Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 14 de marzo de 2012

Crisis global: en el ojo del huracán- ¡Viva «La Pepa»!- Política antidrogas: debate y cambio de enfoque

Crisis global: en el ojo del huracán
Alejandro Nadal
 
      Dicen que el tiempo es un invento para evitar que todo suceda en el mismo instante. La frase original es del escritor Ray Cummings y aparece en su novela de ciencia ficción La chica del átomo dorado (publicada en 1929). Tal parece que hoy el tiempo se colapsa sobre sí mismo y, efectivamente, todas las economías del planeta acusan simultáneamente los síntomas y las heridas de la crisis.
Esto puede parecer una opinión demasiado pesimista. Después de todo la prensa de negocios se esfuerza en hacernos creer que la crisis global ha entrado en una fase de calma y hasta de recuperación. La violencia de la crisis en Grecia ha pasado momentáneamente a un segundo plano con la restructuración de su deuda hace una semana. El euro parece que mejoró su posición y aparecen otras buenas noticias. En Estados Unidos por tercer mes consecutivo se anuncia que se han generado empleos y se habla de una ímida recuperación.
Así que parece que los vientos huracanados van amainando y que a lo lejos podría despuntar un rayo de sol y el anuncio de mejores tiempos. Pero no hay que engañarse.
En Grecia, el arreglo redujo en más de cien mil millones de euros la deuda con acreedores privados. Pero eso no es más que una moratoria disfrazada de restructuración de la deuda. La prueba es que hasta una parte de los temidos seguros sobre impago fue activada (el monto apenas rebasó los 3 mil millones de dólares, lo que puede ser absorbido por los aseguradores sin demasiado problema).
Todo este arreglo fue para ganar tiempo, no para encontrar una solución real al problema de la economía griega. En el fondo, Grecia permanece sin capacidad de enfrentar el servicio de su deuda y las condiciones de política económica que le han sido impuestas (en especial por el programa de austeridad) conducirá necesariamente a profundizar la catástrofe. Ya el PIB acusa un desplome de 6 por ciento en 2011 y este año el pronóstico es muy malo. El desempleo rebasa 22 por ciento y entre jóvenes llega a 50 por ciento. Ya hay más de 22 mil personas sin techo en Atenas.
Todos los componentes de la demanda agregada de la economía griega van en picada: el salario mínimo se ha reducido en 22 por ciento (y para algunos sectores la pérdida será de 32 por ciento). El recorte del gasto público representa otro duro golpe a la demanda agregada. Es evidente que la meta de reducir la deuda griega a 160 por ciento del PIB para 2020 es irrisoria. El país va a reventar mucho antes.
El ritmo de actividad económica en Europa sigue disminuyendo y la región está entrando en una recesión que puede ser duradera. El desempleo en la Unión Europea alcanza ya 10.7 por ciento y es el más alto en más de 13 años. Los motores económicos no van bien: el pronóstico favorable para 2012 es que Alemania y Francia crezcan 1.2 y 1.3 por ciento, respectivamente. Italia y España se mantienen más o menos estables, si le hacemos caso a los diferenciales de financiamiento de su deuda soberana, pero esas dos economías están claramente en el umbral de una fuerte recesión y eso hará que los mercados financieros se vuelvan a inquietar. El costo financiero de su deuda volverá a crecer.
En Estados Unidos las buenas noticias sobre el desempeño del mercado de trabajo deben ser manejadas con cautela. Muchos de los empleos generados siguen siendo de muy mala calidad. Es normal, los problemas estructurales de la economía estadunidense no se han arreglado y la tendencia a la precarización del trabajo se mantiene. Por otra parte, todos los componentes de la demanda agregada se están contrayendo: el consumo, la inversión residencial y no residencial, y hasta las exportaciones. Y al igual que en Europa, la austeridad en la política fiscal no augura nada bueno.
En China las cosas tampoco marchan bien. La anemia mundial afecta sus exportaciones y eso envía un mensaje claro a la jerarquía china para transformar la economía, abandonando la política de exportaciones salvajes. Eso implicaría aumentar el consumo doméstico, lo que requiere aumentar el nivel de los salarios y remuneraciones. Los nuevos líderes en Pekín no parecen inclinarse en esa dirección y ya están apostando a la subvaluación del renminbi.
Para cerrar con broche de oro, la retórica de guerra en Medio Oriente hace que el precio del petróleo se mantenga alto, lo que afectará negativamente a la economía mundial. Israel sigue insistiendo en que no permitirá a Irán dotarse de armas nucleares. Eso puede ser parte de una campaña de distracción sobre el problema palestino, pero es algo que incide sobre las expectativas y la evolución del precio internacional del crudo.
En el cronómetro de la crisis, el tiempo se deforma y se reconcentra en un punto: la crisis es un monstruo que respira y retoma sus fuerzas. La ley de la mercancía, tan certeramente definida por Marx, llevó la lógica del capital hasta los rincones más apartados del planeta. Para este largo viaje, en su equipaje el capital también llevó sus contradicciones y la propensión a la crisis. Es el pulso de las economías capitalistas.
¡Viva La Pepa!
José Steinsleger
 
