Alemania: El espionaje estadunidense pone en aprietos a Merkel
La canciller alemana Angela Merkel.
Foto: AP
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BERLÍN (apro).- El caso de espionaje masivo realizado por los servicios secretos de Estados Unidos salpica cada vez más al gobierno alemán y debilita la versión de que éste desconocía en absoluto las prácticas del país que es su socio y amigo.
Así lo demuestran las revelaciones publicadas la semana pasada por la prensa alemana y que apuntan incluso a que el ejército alemán utilizó el programa PRISM en Afganistán, en el marco del trabajo que realizan las tropas de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad en Afganistán (ISAF, por sus siglas en alemán), liderada por la OTAN.
El caso toma notoriedad si se considera que la protección de datos es un tema altamente sensible para los alemanes y que la filtración de documentos realizada por Edward Snowden —que puso al descubierto que el gobierno estadounidense espía masiva y sistemáticamente a millones de ciudadanos alemanes y al propio gobierno alemán— colocó el tema en centro del debate en este país.
Los indicios de un trabajo conjunto en materia de espionaje entre los dos gobiernos disparó la alarma y con ello la molestia y desconfianza de políticos de oposición y ciudadanos para quienes simplemente resulta inaceptable la sola posibilidad de ver vulnerada su privacidad.
Más aún, de seguirse develando detalles ocultos de esta relación, hay un riesgo mayor: que el electorado cobre la factura a la canciller Angela Merkel, quien busca repetir un tercer periodo al frente del gobierno federal en las elecciones generales de septiembre próximo.
En su edición del pasado 17 de junio el popular diario alemán Bild reveló, con base en documentos oficiales de la OTAN, que las tropas del ejército alemán instaladas en Afganistán fueron informadas ampliamente desde septiembre de 2011 sobre el empleo del programa de espionaje PRISM a fin de prevenir ataques terroristas.
Según el documento referido por Bild, se instruía a las comandancias regionales instaladas en el país asiático para que, a partir del 15 de septiembre de 20011, pudieran solicitar el control de llamadas telefónicas y correos electrónicos.
“Todas las solicitudes (para la vigilancia) tienen que ser introducidas en PRISM”, señala el documento secreto.
Además, explica que el acceso al programa de vigilancia PRISM estaría regulado por el sistema de redes JWICS. “Los comandos regionales utilizarán a personal militar o civil de Estados Unidos para tener acceso al JWICS”.
El mismo día, el gobierno federal salió al paso ante dicha información. En conferencia de prensa, Steffen Seibert, vocero de la canciller, aseguró, respaldándose en informaciones del Servicio Secreto Alemán, que “el sistema empleado en Afganistán es otro, con el mismo nombre. Éste no está gestionado por Estados Unidos, sino por las tropas de la ISAF. Los dos programas no son idénticos”, aseguró.
Tales declaraciones, además de confusión, incrementaron la desconfianza no sólo de los ciudadanos sino de los medios de comunicación alemanes que exigen explicaciones convincentes.
La oposición no se quedó atrás. Tanto el Partido Social Demócrata (SPD, por sus siglas en alemán), como los Verdes exigen explicaciones claras y precisas tanto a los ministerios de Defensa y del Interior, vinculados al caso, como a la propia cancillería federal.
Como respuesta a las declaraciones del gobierno federal en el sentido de que habría dos programas PRISM, el mismo diario Bild aseguró el pasado jueves 18 que ambos —el utilizado por la OTAN y por los servicios secretos estadounidenses— acceden y comparten la misma base de datos que son dos: MARINA, para interceptar informaciones por internet, y MAINWAY, para interceptar llamadas telefónicas.
El diario alemán asegura que la información fue confirmada por fuentes estadunidenses.
Aunque el gobierno federal no se mueve de su postura y asegura no haber tenido conocimiento previo de los programas de espionaje utilizado por Estados Unidos, las encuestas muestran que los ciudadanos no le creen.
Según un sondeo de la cadena de televisión estatal alemana ARD, dado a conocer el viernes 19, dos terceras partes de los alemanes se encuentran descontentos con la reacción que ha tenido la canciller Merkel en el caso.
