Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

viernes, 29 de marzo de 2013

Los estados chantajeados

Los estados chantajeados

 
La debilidad del Estado mexicano es proverbial. Históricamente, sólo pudo existir en México una organización nacional con ventaja competitiva en la violencia sobre la base de la negociación permanente de la desobediencia de las reglas que ella misma debía imponer. Siempre los intereses particulares han sabido abrirse paso por encima de un poder estatal débil, cuestionado y que sólo ha alcanzado legitimidad cuando ha aceptado las limitaciones de su propia autoridad.
 
El porfiriato o el régimen de la época clásica del PRI, en apariencia fuertes, se lograron consolidar precisamente sobre la base de la concesión particular de parcelas de poder y resolvieron sus problemas de agencia concediendo amplia discrecionalidad a sus funcionarios de todo tipo, con base en un arreglo de carácter patrimonial, que permitía el usufructo privado del poder supuestamente público. La gobernación se delegaba a cuerpos privativos que administraban los recursos públicos a su antojo a cambio de mantener la estabilidad.
 
En el caso de la educación, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación se hizo con el control del presupuesto educativo y se convirtió en el aparato gestor de las reglas del juego en lo referente a los maestros y la enseñanza. El Estado priista creó al sindicato corporativo para que fuera éste el que gobernara a los maestros y lograra su sumisión a cambio de un sistema de incentivos en el que bastaba ser leal y disciplinado para mantener el empleo, lograr una promoción, una doble plaza o la dirección de una escuela. Desde luego, esos maestros tenían en el último lugar de sus prioridades el estudio o la mejora de su desempeño, pues eso de poco les valía en su desarrollo profesional.
 
A la larga, el resultado ha sido catastrófico para el nivel educativo de la población mexicana, pero eso poco importa para unos profesores que se ven amenazados por cualquier cambio de reglas del juego que ponga en duda la manera de hacer las cosas con la que han vivido desde siempre. El modelo de carrera que les ofreció el Estado mexicano pretendidamente revolucionario comenzaba con una formación poco exigente en las normales públicas –concebidas como una suerte de instituciones de beneficencia pública–, al final de la cual tenían una plaza automática y después su ascenso dependería de su grado de compromiso con los intereses de los delegados y dirigentes sindicales.
 
Lo curioso es que la disidencia que se desarrollo dentro del SNTE no fue la de aquellos profesores que quisieran una carrera más basada en el mérito y en el reconocimiento del talento personal y el buen desempeño profesional en lugar del amiguismo y el compadrazgo. La disidencia que se abrió paso a partir del final de la década de 1970 lo que ha defendido ha sido el mantenimiento del arreglo clientelista, aunque sus clamores hayan sido de supuesta democratización del sindicato oficialista y su discurso use la retórica de la izquierda más radical, con métodos en el filo de la navaja de la ilegalidad y la violencia.
 
La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación es una excrecencia del SNTE. Nació como reacción a los métodos mafiosos de la dirección de Carlos Jonguitud Barrios, que usaba la intimidación e incluso la violencia contra cualquiera que retara su liderazgo, y se nutrió de la complacencia de la dirección sindical oficialista con la pérdida vertiginosa del poder adquisitivo de los maestros durante los años de la crisis de la década de los ochenta. Sus movilizaciones sirvieron de pretexto a Carlos Salinas para relevar a Jonguitud y entronizar a Elba Esther Gordillo como nueva cacique magisterial y después ella  supo utilizar los desplantes radicales de la CNTE para justificar su propio liderazgo: era ella o el caos de los bloqueos, los plantones y los niños sin clases. Con esa amenaza logró detener todos los débiles intentos de reforma hechos por los gobiernos de Fox y Calderón, quienes optaron por mantener intocado el arreglo corporativo.
 
Caída la inefable líder y con una reforma de gran calado en curso, el sindicato oficialista parece haber aceptado el cambio de reglas, pero la CNTE, por su lado, se ha jugado el pulso con los gobiernos de los estados a los que ha mantenido chantajeados desde hace años. El gobernador de Oaxaca cede con el temor de correr la suerte de su antecesor, al que le paralizaron la capital con enorme costo para la economía del estado, en buena medida dependiente del turismo que se alejó de una ciudad sitiada. El de Guerrero incluso ha aceptado promover una reforma a la ley estatal de educación que indudablemente entra en contradicción con el nuevo texto de la Constitución federal. Gobiernos doblados, agachados, sin recursos políticos y sin capacidad de responde con el uso legal de la fuerza ante grupos que a todas luces delinquen, porque su endeble legitimidad depende de la permanente negociación de su autoridad.
 
Los conflictos desatados por la CNTE contra la reforma educativa –que lo único que pretende es beneficiar a los maestros que tengan un buen desempeño en su trabajo y reducir la simulación y el fraude, al tiempo que pone como requisito de reclutamiento demostrar conocimientos y capacidades idóneos para la enseñanza– muestran con toda crudeza las malformaciones y taras del Estado mexicano: gobiernos que no pueden usar la fuerza de manera legítima porque sus policías están mal entrenadas y son  brutales y arbitrarias, organizaciones corporativas con capacidad de chantaje, un federalismo enclenque y mal diseñado y unos gobiernos atemorizados, fáciles víctimas de chantajes de todo tipo. Que Aguirre o Cué se doblen parece lógico dada su dependencia política de las clientelas que los llevaron a ganar las elecciones. Pero el gobierno federal, que ha querido demostrar fuerza y decisión de sacar adelante la reforma parece lavarse las manos en una actitud de jueves Santo que puede costar cara a  posibilidad real de cambio.

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