Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 19 de septiembre de 2012

ASTILLERO- La Jornada: 28 años- Reformas y magia

Astillero
EPN mirando al norte
Entre generales y tutelas
Cárceles y cárteles
Salirse de las manos
Julio Hernández López
Foto
IN MEMORIAM. Antes de iniciar los trabajos de la sesión ordinaria ayer en la Cámara de Diputados se guardó un minuto de silencio en memoria de los legisladores asesinados en días recientes
Foto Francisco Olvera
 
Pretendiendo ver simbólicamente hacia Latinoamérica, Enrique Peña Nieto ha comenzado sus viajes internacionales colocándose con gusto en la órbita estadunidense. Geográficamente ha dado sus primeros pasos diplomáticos hacia el sur, pero políticamente (al menos en las dos primeras visitas, a Guatemala y Colombia) su equipaje discursivo y su brújula están abiertamente orientados hacia el norte.
 
Tiempo inmediato tendrá para hacer replanteamientos en otras latitudes sudamericanas si es que la primera impresión que ha causado es errónea, pero en Guatemala tuvo ya su primer tropiezo al caerse la reunión de bulto que pretendía hacer con todos los presidentes centroamericanos convocados por el anfitrión, el general en retiro Otto Pérez Molina, llevado al poder por un partido ultraderechista y acusado de conductas represivas. Aun cuando sostiene un diferendo con Washington, pues apoya la despenalización del consumo de drogas, Pérez Molina ejerce un gobierno que privilegia la fuerza para atender problemas políticos y sociales. Si fuera necesario desprender algún intento de mensaje político del peñanietismo al escoger Guatemala y a su general presidente como primera visita, los augurios en México tendrían razón para ser sombríos (hasta Mario Vargas Llosa pide un cambio de rumbo).
 
En Bogotá su anfitrión formal ha sido el presidente Juan Manuel Santos, pero la figura dominante y la referencia verdadera es el policía colombiano llevado a general, Óscar Naranjo, insólitamente designado por Peña Nieto como asesor de Los Pinos para faenas antinarco, en una decisión que muestra menosprecio por las fuerzas armadas mexicanas y que representa el acatamiento de una línea de trabajo dictada desde Washington, donde el general en retiro funge también como colaborador del Banco Interamericano de Desarrollo.
 
Tan temprana exhibición de Peña Nieto entre generales, métodos represivos y tutela gringa se hizo acompañar de definiciones peligrosas. Como si compartiera la pasión por la violencia que caracterizó a Calderón, y plenamente embonado a las políticas gringas (Obama dijo hace días, sin darle su lugar a EPN, que estaba seguro de que éste continuaría la guerra contra el narcotráfico), el futuro jefe de las armas mexicanas repitió lo que el preceptor Naranjo había anunciado a finales de julio (en Astillero se habló del asunto: Pedir Naranjos al olmo bit.ly/M9HxO0 ): no habrá tregua ni pacto con los delincuentes. Además, en la capital colombiana elogió el método allá utilizado, que entre otras cosas significó la apertura sin pudor a la intervención estadunidense directa y la promoción y protección de bandas de paramilitares.
 
En tanto, ayer se realizaba una reunión binacional de altos funcionarios relacionados con la Iniciativa Mérida. Una delegación nacional viajó a la capital estadunidense para reunirse con otro grupo, éste encabezado por Hillary Clinton. Fue la cuarta sesión (la anterior sucedió en abril de 2011) y, aparte de trazar compromisos para un futuro que ya no comandarán los panistas, sino los priístas (plena demostración de que, para estos efectos, los cambios de siglas y apellidos dan lo mismo), tuvo como telón de fondo el incidente de Tres Marías en el que los mexicanos acribillaron una camioneta diplomática blindada y los estadunidenses sacaron del país, sin respeto por lo que quedara de apariencias de respeto a la legalidad mexicana, a dos personas con heridas menores que supuestamente eran agentes de la CIA sin acreditación diplomática alguna.
 
En el plano interno revivió alarmas la fuga de más de 130 en una penitenciaría de Piedras Negras. La autoliberación sin incidentes hizo reparar de nuevo en el delicadísimo rubro de los penales mexicanos que forman parte destacada del cuadro nacional de gravísima descomposición. No hay razón, si acaso por la cuantía, para asombrarse de lo recién sucedido: las cárceles son territorio sustraído a cualquier pretensión de control real por parte del Estado. Dominadas por cárteles, dirigidas por funcionarios que están sujetos a la implacable ley del plomo o la plata, convertidas en infiernos sin esperanza, esos centros de rehabilitación constituyen uno de los saldos apocalípticos del calderonismo que pretende escudarse en que los penales donde ocurren fugas y motines corresponden a estados de la República y no al gobierno nacional, pero lo cierto es que el virus principal corresponde a procesados y sentenciados por delitos del orden federal, concretamente por asuntos relacionados con el narcotráfico y otras formas de delincuencia organizada.
 