Pero será en realidad hasta las elecciones de septiembre cuando se pueda hacer un verdadero recuento de daños en el caso del supuesto uso de programas de espionaje en este país.
Así lo demuestran las revelaciones publicadas la semana pasada por la prensa alemana y que apuntan incluso a que el ejército alemán utilizó el programa PRISM en Afganistán, en el marco del trabajo que realizan las tropas de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad en Afganistán (ISAF, por sus siglas en alemán), liderada por la OTAN.
El caso toma notoriedad si se considera que la protección de datos es un tema altamente sensible para los alemanes y que la filtración de documentos realizada por Edward Snowden —que puso al descubierto que el gobierno estadounidense espía masiva y sistemáticamente a millones de ciudadanos alemanes y al propio gobierno alemán— colocó el tema en centro del debate en este país.
Los indicios de un trabajo conjunto en materia de espionaje entre los dos gobiernos disparó la alarma y con ello la molestia y desconfianza de políticos de oposición y ciudadanos para quienes simplemente resulta inaceptable la sola posibilidad de ver vulnerada su privacidad.
Más aún, de seguirse develando detalles ocultos de esta relación, hay un riesgo mayor: que el electorado cobre la factura a la canciller Angela Merkel, quien busca repetir un tercer periodo al frente del gobierno federal en las elecciones generales de septiembre próximo.
En su edición del pasado 17 de junio el popular diario alemán Bild reveló, con base en documentos oficiales de la OTAN, que las tropas del ejército alemán instaladas en Afganistán fueron informadas ampliamente desde septiembre de 2011 sobre el empleo del programa de espionaje PRISM a fin de prevenir ataques terroristas.
Según el documento referido por Bild, se instruía a las comandancias regionales instaladas en el país asiático para que, a partir del 15 de septiembre de 20011, pudieran solicitar el control de llamadas telefónicas y correos electrónicos.
“Todas las solicitudes (para la vigilancia) tienen que ser introducidas en PRISM”, señala el documento secreto.
Además, explica que el acceso al programa de vigilancia PRISM estaría regulado por el sistema de redes JWICS. “Los comandos regionales utilizarán a personal militar o civil de Estados Unidos para tener acceso al JWICS”.
El mismo día, el gobierno federal salió al paso ante dicha información. En conferencia de prensa, Steffen Seibert, vocero de la canciller, aseguró, respaldándose en informaciones del Servicio Secreto Alemán, que “el sistema empleado en Afganistán es otro, con el mismo nombre. Éste no está gestionado por Estados Unidos, sino por las tropas de la ISAF. Los dos programas no son idénticos”, aseguró.
Tales declaraciones, además de confusión, incrementaron la desconfianza no sólo de los ciudadanos sino de los medios de comunicación alemanes que exigen explicaciones convincentes.
La oposición no se quedó atrás. Tanto el Partido Social Demócrata (SPD, por sus siglas en alemán), como los Verdes exigen explicaciones claras y precisas tanto a los ministerios de Defensa y del Interior, vinculados al caso, como a la propia cancillería federal.
Como respuesta a las declaraciones del gobierno federal en el sentido de que habría dos programas PRISM, el mismo diario Bild aseguró el pasado jueves 18 que ambos —el utilizado por la OTAN y por los servicios secretos estadounidenses— acceden y comparten la misma base de datos que son dos: MARINA, para interceptar informaciones por internet, y MAINWAY, para interceptar llamadas telefónicas.
El diario alemán asegura que la información fue confirmada por fuentes estadunidenses.
Aunque el gobierno federal no se mueve de su postura y asegura no haber tenido conocimiento previo de los programas de espionaje utilizado por Estados Unidos, las encuestas muestran que los ciudadanos no le creen.
Según un sondeo de la cadena de televisión estatal alemana ARD, dado a conocer el viernes 19, dos terceras partes de los alemanes se encuentran descontentos con la reacción que ha tenido la canciller Merkel en el caso.
Pero será en realidad hasta las elecciones de septiembre cuando se pueda hacer un verdadero recuento de daños en el caso del supuesto uso de programas de espionaje en este país.
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