Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 10 de marzo de 2012

Dinero- Encuestas sin encuestados- La educación superior bajo ataque-

Dinero
Encuestas sin encuestados
Desconfianza en los resultados de los sondeos
Satisfacen los intereses del cliente
Enrique Galván Ochoa
     Esta semana hicimos un sondeo de dos preguntas. Primera: ¿Te ha llamado por teléfono o te ha visitado en tu domicilio algún encuestador? 80 por ciento de los participantes dijeron que no, nunca han sido encuestados. Segunda: ¿Cuál de las siguientes empresas encuestadoras tiene mayor credibilidad para ti? Ninguna contestó 75 por ciento. Ana Cristina Covarrubias (Covarrubias y Asociados) 14 por ciento. María de las Heras (Demotecnia) 3 por ciento. Roy Campos (Mitofsky) 3 por ciento. Y otra opción 2 por ciento. Las siguientes encuestadoras calificaron con menos de un punto porcentual: Adrián Villegas (Ipsos Bimsa), Buendía y Laredo, GEA-ISA, Mercadei y Parametría.
Metodología
Enviamos un cuestionario a 3 mil personas cuyos buzones electrónicos tomamos en forma aleatoria entre los miembros (más de 6 mil) de El Foro México. Contestaron 2 mil 251. Algunos foristas acompañaron su voto con un razonamiento sobre el tema. Enseguida reproducimos algunos fragmentos.
Opiniones
He recibido recientemente un cuestionario, largo y fastidioso, te preguntan de todo, y aunque se identificó como de Parametría, sentí que las preguntas sobre el PRI eran repetitivas, y que de alguna manera inducen lo que se contesta. Esta es mi percepción. Por los resultados emitidos recientemente podemos decir que las encuestadoras responden a modo del cliente, por eso no confío.
Elida Flores Melo/Distrito Federal
No confío en las encuestas, ni en las instituciones electorales. Quisiera fervientemente confiar en los ciudadanos de a pie. Quisiera confiar en que tomarán la decisión más apropiada… No creo en el PRD, ni creo en los diputados y senadores que, bajo los colores que sean, se han acomodado en plurinominales sólo para que los mantenga el pueblo una temporada, dándose vida de reyes. Por esta razón, yo no votaré por los Chuchos ni de broma. ¡Bola de buitres!
Elsa Rodríguez/Distrito Federal
No confío en ninguna encuestadora, además en una ocasión en que llamaron por teléfono me empezaron a pedir datos que no tenía por qué dar.
Ángeles Hernández Cárdenas/Querétaro
¡No! Debería existir una ley que limite su uso.
Roberto Valdez Hernández/Distrito Federal
Yo no confío en las encuestas, nunca me han entrevistado a mí ni a nadie que conozca, siempre me he preguntado por qué las encuestadoras no publican los campos encuestados... Sólo son ciertas zonas. ¿Sólo la clase media que tiene teléfono o vive en zonas accesibles de visitar? Además... ¿quién me asegura que el encuestador no cambie la respuesta por unos $$$ de más o por preferencia personal? Recuerdo que las primeras encuestas que se divulgaron con Fox se les preguntó sólo a los miembros del Club de Industriales. Si este es el campo de las encuestadoras entonces está claro el porqué de las tendencias.
Foto
Ruth Carrillo Campos/Distrito Federal
Voté por Covarrubias, por no estar asociada a los centros de poder económico y político, pero en realidad dudo mucho de las empresas encuestadoras. A mí no me han encuestado ni a ninguno de la familia, por ningún medio con excepción de este foro. Hoy las empresas encuestadoras son pagadas para que empiecen la guerra sucia, orientando a la gente cómo use su voto.
Elva Villarreal/Monterrey
La oligarquía nos está preparando sicológicamente con sus encuestas difundidas por los medios masivos de información, para que aceptemos agachados el resultado que ellos anuncien, como resultado de las elecciones que se realizarán en julio de este año (ya sean elecciones locales o federales).
Elpidio Hernández Vaca/Tapachula
Llamaron a mi casa dizque para hacerme unas preguntas, interrogué qué encuestadora era y me colgaron, seguro que pusieron respuestas que ni pensaba contestar. Yo también confío más en la encuesta de este foro.
