Reforma laboral, el primer golpe de Peña y Calderón
Peña y Calderón. Favores de transición.
Foto: Eduardo Miranda
Foto: Eduardo Miranda
MÉXICO, D.F. (apro).- Desde hace 25 años el sector empresarial ha buscado
reformar la Ley Federal del Trabajo, adecuarla a las demandas de la modernidad
incluyendo elementos que aumenten “la calidad y productividad”. Pero siempre,
los señores del dinero encontraron en los señores del poder una férrea oposición
personalizada en el brazo fuerte del PRI, la CTM.
A la vuelta de los años será un cetemista quien hará realidad las
pretensiones del sector empresarial, respaldado por su partido, el PRI. Carlos
Aceves del Olmo, diputado priista y presidente de la Comisión del Trabajo, será
quien entregue el 27 de septiembre al pleno de la Cámara el dictamen que
modifique la ley laboral.
Fue en 1987, época en que la Coparmex tenía más fuerza que el Consejo
Coordinador Empresarial, cuando se inventó la llamada “nueva cultura laboral”.
Su autor, Carlos Abascal Carranza –aquel secretario de Estado del gobierno de
Vicente Fox que censuró el libro “Aura”, de Carlos Fuentes por considerarlo
inmoral–, resumió ahí los outsoursing, la flexibilidad laboral y transparencia
de sindicatos.
Ese año, Abascal, entonces dirigente de la Coparmex, dio a conocer su
propuesta de reforma que tenía como eje aumentar “la calidad y la
productividad”, y atender así las demandas de la modernidad industrial. Pero
Abascal se topó con el viejo líder de la CTM, Fidel Velázquez, hombre de la
vieja guardia obrera, el creador del sector obrero del PRI, el más poderoso del
partido.
Don Fidel se opuso al considerar que “la nueva cultura laboral” daría al
traste con los derechos laborales conseguidos por los trabajadores con muerte y
sangre.
Pero la llegada al poder de Ernesto Zedillo lo cambió todo. Por un lado, la
crisis económica del error de diciembre de 1994, la pérdida de empleo y casa de
muchos mexicanos en 1995; por otro, llegó al PRI en agosto de 1995 Santiago
Oñate Laborde y con él el verdadero operador político, el cetemista Juan S.
Millán, quien ocupó la cartera de secretario general del PRI.
Inició entonces el diálogo entre el PRI y la CTM. Los artífices de entonces
fueron Carlos Abascal Carranza, por la Coparmex, y Juan S. Millán, por el
Revolucionario Institucional, quienes se sentaron a la mesa para hablar. Era el
gran evento: empresario y obrero discutiendo, proponiendo una mejora para
producir mejor sin atentar contra los derechos de los trabajadores.
La Coparmex retiró de la mesa su proyecto y lo cambió por su idea de la
“nueva cultura laboral”, pero teniendo como eje no sólo la productividad, sino
el respeto y atención a la “dignidad de la persona humana”, revalorando al
trabajador para buscar una mejor capacitación que diera frutos con gran
productividad.
Don Fidel, un hombre con mucho callo político, aceptó el diálogo y con Juan
S. Millán, secretario general del PRI –cuando a la dirigencia no sólo se le
rendía culto, sino que se le respetaba–, y además integrante de la CTM, firmó
con la Coparmex en 1995 el primer documento titulado “Hacia una nueva cultura
laboral”.
Pero todo quedó en papel. Sin embargo, hoy después de 25 años, parece que el
sector empresarial y esta clase priista que obedece órdenes de Enrique Peña
Nieto, hará realidad el sueño empresarial.
Hace año y medio, gobierno panista y priistas estuvieron a punto de alcanzar
las reformas a la ley laboral. La CTM, el CCE, el PAN-gobierno y el PRI, dieron
su aval para que transitara la nueva ley, eso fue en abril de 2011, poco antes
de concluir el periodo ordinario de la pasada legislatura federal.
Sin embargo la contienda electoral en puerta y las pretensiones de PAN
gobierno por golpear, primero a Peña Nieto como gobernador del Estado de México
y luego a gobernadores y exgobernadores priistas amenazándolos con dar a conocer
los llamados “expedientes negros” que tenía y tiene en su poder la PGR
ligándolos con el narcotráfico, hicieron al PRI recular.
Hoy reconocido por autoridades electorales como presidente electo, Enrique
Peña Nieto toma de nueva cuenta la palabra al PAN -aún gobierno- y acepta que se
apruebe dicha ley como pago de favores a quienes le ayudaron a lograr la gran
compra de votos: a los señores del dinero, de los bancos, de las empresas, las
industrias y las televisoras.
