de Rusia para crear un mecanismo de defensa (sic) contra la agresión (sic) de los multimedia foráneos (¡supersic!). ¡El gran geopolitólogo ruso teme más a los multimedia y a las redes sociales que controla el nuevo imperio británico (Google, Facebook, Twitter, etcétera) que a sus letales ojivas nucleares!
Sugiere que Putin debe reconocer ante todo que la ideología y la información (sic) son las vulnerabilidades constantes del Estado ruso, que han causado dos veces su colapso en el siglo XX, por lo que el gobierno deberá establecer una ideología de Estado (sic) basada en la espiritualidad (sic), grandeza y dignidad e instaurar un conjunto de medidas administrativas, de relaciones públicas y multimediáticas que permitirá a Rusia convertirse en el centro de gravedad paneuroasiático en términos económicos y espirituales (sic). ¡La importancia del marketing geoestratégico!
Pregona crear la Unión Euroasiática (el gran proyecto de Putin) y desde 2005 abogó en el foro Diálogo de civilizaciones, en la isla de Rodas, por la doctrina de la nueva Eurasia (de París a Pekín, de Moscú a Delhi y Teherán) y la estabilidad en Asia Central. ¡El antídoto espiritual para la toxicidad bursátil de Samuel Huntington y su Choque de civilizaciones!
Sugiere una serie de medidas para contrarrestar el poder multimediático anglosajón que ha intoxicado a la opinión pública, entre ellas, publicar una evaluación ética y espiritual del proceso privatizador (sic) de la década de los 90 que ponga de relieve su injusticia. De seguro la fauna neoliberal anglosajona, sumida en la anomia global, catalogará los anticuerpos de Panarin como arcaicos.
Propone un mercado común pancontinental (una mezcla entre Eurasia y la eurozona) que iría desde Escocia (sic) hasta Nueva Zelanda, con su propio banco (¡supersic!). ¿Lo dejará la balcanización inducida por la dupla anglosajona?
Se pronuncia por las reformas de las instituciones para asegurar su mejor desempeño en interacción con la sociedad, con el objetivo estratégico de asegurar el consenso social para compensar el daño sufrido durante la desindustrialización de los 90 y así lanzar una nueva industrialización tecnológica bajo el modelo de desarrollo de transformación del sexto ciclo tecnológico (la nanotecnología). Su fuente de financiamiento provendría de su mercado doméstico y de la venta de recursos naturales con la divisa rusa (rublo).
A Putin le urge quitar la bandera de las reformas a su oposición ilustrada –presuntamente teledirigida por el Departamento de Estado–, ya que de otra manera se presagia una nueva implosión en Rusia (El infierno sin Putin, Andrew Roth, Ria Novosti, 2/3/12).
La inversión extranjera en el mundo
José Antonio Rojas Nieto
 
      Las estimaciones preliminares sobre el comportamiento económico mundial en 2011 indican que –por segundo año consecutivo– se registró un crecimiento: alrededor de 3.8 por ciento, inferior al 5.2 por ciento de 2010. La economía mundial se recupera, pero no tanto. Además lo hace con dificultades. Con altas y bajas. Es cierto que en 2009, el descenso del producto mundial apenas fue de menos uno por ciento. Pero es que dos economías que tienden a una participación creciente (China e India) crecieron 10.4 y 9.9 por ciento, respectivamente.
Otros indicadores muestran más la hondura de la regresión en 2009: 1) descenso del orden del 12 por ciento en el volumen del comercio mundial; 2) regresión de 40 por ciento respecto de 2007 en la inversión extranjera directa. Concentrémonos un poco en este último indicador. Es muy interesante. Luego de alcanzar casi 2 trillones estadunidenses (billones nuestros) de dólares en aquel 2007 (más de 3 por ciento del producto mundial), en 2008 y 2009 descendió a 1.7 y 1.2 trillones, respectivamente, que equivalen a caídas de 14 y de 40 por ciento respecto de 2007, año cumbre en la adquisición, el reforzamiento financiero o la creación de nuevas empresas con flujos externos en todo el mundo.
Algo más. Ese año 2007, con cerca de 3 por ciento del monto del producto mundial, alcanzó el mayor nivel de la historia económica reciente. Con ello representó 15 por ciento de una inversión mundial total que desde hace años tiende a concentrar recursos equivalentes a 20 por ciento del producto. La desaceleración de 2008 y la caída del 2009 hicieron regresar a esta inversión extranjera directa a los niveles de 1999 y 2000, años que, de suyo y hasta esos momentos, ya fueron los más altos de la historia. Y, sin embargo, a partir de 2006 volvió a crecer esta inversión, luego de cinco años de desaceleración económica.
Es posible identificar varios aspectos novedosos de esta inversión extranjera directa de 2006 en adelante. Uno de ellos es la alta participación que han llegado a tener algunos países en desarrollo, al grado tal que en los años recientes, justamente cuando empezó lo que podemos llamar segundo ascenso vertiginoso de la inversión extranjera directa, la participación de estos países en desarrollo ha alcanzado un nivel no visto antes: cerca de la mitad en cuanto al ingreso de flujos de inversión. Pero –asimismo– un alto volumen en cuanto al envío de fondos para invertir, lo que se manifiesta en el creciente volumen de recursos provenientes del ahorro de los gobiernos –de los llamados fondos soberanos, acumulados entre otras cosas por el alto precio de combustibles y materias primas– que se destinan a la compra de empresas en todo el mundo.
