Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 13 de septiembre de 2012

ASTILLERO- Zedillo: doble moral e impunidad- Movimiento o partido: algunas claves

Astillero
Aliancismo gatopardista
Promesas fallidas
Zambrano y el PAN
EPN tropieza en CA
Julio Hernández López
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ANÁLISIS. El líder de la CTM, Joaquín Gamboa, con Armando Monroy, Ramón Ojeda y Carlos Aceves, en la reunión de centrales obreras oficiales sobre la reforma laboral, donde acordaron, entre otros aspectos, que se debe eliminar el articulado que atenta contra la autonomía sindical
Foto Notimex
 
Han resultado escandalosamente desastrosas las gestiones gubernamentales de quienes llegaron al poder en elecciones recientes a través de las extrañas alianzas que empujaron Felipe Calderón desde Los Pinos y Manuel Camacho y Marcelo Ebrard desde el PRD.
 
Las esperanzas de cambio y buen gobierno naufragaron en Oaxaca, con un Gabino Cué rebasado por las circunstancias, incapaz de imponer rumbo y orden a la politiquería desatada a su alrededor, cómplice así sea por omisión de las pillerías y represión de su antecesor ahora tan impune y campante, Ulises Ruiz. En Sinaloa solamente hubo cambio de administración del gran negocio nativo, con un Mario López Valdez, conocido como Malova, extraviado entre los densos intereses de la delincuencia organizada, restaurador de violencia entre grupos antagónicos que sienten traicionados algunos pactos secretos, inactivo también respecto a su intocado antecesor en la gerencia local, Jesús Aguilar Padilla. Rafael Moreno Valle, en Puebla, acabó mostrando su verdadera tesitura gordillista, entregado a los negocios y los intereses de las élites de su entidad, indispuesto también a revisar y castigar los excesos y la corrupción de quien le antecedió en el cargo, Mario Marín, llamado el góber precioso, y de su familia y su equipo político cercano. En Guerrero, aunque no hubo alianza formal, sino el allanamiento de facto del PAN para el triunfo del PRD, Ángel Aguirre Rivero ha sido congruente a plenitud con su dinosaurismo priísta original, permitiendo represiones estudiantiles, protegiendo cacicazgos regionales y mostrando un acelerado camaleonismo que ahora le permite hablar de la izquierda como si fuera su ámbito natural, prócer de la democracia y la lucha popular mediante boletines de prensa pagados.
 
Nada aportaron tales alianzas que no fuera la sabida simulación del rejuego de siglas y el reciclamiento de viejas mañas. Ningún interés popular genuino fue beneficiado por esas transacciones electoreras. Ningún pez gordo de la corrupción cayó en la sartén presuntamente renovada en términos justicieros y éticos. Pero Calderón, Camacho, Ebrard y los Chuchos aprovecharon el simple cambio de etiquetas en los productos ganadores de las subastas estatales para brincar jubilosos proclamando cambios profundos gracias a sus estrategias visionarias.
 
A ese mismo formato de extremo gatopardismo pretende Jesús Zambrano uncir al PRD ya sin Andrés Manuel López Obrador (tabasqueño que fue complaciente con esas alianzas en Oaxaca pero implacable en el estado de México, donde la obstruyó, para beneplácito de Peña Nieto y Eruviel Ávila). Aún extenuado del intenso acompañamiento que dio al dos veces candidato presidencial de la izquierda en sus giras de proselitismo (aunque sintomáticamente faltó al mitin del domingo en el que se anunció el retiro táctico de AMLO), junto al cual prometió luchar de manera épica, Zambrano apareció ayer preguntando a dirigentes perredistas de estados donde habrá elecciones el año entrante si están dispuestos a aliarse con el PAN.
 
Zambrano ejerce con pulcritud las artes de tianguismo partidista que a buena parte de los Chuchos heredó su guía, Rafael Aguilar Talamantes, quien negociaba cuanto le era posible a cuenta y cuento de combatir, mediante esas estrambóticas y redituables alianzas con el cliente en turno, a hipotéticos adversarios malvados y muy peligrosos ante los cuales no quedaba sino hacer equipo con otros adversarios que en esos momentos no eran tan malvados ni tan peligrosos (aunque luego podrían llegar a serlo, ante lo cual ese pragmatismo de izquierda mercantil podría unirse a los anteriormente combatidos, y así hasta el infinito).
 
