Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 13 de septiembre de 2012

Nuevas lecciones- Washington: justicia con periodistas rentados-Aberraciones de los bancos

Nuevas lecciones

Orlando Delgado Selley
Hace cinco años inició una crisis económica que no ha podido resolverse. Empezó en el mercado financiero estadunidense y británico, pero se extendió de inmediato a prácticamente todo el mundo. En unos cuantos meses ocurrieron muchas cosas: grandes empresas financieras desaparecieron, instrumentos financieros de gran aceptación se hicieron ilíquidos y, lo más importante, decenas de millones personas perdieron su empleo y muchas no lo han recuperado aún. Los bancos centrales fueron actuando, primero, con acciones que dieran liquidez al sistema y, después, reduciendo la tasa de interés.
 
En dieciséis meses, la Reserva Federal (Fed) estadunidense redujo la tasa de interés de referencia de 5.25 a un rango entre cero y 0.25 por ciento. Con esto llegó a su límite mínimo. A partir de ese momento, ocurrido en diciembre de 2008, el banco central estadunidense, en la búsqueda de conseguir del máximo nivel de empleo y la estabilidad de precios, decidió tomar medidas no tradicionales para apoyar la recuperación de su economía. Estas medidas se focalizaron en la adquisición de valores de largo plazo, entre ellos los valores respaldados con hipotecas.

En estos mismos meses el Banco Central Europeo (BCE) actuaba de manera diferente. En julio de 2008, apenas unas semanas antes del colapso de Lehman Brothers, sostuvo que el principal problema de Europa era la inflación y decidió aumentar sus tasas de referencia de 4 a 4.25 por ciento, nivel en que se mantuvieron hasta noviembre de ese año. El costo económico de esta decisión sobre la deuda soberana de los países europeos ha sido importante. El BCE actuó de esta manera, porque tiene un objetivo único: la estabilidad de precios.

El Banco de México en el curso de 2009, cuando la economía mexicana recibió el grueso del impacto recesivo de la crisis, además de enfrentar el problema del A1H1, decidió como casi todos los bancos centrales del mundo reducir su objetivo de tasa de interés. De un nivel inicial de 8.5 por ciento anual llegamos a 4.5, pero ante amenazas inflacionarias la tasa se congeló en este último nivel. La existencia de esas amenazas no fue clara, sin embargo, la junta de gobierno del Banco de México actuó así porque tiene un mandato único: estabilidad de precios.
 
Hace unos días, el presidente de la Fed, Ben Bernanke, explicó en un discurso, en el famoso simposio que reúne anualmente a los banqueros centrales del mundo en Jackson Hole, Wyoming, que desde abril de 2009 cuando decidieron instrumentar medidas no tradicionales han tenido que aprender en la práctica los impactos macroeconómicos de sus decisiones. El uso de la capacidad de compra de activos financieros como instrumento para lograr sus propósitos sobre el empleo y la inflación, aunque contaba con el respaldo de trabajos teóricos importantes, tenía una experiencia empírica limitada.
 
Luego de varios años de experiencia en el uso de estas medidas no tradicionales Bernanke sostiene que resulta claro que, basados en nuestra experiencia, estas políticas pueden ser efectivas y que, en su ausencia, la recesión de 2007-09 podría haber sido más profunda y la recuperación actual podría haber sido mucho más lenta de lo que realmente ha sido. La experiencia de política monetaria en la Europa del euro ha dado cuenta de las dificultades para actuar con medidas no tradicionales, como la compra directa de títulos de deuda de los países atacados por los mercados financieros. Las consecuencias económicas de estas dificultades están a la vista.
 
En nuestro caso, Banco de México ha señalado reiteradamente que no se aprecian presiones inflacionarias de importancia. Sin embargo, la tasa de interés de referencia se ha mantenido en el mismo nivel, pese a que existe un entorno internacional claramente desfavorable, que pudiera contrarrestarse con una política monetaria más laxa. Ello es posible porque Banxico actúa con total autonomía, ocupado en mantener la inflación en la meta que el propio BdeM fijó y que se ha mantenido desde antes de la crisis, en su peor momento, en la recuperación y en los tiempos actuales.
 
