Di Costanzo, de crítico a defensor de Peña Nieto
Mario di Costanzo.
Foto: Octavio Gómez
Foto: Octavio Gómez
MÉXICO, D.F. (apro).- “Sería negligencia y encubrimiento si las autoridades teniendo esta información no actúan y se volverían cómplices de un delito”.
Esa fue la declaración que el 22 de julio de 2012 dio el entonces diputado del PT, Mario Di Costanzo, al referirse al caso Monex; hoy por ironías de la política, ambiciones o perversidad de los priistas, será justamente Di Costanzo quien defenderá a Enrique Peña Nieto ante diputados federales de la Comisión Monex.
Él deberá argumentar –el 16 o el 17 de enero– que no se utilizaron las instituciones bancarias –en detrimento de los usuarios–, como instrumento de un grupo de priistas para lavar dinero y financiar la campaña del “buen pelao que se peina de lao”, como le dicen ahora los inquilinos de la sierra del llamado Triángulo Dorado (Sinaloa, Durango y Coahuila), a Enrique Peña Nieto.
El pasado 7 de enero, Di Costanzo, quien en diversas entrevistas radiofónicas detalló cómo se dio la triangulación para financiar la campaña de Peña Nieto, se pasó del otro lado: fue nombrado director de la Condusef, la misma instancia que perredistas, petistas e integrantes de Movimiento Ciudadano encontraron como rendija para que se aceptara en la Cámara de Diputados una comisión investigadora del caso Monex y cualquier tipo de financiamiento ilegal que se hubiere presentado en la campaña presidencial pasada.
La declaración de Di Costanzo lo obliga, por ética política, profesional y dignidad, investigar, de lo contrario caería en lo que él dijo, “negligencia y encubrimiento”.
El 22 de julio pasado, la radio PCA PodCast AGE de Los Ángeles, California, entrevistó a Di Costanzo, el hoy director de la Condusef. Entonces afirmó que del análisis de la información que la oposición estaba haciendo en contra de la campaña de Peña Nieto, “apunta a una serie de triangulaciones con empresas fantasmas que buscaron colocar dinero, no proveniente de prerrogativas del IFE, es decir, que pudo venir (el dinero) de las finanzas del Estado de México u otra actividad. Esa triangulación les permitió financiar la campaña de Enrique Peña Nieto”.
Y más: “En pocas palabras, lo que hacen estos documentos (facturas, depósitos de una empresa a otra de las utilizadas por el PRI), es mostrar cómo para llevar a cabo esta compleja operación se crearon, hasta el momento, seis empresas, entre ellas Inizzio y EFRA. Vemos muchas irregularidades, son empresas que tienen el mismo giro, mismo dueño, es una empresa espejo de la otra y mientras una depositaba el dinero en Monex, la otra lo sacaba a través de tarjetas de prepagadas. La ingeniería financiera de esta operación es muy parecida y con estructura similar con las operaciones de lavado de dinero”.
Di Costanzo ofreció muchos más detalles de cómo, hasta ese 22 de julio, habían llegado a la campaña peñista 160 millones de pesos; pero aquí lo importante es que el próximo miércoles o jueves, deberá estar en la Cámara de Diputados ante los legisladores que integran la comisión de investigación del caso Monex y como autoridad tendrá que sostener sus dichos pasados, retractarse para defender a su nuevo jefe, Enrique Peña Nieto, o sostener mediante argucias legales que no es mediante la Condusef que se deban realizar las investigaciones.
Mientras Di Costanzo sude ante legisladores, los verdaderos operadores y quienes habrían participado e ideado parte de la operación para financiar la campaña presidencial y gracias a los cuales Peña Nieto despacha hoy en Palacio Nacional, estarán muy tranquilos, riendo y poniendo a prueba las habilidades del nuevo funcionario para no responder nada. Cómo cuando él reclamaba a los titulares de Hacienda en sus comparecencias que no respondieran a los reclamos y preguntas que él les hacía como oposición.
José Luis Lozada Neyra, dueño de las más de 20 empresas que presuntamente se usaron para triangular el dinero de la campaña presidencial; Gabino Fraga, de Grupo GAP y EFRA; José Antonio González Fernández, Alfredo Carrillo Chontowky, Gisel Morán, Gerardo Ruiz Esparza, Luis Vega, Armando Hinojosa Cantú –dueño de Grupo Higa–, Alfredo del Mazo; banca Monex, Santander, y HSBC, que presuntamente habrían participado en todo este entramado financiero y del cual Proceso dio cuenta en varios de sus números, estarán todos tranquilos.