Reportes recientes del movimiento internacional de esta inversión extranjera directa indican el enorme dinamismo de fondos soberanos provenientes de China, Omán, Qatar y Singapur, entre otros, que –a manera de ejemplo– en 2010 invirtieron cerca de 12 mil millones de dólares en la adquisición de compañías eléctricas, petroleras, de transportes, comerciales y financieras, en países como Australia, Brasil, Canadá, Estados Unidos, el Reino Unidos, Sudáfrica y Vietnam, también entre otros.
Se estima que de 2005 a 2011 estos fondos soberanos habrán acumulado inversiones por casi 150 mil millones de dólares para comprar empresas en todo el mundo, similares a los ejemplos señalados. El análisis de esta inversión exige, otros señalamientos: 1) el destino específico de la inversión, trátese de empresas agropecuarias, manufactureras o de los sectores comercial y de servicios; 2) el origen de los recursos, en cuanto a fondos nuevos, reinversiones de beneficios logrados con inversiones anteriores o, finalmente, otro tipo de origen; 3) los montos que se destinan a la creación de nuevas empresas, que no sólo a la compra de ya existentes como se indicó en el ejemplo anterior de las acciones de fondos soberanos.
En cuanto a lo primero, los datos más recientes muestran una leve preponderancia (40 por ciento) del sector manufacturero como destino preferente de la inversión extranjera directa en el mundo; pero también un fuerte impulso contemporáneo a la compra o fundación de empresas de servicios (30por ciento del total), sobre todo financieros. En cuanto a lo segundo, sigue siendo primordial y principal el flujo de nuevos fondos. Y, finalmente, en cuanto a la llamada inversión nueva, es este tipo el que sobresale en los flujos recientes, mayoritariamente orientados a crear nuevas empresas, agropecuarias, manufactureras, comerciales o de servicios.
No es nuevo, entonces, el papel de la inversión extranjera directa en el mundo. Lo que sí es relativamente nuevo es el enorme dinamismo que ha adquirido de 1997 y 1998 en adelante, merced –entre otras cosas– a las transformaciones de los marcos regulatorios, las leyes y, sin duda, las constituciones de los diversos países.
Estos enormes flujos –además de inversión de cartera en la que se sustenta el endeudamiento de muchísimos países en el mundo– constituye un nuevo dato que caracteriza la economía mundial de hoy, y que representa –sin duda– una nueva fase de la alta internacionalización de los procesos financieros, productivos y comerciales. Es, por lo demás, uno de los movimientos objetivos más firmes del capitalismo contemporáneo, a través del cual se abre paso como sistema mundial, que busca la más alta rentabilidad donde la encuentre, cada vez con menos límites formales. De veras.
Reporteros de guerra: la verdad incómoda
Robert Fisk
 
     Se necesitó mucho valor para entrar en Homs; Sky News, luego la BBC, luego unos cuantos hombres y mujeres valientes que fueron a contar al mundo las angustias de la ciudad, mismas que, al menos en dos casos, ellos sufrieron en carne propia. Sin embargo, apenas esta semana pude reflexionar en lo bien que llegamos a conocer el nombre del indomable fotógrafo británico herido, Paulo Conroy, y en cambio qué poco sabemos de los 13 voluntarios sirios que al parecer fueron abatidos por francotiradores y proyectiles cuando iban a rescatarlo. No es culpa de Conroy, por supuesto. Pero me pregunto si conocíamos los nombres de esos mártires, o si siquiera intentamos descubrirlos.
Hay un tinte ligeramente colonialista en todo esto. Nos hemos acostumbrado tanto al desenfadado heroísmo de la versión cinematográfica de los corresponsales de guerra, que de algún modo se han vuelto más importantes que las personas de las que informan. Se supone que Hemingway liberó a París –o por lo menos el bar de Harry–, pero, ¿habrá un solo lector que recuerde el nombre de un francés que haya muerto liberando a París? Recuerdo a mi intrépido colega de la televisión Terry Lloyd, muerto por los estadunidenses en Irak en 2003, pero, ¿quién puede nombrar a uno del cuarto de millón de iraquíes muertos a consecuencia de la invasión (aparte de Saddam Hussein, claro)? El corresponsal de Al Jazeera en Bagdad fue abatido por un ataque estadunidense a la capital iraní ese mismo año. Pero, levante la mano el que recuerde su nombre. Respuesta: Tareq Ayoub. Era palestino; yo estuve con él el día anterior.