Mirtia Moreno Acuña/Distrito Federal
No confío en ninguna encuesta sobre las elecciones presidenciales. Todas las empresas tienen un cliente, el cual pagó por el trabajo. Entonces existen dos resultados: la verdadera y la que publican en los diarios. La única encuesta que es gratuita es ésta.
Raúl Dorbeker Castillo/Naucalpan
A mí nunca me han abordado en la calle ni hablado por teléfono a casa y según se ve son muchísimas las encuestas que levantan. Yo más bien pienso que las encuestadoras usan esta metodología como la Coca-cola, para bombardear a la gente con sus datos, para convencer y desanimar al electorado y que no vote, una manera moderna de recoger credenciales o ánimos de votar. Lo de la Coca porque de tanto comercial la gente al llegar a la tienda es de lo único que se acuerda.
Luis Mariano Bobadilla Castro/Distrito Federal
Quizá en un principio las encuestas eran dignas por su metodología, pero debido a los intereses en juego (de quienes las efectúan o de quienes requieren algún resultado) hace tiempo que dejaron de serlo. Por otro lado, está la tentación de poder manipular (en lugar de informar sin interés alguno) los resultados para lograr objetivos personales.
Jorge Alejandro Salazar Reyes/Distrito Federal
Twitter: @galvanochoa
Facebook: @galvanochoa
Para participar en la encuesta semanal: elforomexico.com
La educación superior bajo ataque
Immanuel Wallerstein
      Durante mucho tiempo hubo sólo unas cuantas universidades en el mundo. El cuerpo estudiantil total en estas instituciones era muy reducido. Este pequeño grupo de estudiantes provenía en gran medida de las clases altas. Asistir a la universidad confería gran prestigio y reflejaba un gran privilegio.
El panorama comenzó a cambiar radicalmente después de 1945. El número de universidades comenzó a expandirse considerablemente, y el porcentaje de personas en el rango de edad que asistía a las universidades comenzó a crecer. Es más, esto no fue meramente una expansión en aquellos países que ya tenían universidades notables. En un gran número de países que no habían tenido instituciones o no tenían ninguna antes de 1945 se impulsó la educación universitaria. La educación superior se hizo mundial.
La presión para expandirse vino de arriba y de abajo. Desde arriba, los gobiernos sintieron una importante necesidad de contar con graduados universitarios que garantizaran su posibilidad de competir en las tecnologías más complejas requeridas en la explosiva expansión de la economía-mundo. Y desde abajo, grandes cantidades de los estratos medios y aun de los estratos más bajos de las poblaciones del mundo insistieron en que debían tener acceso a la educación superior para mejorar considerablemente sus perspectivas económicas y sociales.
La expansión de las universidades, que fue notable en tamaño, fue posible por la enorme expansión ascendente de la economía-mundo después de 1945, la más grande en la historia del moderno sistema-mundo. Hubo mucho dinero disponible para las universidades y estaban felices de poder utilizarlo.
Por supuesto, esto cambió en alguna medida los sistemas universitarios. Las universidades individuales se hicieron más grandes y comenzaron a perder la cualidad de intimidad que proporcionaban las estructuras más pequeñas. La composición de clase del cuerpo estudiantil, y luego la del profesorado, evolucionó. En muchos países la expansión no sólo significó una reducción en el monopolio de personas de los niveles más altos, como estudiantes, profesores y administradores, sino que con frecuencia significó que los grupos minoritarios y las mujeres comenzaran a tener un acceso más vasto, que antes se les había negado total o, por lo menos, parcialmente.
Este retrato rosa comenzó a tener dificultades alrededor de la década de 1970. Por un lado, la economía-mundo entró en un prolongado estancamiento. Y poco a poco, la cantidad de dinero que recibían las universidades, en gran proporción de los estados, comenzó a disminuir. Al mismo tiempo, los costos de la educación universitaria comenzaron a crecer, y las presiones de abajo para que la expansión fuera continua crecieron con mayor fuerza aún. Desde entonces la historia es la de dos curvas que van en direcciones opuestas –menos dinero y mayores gastos.
