Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

martes, 26 de marzo de 2013

Chipre: lo más delgado del hilo- Victorias de cartón-Un belga en la selva Lacandona

Chipre: lo más delgado del hilo
 
La crisis por la que atraviesa el sur de Europa –originada, a su vez, por la desbocada especulación financiera, la corrupción y el libertinaje de mercado– ha terminado por derribar la certidumbre bancaria en el país más débil de la eurozona: Chipre, cuyas autoridades acordaron ayer un plan de rescate finalmente aceptado por la troika (Fondo Monetario Internacional, FMI, Banco Central Europeo, BCE, y Comisión y Consejo de Europa) que pasa por confiscar 30 por ciento de las cuentas bancarias superiores a 100 mil euros (poco más de un millón 600 mil pesos mexicanos) y el cierre de uno de los principales bancos de la isla.
 
 
Por lo pronto se ha impuesto sobre los ahorradores chipriotas un corralito que les impide realizar retiros por más de 100 euros (unos mil 600 pesos mexicanos) en los cajeros automáticos, y el país se encuentra cerca de la parálisis y del caos económico generalizado. Por añadidura, las autoridades financieras del viejo continente, sometidas a los dictados del gobierno alemán, han establecido como condiciones adicionales la inmediata liquidación del segundo banco más importante (el Popular de Chipre, o Laiki), limitaciones a los movimientos de capital y una serie de privatizaciones y severas medidas de austeridad, todo ello para garantizar la recaudación de los cinco mil 800 millones de euros que la troika exige para otorgar a la nación mediterránea un paquete de ayuda urgente por 10 mil millones de euros.
 
Cabe recordar que el drama chipriota empezó cuando los bancos de ese país se vieron severamente desestabilizados por las dificultades de sus similares griegos, en los cuales habían realizado grandes depósitos. En forma semejante, la decisión de tomar dinero de las cuentas de los ahorradores abre la perspectiva de un efecto dominó, por cuanto en las entidades bancarias de Chipre –que es uno de los llamados paraísos fiscales– se encuentran depositadas ingentes sumas procedentes de todo el mundo, particularmente de Rusia. Con ese telón de fondo resulta explicable la irritación del premier ruso, Dimitri Medvediev, quien en días pasados criticó la quita bancaria impuesta en Chipre como una simple confiscación de dinero ajeno.
 
Aunque las autoridades europeas se esfuerzan en presentar su plan de rescate como indispensable para evitar un caos mayor y un quebranto mayúsculo en todo el continente –pues sin la inyección de recursos europeos frescos la generalidad de los bancos chipriotas se vería en una situación de quiebra inmediata–, lo cierto es que se ha optado por proteger a los grandes capitales a expensas de los pequeños, a los bancos europeos a costillas de los ahorradores chipriotas y al modelo depredador a costa del bienestar y la certidumbre de las poblaciones de países como Grecia, Portugal, España e Italia. En suma, en el caso de Chipre el hilo del sistema económico vigente se ha roto por su tramo más delgado. Por su parte, los arquitectos de este rescate envenenado han terminado por atentar contra principios del modelo mismo que hasta hace poco se consideraban inamovibles e intocables, como garantizar la certidumbre en los depósitos bancarios y la absoluta libertad de movimiento transnacional para los capitales. A partir de este momento el capitalismo europeo y el global se adentran por un camino incierto y peligroso que puede desembocar en una desestabilización en gran escala, en pánicos financieros y monetarios y en un colapso sin precedentes que, dado el grado de globalización económica alcanzado, afectaría al planeta entero.
 
Los gobiernos del viejo continente habrían debido actuar con mayor responsabilidad y establecer, desde hace cuando menos dos décadas, lo que están imponiendo ahora: controles mínimos al tránsito de capitales, la eliminación de los paraísos fiscales y un gravamen socialmente justo sobre las grandes sumas de dinero.

Victorias de cartón
Pedro Miguel
Hay que pensarlo dos veces antes de afirmar que algo es de papel desde que Mao Tse-Tung aseguró que el imperialismo estaba hecho de ese material –una de las características simplificaciones alegóricas que tanto le gustaban al líder chino– aunque, a juzgar por lo que siguió, las supuestas fragilidad y caducidad histórica de las potencias capitalistas fue una apreciación harto apresurada. Así que más vale llamar victorias escenográficas –es decir, de cartón, cartón-piedra o tabla roca– a los recientes avances políticos del régimen oligárquico mexicano.
 