Mario Di Costanzo pidió a la propia Comisión que le diera tiempo antes de comparecer ante los diputados, así, su presencia se había planeado para el 23 de enero, sin embargo los priistas hoy pretenden que sea el 16, cuando mucho el 17 de enero el día en que se presente. Un día después lo hará Alfredo Cristalinas, encargado de las indagaciones en el IFE, quien, por cierto, llamó a declarar a José Luis Lozada Neyra para que diera una explicación de la participación de sus empresas… No hay que olvidar que el mismo Lozada, ante una reunión con sus empleados, se mofó de lo que en ese julio y agosto se estaba denunciando en los medios de comunicación y con pruebas, dijo que mientras Peña Nieto estuviera de su lado, nada le pasaría ni a él ni a sus empleados; y que su presencia en el IFE sería mero trámite. Lo cierto es que Cristalinas nunca ha querido informar qué fue lo que habló con este personaje, uno de los claves para desenmarañar la triangulación.
Por lo pronto, Di Costanzo será el primero en sudar ante sus excompañeros… todo para defender a Enrique Peña Nieto.
Bueno, de lo otro, del posible dinero ilícito que llegó del narcotráfico a la campaña de Peña Nieto, pues será difícil que los diputados lo puedan comprobar o siquiera… mencionar. El tiempo y nombramientos clave en la administración es lo que pudiera dar pistas para indagar.
Comentarios mjcervantes@proceso.com.mx
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El poder de la cultura
Rafael Tovar y de Teresa durante la toma de protesta del nuevo titular del INAH.
Foto: Germán Cansec
Foto: Germán Cansec
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La principal riqueza de México es su cultura. La tradición artística y cultural del país, a la que he llamado el alma de México, constituye el núcleo de la nación, así como la principal fuente de orgullo para sus ciudadanos. Pocas naciones en el mundo tienen el privilegio de ostentar 3 mil años de creación ininterrumpida en el ámbito de la arquitectura, la escultura, la pintura, la poesía, la narrativa, la música, las artes aplicadas, la gastronomía. Todo ello, aunado a los nuevos tiempos políticos del país, exige una auténtica política cultural de Estado.
Las administraciones panistas interrumpieron el camino que se había trazado en esa dirección y desmantelaron la profesionalización del sector. A cambio de ello impusieron un patrimonialismo prepotente que la comunidad cultural tuvo que aceptar con resignado escepticismo. El insensato nombramiento de Sara Bermúdez en Conaculta sólo se explica por la rusticidad de la pareja Fox-Sahagún. Como lo dijo un agudo crítico: “Sari no entiende que no entiende”. Tampoco quienes la nombraron. El símbolo más elocuente de su gestión es el elefante blanco llamado Biblioteca Vasconcelos, paradójicamente producto de la mente de tres analfabetos funcionales. En contraste, Sergio Vela contaba con todas las credenciales profesionales, pero el poder inherente al cargo, sumado a su cercanía con el Presidente, parece haber producido una soberbia autodestructiva que lo condujo a una renuncia obligada.
Administradora eficaz, Consuelo Sáizar fue designada presidenta de Conaculta después de haber sido directora del Fondo de Cultura Económica. Los dos nombramientos se vieron ensombrecidos por la influencia velada de Elba Esther Gordillo, lo cual definió la forma de ejercer el poder en ambas instituciones. La manera intempestiva y soez con la que fue destituido como director del FCE un escritor de la calidad de Gonzalo Celorio, con una destacada trayectoria como funcionario cultural, sólo puede ser explicada por la sumisión del entonces secretario de Educación, Reyes Tamez, a los dictados de la lideresa magisterial. Del mismo modo, el influjo de la maestra Gordillo sobre su dócil aliado, Felipe Calderón, fue determinante para la llegada de Sáizar al Consejo. El efímero nombramiento de Eduardo Zavala Barrenechea, allegado a la maestra y cuestionado por el manejo de las finanzas en la Lotería Nacional, como Secretario Técnico “A”, responsable del presupuesto de Conaculta, es una muestra palpable del acuerdo secreto Gordillo-Sáizar que, debido a la reacción de la opinión pública, en ese caso no pudo cristalizar. Logros indudables como la Ciudad de los Libros se ven eclipsados por el ambiente contaminado y cuasi castrense que prevaleció en la máxima institución cultural del país durante el último trienio. Tal es el lado oscuro del poder de la cultura.
Tras el prolongado lapso de intentos fallidos, Conaculta retomará su vocación originaria con el nombramiento de Rafael Tovar, cuya solidez como persona y funcionario de cultura ha sido probada durante los nueve años en que presidió el Consejo. Dicha experiencia y un presupuesto cuatro veces mayor al que él ejerció le permitirán pensar en grande y tomar decisiones con visión de largo plazo para consolidar a Conaculta como lo que debe ser: una institución ejemplar del Estado mexicano.
