Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 25 de marzo de 2013

American Curios- Chipre: un desastre- Nosotros ya no somos los mismos

American Curios
Noticias desde el manicomio
David Brooks
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Como parte de la lucha por un mayor control de armas en Estados Unidos, Yoko Ono subió a las redes sociales una imagen de los lentes manchados de sangre de John Lennon, quien fue baleado en 1980
Foto Reuters
 
Hay semanas en las que uno no puede reportar desde Estados Unidos de manera racional lo que con frecuencia es, objetivamente, un mosaico de locuras. Si uno logra hacerlo, cabe sospechar que fue posible porque uno acabó convirtiéndose en un interno más del manicomio.
 
Desde adentro, insisten, todo tiene una explicación lógica. Pero eso a veces sólo comprueba que están locos.
 
Por ejemplo, entre las principales noticias de los últimos días destaca el anuncio de líderes del Congreso de que ya no contemplan prohibir las armas de asalto, lo que no es nada menos que un arma de guerra, en el proyecto de ley para imponer un mayor control de armas de fuego. La razón: no hay suficiente apoyo entre los legisladores. De hecho, según una encuesta de CNN, el apoyo público a controles más estrictos sobre las armas se ha desplomado de 52 a 43 por ciento desde la matanza de Newtown.
 
El derecho de los ciudadanos a tener armas, se argumenta aquí, está garantizado por la Constitución. Desde la lógica dentro del manicomio, algunos alegan algo que suena casi revolucionario: que los ciudadanos tienen el derecho de armarse no sólo para protegerse de los malos que andan por ahí, sino del propio gobierno y sus posibles abusos de los derechos de los ciudadanos, como, por ejemplo, se constata en los intentos por quitarles las armas.
 
Súplicas de los padres de 20 niños asesinados en Newtown tan sólo hace tres meses, así como las de una representante federal cuya carrera fue anulada por una bala en la cabeza disparada por un loco armado; el envío por redes sociales de una de las imágenes más impactantes de esta semana –los lentes de John Lennon aún manchados de sangre– con el mensaje de su viuda Yoko Ono de que más de un millón 57 mil personas han muerto por armas de fuego en Estados Unidos desde que John Lennon fue baleado y muerto el 8 de diciembre de 1980, o las estadísticas cotidianas de balaceras en Chicago con saldos de jóvenes muertos, o el hecho de que estas armas de asalto son las favoritas del crimen organizado en México y Estados Unidos: todos estos mensajes racionales y hechos a favor de imponer controles severos sobre las armas se estrellan contra la dinámica del manicomio oficial.
 
Me avergüenza que el Congreso no tenga la valentía para promover esto, comentó un padre de uno de los niños asesinados en la escuela primaria en Newtown hace sólo tres meses.
Pero la vergüenza no parece molestar a un Congreso que cuenta con una tasa de aprobación publica de sólo 12 por ciento. Aunque la nota principal en Washington durante los últimos años es que hay un estancamiento del proceso político, donde todo se atora –desde reformas de control de armas e inmigración hasta el presupuesto federal y más– por una supuesta polarización ideológica, otro fenómeno sugiere exactamente lo opuesto.
 
En los hechos es incuestionable la existencia de un consenso bipartidista sobre políticas neoliberales que han generado el mayor nivel de desigualdad económica desde la gran depresión y han acabado con el tan vitoreado sueño americano y, por otra parte, la construcción de un estado de seguridad nacional sin precedente que amenaza las libertades y garantías que el gobierno pretende defender, incluida la fundamental de libertad de expresión.
 
James Goodale, el abogado del New York Times en 1971, cuando ese rotativo tomó la decisión histórica de publicar los Papeles del Pentágono, la mayor filtración de documentos secretos oficiales antes del caso de Bradley Manning y Wikileaks en la historia del país, y enfrentó al gobierno obsesionado con secretos oficiales y manipulación pública del presidente Richard Nixon, recientemente calificó el manejo de información clasificada y libertad de prensa del presidente Barack Obama de antediluviano, conservador, retrógrada; peor que Nixon, en una entrevista con la Columbia Journalism Review.
 