Una ley que hasta ahora, parece que dará al traste con derechos de
trabajadores consagrados en el artículo 123 de la Constitución… se avecinan
controversias en los tribunales de parte de algunos sindicatos.
Comentarios mjcervantes@proceso.com.mx
EU, la otra cara de la guerra
Javier Sicilia se reunió con grupos solidarios en
Houston.
Foto: Germán Canseco
Foto: Germán Canseco
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La guerra contra las drogas que se libra en México
tiene su cara oculta y su origen en Estados Unidos, donde en 1971 Richard Nixon
declaró su War on Drugs: “El enemigo público número uno de Estados Unidos –dijo
entonces– es el abuso de las drogas. Para poder (…) derrotar a ese enemigo es
necesario llevar a cabo (…) una ofensiva a escala mundial (…) con ello declaro
la guerra contra las drogas”. Lo que hace tan oscuro este acontecimiento es el
aparente alzhéimer social y político del fracaso de otra gran prohibición, la
del alcohol, durante los años veinte, en Estados Unidos.
Parecería que aquel periodo terrible que duró 17 años (1917-1933) y que
concluyó con la derogación de la Enmienda XVIII y la Ley Volstead, la cual
prohibía la venta, importación y fabricación de bebidas alcohólicas en todo el
territorio de Estados Unidos, se hubiese borrado de la memoria histórica en
menos de 40 años.
Por un lado, la guerra contra las drogas sigue –esta vez a nivel
internacional– la misma lógica de la ley seca que fracasó: el aumento y la
diversificación de la criminalidad, los estragos del consumo –antes, de alcohol
adulterado, y ahora de la droga sintética y de mala calidad–, la multiplicación
de las mafias, la corrupción de las autoridades, la destrucción de los tejidos
sociales, el miedo, la incertidumbre, la violencia, el horror y la muerte. Por
el otro, y a diferencia de lo que la administración Roosevelt hizo en 1933, las
sucesivas administraciones estadunidenses y los gobiernos que, como el de
México, han aceptado esta guerra como parte de su política de seguridad, se
niegan a regular las drogas.
Frente a este panorama, habría que decir que del lado de la sociedad hay
realmente una desmemoria histórica. La rapidez mediática, los grandes flujos de
información manipulada por el mercado y la propaganda contra la droga y a favor
de la guerra han hecho estragos. Del lado de los estadunidenses, una buena parte
de ellos ignoran la inmensa responsabilidad que su política antidrogas tiene en
la destrucción de México, y, por lo mismo, son incapaces –si acaso recuerdan el
periodo de la prohibición del alcohol– de hacer una conexión entre las
enseñanzas del pasado y las necesidades del presente. Del lado mexicano, la
mayoría de la sociedad desconoce aquel periodo de la historia de EU, e incapaz
de mirar su presente en el espejo de aquel pasado, no encuentra la salida.
No podría decirse lo mismo en el caso de la memoria política. Aquí, la
manutención de la guerra por parte del gobierno, que no ignora el pasado, pero
que lo usa de manera perversa, tiene como componente uno de los grandes males
que están corroyendo la vida civil y democrática del mundo: la subordinación del
Estado y de sus gobiernos a la lógica de los grandes capitales.
Detrás de la moral puritana contra las drogas, lo que en realidad se encubre
es la construcción de una guerra que permite administrar el conflicto para
maximizar capitales. ¿Quiénes ganan? Los negocios contraproductivos: los bancos
que lavan dinero, la industria armamentista, los administradores de cárceles,
las mafias, las Fuerzas Armadas, los laboratorios de producción de drogas, las
policías y los funcionarios corruptos. ¿Quiénes pierden?: la ciudadanía,
sometida a la violencia del Estado y de los criminales, los tejidos sociales y
la democracia. No es otra cosa lo que nos dicen el aumento del consumo de
drogas, los miles de muertos y desaparecidos, la diversificación del crimen, la
militarización en México, las miles de armas vendidas ilegalmente, los presos a
causa de la droga y las cifras millonarias que EU ha invertido en ayuda militar
(en las últimas cuatro décadas EU ha arrestado a más de 40 millones de personas
y ha gastado 2.5 billones –2.5 millones de millones– de dólares en el combate a
las drogas). No es otra cosa tampoco lo que dicen las ganancias del lavado de
dinero, calculadas en más de 3 billones de dólares durante el sexenio de
Calderón, la timorata intervención en el lavado de dinero en el banco HSBC
(además de que seguirá operando normalmente y ninguno de sus funcionarios irá a
prisión, la sanción que se le impuso, 379 millones de pesos, es insignificante),
y la ausencia en las cárceles de funcionarios públicos, de agentes aduanales,
tanto de EU como de México, y de dueños de empresas que venden ilegalmente
armas.