De entre el fuego discursivo cruzado que mantienen priístas y panistas a propósito de lo sucedido en Piedras Negras, tratando de responsabilizar unos a otros del desastre, destaca lo señalado por Manlio Fabio Beltrones, al hacer un llamado de atención al gobierno que se va para que no permita tanta laxitud en la disciplina, orden y responsabilidad porque el gobierno se les puede salir de las manos antes de que tome posesión Enrique Peña Nieto.
Las rigurosas palabras del priísta sonorense parecen tener sentido si se observa el gran repunte de ejecuciones, secuestros y enfrentamientos en diversas partes del país, en lo que pareciera una sangrienta disputa ante el debilitamiento del poder que se va y para negociar condiciones con el que está por llegar. Deudas, pactos, sustituciones, remodelaciones, reacomodos gerenciales y cuotas y sistemas heredados y por consolidar. ¿Salirse de las manos? ¿Para beneficio de quién? ¿Por maleficio de quién?
 
Y, mientras continúan los accidentes en instalaciones petroleras (las que a la vez están en la mira privatizadora: el presunto negocio del sexenio venidero), esta vez con un lamentable saldo fúnebre, y con Mitt Romney alejándose aún más de la posibilidad presidencial gringa, gracias a Mother Jones, ¡hasta mañana, preguntando si no será hora de que los gobiernos estatales dejen de subsidiar negocios de Televisa y Televisión Azteca, como se vio respecto a esta empresa en el accidente aéreo de Michoacán!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
La Jornada: 28 años
El 19 de septiembre –fecha que habría debido ser razón de festejo para este diario, sus trabajadores, sus colaboradores, sus lectores y sus anunciantes– quedó asociado de manera indeleble a la tragedia ocurrida en 1985, un año exacto después de que los primeros ejemplares de La Jornada salieron a circulación. Desde entonces, este medio informativo aborda sus aniversarios como ocasiones para la reflexión.
 
El periódico surgió como una propuesta de periodismo independiente de los poderes públicos, privados y fácticos –que ya los había en 1984– para dar un espacio noticioso a una sociedad que carecía de vías de expresión y que era retratada, en el discurso oficial y en la uniformidad mediática, como homogénea, unánime y hasta monolítica, cuando ya por aquel entonces México era un país diverso y plural y, sobre todo, necesitado de libertad, democracia, participación y justicia. La Jornada procuró distinguirse por su cobertura de las causas sociales que eran ignoradas, de los reductos del pensamiento crítico que no encontraban un cauce de difusión fuera de la academia, de las voces de los sectores vulnerables y de las minorías que simplemente resultaban inexistentes en el panorama mediático nacional.

Asimismo, este diario ha procurado presentar la información de manera veraz y contrastada; es decir, sin omitir ni abultar los hechos observados y sin suprimir alguna de las distintas versiones de la realidad. Se buscó también, desde un principio, acompañar los hechos con elementos de contexto y de análisis que dieran a los lectores mejores perspectivas de comprensión del país y del mundo.
En todos estos años, La Jornada no se ha afiliado a movimiento o causa alguna, pero tampoco ha dejado fuera de su información cotidiana los fenómenos, sucesos y causas de relevancia. Desde muy pronto esa actitud editorial le valió ser encasillada y descalificada, desde el poder o desde sus periferias propagandísticas, como supuesta vocera de dsitintos actores políticos de México y del extranjero. Tales apreciaciones no han mellado la confianza que en este periódico tiene su público, multiplicado e internacionalizado de unos años a la fecha por el desarrollo de la red mundial. Por el contrario, en sus casi tres décadas de circulación La Jornada ha consolidado su credibilidad y se ha situado como un punto de referencia necesario sobre el acontecer nacional e internacional.
 
Sin duda, este diario ha tenido desde su origen, y tiene, sin ocultamientos ni actitudes vergonzantes, una postura política –que no partidista– definida: cree en la necesidad de preservar la soberanía nacional y una política exterior independiente y digna; en la promoción de la justicia social; en acotar las dinámicas de barbarie características del libre mercado; en situar el bienestar de la población como objetivo central de las acciones de gobierno; en impulsar la democratización efectiva, contrarrestar la discrecionalidad y el autoritarismo, desmantelar los estamentos corporativos, clientelares y patrimonialistas; en la urgencia de combatir la corrupción e impulsar la transparencia y la rendición de cuentas, y en la procedencia del respeto a la legalidad, en letra y en espíritu, por parte de todos los protagonistas del quehacer nacional: instituciones, políticos y funcionarios, organizaciones y partidos, empresas y corporativos, medios informativos y ciudadanos en general.
 
Desde la perspectiva de este diario, esas preocupaciones fundacionales no han perdido vigencia en estos 28 años; por el contrario, en la incierta y angustiosa circunstancia actual del país resultan más pertinentes que nunca, y a ellas seguirá respondiendo.
 