Ahora, Zambrano propone aliarse al PAN para combatir al PRI. Es decir, juntarse con Calderón y su pandilla, acusados por propios panistas de haber negociado con el tricolor la entrega de 2012 a Peña Nieto, para enfrentar a los nuevos ocupantes de Los Pinos. Claro que la propuesta mercantil puede cambiar, encarecida, si en el curso de las negociaciones el priísmo ofrece más y entonces la mira izquierdista encuentra que las alianzas deben enfocarse a luchar contra la malvada y muy peligrosa derecha. Servicio al gusto del cliente.
 
Peña Nieto, mientras tanto, se reunía ayer con la directiva nacional del PAN y los gobernadores emanados de ese partido. Aun cuando sigue el jaloneo nada subterráneo ante las pretensiones calderonistas de maximato de blanco y azul, lo esencial subsiste: hay un pacto entre el que se va y el que llega, para empujar reformas de élite, defender intereses comunes y garantizarse impunidad. Por lo pronto, el mexiquense ha prometido diálogo, entendimiento y colaboración institucional a la cúpula panista actual.
 
En el plano internacional las cosas no fluyen con tanta tersura para el licenciado Peña. Su primer asomo diplomático estará marcado por el desaseo y la ignorancia. Resulta que a los operadores internacionales del mexiquense se les ocurrió convocar a los presidentes centroamericanos para una especie de reunión a destajo, aprovechando una visita a Guatemala, donde los demás deberían congregarse a escuchar al mexicano sin que éste se molestara en ir específicamente a los demás países. Sólo estarán tres, además del anfitrión (Panamá, Costa Rica y Honduras), pues los de Nicaragua y El Salvador no asistirán. Mauricio Funes, el de este último país (quien tiene diferencias conocidas con el de Guatemala) adujo problemas de agenda y sugirió que ese tipo de reuniones se convoquen a través del institucional Sistema de la Integración Centroamericana y no mediante arreglos entre un mexicano y un guatemalteco. Dicho sistema es presidido actualmente por Daniel Ortega, quien dijo que no fue informado de esta reunión tan peculiar de la nueva diplomacia mexicana que tan mal se estrena.
 
Y, mientras Juan Sabines pide ni más ni menos que cinco mil millones de pesos para cerrar su sexenio de Hidalgo (aunque éste se desarrolla en Chiapas), ¡hasta mañana, con Javier Sicilia anunciando un merecido retiro de los reflectores, durante unos meses, para meditar y reformularse!
Zedillo: doble moral e impunidad
La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) dio a conocer ayer el contenido de una nota diplomática enviada hace casi 10 meses a Washington en la que solicita al gobierno vecino que otorgue inmunidad al ex presidente Ernesto Zedillo, quien fue acusado en una corte de Connecticut por presunta responsabilidad en la masacre de Acteal.
 
En el documento, el gobierno mexicano rechaza cualquier proceso interno que vulnere la soberanía de México, al ejercer jurisdicción para conocer de supuestos actos ocurridos en territorio nacional en los que presuntamente intervino el Presidente de la República (sic) y sostiene que cualquier acto realizado por el ex presidente Ernesto Zedillo Ponce de León (...) se llevó a cabo en el curso de su función oficial como jefe de Estado.

Llama la atención que este repentino celo por la soberanía provenga de un gobierno caracterizado por tolerar y propiciar la injerencia de Washington en tareas policiales, militares, diplomáticas y de inteligencia que únicamente corresponden al Estado mexicano, y que ha sido más que generoso en el reparto de contratos y en la concesión de recursos naturales a intereses extranjeros. Es significativo, además, que el gobierno abogue en favor de un ex mandatario cuyo gobierno se caracterizó por el abandono de las obligaciones básicas del Estado en los ámbitos de la soberanía, la alimentación, el empleo, la educación, la salud y los servicios.

La misma doble moral se aprecia en el gobierno de Washington, el cual ahora acepta la petición formulada por la SRE, aunque en otros momentos no ha mostrado escrúpulos para allanar soberanías nacionales mediante métodos violentos e ilegales.
 