Lo que aprendió el banco central estadunidense, fundamental para la determinación de la política monetaria, no le sirve al Banco de México por su limitado propósito legal.
Washington: justicia con periodistas rentados

Ángel Guerra Cabrera
Cercano el 11 de septiembre es inevitable recordar abominables acontecimientos luctuosos ocurridos en la fecha. Se cumplen 39 años del golpe fascista contra el presidente Salvador Allende y 11 del atroz ataque a las Torres Gemelas de Nueva York. El primero, una acción de terrorismo de Estado de Estados Unidos pues está documentado que fue planeado por la CIA, aprobado por el secretario de Estado Henry Kissinger y ordenado por el presidente Richard Nixon. El segundo, también una acción terrorista y por ello condenable desde todo punto de vista aunque no se disponga todavía de una información convincente sobre los hechos.
 
Curiosamente el número de personas fallecidas a consecuencia del primero y el segundo ronda alrededor de 3 mil, cercano pero menor a la cantidad que ha costado a Cuba la campaña terrorista patrocinada por Washington desde 1959, incluyendo la frustrada invasión de Bahía de Cochinos (3 mil 478 muertos y 2 mil 99 incapacitados, para ser exacto). Los crueles y cotidianos sufrimientos y privaciones impuestos por el redoblado e interminable bloqueo son inmensurables.

Después del 11 de septiembre de 2001, Washington se autoproclamó campeón mundial de la lucha contra el terrorismo pero ha usado una doble vara para medirlo. Ello explica que hace casi 14 años, desde antes de aquella fecha, mantenga en prisión a los cinco luchadores cubanos contra el terrorismo apresados en Miami (René González está bajo libertad supervisada y obligado a permanecer tres años más en Estados Unidos a partir del 7 de octubre de 2011) mientras mima a los terroristas que aquellos monitoreaban. Los cinco fueron condenados a penas totalmente desproporcionadas en un juicio plagado de violaciones a la Constitución y las leyes estadunidenses. Pese a su ejemplar conducta han sido puestos en confinamiento solitario en numerosas ocasiones y a dos de ellos se les ha impedido recibir la visita de las esposas residentes en Cuba, por supuestamente constituir una amenaza a la seguridad nacional del imperio. No es fortuito que una Corte de Apelaciones federal ordenara anular el juicio ni que un panel de la ONU declarara que este no se rigió por las normas del debido proceso. La injusticia con los cinco es tan notoria que hizo exclamar a Gore Vidal: Es una prueba más de que tenemos una crisis de derecho, una crisis política y una crisis constitucional. Mientras, Noam Chomsky ha afirmado: La situación de los cinco es un escándalo tal que es difícil hablar de ella. Once premios Nobel respaldaron una apelación a la Corte Suprema de Estados Unidos, que ésta ni consideró.
 
Pero resulta que desde 2006 comenzó a salir a flote que el gobierno estadunidense había pagado a numerosos periodistas que actuaron como agentes secretos durante el juicio con el fin de manipular a la opinión pública de Miami. Entre los medios utilizados están la CBS, The Miami Herald, El Nuevo Herald, Diario las Américas, Radio y TV Martí y WAQI. Para teñir el juicio en conjunto usaron la acusación de conspiración para cometer asesinato contra Gerardo Hernández, inventada por la fiscalía meses después del levantamiento de los cargos. Existen pruebas contundentes de lo contrario: no eran Gerardo ni tampoco La Habana, sino la Casa Blanca la que conocía muy bien que el 24 de febrero de 1998 avionetas de la organización contrarrevolucionaria Hermanos al Rescate iban a violar una vez más el espacio aéreo de Cuba (cubadebate.cu/opinion/2012/09/11/ un-asesinato-fabricado-el-plan/), como venían haciendo habitualmente. La Habana, luego de enviar más de 12 notas diplomáticas exigiendo poner fin a las violaciones e incluso recurrir a los buenos oficios de Gabriel García Márquez ante el presidente Bill Clinton, advirtió a Washington que de continuar aquellas los aparatos serían derribados, como en efecto ocurrió. Clinton había prometido detenerlas.
 