Para el momento en que arribamos al siglo 21, esta situación se tornó dificultosa. ¿Cómo se las arreglaban las universidades? Una forma importante fue lo que ha llegado a llamarse privatización. Casi todas las universidades anteriores a 1945, e incluso antes de 1970, eran instituciones del Estado. La única excepción significativa era Estados Unidos, que contaba con un gran número de instituciones no estatales, la mayoría de las cuales evolucionaron a partir de instituciones de base religiosa. Pero aun en estas instituciones privadas estadunidenses, las universidades se manejaban con estructuras no lucrativas.
Lo que la privatización comenzó a significar por todo el mundo fueron varias cosas: una, comenzó a haber instituciones de educación superior que se establecieron como negocios con fines de lucro; dos, las instituciones públicas comenzaron a buscar y a obtener dinero de donantes corporativos, que comenzaron a entrometerse en la gobernanza interna de las universidades; y tres, las universidades comenzaron a buscar patentes para los trabajos en que los investigadores de la universidad habían descubierto o inventado algo, y como tal entraron a ser operadores en la economía, es decir, se volvieron parte del negocio.
En una situación en que el dinero era escaso, o al menos parecía escaso, las universidades comenzaron a transformarse a sí mismas en instituciones parecidas a negocios. Esto puede entenderse en dos formas importantes: los más altos puestos administrativos en las universidades y sus facultades, que tradicionalmente ocupaban los académicos, comenzaron a ser ocupados por personas cuya formación era la administración y no la vida universitaria y aunque ellos conseguían el dinero, también comenzaron a fijar los criterios para asignarlo.
Comenzó a haber evaluaciones de universidades completas y de departamentos dentro de las universidades en términos de sus productos, en relación con el dinero invertido. Esto podía medirse en cuántos estudiantes deseaban emprender estudios particulares, o en qué tan reconocida era la producción de investigación de ciertas universidades o departamentos. La vida intelectual comenzó a ser juzgada con criterios seudomercantiles. Aun el reclutamiento de los estudiantes se midió en términos de cuánto dinero entraba mediante los métodos alternos de reclutamiento.
Por si esto fuera poco, las universidades comenzaron a sufrir los ataques de una corriente de extrema derecha antintelectual que veía las universidades como instituciones laicas y anti-religiosas. La universidad como institución crítica –crítica de los grupos dominantes y de las ideologías dominantes– siempre ha enfrentado la renuencia y la represión de los estados y las elites. Pero sus poderes de supervivencia siempre estuvieron basados en su relativa autonomía financiera basada en el costo real de operación. Esto era la universidad de ayer, no la de hoy ni la de mañana.
Uno puede describir esto simplemente como otro ejemplo más del caos global en el que estamos viviendo. Excepto que se suponía que las universidades jugaran el papel de ser un locus importante (por supuesto no el único) de análisis de las realidades de nuestro sistema-mundo. Son estos análisis los que pueden hacer posible navegar en la caótica transición hacia un nuevo orden mundial, que esperamos sea mejor. Al momento, los disturbios al interior parecen no ser más fáciles de resolver que los disturbios en la economía-mundo. Y se le presta mucho menos atención.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein
El gran argumento-Fisgón


Capos, gobernantes y ciudadanos
Abraham Nuncio
      Analistas y diplomáticos temen que los narcotraficantes vayan a aumentar su influencia sobre la política mexicana durante las elecciones legislativas programadas para julio, decía un editorial de The Wall Street Journal en 2009. Lo reproduje, a manera de epígrafe, en un artículo (Elecciones y dinero en un contexto desigual y delictivo) incluido en el libro Democracia y elecciones en Nuevo León, una edición de la universidad pública del estado.
Entre 2009 y 2012, en que habrá, además de las legislativas, elecciones presidenciales, los cárteles de la droga y otros grupos criminales han aumentado no sólo su influencia, sino su poder real en el sistema político mexicano. Un localizado botón de muestra.
La noticia dio la vuelta al mundo: en el sobresaturado penal de Apodaca –uno de los municipios del área metropolitana de Monterrey– hallaron la muerte 44 prisioneros, en un motín tan espeluznante como sospechoso, a punta de cuchilladas, pedradas y garrotazos, tras la fuga de 30 reos, entre ellos cuatro capos de la delincuencia organizada.