     ¿Cuándo empezó el gran debate ideológico y político en nuestra América? ¿Con el primer informe de Colón, o al arrancar la empresa feudal de la Conquista? ¿Luego de la caída de Tenochtitlán, el Incario y el exterminio de los pueblos originarios? ¿Con la disolución de la Gran Colombia, o con las primeras aventuras de los yanquis al sur del río Bravo?
Durante los faustos del bicentenario, y en el océano de publicaciones aparecidas con motivo de la gesta independentista, hubo más dudas que certezas. En las 20 repúblicas del continente (más la colonia de Puerto Rico) y en el Estado español menudean, cuanto menos, 22 enfoques oficiales del asunto, más los incontables que no lo son.
En los próximos días, el islámico-andaluz y ardiente puerto de Cádiz celebrará el bicentenario de la primera Constitución española, promulgada en el día de San José, un 19 de marzo, y exaltada por los liberales al grito de ¡Viva la Pepa! cuando Fernando VII la derogó junto con las Cortes, no bien retornó de su dorada prisión en Francia (mayo 1814).
Los debates constitucionales de La Pepa fueron precedidos por el caos y vacío de poder causados tras la abdicación del borbón Carlos IV (marzo 1807), el encarcelamiento de su hijo y heredero Fernando por Napoleón, el ejemplar levantamiento del pueblo contra la ocupación francesa y la matanza de Madrid (mayo 1808), y la jura de fidelidad de los grandes de España a su hermano José Bonaparte (Bayona, junio 1808/diciembre 1813).
En toda la península, espontáneamente, los burgos y aldeas organizaron focos guerrilleros y juntas populares en defensa de la patria, mezclando lo más comprimido de la milenaria sociedad con los partidarios de las castas malditas del absolutismo feudal. Paradójicamente, los invasores decretaron en Bayona una constitución progresista. Pero sería en Cádiz (azotada por la fiebre amarilla y bajo el bombardeo francés), donde los constituyentes liberales y revolucionarios de España y América discutieron en torno a qué hacer con aquella confusa democracia en armas.
Carlos Marx, quien analizó con prolijidad la revolución española, escribió: en su conjunto, el movimiento pareció dirigido más bien contra la revolución que por ella. De un lado, una guerra de independencia nacional en nombre del sátrapa Fernando; y por otro, la reasunción de la soberanía popular… sin jacobinos. Y por sobre todo, el gran error que apuntó el historiador argentino Jorge Abelardo Ramos: primero ganar la guerra y después hacer la revolución. Con lo que así, como en 1936, se perdieron ambas.
Como fuere, La Pepa se anticipó en un siglo al esquema del Commonwealth. Hecho negado y ocultado por los historiadores británicos y franceses que hoy dictan cátedra a los intelectuales contrabandistas y reaccionarios de América Latina. Porque en su artículo primero, la Constitución de Cádiz explicitó: La nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferios.
Entonces, y por primera vez en 300 años, la cuestión americana quedó planteada. Sólo que: ¿cuál España? ¿La de la hoz con el martillo o la del martillo sin la hoz evocada por Vallejo en uno de sus poemas más lúcidos y sentidos?
A los debates de Cádiz llegaron diputados elegidos de todo el imperio: de Nueva España y Nueva Granada, del Río de la Plata y las capitanías generales de Cuba, Puerto Rico, Guatemala y Chile, de provincias de Venezuela y de Filipinas. Y al calor de aquellas polémicas, muchos delegados empezaron a sentirse más americanos que españoles. ¿Había llegado la hora del Nuevo Mundo?
Dividida entre liberales y serviles (demócratas burgueses y nobles clericales), La Pepa sustituyó el término Indias por el vocablo América. En Venezuela, la junta patriótica de Barinas estimó que “…los diputados concurrirán a las Cortes generales de la nación entera siempre y cuando la convocación se forme con la equidad y justicia que merece la América, y siempre que formen una parte de España”. Asumiendo la defensa de la igualdad de indios y americanos, el inca Yupanqui del Perú dio la gran lección: un pueblo que oprime a otro no puede ser libre.
Naturalmente, el PSOE no existía aún. Sin embargo, el diputado español Palacios se anticipó al pensamiento de un Felipe González: En cuanto a que se destierre la esclavitud, lo apruebo como amante de la humanidad; pero como amante del orden político lo repruebo (1811).
Y cuando los ingleses hablaban de la intolerancia religiosa de España, el procurador general del principado de Asturias, Álvaro Florez Estrada, les recordaba que la maldición española era el oro y la plata de América, y que las leyes británicas excluían de toda representación a casi un cuarto de su población, porque era católica (Ramos).
La Pepa fue abolida y sus diputados perseguidos. Mas dejó huella profunda en el gran debate de lo que en España y América Latina somos y no somos. A los que en ambas orillas del Atlántico luchan hoy por el otro mundo posible, no les vendría mal revisar los contenidos de aquellos debates premonitorios, reveladores, inconclusos y totalmente vigentes.