La chamarra antibalas se ha vuelto el símbolo de casi todo reportero de televisión en una guerra. No tengo nada contra esas chamarras; en Bosnia usé una. Pero cada vez me incomodan más esos reporteros en sus trajes espaciales azules, parados en medio de las víctimas de la guerra a las que entrevistan y que no gozan de tal protección. Sé que las aseguradoras insisten en que los corresponsales y técnicos lleven esos atuendos, pero en las calles se da una impresión distinta: que de alguna manera las vidas de los reporteros de Occidente son más preciosas, más meritorias, tienen más valor intrínseco que las de los civiles extranjeros que sufren a su alrededor. Hace años, durante una batalla en Beirut, un periodista de televisión que llevaba uno de esos envoltorios de acero de 60 kilos me pidió que me pusiera uno mientras me entrevistaba. Me negué, así que no hubo entrevista.
Un fenómeno igualmente incómodo apareció hace 15 años. ¿Cómo soportan los reporteros la guerra? ¿Deben recibir consejo profesional por sus terribles experiencias? ¿Deben buscar un cierre? La Press Gazette me pidió un comentario; decliné la petición. El artículo que publicaron volvía una y otra vez sobre los traumas que sufren los periodistas, y luego daba a entender que los que desechan la ayuda sicológica son alcohólicos. O perorata sicológica o botella de ginebra, no había de otra. La terrible verdad, desde luego, es que los periodistas pueden volar a casa si las cosas se ponen rudas, en primera clase, con un vaso de vino espumoso en la mano. La pobre gente sin chaleco que dejan detrás –con pasaporte de parias, sin visas extranjeras, tratando desesperadamente de evitar que el baño de sangre salpique a sus vulnerables familias– es la que necesita ayuda.
El romanticismo asociado a los reporteros de guerra quedó en evidencia en el preludio a la guerra del Golfo, en 1991. Toda suerte de periodistas extranjeros llegaron a Arabia Saudita con arreos militares. Un estadunidense hasta llevaba botas camufladas con hojas pintadas, aunque basta una ojeada al desierto para darse cuenta de la ausencia de árboles. Extrañamente, descubrí que en la soledad del desierto real muchos soldados de verdad, en especial infantes de marina estadunidenses, escribían diarios de sus experiencias y hasta me los ofrecían para publicarlos. Los reporteros, al parecer, querían ser soldados, y los soldados querían querían ser reporteros.
Esta curiosa simbiosis queda de manifiesto cuando los reporteros de guerra hablan de su experiencia de combate. Hace tres años, en una universidad estadunidense, tuve el placer de escuchar a tres veteranos de la guerra en Irak y Afganistán imprecar a un periodista que usó esa frase espantosa. “Disculpe, señor –le dijo uno con cortesía–, usted no ha tenido ‘experiencia de combate’; usted tuvo ‘exposición al combate’. No es lo mismo.” El veterano entendía el poder del desdén sereno: no tenía piernas.
Todos hemos sido víctimas de esos reporteros que claman Observé con horror / Proyectiles que pasaban chirriando / Me detuvo el fuego de proyectiles-ametralladoras-francotiradores. Sospecho que recurrí a eso allá en Irlanda del Norte, a principios de los años 70. Sin duda lo hice en el sur de Líbano a finales de esa década. Me da vergüenza.
Si bien damos testimonio personal de la guerra –frase que también me causa incomodidad–, esa especie de Diario del Muchacho Valiente es un signo de fanfarronería. James Cameron lo captó bien en la guerra de Corea. Cuando iba a desembarcar con las tropas estadunidenses en Inchon, notó “en medio de todo, si tal cosa es concebible, un bote vagabundo marcado con grandes letras, ‘PRENSA’, lleno de corresponsales agitados y belicosos, que intentábamos pasar por muy resueltos al descender en la Ola Uno, mientras tratábamos desesperadamente de discurrir algún método honorable de escurrirnos a la Ola 50”.
Y quién puede olvidar las palabras de la periodista israelí Amira Haas, reportera de Haaretz en Cisjordania ocupada, a quien cito a menudo. Ella me dijo en Jerusalén que el trabajo del corresponsal extranjero no es ser el primer testigo de la historia (mi propia deplorable definición), sino vigilar a los centros de poder, en especial cuando van a la guerra, y sobre todo si intentan hacerlo con base en un montón de mentiras.
Sí, todo el honor a quienes reportaron desde Homs. Pero aquí va una idea: cuando los israelíes desencadenaron su cruel bombardeo de Gaza, en 2008, prohibieron a todos los reporteros entrar en el teatro de guerra, tal como los sirios intentaron hacer en Homs. Y los israelíes tuvieron mucho más éxito en evitar que nosotros los occidentales viéramos el baño de sangre.
Las fuerzas de Hamas y el Ejército Sirio Libre en Homs tienen mucho en común: los dos eran cada vez más islamitas, los dos se enfrentaron a un poder de fuego superior, los dos perdieron la batalla, pero fueron los reporteros palestinos quienes quedaron para cubrir el sufrimiento de su pueblo. Hicieron un trabajo espléndido. Curioso, sin embargo, que las salas de prensa en Londres y Washington no mostraron el mismo entusiasmo para meter a su gente en Gaza que en Homs. Es sólo una idea. Muy triste, por cierto.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya

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