Los avances en sí son indudables: aun antes de hacerse con la Presidencia, el grupo de Peña Nieto empezó por lograr la aprobación de un paquete legislativo antilaboral, luego unció a los tres mayores partidos con registro a un Pacto por México, acto seguido se deshizo de la más incómoda de sus alianzas políticas –la que sostenía con Elba Esther Gordillo– y ahora avanza en la aprobación de reformas legales que, entre otras cosas, consagran el carácter empresarial y mercantilista de las telecomunicaciones, restaura los poderes arbitrales de la cúpula oligárquica sobre los poderes fácticos que la sustentan y entregan, en forma antipatriótica, el mercado de la telefonía a capitales foráneos. Asimismo, el régimen se apresta a consumar el sueño neoliberal de poner en manos privadas los tramos más rentables de la industria petrolera nacional, en una operación que reduciría a Pemex a mera agencia de concesiones y licitaciones. Para compensar la pérdida de recursos fiscales que significaría tal privatización disfrazada, el grupo en el poder pretende, en forma paralela, lograr la aprobación de una reforma fiscal que grave alimentos, medicinas y libros y que extraiga de los bolsillos de las clases medias y de los pobres los recursos que el Estado dejaría de percibir por la merma de la renta petrolera, cuya mayor parte iría a parar, de aprobarse las propuestas oficiales, a engrosar las utilidades de corporativos energéticos trasnacionales y locales.

No hay, pues, razones para dudar que el gobierno de Peña Nieto y de quienes van con él está decidido a aprovechar la descomposición de las oposiciones con registro –PAN y PRD– y a adelantar lo más que pueda su agenda antipopular y antinacional, montado en la atonía social causada por la imposición presidencial operada en julio del año pasado. En su mayor parte, los medios entregan la película de una ofensiva oligárquica a tambor batiente que arrasa sin contrapesos parlamentarios o sociales a la vista para restaurar una Presidencia imperial al viejo estilo.
 
Pero las cosas no son tan simples. El equipo de Peña opera con un aparato de control político al que, durante las décadas del neoliberalismo, se le han mutilado muchas de sus funciones y potestades y se le ha hecho abdicar a sus responsabilidades constitucionales. La oligarquía gobernante contemporánea es igual de autoritaria que el priísmo de antaño y mucho más ladrona pero, a diferencia del viejo régimen, no brinda movilización social, no entrega bienestar, no garantiza ni un remedo de paz pública, no arbitra entre los sectores de la sociedad (porque proviene de, y sirve a, sólo a uno: el empresarial, legal o delictivo), no está interesada en la educación ni en la cultura y carece de capacidad par impulsar el crecimiento económico: lo suyo es medrar con la recesión, la pobreza, los rezagos educativos y la marginación social.
 
El año pasado la oligarquía consiguió mantener el control de las instituciones pero a un costo altísimo, para éstas, de descrédito y de pérdida de representatividad. Ejemplos: el IFE actual es la caricatura del que encabezaba Ugalde, el cual, a su vez, era ya un remedo corrompido del que presidió Woldenberg; un movimiento espontáneo como #YoSoy132 elaboró una propuesta de reordenamiento de las telecomunicaciones con mayor lucidez y sentido nacional que el gobierno peñista y sus diputados del Pacto por México; para hacer frente a la tragedia de la inseguridad, el actual gabinete no ha mostrado más imaginación ni más recursos políticos que la mafia calderonista, la cual veía la violencia como un asunto de percepción y se empeñaba, en consecuencia, en minimizarlo con acuerdos y encuentros burocráticos, anuncios de victorias espectaculares y toneladas de dinero invertidas en publicidad mentirosa.
 
El régimen avanza en su ofensiva antinacional y antipopular, pero el avance tiene lugar sobre la delgada cáscara de instituciones vaciadas de contenido, representatividad y significación; cuenta con los dineros públicos, las corporaciones represivas y los corifeos de los medios. Y a falta un país que camine, por convencimiento y por consenso, en la misma dirección, se ha inventado un México escenográfico que, en los primeros 100 días de un nuevo gobierno, camina con paso firme en la solución de sus problemas.
Twitter: @Navegaciones
Un belga en la selva Lacandona
Pedro Salmerón Sanginés
El sacerdote e historiador belga Jan de Vos llegó a Chiapas en 1973 para integrarse al trabajo pastoral de la diócesis de San Cristóbal de las Casas. Muy pronto descubrió los tres rasgos definitorios del estado y en particular, de los Altos y la selva Lacandona: la asombrosa biodiversidad; las abismales diferencias entre indígenas y no indígenas; y la devastadora pobreza de las mayorías. De inmediato tomó partido por ellos, los pobres, los excluidos, los que los poderosos querían borrar.
 