En otras partes del manicomio también había noticias esta semana. Nada más por mencionar unas cuantas: según el Financial Times, la empresa Halliburton que encabezaba el ex vicepresidente Dick Cheney antes de la guerra contra Irak obtuvo contratos por 39 mil 500 millones de dólares para servicios a la invasión estadunidense; el negocio de la sangre paga bien. Por otra parte, Obama, quien dice estar comprometido con enfrentar el cambio climático, nombró como próximo secretario de Energía a Ernest Moniz, científico nuclear del Tecnológico de Massachusetts, quien encabezó un programa de investigación financiado por las grandes empresas energéticas y también fue asesor o integrante de juntas directivas de varias de éstas, incluida BP, la responsable de uno de los peores desastres ecológicos en el Golfo de México.
 
A la vez, el alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, acaba de anunciar que cerrará aproximadamente 80 escuelas públicas para enfrentar un déficit presupuestal. Lo mismo ocurre en otras ciudades como Nueva York, Filadelfia, Washington, Baltimore y Detroit. Sin embargo, en esas mismas ciudades sí hay fondos para abrir decenas de nuevas escuelas charter que son públicamente subsidiadas pero administradas de manera privada, o sea, un esfuerzo por privatizar el sistema publico y destruir los sindicatos del magisterio.
 
En este clima de austeridad también hay fondos para construir más prisiones. El gobierno federal y los estatales gastan unos 70 mil millones de dólares anuales en el sistema penitenciario, los estados gastan casi lo mismo en cárceles que en universidades. Esto en el país más encarcelado del mundo, tanto en números absolutos como en porcentaje de su población. La Unión Estadunidense por las Libertades Civiles reporta que eso se traduce en que uno de cada 99 habitantes está encarcelado. Con 5 por ciento de la población mundial, Estados Unidos cuenta con 25 por ciento de la población encarcelada del planeta.
 
Todo esto, y mucho más, se reporta como si fuera más o menos normal. La locura se ha vuelto algo normal. Pero seguramente esa información está clasificada como secreta, para bien de todos los que estamos dentro del manicomio.
 
Chipre: un desastre
León Bendesky
El Fondo Monetario Internacional ha seguido las pautas de 147 crisis bancarias desde 1970. La más reciente, y que se despliega ahora mismo con mucha intensidad, ocurre en Chipre.
 
Con esto se pone una vez más en entredicho el sistema europeo de la unión monetaria y la existencia misma del euro; la capacidad del Banco Central Europeo de establecer una unión bancaria y un esquema de supervisión único para los bancos de la eurozona; la prelación de las deudas en casos de quiebra de un banco. Se exhibe la debilidad de los bancos europeos, que ha sido el asunto central tratado por el Comité de Supervisión Bancaria que se conoce como Basilea III (que ya se aplica en México), y niega lo que se veía ya como un retorno a la estabilidad financiera de la zona y hasta del crecimiento del producto, aun en un entorno esencialmente de ajuste basado en la austeridad presupuestal.

Hay un elemento novedoso en esta crisis y que es muy relevante para el funcionamiento del sistema bancario tal y como es ahora, sobre todo en cuanto a las condiciones que se supone deben sostener la estabilidad financiera y reducir los riesgos llamados sistémicos. Este elemento es el seguro de depósitos.

El plan de rescate bancario y de la deuda pública que quieren imponer la Unión Europea, el BCE y el FMI (la Troika), pero especialmente el gobierno alemán en Chipre incluye la aplicación de un impuesto a los ahorros. Se debate si este debe afectar a los depósitos en exceso de 100 mil euros por banco, que es la cifra que cubre el seguro a cada depositante o, incluso, a aquellos de menor cuantía. También se discuten las tasas de ese impuesto y que en el caso de los depósitos de mayor cuantía podría ser de hasta 20 por ciento. No es, claramente, una cuestión menor.

Ese seguro equivale al que fue constituido en México luego de la creación del IPAB tras la crisis de 1995. Hoy, los depósitos asegurados en el país equivalen a 400 mil Unidades de Inversión (UDI’s), alrededor de un millón 972 mil pesos, por persona y por banco. Y, según dice textualmente ese instituto: En el remoto caso que algún banco llegara a presentar problemas financieros... es el encargado de establecer los mecanismos para que los ahorradores recuperen, de ser el caso, el resto de su dinero lo más pronto posible.