La cultura posee un poder transformador sin límites. En sus Cartas sobre la educación estética del hombre, Friedrich Schiller sostiene que la apreciación de lo bello es fuente de armonía individual y social: “Únicamente la comunicación de la belleza une a la sociedad”. Al conjugar racionalidad con sensibilidad, la disposición estética hace mejores a los hombres, incluso se convierte en fundamento de la ética. “Cuando cultivamos nuestras capacidades estéticas, desarrollamos nuestras facultades morales”, afirma el pensador alemán. Más aún, considera que la experiencia de la belleza es condición de humanidad cabal y fundamento de la libertad. Dichas ideas no han perdido vigencia.
El primero de los cinco acuerdos del Pacto por México se refiere en su cuarto inciso a “La cultura como elemento de cohesión social”, concepto que se desglosa en cinco compromisos (del 16 al 20): Protección del patrimonio cultural, infraestructura de los estados, educación artística, estímulos a creadores y la cultura como proyección de México en el mundo. Tal como lo postula Schiller, la cultura tiene el poder de fortalecer el tejido social, para lo cual es necesario brindarles a los niños y jóvenes una educación estética. Ante el enorme atraso en materias prioritarias como comprensión de la lectura y matemáticas, puede parecer superfluo o utópico hablar de desarrollar la sensibilidad para apreciar la belleza, el arte y la cultura. No lo es. El compromiso 18 del Pacto establece: “Se introducirán en las escuelas, particularmente en las de horario ampliado, programas de educación artística que desarrollen en los alumnos el gusto por la cultura y los ayuden a desarrollar habilidades que mejoren su aprendizaje en otras materias”. Está bien, pero es indispensable que la educación estética trascienda el ámbito de las aulas y se vincule con la difusión y promoción cultural, a cargo de Conaculta. La televisión y las nuevas tecnologías de la comunicación son instrumentos fundamentales para la proyección de nuestra cultura, dentro del país y en el mundo.
Propongo que los Institutos de México lleven el nombre de Octavio Paz, la figura literaria más destacada de México, a la par de Sor Juana y Alfonso Reyes, con la ventaja sobre sus antecesores de que su obra está traducida a todos los idiomas y es mejor conocida mundialmente. Además, Octavio Paz es el mejor y más auténtico rostro del México democrático al que aspiramos. En 2014, la celebración del centenario del nacimiento de nuestro Premio Nobel de Literatura debe concebirse como un magno acontecimiento nacional e internacional, en el marco del compromiso 20 del Pacto por México. Esperamos resultados.
Los jóvenes mexicanos abrazan el suicidio
Desempleo en la Ciudad de México.
Foto: Benjamin Flores
Foto: Benjamin Flores
Has tenido una vida. Ha habido momentos en que tenías una vida. Cierto, ya no te acuerdas muy bien; pero hay fotografías que lo atestiguan. Probablemente era en la época de tu adolescencia, o poco después. ¡Qué ganas de vivir tenías entonces! La existencia te parecía llena de posibilidades inéditas. Podías convertirte en cantante de variedades; o irte a Venezuela.
Michel Houellebecq.
Uno de los discursos más gastados apunta al lugar común: “invirtamos en nuestro futuro, los jóvenes”. Si hacemos un corte de caja hasta este momento, podemos decir que el saldo final advierte que México apostó a perder. Las nuevas generaciones fueron alimentadas con veneno, bombardeadas con frustrados sueños artificiales y explotadas por la cruel cultura de la ganancia sin escrúpulos.
La investigadora Emilia Lucio, de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional Autónoma de México, dio la bienvenida a 2013 con una cifra que paraliza: el suicidio juvenil es una de las tres causas de muerte en menores de edad, precedida por los accidentes automovilísticos y el cáncer.
Una de las características naturales de la condición humana es la tristeza y la frustración; así como alcanzamos estados de plenitud o dicha, también experimentamos dolor y depresión. No es extraño que algunos pensemos en algún momento en el suicidio, pero es sólo eso, un mal momento, una temporada de crisis, una idea que se consume. Quien decide ponerle punto final a la experiencia de vida es porque llegó a un estado de desesperanza extremo y permanente.
De acuerdo con los más recientes estudios del Instituto Nacional de Psiquiatría, los suicidios entre niños se incrementaron 150 por ciento y en jóvenes un 74 por ciento. ¿Qué hace que una generación entera acelere sus estados de hartazgo? Basta leer los indicadores sociales para encontrar pistas contundentes.
En México seis de cada diez jóvenes no estudian ni preparatoria ni universidad, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). En los tiempos de la brutal competencia para entrar al mercado laboral, carecer de estudios profesionales es casi garantía absoluta de ser excluido del mundo profesional y, por ende, de concretar los más elementales anhelos de la vida adulta.