No fue eso lo que más perturbó a las autoridades de Nuevo León, sino dos pronunciamientos: el de los representantes de los organismos empresariales y el aparecido en una manta firmado por dos de los capos de Los Zetas: Heriberto Lazcano y Miguel Treviño Morales (Z-40).
Los empresarios dieron un ultimátum al gobierno de Rodrigo Medina. Eugenio Clariond Rangel advirtió: “Hoy estamos encendiendo el foco de alerta y la última llamada al gobierno del estado…”.
La manta, que cualquiera puede ver por Internet, contenía señalamientos difíciles de digerir: a) Nuevo León es territorio de Los Zetas y el poder lo demostramos con hechos. b) “… Rodrigo Medina me obedece por que (sic) lo apoyamos para llegar a la gubernatura… los 20 millones de dólares que entregó el Lic. Manuel Quiñones (a) Lic. Many cuñado o concuño de Aldo Fasci Zuazua para la campaña no era (n) gratis; tampoco lo que pagamos para los gastos de Rodrigo de Agustín Serna de la CROC”. c) “… lo único que le queda al gobierno de Calderón y al que venga es pactar con nosotros… si no los tendremos que derrocar y tomar el poder por la fuerza, como hasta ahora”.
A los empresarios respondieron desde el gobierno-partido del PRI que no podían quejarse de inseguridad, pues si sus empresas habían prosperado, eso era gracias a la seguridad ofrecida por el gobierno estatal. El gobernador sintió que se le había pasado la mano y a plana entera publicó luego una zalema llamándoles los valientes empresarios. De la manta de Los Zetas dijeron que se trataba de una provocación con el propósito de dividir.
Hace seis meses murieron 53 personas en el ataque al Casino Royale de Monterrey, y es fecha que continúa sin aparecer el dueño del lugar (le fue facilitada la huída) para poder fincar las responsabilidades correspondientes. A ese y a la masacre en el penal de Apodaca han seguido otros episodios sangrientos y de grave inquietud, hasta elevar el número de asesinatos vinculados a la delincuencia organizada a casi 300 (297) entre enero y febrero de 2012: un tercio más respecto al primer bimestre de 2011. Y no se ve que medida alguna de las tomadas por los tres niveles de gobierno eleve el gradiente de control sobre el hampa que le disputa el poder a las autoridades establecidas.
Los ciudadanos tenemos derecho a la sospecha frente a realidades que no nos convencen. Esas y las futuras autoridades dependen del resultado de campañas desmesuradamente caras, y por lo mismo, las sujetan en el ejercicio del poder público a la voluntad de quienes se las pagan: individuos con dinero legal e ilegal. Son ellos los que les exigen, los que mandan y a los únicos a quienes los gobernantes hacen caso.
Los ciudadanos que no podemos patrocinar campañas nos hallamos a la intemperie de cuantas garantías, derechos y defensas nos prometen la ley y quienes en su nombre piden nuestro sufragio, lealtad, disciplina, unidad, productividad, competitividad, etcétera. Ellos –esa es la verdad descarnada y sólo admite raras excepciones– no cumplen y no nos cumplen, como dijo la valiente tlapaneca Inés Fernández. Hasta ahora, ningún candidato y ningún partido han propuesto, y menos han luchado por abatir a sus mínimos los costos de las campañas. La democracia, así, es imposible.
El lema del anterior gobernador de Nuevo León para llegar al poder fue Con la fuerza ciudadana. Cuando le fue planteada la necesidad de aprobar la ley de participación ciudadana, la mayoría en el Congreso, bajo su control, no la dejó pasar. En el gobierno de Rodrigo Medina se ha hecho otro intento con un proyecto minimalista. Tampoco ha prosperado.
En esas circunstancias cobra pleno sentido el contenido de un libro coordinado por Esthela Gutiérrez: Cambiar México con participación social. Su presentación fue en el Senado de la República. Allí, el rector de la Universidad Autónoma de Nuevo León señaló el papel de las universidades en la forja de la conciencia crítica y convocó al debate sobre los principales retos sociales y (a) proponer acciones claras, concretas y factibles que promuevan una nación justa, democrática, sustentable y en constante renovación.
En torno a la inseguridad y otros azotes, debate es lo que falta, no espots.

No hay comentarios:

Publicar un comentario