Eso mismo es lo que ahora está en duda en Chipre. Se ha criticado severamente la decisión de apuntar al seguro de depósitos como instrumento para financiar internamente parte del rescate bancario, que se estima en un total de 17 mil millones de euros. El producto generado en ese país es de apenas 23 mil millones de dólares y representa 0.2 por ciento del PIB de los países que están en la zona del euro.

La crisis bancaria en Chipre está centrada en dos bancos grandes. Tiene los mismos orígenes del problema más general que existe en la zona euro; es decir, lo ocurrido desde 2008 y con epicentro en Estados Unidos. Pero en este caso hay ciertas particularidades. Los bancos chipriotas empezaron a extender sus actividades luego de su entrada al euro en enero de 2008, tanto internamente –de modo apreciable en el sector inmobiliario– y también en otros países. Pero han sido los depósitos provenientes de Rusia los que han creado la hipertrofia del sistema y que ha servido también para lavar mucho dinero. Los activos de los bancos alcanzaron 800 por ciento del PIB en 2011. La deuda del país, si se considera el rescate bancario, llegaría a representar 149 por ciento del PIB.
 
Han sido los grandes bancos de esa región los que han alertado sobre las consecuencias que una corrida bancaria en Chipre podrían tener en otros lugares. El ministro de Economía español, Luis de Guindos, dijo al respecto que los depósitos bancarios son sagrados, pero tenerlo que decir es ya un asunto preocupante viniendo de uno de los responsables de salvaguardarlos en un país con una crisis muy grave del sector financiero.
 
El agua está para chocolate en Europa, la gente desconfía de los bancos y de sus gobiernos, a las presiones económicas por la recesión se añade, cada vez más, el deterioro social. Las estadísticas de esta situación: desempleo, desahucios, reducción de las pensiones y mayor pobreza son verdaderamente llamativas, sobre todo, para el conjunto de los países que habían alcanzado un mayor nivel de bienestar y que están en la parte occidental del continente.
 
El factor ruso complica las condiciones de esta crisis y pone en evidencia el origen del dinero y cómo y desde dónde se mueve; las limitaciones grandes que tiene la regulación financiera, incluyendo las medidas de prevención de lavado de dinero y, en general, la estabilidad financiera no sólo de la región, sino a escala global.
 
El caso chipriota, aun considerando el muy pequeño tamaño de la economía, la magnitud del rescate que necesita –bastante menor al que requiere Grecia y, claro está, de los que podrían exigir Italia o España– muestra la fragmentación política que hay en Europa y las grandes restricciones institucionales y de gobernanza que hay en la Unión Europea. También pone en un primer plano el modo en que opera el gobierno alemán, líder de facto de todo ese orden político-económico regional.
 
El FMI argumenta que en las 147 crisis bancarias que ha seguido desde hace más de 40 años, en ninguna de ellas ha habido pérdidas para los ahorradores. Lo que no se puede decir es que los ahorradores y el resto de los habitantes de los países donde han ocurrido esas crisis no paguen un enorme costo, puesto que los recursos para los rescates salen del erario, aumenta la deuda pública y presiona los presupuestos imponiendo un costo social sumamente desigual entre la población y por un largo periodo. Eso lo sabemos bien en México y desde hace mucho tiempo.
 
Nosotros ya no somos los mismos
¿A quién hago el cheque?
Los que vais a entrar perded toda esperanza
Caer en el Buró de Crédito
Ortiz Tejeda
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Miembros de una organización de deudores hipotecarios protestan frente a la casa de una legisladora del Partido Popular, el lunes pasado en Valencia, España, donde ahora será más difícil a los bancos desalojar a propietarios de viviendas, luego de que el máximo tribunal europeo determinó que las leyes hipotecarias del país eran demasiado duras
Foto Reuters
 
Seguramente todos los ma­yores de la quinta edad recordarán la existencia de un negocio de renta de películas, llamado Videocentro. Era como el abuelito del actual Blockbuster. El formato de los casetes se llamaba Beta (ahora hasta pagan por que alguien los recoja y tire). Luego vino el Super Betamax y finalmente el VHS. Las reproductoras, que un año eran la vanguardia tecnológica de un hogar, terminaban, como algunas mamás grandes, arrumbadas. Yo estaba suscrito en uno ubicado dentro del centro comercial De Todo. Un sábado, al terminar el súper, fui a escoger mis películas para el fin de semana y, ¡oh sorpresa! Los anaqueles estaban por los suelos, las puertas cerradas con candados y sin mortal alguno que pudiera orientarme sobre lo sucedido. El peluquero de al lado y un policía me dijeron que a mediados de semana llegó una mudanza y cargó con todo.
 