Pero aun si el pretendido respeto de las administraciones de Felipe Calderón y Barack Obama hacia las soberanías fuera real y no simulado, el recurso de dicho principio en el contexto de una investigación por presuntos crímenes de lesa humanidad sería improcedente porque tales delitos no pueden ser juzgados con base en el derecho positivo de cada país, sino de conformidad con principios jurídicos y morales internacionales, como ha sido aceptado y promovido por el propio gobierno estadunidense en diversos momentos de la historia reciente. Más aún: en un ámbito institucional como el mexicano, donde es fama que priva un arreglo tácito de encubrimiento de los excesos y las faltas de gobiernos anteriores, la perspectiva de esclarecimiento y justicia para episodios como el de Acteal sólo parece tener posibilidades en el ámbito de la justicia internacional.
 
Con todo y sus puntos cuestionables, el proceso civil emprendido contra Zedillo por la masacre de Acteal habría podido ayudar a despejar dudas o a reafirmar sospechas sobre la participación del actual académico de Yale en los asesinatos del 22 de diciembre de 1997. En cambio, el afán de recurrir a una inmunidad presidencial a todas luces improcedente, más que reivindicar la pretendida inocencia del ex mandatario, abona a la percepción generalizada sobre su culpabilidad, y hace ver a los gobiernos involucrados –el mexicano y el estadunidense– como garantes de impunidad.
Proud mexican-Hernández
Movimiento o partido: algunas claves
Adolfo Sánchez Rebolledo
Andrés Manuel López Obrador anunció en el acto en el Zócalo el calendario para decidir si Morena seguirá siendo una asociación civil o se convierte en un nuevo partido. En otras palabras, si continúa siendo un movimiento, cuyos alcances –más que su número– están sujetos a una valoración objetiva después de las elecciones de julio, o se transforma para ocupar de lleno un nuevo papel en la vida pública nacional. La discusión, por lo visto, ha sido intensa y, en mi opinión, por lo que he logrado leer, bastante franca y directa, alejada de los maniqueísmos que suelen endilgarle sus adversarios.
 
La dirección de Morena pidió tres ponencias a favor de seguir como movimiento y otras tres por la conversión en partido político. Cada una aporta matices pertinentes y/o lectura de la situación que merecen discutirse. Como es natural, predominan los enfoques propositivos sobre la autocrítica, que apenas si aparece, pero en conjunto dan una idea más realista de la que teníamos hace unos días. De las posturas esbozadas por quienes se inclinan por mantener al movimiento, subrayo las de Armando Bartra, quien evita la que considera falsa disyuntiva: Morena es un gran movimiento plural e incluyente, pero en la práctica es también un partido, más partido que muchos de los que dicen serlo. No lo que la legislación mexicana exige, sí lo que la historia demanda. Cuándo y cómo busque su registro, porque así convenga a su profesionalización o planes electorales, importa y urge (hay plazos fatales), pero resulta secundario. Lo que cuenta es que seguimos en pie y no nos vamos a rendir ni claudicar. Lo principal es que Morena siga siendo un movimiento amplio, plural, incluyente y combativo que lucha por el cambio de régimen vía electoral, pero también resistiendo reformas neoliberales y políticas antipopulares, apoyando demandas populares e impulsando el cambio verdadero.
Por su parte, Luciano Concheiro insiste en que Morena es uno de esos movimientos que son sujetos políticos pero que a la vez son sociales, y es esta doble condición la que permite que el cuestionamiento del régimen actual también confronte las propias estructuras sociales que le dan sustento al ser parte de las estructuras antidemocráticas; y a la vez permite establecer en la práctica y como proyecto una nueva relación Estado-sociedad. En consecuencia, Morena es un movimiento, pero también un partido distinto, tiene un carácter de sujeto histórico parte de la sociedad vuelta pueblo organizado, porque es allí donde se encuentran las fuerzas del cambio radical que hoy necesitamos.