 Un hombre de letras-Helguera
Reformas y magia
Luis Linares Zapata
 
Las élites mexicanas, al revolotear en su enrarecido Olimpo, desgranan veloces dictados tan inapelables que rayan en la más pura e incierta de las magias. Cuando tales palabras adquieren tesitura de leyes por aprobar, se trasmutan en escondrijos intencionados que, al tocar tierra de paganos, terminan en rollos de la más descarada demagogia. Llevemos a cabo las tres reformas estructurales pendientes y el país entrará (de sopetón hubieran podido decir) en una era de progreso acelerado. Tal fórmula que se oye desde allá, desde mero arriba, desde esas cúspides ahora renovadas, inunda el espacio difusivo. Para no dejar pasar tan idílica ocasión, los aires de la República, después de la protestada elección, se rellenan con augurios de buenos deseos por concretar. Al menos esa parece ser la intención del grupo que se ha encaramado en el Poder Ejecutivo y, sin duda, en el Legislativo.
 
Son sólo tres los mandatos que completarán el catalogo inscrito en el acuerdo de Washington: el laboral, el de energía y el fiscal. Lleven a término las reformas estructurales y olvídense de la mediocridad, vino a decir el director de la OCDE. Y a ello se abocarán en las semanas por venir los más habilidosos talentos de los priístas que, como ellos mismos se predican, sí saben cómo hacerle para gobernar con eficacia. De entrada, la nación, de acuerdo con tan promisorios augurios, ha entrado en un compás de ansiosa espera. Sólo hace falta dar cauce, primero, a otras tres reformas (enmiendas) surgidas a todo galope. Todo apunta hacia respuestas por los reclamos y las muchas desconfianzas expresadas en la campaña hacia el priísmo, ahora ya entronizado en el mando supremo. Se completará así la ruta marcada por las sedes imperiales desde hace más de tres decenios: el modelo de eficientismo neoliberal bajo tutela de los centros financieros mundiales. En realidad, un despiadado desmantelamiento de los distintos estados de bienestar y la más cruenta manera de concentrar, sin ambages, la riqueza. Eso y no otra intención se agazapa tras los urgentes, generalizados y tronantes llamados reformistas.

Lo cierto es que tanto las tres adecuaciones enviadas al Legislativo por el señor Peña Nieto como la laboral del moribundo calderonismo pasarán por escollos varios. Las deformaciones que el original proyecto sufrirá no vendrán de las negociaciones de un plural congreso, sino de las resistencias de los cotos de poder inscritos dentro del mismo priísmo. En corto tiempo se verán, en plena pantalla, las incapacidades del sistema vigente para renovarse. La reforma laboral, en la modalidad que se apruebe, debilitará aún más las posibilidades de lograr un crecimiento a niveles prometidos por el señor Peña. Simplemente no habrá músculo suficiente para empujar el consumo. Sin tal aliciente, el mercado interno no alcanzará la tierra prometida del bienestar prometido. Tampoco la inversión, el motor por excelencia, tendrá campo propicio para concretarse. Las facilidades que la ley pretende establecer contribuirán a incrementar las utilidades, es cierto, pero estas se dedicarán al consumo suntuario, la exportación de capitales o la especulación, tal como ahora sucede. El poder adquisitivo, ya de por sí muy achicado (85 por ciento, o más, de la fuerza laboral percibe tres salarios mínimos o menos) se irá, qué duda, en picada al precarismo.
 
Pero el aparato de comunicación del país hace ya alardes de subordinación a los mandones que empujan hacia la continuidad. En ello va su inocultable beneficio y el mantenimiento de los masivos privilegios de que gozan. Bajo el estricto control del empresariado, los comunicadores, orgánicos todos ellos, se afanan en repetir una y otra vez, hasta el cansancio o la ignominia, la necesidad, la urgencia de las reformas estructurales. Poco importa que a escala mundial el modelo muestre, sin tapujos, no sólo sus limitantes, sino el claro destino de su fracaso. La incapacidad de dicho modelo para enfrentar los efectos terribles de la crisis desatada por la codicia de los otrora magos de las finanzas centrales sólo se compara con el desgaste de sus operadores político-empresariales. Se navega entre la evidente mediocridad de los mandos institucionales, la erosión de la esperanza colectiva –en especial entre la juventud– y el magro crecimiento económico que, para otros muchos, es de franca recesión.
 
Falta, por si fuera poco, la concreción de las otras reformas faltantes (energía y fiscal) que, al parecer, se han dejado para momentos futuros. Ahí sí que habrá estiras y aflojas con la oposición y todavía más graves consecuencias. Llevarlas a cabo, tal como se han diseñado en los centros de la más reaccionaria y entreguista de las derechas (externa y nacional), requerirá de un sólido compromiso, no sólo ideológico, sino de quehacer político, del priísmo de élite y, en especial, de su tocado conductor. Ya no será eficaz una simple campaña publicitaria donde una colección de fotos para el recuerdo hace marginal trabajo. Tampoco se saldará con un paseo por el continente o un encuentro con el próximo presidente estadunidense. Hará falta calibrar la temperatura interna del malestar existente, revisar las correas de transmisión popular, aquilatar el efecto demoledor en el pueblo del IVA pensado y por aplicar, mostrar la intuición política que discrimine entre males y vea por los genuinos intereses de la nación. Francamente un algo fuera de las capacidades del liderazgo ahora encumbrado. Los grupos de presión, mientras, continuarán encadenando a la nación.

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