Aunque una de mis adicciones, que no son pocas, es el cinematógrafo, padezco al mismo tiempo acentuada fobia a todos con los que tengo que compartir la maravillosa oscuridad de la sala. Los chavos y chavas que la confunden con un antro sin cadenero discriminador; las viejecitas que tienen su auxiliar auditivo a tal volumen que la cinta parece tener sonido cuadrafónico; los comentarios de los expertos que corrigen el encuadre del viejito Eastwood o que juran que el buen Woody ya no es el mismo que ellos descubrieron hace años. ¿Y el olor de la mantequilla quemada sobre las palomitas de tu vecino de butaca? ¿Y los que te salpican del cátsup de su hot dog? ¿Y ahora los maniáticos tuiteros que, como a la película no le entienden sino una partecita, comienzan a mandar mensajes desaforadamente, y el cine parece orgía de luciérnagas en celo? Mi inolvidable maestro y amigo Emilio García Riera terminó uno de sus libros diciendo: El cine es mejor que la vida. Pero, pueden jurarlo, no se refería a Cinemex, Cinemark y anexas. Busqué inútilmente otra sucursal, pero la clausura había sido general. Me resigné y me dije: esto no puede durar mucho; en los negocios redituables, como en las aguas, jamás hay vacíos, éstos se llenan de inmediato. Así sucedió. Sin embargo, mi tarjeta Banamex incluyó, al mes siguiente, un cargo que tenía como acreedor al Videocentro de marras. Fui al banco y formulé verbalmente y por escrito todos los alegatos posibles. Una gentilísima ejecutiva de nombre Ana Isabel Reyes me aconsejó: son apenas 300 pesos, lo que más le conviene es pagarlos y ya. ¿Lo que más me conviene es pagar lo que no debo? Su amistosa presión me llevó a lo impensable: pagué. Y que se presenta el doctor Kafka. ¿A quién hago el cheque?, pregunto. La señorita Reyes, por la red interna, marcó a cuatro o cinco extensiones: jurídico, cartera vencida, descendientes de deudores fallecidos (condenados en rebeldía, no sé por qué). Ninguna oficina tenía referencia alguna de mi adeudo. ¿Entonces? Ana Isabel me consiguió una carta de un altísimo funcionario (subdirector o vicepresidente del corporativo) donde se hacía constar lo que he relatado. Como quien porta la espada de Excalibur, me apersoné en las oficinas demoniacas de ese engendro llamado Buró de Crédito. No estoy seguro si lo oí de uno de mis maestros preparatorianos del inolvidable Ateneo Fuente, o lo leí por vez primera en la recepción de esta cruel ergástula, ubicada en la lateral de Periférico Sur, oficinas centrales del buró mencionado (¿si tienen otras dependencias se llamarán buró o buroes? Ya ni modo de preguntarle a Julio Alemán).
 
Lasciate ogne sperance voi qu’intrate. Seguramente fue en mi prepa. Si, como pude comprobarlo, los altos funcionarios de la institución a duras penas se expresan en el castellano de hoy, ¿cómo podrían hacerlo en italiano antiguo? La sentencia de Dante de todas maneras es válida: Los que vais a entrar, perded toda esperanza.
 