Bajo esta lógica perversa, la cara oculta de la guerra en EU no sólo está
destruyendo a México y a muchos otros países, sino poniendo en peligro lo que
sus padres fundadores le dieron al mundo antes que Francia: la democracia y las
libertades civiles.
La Caravana que el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad está a punto
de concluir en Washington ha buscado poner en la conciencia de los ciudadanos de
EU la realidad de esta guerra y la necesidad de que juntos, estadunidenses y
mexicanos, presionemos a nuestros gobiernos para que tomen la ruta de la paz.
Sólo la presión ciudadana puede hacer que los gobiernos sirvan nuevamente a los
intereses de la nación, y no al sometimiento que el crimen y la maximización del
dinero les están imponiendo. No hemos pretendido en estos largos días hacer
grandes cosas. Somos poca cosa frente a la inmensidad del mal. Sólo hemos
encendido una vela por la paz en el centro de la cara oscura de esta guerra.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos
los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer
los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro
de San Pedro, liberar todos los presos de la APPO, hacerle juicio político a
Ulises Ruiz, cambiar la estrategia de seguridad y resarcir a las víctimas de la
guerra de Calderón.
Este texto se publicó en la edición 1871 de la revista Proceso que empezó a
circular el domingo 9 de septiembre.
El diccionario secreto de México
EPN saluda al consejero presidente del IFE, Leonardo
Valdés.
Foto: Eduardo Miranda
Foto: Eduardo Miranda
¿Por qué los policías son más peligrosos que los criminales?, ¿por qué los
órganos electorales son los principales artífices del fraude?, ¿por qué las
instituciones de salud pública contribuyen más a la muerte que al bienestar?
Esta y otras grandes incógnitas serán reveladas a continuación.
Durante décadas, los órganos secretos del poder nos engañaron con el uso de
las palabras. Nos vendieron la idea de que una institución servía para algo,
pero en realidad cumplía las funciones opuestas. Todos estos equívocos
provocaron confusión, pero este día se acabarán las dudas.
A mis manos llegó un documento inédito: “El diccionario secreto de México”.
Por razones de seguridad personal no puedo publicar la imagen original de este
texto, pero transcribí las ideas sustanciales. Se trata de un pergamino de uso
exclusivo entre los más altos mandos del poder. En él se identifica el verdadero
significado de las cosas en México.
Ejército: uno de los cárteles más importantes. Su
especialidad es la desaparición, pasar por encima de los derechos humanos de
civiles y el secuestro. Maneja tanto presupuesto, que sus principales líderes se
acaban entre sí para dirigirlo.
Elecciones: mediante disparos de basura, jingles y avanzadas
estrategias de reality show, a los ciudadanos se les hace creer que eligen a sus
amos.
Gobernador: señor feudal dueño de inmensos terrenos. Tiene
permiso de controlar la prensa, el comercio y los recursos naturales. A cambio
sólo debe rendir pleitesías y pagar tributos al rey en turno.
IMSS: ninguna enfermedad es muy grave para ser atendido ahí.
Aún cuando estés muriendo nunca habrá padecimiento suficientemente delicado para
que los médicos te presten atención. Sirve para disminuir el índice
demográfico.
Inauguración de obra pública: el pretexto ideal para que el
pueblo le agradezca al gobernante lo bondadoso que es. También sirve para que
las figuras públicas jueguen al concurso de oratoria.
Instituto Federal Electoral: gran casa de empleo para
burócratas afines a los partidos políticos. Su labor es avalar los fraudes
sexenales, emitir propaganda a favor de la democracia y convocar a concursos
infantiles para promover el voto.
Lotería Nacional: si a algún gobernante le hace falta más
dinero para mantener su vida de excesos o pagar su próxima campaña electoral,
este bondadoso órgano celebra sorteos en los que les reparte carretadas de
billetes de manera milagrosamente espontánea.
Obras públicas: una manera de robar millones de pesos del
erario con el pretexto de construir más infraestructura para la industria
automotriz.
Partido Político: bolsa de trabajo para los más holgazanes y
vividores del país. Usa membretes y logotipos románticos y hasta poéticos,
aunque en realidad carecen de principios, ética y valores humanos.
Policía: un gran cártel con miles de grupos criminales
difuminados en corporaciones locales. Son como las sectas: engañan a la
población haciéndoles creer que los ayudan, pero en la práctica les pueden
arruinar la vida entera.