Obviamente, un proceso en que ninguno de los cargos fue probado, en que el principal es un burdo invento y en que el gobierno pagó a periodistas de la ciudad sede del juicio y lugar de residencia de los jurados, carece de los mínimos requisitos para ser considerado legal. Ese argumento está contenido en un nuevo affidavit presentado por el abogado Martin Garbus, que busca la revocación de la condena de Gerardo Hernández basada en la mala conducta masiva del gobierno, con sus pagos de varios millones de dólares a periodistas. Washington se niega a abrir sus archivos pues de hacerlo se le caería todo el juicio.
Twitter: aguerraguerra
 Sexenio antilaboral-Magú
Aberraciones de los bancos

Margo Glantz
Pensaba continuar escribiendo sobre China, pero como ahora me voy a Buenos Aires y he tenido varios percances con las muy honorables instituciones que nos tiranizan, me espero para mi próxima colaboración. Empiezo: para viajar es necesario avisarlo a los bancos si se pretende utilizar las tarjetas de crédito o débito que la buena o la mala fortuna nos haya otorgado. Se marca un número señalado en el reverso de la tarjeta: suena ocupado. Vuelve a marcarse con paciencia infinita y de pronto una voz atildada agradece la llamada y pide que a continuación marquemos una de las múltiples opciones posibles. Las oímos con atención, pero ninguna parece corresponder a lo que deseamos, que una voz humana no grabada se conduela y nos conteste; después de mucho marcar –el uno, el dos, el tres o el cuatro o de perdida el asterisco cero–, el arcano telefónico nos devuelve una monótona voz femenina, diciendo Gracias por llamar a Banamex, me llamo Lidia Salas, ¿puede proporcionarme su nombre completo? Lo proporciono, deletreándolo con cuidado varias veces al hilo; me ruegan luego que enumere los 16s dígitos que identifican mi plástico, lo hago con mansedumbre de cordero; agregan de inmediato que, para mi conveniencia, la conversación será grabada. ¿Qué hacer, acepto o no acepto? Si no lo hago, la operación no se consuma; hago de tripas corazón y acepto, aunque sé que es un abuso de confianza o quizá una medida totalmente anticonstitucional.
 
Por razones de seguridad, vuelve a decirme la señorita Salas en cuestión, ¿podría usted decirme su domicilio, tal y como aparece en sus estados de cuenta? Lo hago. ¿Su fecha de nacimiento, inquiere? Se la digo, ¿la fecha de caducidad de su tarjeta? Una vez que he respondido como falderillo a todas sus preguntas, pero con una ira efervescente que me va naciendo en todo el cuerpo, concluye que todo está en regla que podré utilizar mi plástico en cualquier cajero del país de destino, después de 24 horas de haber hecho este pedido. Para finalizar me da un número de folio que apunto religiosamente, por si las moscas.
 
Vuelvo a colocar mi tarjeta en su lugar y me percato de inmediato que los datos que he proporcionado son los de una tarjeta antigua, aunque coinciden con los números que identifican a la nueva. Vuelvo a llamar por si las dudas y la monótona operación se reproduce; después de varios intentos desesperados, lo consigo y por fin otra voz me avisa que todos los ejecutivos (sí, ejecutivos) se encuentran enteramente ocupados, que vuelva a llamar en breve. Después de mucha paciencia, de tragarme mi coraje y de numerosos intentos fallidos logro comunicarme con un señor que podría llamarse Noel Artigas, éste me avisa que mi tarjeta no está vigente, que debo activar la nueva, la del chip y que es necesario reiniciar la operación. Me quejo, le digo que la funcionaria anterior me ha dicho que mi tarjeta es vigente, que puedo utilizarla y también la del chip. Correcto, responde. ¿Qué es lo correcto, a quién debo creerle, a la señorita Salas o a usted? “Entiendo –dice– mecánicamente”. “¿Qué es lo qué entiende –repito, furiosa–?” Es correcto, repite. O sea... Sin inmutarse, como todo buen funcionario ejecutivo que ha aprendido a ser robot, vuelve a repetir correcto, entiendo, o sea, y me pide que tenga por favor paciencia y que dentro de un momento me dará el número de folio que ampara mi operación que me permitirá no morir de hambre cuando llegue a Buenos Aires, pero antes de darme el número de folio me cuelga. A punto del infarto, vuelvo a llamar, me quejo, otra voz femenina responde: otra ejecutiva, Lucía García, quien sin inmutarse vuelve a repetir las frases consabidas eso es, entiendo, correcto y cuando ya estoy a punto de morir en el intento, me avisa que mi tarjeta está vigente, y que de inmediato me proporcionará el número de folio con el cual podré ampararme en caso de que mi tarjeta no funcione cuando llegue a la Argentina.
Twitter: @margo_glantz

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