Sin embargo, su condición de extranjero en el México priísta le impedía participar en la medida de sus deseos, por lo que decidió aprovechar su formación profesional como historiador y relatar la historia del pasado indígena de la región, sobre todo de la selva Lacandona, que cuando él llegó a México sufría una de las transformaciones más impresionantes del país. Los dos primeros títulos de la trilogía ( La paz de Dios y del Rey, 1980, y Oro verde, 1988) son la mejor historia de la selva desde la primera entrada de los españoles hasta la salida del último trozo de caoba, cuando terminó aquel negocio despiadado, que tanto sufrimiento causó a los indígenas y fue maravillosamente narrado por Traven en sus novelas, dos de las cuales –lo probó De Vos– son históricas: La rebelión de los colgados y El general.

De inmediato, desde antes, De Vos trabajó en la historia reciente de la Lacandona, de modo que no fue la irrupción del Ejército Zapatista de Li­beración Nacional (EZLN) el detonante de sus investigaciones, sino que éstas iban bastante avanzadas el primero de enero de 1994. Ya lo sabía De Vos: antes incluso de aquella madrugada, para nuestro autor la selva Lacandona era un espacio mágico donde se gestaban nuevas rebeldías: En ninguna otra región del país hubo cambios tan profundos y tan drásticos en por lo menos seis ámbitos de la vida humana. La migración campesina, la degradación ambiental, la movilización popular, la radicalización religiosa, la efervescencia política y la insurgencia armada. Y no fue un observador neutral de esos fenómenos, sino partícipe y acompañante de la nueva pastoral indígena impulsada por el obispo Samuel Ruiz, así como de la efervescencia política. Como el obispo, intentó detener la insurrección, pero una vez ésta en marcha, fue activo participante en los esfuerzos de paz y asesor del EZLN en los diálogos de San Andrés.
 
El tercer volumen de su trilogía no podía ser neutral: era el resultado de una década de exhaustiva investigación de archivo, biblioteca y campo, pero también de 25 años de vida al lado de los campesinos mayas. El resultado es fascinante también por la estrategia narrativa: en Una tierra para sembrar sueños: historia reciente de la selva Lacandona (2002), sigue los sueños colectivos representados por ocho personajes: tres mestizos (una de ellas nacida en Suiza) que intentaron salvar la selva y a sus pobladores de lo que para ellos era un desastre natural y humano, y que vieron transformarse sus sueños en pesadillas; y cinco indígenas que, por el contrario, lograron cosechar lo que sembraron; que vieron la transformación de su mundo y que sus sueños se volvían realidades. Porque el noveno capítulo (Sueña la montaña, sueña la cañada) cuenta eso: cómo los anhelos de catequistas católicos que querían la justicia en la tierra, refugiados que huían de la muerte, agraristas que anhelaban un pedazo de tierra, activistas que enfrentaron el racismo y la explotación, y rebeldes que dijeron ¡ya basta!, encontraron la manera de construir una nueva realidad en las cañadas de la selva. Esa realidad en perpetua construcción que no calla, como a veces parecen callar sus voceros, atrayendo sobre sí la crítica fácil, como ha ocurrido en los meses recientes.
 
Cuando uno lee este libro y compara su rigor, que sólo encuentra parangón en la otra enorme historia de Chiapas, Resistencia y utopía (cuyo autor, Antonio García de León, también ha acompañado al EZLN, comprendiendo la justicia de su lucha), no puede menos que contrastarlo con la pobreza intelectual y la falta de sustento de los argumentos antizapatistas de los libros de los falsificadores de la historia a los que hemos denunciado en estas páginas desde abril pasado.
 
Pd: Tuve el privilegio de tratar a Jan de Vos en 2002, durante una semana en Saltillo, por invitación de nuestro común amigo Javier Villarreal, constatando que era también un caballero andante que aún combate entre nosotros.
twitter: @salme_villista

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