Finalmente, la tercera expresión a favor de mantener movimiento es la de Alejandro Encinas, que incluye una propuesta para eludir la inevitable fragmentación de las fuerzas progresistas a partir de la creación de un partido más compitiendo por los mismos espacios. Se requiere mantener un movimiento amplio y plural, con una estructura flexible y horizontal que desate la iniciativa y la imaginación de la gente. Al mismo tiempo, se requiere construir una organización política que permita a los miembros de Morena acceder al poder público y a los cargos de representación popular, evitando la subordinación de Morena a los partidos y que éstos cosechen los espacios de representación a los que legítimamente pueden aspirar sus miembros. Para evitar la fragmentación, Encinas plantea la creación de un partido-frente con los actuales integrantes del Movimiento Progresista o con algunos de ellos, en el que bajo un solo registro, Morena y los partidos establezcan un frente político electoral, manteniendo la autonomía y organicidad de cada integrante en igualdad de condiciones, con base en un acuerdo político en lo fundamental que permita la unidad de acción, el derecho a disentir y defender posiciones en los temas que no formen parte del acuerdo básico y con reglas claras de convivencia y competencia interna para definir los órganos de dirección y las candidaturas del frente.
 
Entre las ponencias a favor de formar el partido hay coincidencia en la necesidad de buscar un camino diferente y distante al de los actuales, en cuyo espejo negativo observan la imagen rechazable. Eduardo Cervantes Díaz Lombardo escribe: Conviene preguntarse si los partidos llamados de izquierda son capaces de llevar a buen puerto los objetivos históricos del pueblo mexicano, y la respuesta evidente es que no, por la simple razón de que se han olvidado de dichos objetivos y más bien se han sumado a las reglas del juego del sistema y de la clase política. Otra pregunta obligada es si el movimiento social, con sus variadas expresiones (incluida Morena) puede conducir la lucha por el cambio verdadero, considerando en ello la vía pacífica y la participación electoral como Andrés Manuel ha planteado reiteradamente, y la respuesta también es que no, entre otras cosas porque se mantendría la subordinación a los partidos llamados de izquierda y la definición de las candidaturas seguiría en manos de sus burocracias, incapaces de ver más allá de sus intereses personales y de grupo. En consecuencia, se requiere de un partido de nuevo tipo sustentado en una nueva base social y una militancia organizadas, informadas y participativas, constituidas en conciencia crítica de los dirigentes, con capacidad de propuesta y de evaluación, atentas cuando se requiera a la revocación del mandato, exigentes con la rendición de cuentas; incluyente y plural, abierto a la sociedad, solidario y comprometido con las luchas y movimientos sociales, en el que las candidaturas se definan por el perfil de las personas (...) y nunca más por cuotas o influyentismos.
 
Jaime López Vega es categórico: La izquierda partidista actual ha cumplido su ciclo político y como cualquier organización debe ser susceptible a una revisión de sus resultados a través de los objetivos que le dieron origen (...) Por tanto, refundar la izquierda, convirtiendo a Morena en partido político en este momento histórico, es abrir un camino para el necesario relevo generacional, es limpiar a la izquierda de cacicazgos incapaces, ineficientes y faltos de convicción. Y apunta: en un país con tanta desigualdad social, la izquierda política no puede ser exclusiva de los partidos existentes, ni debe estar condenada a su constante disminución, por lo que es necesario refundar a la izquierda, abrevando de los aciertos (que no son pocos) y de los errores que impidieron alcanzar el objetivo, de hacer de México un país más justo. Para ello propone continuar nuestra encomienda de cambiar al régimen, pero desde sus propias reglas, desafiando al sistema con sus propias instituciones, modificar nuestra realidad política y de representación popular a través de un instrumento que permita la expresión libre, amplia, crítica, incluso con humor, del potencial creativo que no encuentra cabida en los partidos políticos existentes.
 
Estas son, en apretado resumen, algunas de las principales tesis para la transformación de Morena. Sin duda quedan en el tintero numerosos temas, comenzando por la necesidad de hacer un balance objetivo de lo ocurrido a partir de 2006. Por lo pronto, Morena inicia una discusión sin precedente que por lo mínimo debe dar como resultado la consolidación de una organización democrática, sujeta a normas y fiscalizada por sus propios miembros. Seguramente la realidad enriquecerá el debate.
Hasta con la cubeta-Helguera

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