Presidencias municipales: antes, cargos altamente demandados
por la clase política, pero actualmente en severa crisis. En algunos estados ya
nadie quiere ocupar su silla porque son la antesala a la muerte.
Presidente de la República: anteriormente era el cargo más
demandado, pero con el paso del tiempo quien ocupa esta silla se vuelve sólo el
empleado de superiores más poderosos. El puesto sirve de muy poco, pero es
garantía de una jubilación millonaria y temprana. También te asegura una plaza
de académico en una universidad internacional.
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación: inmenso
grupo de control político que ayuda a legitimar los fraudes electorales. En este
órgano, muchos tramposos se infiltran haciéndose pasar por maestros, para
posteriormente ascender a diputados, senadores y hasta secretarios de
Estado.
Suprema Corte de Justicia de la Nación: foro donde, mediante
discusiones bizantinas e infinitas, barrocos juristas defienden las peores
injusticias que cometen los poderosos, siempre alegando que la Constitución no
fue violada en su totalidad.
Televisa: se le hace creer a la gente que es un canal de
telenovelas y entretenimiento frívolo, pero en realidad es quien manda en el
país. Como la Iglesia, tiene organismos fachada para venderse como generosas
almas de la caridad, aunque en los hechos es el Gran Hermano que todo lo
controla y todo lo ve.
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación: este
órgano sirve para discutir por horas que nada se puede probar. Nunca hay
suficientes elementos para verificar que se cometió una irregularidad. Los
teólogos piensan que es una muy buena opción para reflexionar en torno a la
posible existencia de Dios.
Twitter: @juanpabloproal
Sitio: www.juanpabloproal.com
P.D. El músico José Cruz, fundador del grupo de blues Real de Catorce, y
quien padece esclerosis múltiple, necesita de su generosa solidaridad para pagar
la producción de su más reciente disco, “Una razón para vivir”. Las donaciones
son recibidas en la cuenta: 4039551163 HSBC a nombre de José Cruz Camargo
Zurita.
Un capo de telenovela
Anuncio de la serie.
Pablo Escobar Gaviria, el capo que tuvo en vilo a Colombia en los ochenta y
noventa, revivió, ahora como personaje de una serie de televisión y a tal punto
que en ese país ya se desató una suerte de “escobarmanía”, sobre todo en los
barrios marginales de Medellín, donde el fallecido narcotraficante comenzó a ser
venerado por niños y jóvenes.
BOGOTÁ (Proceso).- Todas las noches millones de colombianos se sientan frente
a los televisores –en el horario estelar– para ver una audaz telenovela cuyo
protagonista no es el tradicional galán de familia acaudalada que se enamora de
la empleada doméstica, sino un narcotraficante despiadado que desata una guerra
terrorista contra el Estado y que con su enorme capacidad de corrupción y su
ejército de sicarios acaba por imponer su ley en amplios segmentos de la vida
nacional.
No es una teleserie de ficción. Es la historia de Pablo Escobar Gaviria, el
jefe del Cártel de Medellín que a 18 años de caer abatido por un policía que le
acertó tres disparos –dos de ellos en la cabeza– aún gravita con fuerza en el
imaginario popular de Colombia.
En esta nación, donde la violencia ha sido parte recurrente de la historia,
pocos dudan en catalogar a Escobar como el peor asesino y el más poderoso
criminal que haya existido; pero en su natal departamento de Antioquia aún goza
del aprecio –y hasta veneración– de los desposeídos a quienes ayudó con la
descomunal riqueza que amasó con el tráfico de cocaína hacia Estados Unidos.
La teleserie Pablo Escobar, el patrón del mal, de Caracol Televisión, recrea
la vida del capo, sus atrocidades, extravagancias, amores y capacidad delictiva.
El delincuente, a quien la policía responsabiliza de 4 mil homicidios, aparece
en la serie como un asesino que, sin embargo, ama profundamente a su familia, un
estratega y un astuto e intuitivo hombre de negocios con ímpetu trasnacional,
entre otras facetas.
El primer capítulo de la serie, emitido el pasado 28 de mayo, se convirtió en
el estreno más visto de la televisión colombiana, con 26.9 puntos de rating y un
pico de audiencia de 70.8%, según datos divulgados por Caracol. Desde entonces
ha mantenido una alta sintonía en los segmentos de media hora que se transmiten
de lunes a viernes a partir de las 21:00 horas y ha dado una renovada vigencia a
un personaje que transformó el contrabando de cocaína en una industria global.
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