El porcentaje restante de los jóvenes mexicanos no estudia ni trabaja o, si tiene alguna remuneración, está sumido en la infame explotación del subempleo. En la última década el desempleo en este sector de la población pasó de 5.3 a 10.3 por ciento. Y siete millones de jóvenes no realizan actividades académicas o laborales.
De acuerdo con el INEGI, sólo el 30 por ciento de los egresados encuentra empleo en el primer año y de ese porcentaje, únicamente una tercera parte se desenvuelve en actividades relacionadas con las carreras que estudió.
Pocos concluyen la preparatoria (51.2 por ciento) y muchos menos continúan sus estudios a los 20 años de edad (22 por ciento). Además, hay una ola de jóvenes excluidos del sistema educativo del país debido a la escasa oferta de universidades públicas. Año con año, miles tocan una y otra vez la puerta de alguna institución, sufriendo la terrible experiencia del rechazo. En el periodo de admisión 2012, la UNAM no aceptó al 90 por ciento de los aspirantes, el equivalente a 60 mil personas.
En ese lapso, estos jóvenes, en su amplia mayoría miembros de familias que viven al día y cubriendo las mínimas necesidades básicas, se ven orillados a ser presas de la explotación del sistema de consumo. El 66 por ciento de menores de entre 12 y 24 años padecen el subempleo, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo. Están disfrazados con gorritos ridículos en franquicias norteamericanas que les retribuyen horas y horas de explotación con ínfimos pagos. Carecen de prestaciones y conviven con sueños que comienzan a frustrarse por la realidad.
Las universidades privadas de calidad están ceñidas a la elite. A veces ofrecen pequeñas concesiones y becas para incluir a la clase media. Algunos pocos logran entrar en instituciones de pésimo prestigio, negocios ruines que lucran con la esperanza de los estudiantes. En los últimos seis años, la Secretaría de Educación Pública (SEP) sancionó a cuatro de cada diez programas de licenciatura de universidades privadas por no cumplir con los requisitos de calidad (El Universal, 9 de enero de 2013).
“No nos culpen por querer ser ricos y famosos, éramos extremadamente pobres”, con estas palabras el vocalista de la banda The Who, pilar del rock británico, explica en el documental Amazing Journey la travesía que vivió para cumplir sus sueños juveniles en medio de una nación azotada por la posguerra. La cultura de consumo y los medios masivos han hecho de este, el sueño americano, el símbolo de la realización humana. Los contenidos para jóvenes apuntan a ese trayecto: conseguir una mujer físicamente perfecta o un hombre con músculos torneados, automóviles deportivos, casas en la playa, alcanzar la fama, gozar de vacaciones frente al mar, ropa de diseñador actualizada a la temporada en turno, el teléfono más moderno… Esta imagen frustrante llega a todos los hogares, a todos los jóvenes mexicanos.
Aplastados por una realidad ajena a los espejismos de la mercadotecnia, sin estudios, trabajo digno ni esperanzas, muchos de estos jóvenes son quienes finalmente se incorporan a los indicadores de adicción, a las filas del narcotráfico y a las estadísticas de suicidio anual.
Cuatro de cada cien jóvenes mexicanos son alcohólicos y el 1.5 por ciento son drogadictos, según la Encuesta Nacional de Adicciones 2011; peor aún, cerca de un millón son vulnerables a caer en manos del crimen organizado (El Universal, noviembre de 2010).
En el saldo de la narco-economía, la población más afectada también es la juvenil. Un total de mil 746 estudiantes fueron reportados como desaparecidos en el sexenio anterior (Proceso, 1887). Y la tasa de homicidios por cada cien mil personas afectó a 7.71 jóvenes de entre 20 y 24 años de edad; 6.6, de 25 a 29 y 5.6 de 15 a 19.
Si es verdad que el futuro de cada nación radica en sus jóvenes, los años venideros serán para México mucho más crueles que los ya vividos. La realidad actual es apenas un asomo de lo que viene.
No podemos esperar un futuro alentador para una generación que fue excluida, pisoteada, explotada y ridiculizada. A la que se le vendieron sueños artificiales que tal vez nunca podrá concretar.
Se acepta como una verdad que, mientras esté en sus manos, el ser humano sólo tiene una opción: vivir o morir. En su ensayo El mito de Sísifo, el Nobel de Literatura francés Albert Camus lo plantea mejor: “No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio”. Está claro que, con impactante velocidad, cada vez más jóvenes mexicanos eligen ponerle fin a todo. Y esto es un reflejo del fracaso de México como nación.
Twitter: @juanpabloproal
Sitio: www.juanpabloproal.com
P.D. Los próximos 18 y 19 de enero el Foro Alicia (Avenida Cuauhtémoc 91, colonia Roma) festeja su 17 aniversario con un concierto doble de Armando Palomas y Real de Catorce.
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