Política antidrogas: debate y cambio de enfoque
 
      En su comparecencia ante el Senado de Estados Unidos, el jefe del Comando Norte de ese país, Charles Jacoby, sostuvo ayer que es prematuro afirmar si las autoridades mexicanas están ganando o perdiendo la lucha contra el crimen organizado y calificó de inaceptable el saldo de 13 mil muertos que dejó el año pasado la violencia atribuida a los choques entre cárteles o entre éstos y las fuerzas públicas. El senador republicano John McCain, tras escuchar la ponencia de Jacoby, dijo que Washington debe evaluar si estamos teniendo éxito o estamos fracasando, y si el gobierno mexicano está siendo exitoso o no, porque a partir de eso tendremos que valorar nuestras estrategias.
Tales planteamientos, que en sí mismos constituyen una extralimitación en las funciones de quienes los formularon –pues no corresponde a militares ni a legisladores estadunidenses determinar qué política es o no aceptable o exitosa para la seguridad de los mexicanos y para la vigencia de la legalidad en nuestro país–, ocurren en un momento en que se extiende, en sectores amplios y crecientes de la opinión pública internacional, un consenso sobre el fracaso de la llamada guerra contra las drogas declarada por Estados Unidos en 1971, en el gobierno de Richard Nixon, con la promesa de obtener un mundo libre de adicciones.
Ayer, significativamente, en un debate organizado por Google y la organización británica Intelligence2, la mayoría de los participantes –entre los que se encontraron el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos; los ex presidentes de México y Brasil Vicente Fox y Fernando Cardoso, respectivamente; el fundador de Wikileaks, Julian Assange; el escritor Misha Glenny y otros– coincidieron, con diversos matices, en que la actual política de combate al narcotráfico ha arrojado saldos desastrosos: las drogas están hoy más al alcance de la población que hace cuatro décadas, las organizaciones dedicadas al trasiego y venta de estupefacientes son más poderosas, y el número de muertos como resultado de los esfuerzos gubernamentales por combatirlas se ha multiplicado por cientos de miles.
En el citado debate se hizo evidente la debilidad argumental del defensor de la prohibición, el director general de la oficina de la Organización de Naciones Unidas para el Control de las Drogas y el Crimen, Antonio María Costa, quien no encontró mejor argumento para oponerse que decir que los estupefacientes son perjudiciales para la salud y deben ser regulados, postura que no se contrapone con su despenalización. Ante semejante ausencia de razones tras las políticas prohibicionistas, las propuestas de despenalización de las drogas han ido aflorando y ganando adeptos en las comunidades científicas y académicas, así como en los ámbitos políticos de diversos países, habida cuenta de que las estrategias basadas en la prohibición simplemente no han logrado eliminar –ni siquiera atenuar– el problema.
Por el contrario, se ha ido evidenciando el vínculo causal entre el reforzamiento de la persecución policiaco-militar emprendida por los gobiernos y el fortalecimiento de los grupos criminales dedicados al narcotráfico, e incluso los nexos de complicidad entre unos y otros: es pertinente traer a cuento lo expuesto ayer por Julian Assange, de que los cables diplomáticos hechos públicos por su organización han dado cuenta de la doble moral de algunas potencias que imponen políticas de combate a las drogas en terceros países y al mismo tiempo se erigen en cómplices de regímenes y organizaciones que las producen y trafican.
Con este telón de fondo, resulta inadmisible y desolador que mientras en un sector mayoritario de la opinión pública internacional cobran fuerza los intentos por articular en forma coherente un nuevo enfoque del fenómeno del narcotráfico y por reformular las estrategias para hacerle frente, en nuestro país continúa desarrollándose un baño de sangre cotidiano, prosigue la caída de las instituciones en nuevas simas de descomposición, avanzan la militarización de la vida pública, la desintegración social y la degradación humana, y se mantiene y profundiza el injerencismo y la doble moral de Washington, a consecuencia del empeño gubernamental por mantener un enfoque de combate a las drogas ineficaz, contraproducente y, a lo que puede verse, caduco.

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