Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 20 de septiembre de 2012

LA PRIMERA VICTORIA

LA PRIMERA VICTORIA
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> Alberto Híjar Serrano
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> Entre las acciones simbólicas de Yo Soy 132 destaca la de Guanajuato
> en agosto cuando intervinieron la organización del Festival
> Internacional de Cine de Guanajuato copión de la alfombra roja tendida
> en la escalinata del Teatro Juárez. Una marcha partió del Monumento a
> El Pípila en el Cerro de San Miguel desde donde se domina la ciudad
> patrimonio de la humanidad, para recorrer la ruta del Ejército
> Insurgente comandado por Allende e Hidalgo. Un joven con el torso
> desnudo, peinado con rastas como identidad actual y con una loza
> simulada en la espalda, encabezó las columnas que toparon con la
> policía, dieron la vuelta y en el costado del Teatro Juárez gritaron
> consignas y exhibieron su lema principal: “Quedan muchas alhóndigas
> por incendiar”.
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> El gesto histórico es importante por darse en Guanajuato y por
> responder a la reiterada negación del poder popular por el Estado
> opresor. El acto se apoya en el libro Pípila, artífice de la primera
> victoria insurgente de Modesto Ortíz Prado. El libro recoge y explica
> los documentos que prueban la existencia de Juan José de los Reyes
> Martínez quien se sumó al Ejercito Insurgente con un grupo de mineros.
> No llegaba a 400 el número de insurgentes que en Guanajuato aumentó
> hasta unos seis mil y en su marcha a México llegaron a 90 mil. En la
> Alhóndiga de Granaditas se encerraron los españoles y los criollos
> ricos con sus tesoros. La fortaleza parece inexpugnable por sus
> altísimos muros, sus grandes portones y la defensa desde lo alto con
> disparos, bombas y ácido del usado para procesar los minerales. No
> podían ni acercarse los insurgentes cuando los mineros recién
> incorporados idearon colocar una loza del piso bien amarrada a la
> espalda del Pípila para que se acercara a rastras y dinamitara la
> entrada principal. Quienes niegan que alguien pueda soportar un peso
> de más de cien kilos en la espalda, no saben de lo que son capaces los
> combatientes libertarios acostumbrados a las más duras tareas, cuando
> la adrenalina revolucionaria es orientada por la voluntad de vencer.
> Sólo hay que recordar a la sandinista mexicana Aracely Pérez Darias,
> egresada de la Universidad Iberoamericana o al Che asmático, cargando
> cajas de balas en el repliegue de un combate. Con las pecas
> características de las asoleadas que daban apariencia de huevo de
> guajolota a punto de criar a sus pípilas, el joven y fuerte minero
> cumplió la encomienda para permitir la entrada en tropel de los
> furiosos insurgentes que destruyeron todo lo que encontraron a su paso
> el 28 de septiembre de 1810. La Revolución de Independencia había
> comenzado, dejaba de ser mera movilización contestataria y convencía a
> los miles que se integraron al desordenado pero efectivo ejército
> repudiado por los ricos admiradores de los bien uniformados y
> disciplinados defensores del virreinato. La primera victoria
> insurgente es una victoria histórica del pueblo en lucha. “Hay muchas
> alhóndigas por incendiar”.
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> Meses después, el 24 de noviembre, Calleja recuperó
> Guanajuato y Manuel Flon, Conde de la Cadena, ordenó “toque a
> degüello” y dicen los cronistas que el Padre José de Jesús
> Belaunzarán, con crucifijo al frente, detuvo tarde la matanza de los
> realistas mientras otros curas los acompañaban bendiciendo los
> cadáveres de los inocentes.
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> El Pípila fue nombrado capitán y fue integrado a la
> guardia de Hidalgo para quedar al mando de la Cuarta Compañía. A raíz
> de la derrota de El Maguey y mientras Hidalgo marchaba a Guadalajara,
> donde proclamaría la libertad de los esclavos y encargaría la
> publicación de El Despertador Americano, el ex minero se encontró con
> el Regimiento de Infantería de Mineros derrotado y disperso lo cual lo
> obligó a andar a salto de mata. El 14 de octubre de 1811 las cabezas
> de Hidalgo, Aldama, Allende y Jiménez, el discípulo de Hidalgo en el
> Colegio de San Nicolás, fueron colgadas en jaulas en las esquinas de
> la Alhóndiga para escarmiento de los insurgentes. Fusilado el 30 de
> julio, un mes después de sus compañeros dirigentes, Hidalgo fue
> violentamente despojado de sus atributos sacerdotales con el raspado
> de las palmas de sus manos mientras se leía la maldición a todas y
> cada una de las partes de su cuerpo y a toda su descendencia para
> cumplir así el decreto de las cortes de España del 15 de octubre de
> 1810 excomulgándolo y llamándolo a la rendición. Hidalgo y Allende
> habían respondido como “jefes nombrados por la nación mexicana para
> defender sus derechos” con el rechazo que dice en una de sus partes:
> “el indulto, Señor Excelentísimo (el virrey Venegas, N. A.) es para
> los criminales, no para los defensores de la patria”.
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> Luego de la derrota del 3 de mayo de 1811, el Pípila
> destinado a permanecer en Guanajuato, logró regresar a San Miguel el
> Grande donde murió el 23 de julio de 1863 según testigos como Alamán,
> Bustamante y Liceaga y por las cartas atesoradas por la familia. Todo
> esto cuenta mucho más que las diatribas de Clio-Televisa contra la
> existencia de el Pípila quien fue borrado de los textos escolares
> cuando Ernesto Zedillo fue un inadecuado Secretario de Educación. Cada
> octubre en Santa Rosa, el mineral recientemente agredido y defendido
> contra los consorcios mineros, los malllamados “indios tejocoteros”
> representan la hazaña como homenaje a los insurgentes en lucha.
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> Al reivindicar la primera victoria político-militar
> independentista, es necesario insistir: “Hay muchas Alhóndigas por
> incendiar”.
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> 14 septiembre 2012

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