Yo no entré, me entraron, y por ese incidente perdí no sólo la esperanza, sino la fe, la caridad, y uno de los rarísimos negocios que en mi torpe e insegura existencia he estado a punto de acometer: había comprado a un banco gubernamental la colita de un terreno. Me lo dieron en verdad barato porque era un auténtico sobrante. Se trataba de un triángulo recto cuya superficie hacía bastante difícil su aprovechamiento. De­cidí construir allí mi departamento. Inicié los trámites con un banco cuyo presidente y generoso amigo era también mi paisano y me conocía de siempre (bueno, ésta es una suposición en mi favor porque, a la peor, si realmente me hubiera conocido, no aprobaba mi préstamo). Lo cierto es que llené todos los requisitos: escrituras, impuestos, comprobante de ingresos y algo importantísimo: otro paisano constructor en serie, es decir, en serio, me regaló el proyecto y me ofreció toda clase de facilidades. De pronto, sobre mi cabeza cayó el rayo de Júpiter Tonante (aunque a mí me resultó tronante). El préstamo era imposible porque mi nombre estaba inscrito en letras doradamente difamatorias dentro de las listas de los condenados/deudores que Caronte, el barquero del Hades, debía transportar hasta el fondo del averno. ¿Pueden ustedes creer que los griegos antiguos enterraban a sus muertos con una moneda debajo de la lengua, a fin de que pudieran pagar a Caronte los gastos de pasaportes, visas, derechos portuarios y transportación al fondo de los infiernos? Pero lo que sea de cada quien, reconozcamos: el Buró de Crédito te borra de sus listas cuando han pasado cierto número de años (generalmente cuando tu esquela sale en los periódicos); con Caronte tenían que pasar 100, para que el viajecito fuera gratis.
 
La ejecutiva del buró que me atendió la última vez era de mayor peso (y volumen). Se desvivió en explicaciones (disculpas no recuerdo ninguna). Para los robots que despachan detrás de esos escritorios no existen personas, menos problemas concretos o circunstancias específicas. Se trata de clientes, dígitos, claves, códigos y, por encima de todo, disposiciones unilaterales, arbitrarias y, por supuesto, ecuménicas, ante las que no se puede alegar razonamiento alguno. Esta carta, me dijo, es un documento probatorio suficiente para demostrar la inexistencia del adeudo que se le imputa; sin embargo, no lo es para que nosotros podamos borrarlo de la nómina de enemigos del sistema nacional de pagos, de los predicadores de la cultura del no pago. Si en verdad nada debe a Banamex (la duda me encendió las amígdalas), que lo borre con un delete y usted desaparece. El problema no es nuestro. ¡¿Cómo dijo?!, balbucí absolutamente anonadado. ¿Quiere esto decir que es facultad de una ins­titución bancaria, un almacén departamental, una agencia de automóviles, hacer la lista de sus presuntos deudores e ingresarla al sistema del buró para que el organismo automáticamente lo boletine y publicite urbi et orbi? Es decir, insistí, que ustedes no tienen un departamento jurídico, una contraloría, una auditoría, una dependencia que analice los reportes de sus clientes, adherentes, afiliados, socios, que compruebe a plenitud la veracidad de los dichos y hechos que sustentan las denuncias de no pago, con pruebas suficientes como para ir a un juicio ante las autoridades competentes. Claro que el famoso buró no es ninguna instancia judicial ni puede arrogarse funciones, pero entonces por qué de buenas a primeras da a conocer el nombre de un presunto deudor y, sin aviso o averiguación previa de ninguna especie, le sorraja un mandoble mediático verdaderamente aniquilante. Caer (así de objetivo es el término usado) en el Buró de Crédito es tan grave como la difusión masiva de la ficha signalética de una persona, sobre todo si fue una indebida decisión del Ministerio Público y no instrucción de un juez. Si al final del juicio es declarada inocente, ¿quién le quita el palo dado? Bueno, ni la fama pública y universal de la profesora lo justifica. Recuérdese: los delitos de calumnia e infamia.
 
Seguiremos tratando este asun­to y recogiendo opiniones, aun de los propios funcionarios de este organismo, si es que les importa mínimamente que se conozca su cometido y funciones. Yo pienso acogerme a la sabiduría de un viejo compañero de la universidad que en todas estas cuestiones es mi gurú: Enrique Galván Ochoa. Lo comprometo, abusivamente, sin previo aviso.
 
Epílogo: mi proyecto se vino abajo. Los precios de los materiales se incrementaron, mi amigo el constructor se ocupó de cosas (y casas) más importantes y con mi amigo el banquero la cara se me cayó de vergüenza. ¿Hay responsables? ¿Los hay del 1° de diciembre pasado o desde diciembre de 1994? El último reporte del buró me llegó antier y me dice: Tu (¿ven?, ya hasta de confianza somos) expediente no tuvo cambios en el periodo reportado.

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