Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 31 de marzo de 2013

El gas «pizarra» y sus antecedentes- El crecimiento veleidoso

El gas pizarra y sus antecedentes
Antonio Gershenson
En 2008, en Estados Unidos, los primeros pozos de gas shale, o pizarra, o lutitas, fueron perforados en el estado de Pennsylvania. Se han producido enormes cantidades, pero también han causado numerosos problemas.
 
Pozos explotaban para perforar minerales, que tenían inserto gas. La perforación era con agua agregada con productos químicos, rompiendo rocas y otros materiales, como algas muertas en un pasado lejano. Los materiales contenían metano (gas) comprimido a presión en huecos.

Se usó ampliamente sacar el gas mediante el fracturamiento hidráulico. También se utiliza ese sistema en México para extraer petróleo: trasnacionales recurren a él en Chicontepec, con daños a casas cercanas a las obras. Se inyectan líquidos con arenas de grano más grande, y resulta un fluido viscoso a alta presión capaz de romper la roca. El líquido general con productos químicos ayuda al flujo del petróleo que se va a extraer.

El esfuerzo para refinar las tecnologías del gas pizarra se topaba con algunos de los mayores esfuerzos: los que tenían que ver con el agua.

Unos 15 millones de litros eran necesarios para cada tanda, mucho más de los 400 mil litros convencionales que antes se necesitaban en la misma Pennsylvania.

Los recipientes para que llegara el agua en grandes cantidades eran y son enormes, del orden de 45 millones de litros.

Otra parte es la del desperdicio, el descartamiento del agua usada. El reuso que la misma agua ya lleva es un problema mayor que su uso inicial. Ambos son, entre otras cosas, una plaga para los que viven alrededor de las obras.

Estos ejemplos se han dado en Estados Unidos, pero con sus matices; se han dado en Chicontepec, cuando empresas de ese país llevaron las mismas técnicas y los que ya vivían ahí, o los que se cambiaron ahí, sufrieron las mismas consecuencias, aunque todavía en menor escala.

Algunos ejemplos de allá: pérdida de agua potable; imposibilidad de usarla para bañarse, cocinar, beberla. Enfermedades de los niños por el agua y viento contaminados. Ruido permanente de las instalaciones compresoras y las plantas procesadoras de gas.

El líquido está más que contaminado. Incluye productos químicos, otros muy salados, bacterias, metales pesados, desperdicios industriales y otros más.

Se ha dañado a niños, han muerto peces y cultivos. El gas ha afectado la salud de personas y animales. El fracturamiento hidráulico es calificado de efecto Halliburton, por el nombre de la empresa que inició esa operación y que la usa en Chicontepec. Una víctima dijo que era un gran experimento químico en la tierra.
Afectados demandaron a empresas como estas, después de haber sufrido efectos del viento sucio, quemaduras en los ojos, irritación en la garganta y otros efectos con el gas liberado supuestamente por accidente. Los vecinos se vieron obligados a mantener a los niños encerrados en casa.
Demandas de afectados incluyeron la indemnización por sus casas, considerando que nadie se las compraría en las actuales condiciones.
 
¿Qué se hace y qué se pretende hacer en México?
 
Se han perforado unos cuantos pozos de gas pizarra. Lo de Chicontepec no es, hasta el momento, este tipo de perforación, sino el uso para pozos de petróleo crudo y gas, muy poco productivos (en promedio 27 barriles diarios de crudo por pozo).
 
De los pozos de pizarra, varios resultaron improductivos o no comerciales. Unos cinco más producen pizarra.
 
Se habla en los medios oficiales sobre entregar, para perforación de pozos de pizarra, a empresas privadas. Si se llegara, como se dice, a una producción en gran escala, que tomaría muchos años, los problemas están anunciados con las experiencias mencionadas. Hay amplias zonas en México en las que el agua no abunda. La entrega de fuentes de agua, por ejemplo, a embotelladoras, ha afectado a la agricultura y a otras fuentes productivas.
 
A los privatistas les recordamos que el artículo 27 da prerrogativas al Estado: tratándose del petróleo y de los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos o de minerales radioactivos, no se otorgarán concesiones ni contratos, ni subsistirán los que en su caso se hayan otorgado.
 
En varios países de Europa está prohibido, por sus consecuencias, el uso o desarrollo de gas pizarra. Se alega la defensa de la agricultura, ganadería y en general de actividades cuya realización requiere del agua.
 
En Estados Unidos ha habido actos diversos en defensa del cuidado del agua potable, incluso en las cámaras legislativas. Debemos defender nuestros recursos también en México y no dar preferencia a las utilidades personales de los beneficiados.
El crecimiento veleidoso
Rolando Cordera Campos
Por décadas, nos acostumbramos a girar contra el crecimiento económico los saldos negativos de nuestra proverbial desigualdad. Más que preocuparse por esta nuestra marca histórica, las élites dirigentes prefirieron no importunar a los concentradores de la riqueza recientemente abierta al mercado y la producción, gracias a las transformaciones de la Revolución Mexicana, y procedieron a configurar lo que el estudioso estadunidense Roger Hansen bautizó como una alianza para las ganancias, en lugar de la que entonces se proclamaba desde Washington como Alianza para el Progreso.
 
