Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 22 de abril de 2013

Boston: durmiendo con el enemigo- Reforma migratoria y prejuicios estadounidenses

Reforma migratoria y prejuicios estadounidenses

Ahora que se abre una luz de esperanza para los migrantes sin papeles en Estados Unidos; ahora que está por discutirse la reforma migratoria, que parece que va a traer una amnistía y la regularización de los extranjeros indocumentados; justo ahora, gracias al atentado en Boston, se corre el riesgo de que se reaviven los miedos y prejuicios más profundos de la sociedad estadounidense en contra de los migrantes.
 
El tema no es menor, como bien sabemos en México. Se calcula que existen entre once y doce millones de personas que viven en el vecino del norte sin papeles. De ellos, la gran mayoría son latinos (algo así como nueve millones, casi el ochenta por ciento del total), incluidos casi siete millones que son mexicanos.
 
Los legisladores norteamericanos son muy sensibles a la opinión de los pobladores de los distritos o estados que representan. Prestan mayor atención a lo que pueda afectar sus posibilidades de reelección que a los asuntos que verdaderamente importan al país. Por lo tanto, decir que la reforma migratoria llegará hasta donde lo permitan los intereses y las opiniones del electorado norteamericano es una obviedad, pero una obviedad sobre la que el gobierno mexicano debería ir trabajando.
 
Si la percepción acaba convirtiéndose en realidad –como normalmente ocurre–, no deberíamos esperar mucho de la reforma. Van algunos datos recientes.
 
Un tercio de los norteamericanos cree que más de la mitad de los latinos son indocumentados (la realidad es que sólo el 17 por ciento carece de papeles). Cuatro de cada cinco cree que los latinos no aprenden inglés (lo cierto es que lo hacen al mismo ritmo que los demás migrantes y en la segunda generación el conocimiento de ese idioma es total). El mismo porcentaje de americanos (80%) cree que los latinos están ligados a pandillas y crímenes violentos.
 
Además, casi el 80 por ciento piensa que son una carga para el sistema de salud y siete de cada diez lo piensa respecto al sistema educativo. Seguramente esas percepciones están construidas por lo que ven, oyen y leen en los medios de comunicación, en donde las notas negativas sobre la frontera entre México y Estados Unidos son más del doble que las positivas.
 
La opinión pública norteamericana se olvida, por ejemplo, de que el poder adquisitivo de los latinos actualmente equivale a un billón (un millón de millones) de dólares, es decir casi el siete por ciento de la riqueza total, y se espera que crezca un cincuenta por ciento en los próximos cinco años.
 
Lo cierto es que para que pueda ser aprobada una verdadera reforma migratoria, los gobiernos de los países beneficiados y las propias organizaciones de latinos en Estados Unidos deberían ir cabildeando y ofreciendo la información necesaria para remover esas percepciones, mitos y prejuicios que todavía hoy perviven en la mente de gran parte de los estadounidenses. El gobierno mexicano sin duda debería estar a la cabeza de este esfuerzo.
 
En caso contrario, cualquier batalla estará condenada al fracaso.
 
Twitter: @jose_carbonell
 

Boston: durmiendo con el enemigo

Por: Javier Solórzano - abril 22 de 2013 - 0:01COLUMNAS, Vitral - 3 comentarios
Además de abrir de nuevo las muchas heridas que no han cicatrizado, el atentado en Boston golpeó directamente al deporte. Le pegó al alma de Estados Unidos, como dijo Barack Obama, y también a quienes corren por el gusto de correr. A quienes todas las mañanas se levantan temprano para enfrentarse y que a lo largo del día se la pasan pensando en cuidarse porque han asumido que el deporte es una forma de vida.
 
Es obvio que lo primero, ante un atentado como el de Boston, es preguntarse quién fue el responsable junto con todas las repercusiones de ello. La ciudad está inmersa en una pesadilla. Muchos tuits lo corroboran: Boston está entre el dolor, la incapacidad, la impotencia, la rabia y sigue estupefacto. Una buen amiga que estudia en Harvard nos envió un mail el sábado pasado para contarnos lo que vivió la ciudad el viernes, era más terrible que una película de  terror: “Boston estaba peor que el D.F. cuando se presentó la influenza”.
 
Existen muchos damnificados, personas con nombre y apellido. Quizá para algunos, en medio del drama, pueda ser algo menor, pero el golpe a los corredores ha terminado por ser brutal. Volvamos a pensar en los corredores y sus familiares. Para ellos, la carrera es un sueño en donde compiten contra ellos mismos. No se trata de ganarle al de junto, se trata de verse diferente y terminar la carrera con gran dignidad.
 
Bill Iffiger, el hombre de 78 años que cae dramáticamente cerca de la meta debido a los detonaciones, lo expresa de manera sencilla: “estaba tan cerca, a sólo 30 metros del final, lo único que quería era acabar cuando caí y no sabia ni porque”. Como él, muchas y muchos se prepararon a lo largo de meses, quizás hasta años, con el fin de correr por el gusto de correr. Correr como casi una obsesión y con el único objetivo de alcanzar la meta. La recompensa para los corredores es terminar y saberse capaces de ello.
 
El resto forma parte de la parafernalia de la competencia y el juego. Los que corren como forma de vida son los otros, son los que llegan a la meta antes que ellos con un tiempo de poco más de dos horas. Los que tardan cuatro horas y más en llegar son los que le dan vida al Maratón. Ellos cuentan el tiempo como parte de su sueños, pero lo más importante para ellos y ellas es verse llegar a la meta para que les cuelguen una medalla y se lleven la foto de su llegada a la sala de su casa.
 
Lo que pasó le rompe en más de un sentido al mundo y a Estados Unidos sus precarios equilibrios. Pero no perdamos de nuestra vista y nuestra reflexión una parte humana, diríamos muy humana. Muchos corredores, podemos definirlos como voluntarios, vieron cómo sus sueños terminaron abruptamente en medio de la impotencia, lo inesperado y sobre todo del odio y la violencia de quienes perpetraron el atentado. Las y los corredores hoy son vistos como un daño colateral, ellas y ellos junto con sus familiares son damnificados ante un hecho que los marcara para toda la vida. EE.UU. sigue sin verse hacia dentro. Muchos ciudadanos “ejemplares”, esos que sacan 10, son estudiantes de primera, ayudan a la comunidad y que son respetados y hasta admirados, se han convertido en parte del nuevo prototipo de la sociedad estadounidense. El padre de Dzokhar Tsarnaev asegura que su hijo “es un ángel”. Ellos se están convirtiendo en el enemigo interno y ellos son también un producto de la propia sociedad y de su forma de vida. La descomposición está latente, en Estados Unidos andan durmiendo con el enemigo desde hace rato.

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