Y no funcionó del todo mal la estrategia, aunque las críticas sobre sus cimientos políticos y sociales, así como sobre sus supuestos fundamentales, no se hicieran esperar. La desigualdad no sólo se pudo atemperar debido al progreso material alcanzado y traducido en bienes públicos diversos para la sociedad urbana heterogénea que irrumpía gracias a la expansión económica, sino que, según investigaciones recientes –a cargo, entre otros, de Enrique Hernández Laos–, incluso se redujo, aunque en grados insatisfactorios para prácticamente todos los observadores y analistas de la época.

Poco después de 1968, por ejemplo, nada menos que Albert Hirschman habló de aquella funesta temporada de represión e ilegalidad como de una tragedia del desarrollo que habría tenido su fuente en la extrema desigualdad no modulada por la inclusión y la distribución oportuna de los nuevos bienes y accesos que ofrecía el progreso económico y material de la época.

Luego vino la fase de contracción de las potencialidades del crecimiento, y desde la cumbre del poder político se postuló que había llegado el momento de la expiación de los pecados del propio poder y sus oficiantes. Se reorganizó el lenguaje y se sometió a la sociedad a un régimen de arbitraria e injusta austeridad, justificado en el pronto pago de la deuda externa que, a final de cuentas, se volvió una política del desperdicio, como la llamaron Nathan Warman y Vladimiro Brailovsky en su momento.

Luego, al calor de un cisma mayor del sistema político que ahondaba el que trajo consigo la nacionalización de la banca, el país se asomó a los bordes de una crisis constitucional profunda y, por la vía de la prueba y el error, se decidió avanzar en la apertura y democratización de la política, en paralelo con la implantación de un cambio estructural que modernizara capacidades productivas y organizativas, mientras nos globalizábamos con celeridad por lo que se vio como la ruta más segura, para algunos única, del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

No vino con todo ello una era de redistribución de los frutos del nuevo crecimiento. Magros, como han sido, estos resultados se concentraron con agudeza y a lo largo de los años que empezaron en 1989 conspiraron contra la recuperación y ampliación del crecimiento prometidas por el cambio globalizador.
 
A su vez, la mudanza mayor de la época que ha tenido lugar en la demografía se interpuso entre la realidad social y la ilusión economicista, desdibujó diseños y estrategias, y distorsionó los sustentos heredados de la cohesión social y el entendimiento político. Este panorama de disonancias políticas y económicas es resumido hoy en el lamentable estado de la ocupación y el empleo, en su mayoría desprotegidos y abrumados por lo que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) ha llamado la pobreza laboral.
 
Con la crisis, que ya cumplió cinco años, las veleidades de este tipo de evolución económica se han trocado en desventuras y crueldades, extravíos en la visión y la conducción, e invisibilidad o, de plano, el mutis de los actores por excelencia del drama y la aventura del desarrollo. Y así estamos e iniciamos lo que los optimistas insisten en llamar la segunda alternancia de la democracia otorgada, como gusta llamarla Rafael Segovia.
 
Sin desmedro de sus logros inmediatos, es claro que el Pacto por México tiene que transitar a nuevas formas de participación y concertación política y social que produzcan cooperación económica y financiera, productiva en una palabra, que los pactos estabilizadores del pasado despreciaron o no pudieron abordar.
 
De aquí la importancia que puede adquirir el ejercicio de consulta para la planeación del desarrollo a que convocó recientemente el gobierno federal, en atención al mandato constitucional, si se dan los pasos indispensables para modificar las prácticas y propiciar que la sociedad se apropie de los procesos planificadores. Lo que ha sucedido hasta la fecha es lo contrario: la sociedad se aleja y las prácticas se vuelven rutina e inercia.
 
De lo que se trata es de intentar una determinación de objetivos que nos vinculen y comprometan a nuevas escalas de prioridades, donde reine por vez primera en décadas la preocupación colectiva por el factor humano y podamos arriesgarnos a materializar el apotegma gandiano de que los últimos vienen primero, o el primero los pobres del papa Francisco, el presidente Peña, pero también de López Obrador. No habrá un México con responsabilidad global, como lo quiere el gobierno, si no se afronta el clamor de justicia social que viene de abajo.
 
Condiciones y consejos no nos faltan, después de tantas jornadas deliberativas para hacer de las elecciones algo más que un rito. Lo que falta es el alambrito que nos lleve a cambiar de estrategia y dejar atrás tanta veleidad engañosa, tanto coqueteo con una modernidad que se ha probado fútil y ahora corrosiva.

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