Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 26 de mayo de 2012

Para salvar el momento presente- Las transferencias de capitales sangran al país- La minería en Wirikuta: dos visiones sobre la vida

Para salvar el momento presente
John Berger*
 
       Lo distinto de la tiranía global de hoy es que no tiene rostro. No es el Führer, ni Stalin ni un Cortés. Sus maniobras varían según cada continente y sus maneras se modifican de acuerdo a la historia local, pero su tendencia panorámica es la misma: una circularidad.
La división entre los pobres y los relativamente ricos se convierte en un abismo. Las restricciones y las recomendaciones tradicionales se vuelven añicos. El consumismo consume todo cuestionamiento. El pasado se vuelve obsoleto. En consecuencia la gente pierde su individualidad, su sentido de identidad y entonces se afianza y busca un enemigo para poder definirse a sí misma. El enemigo –no importa la denominación religiosa o étnica– se encuentra siempre también entre los pobres. Aquí es donde el círculo es vicioso.
En lo económico, junto con la riqueza el sistema produce más y más pobreza, más y más familias sin techo, mientras que simultáneamente promueve en lo político ideologías que articulan y justifican la exclusión y la eventual eliminación de las hordas de los nuevos pobres. Es este nuevo círculo político-económico lo que hoy alienta la constante capacidad humana para infligir crueldades que arrasan la imaginación humana.
“Anoche llamó una amiga desde Vadodara. Llorando. Le tomó 15 minutos poderme decir lo que le pasaba. No era muy complicado. Era sólo que una amiga de ella, Sayeeda, había sido atrapada por una muchedumbre. Era sólo que le habían abierto el vientre y se lo habían retacado con trapos ardientes. Era sólo que tras su muerte alguien le marcó en la frente un OM (la firma sagrada de los hindúes).
Éstas fueron las palabras de Arundhati Roy para describir la masacre de miles de musulmanes a manos de fanáticos hindúes en Gujarat, durante la primavera de 2002.
Escribimos, confesó alguna vez, en los resquicios de muros que alguna vez tuvieron ventanas. Y la gente que todavía tiene ventanas, a veces no puede entender.
Vayamos al lugar de los hechos, observemos, investiguemos, informemos, rescribamos, escribamos una versión final; se publica, mucha gente la lee –aunque uno nunca sepa qué es lo ancho o lo angosto–, nos volvemos escritores controversiales, con frecuencia amenazados, pero también apoyados, que escribimos de la suerte de millones de personas, mujeres, hombres, niños; se nos acusa de arrogancia, seguimos escribiendo, develamos y detallamos más proyectos de los poderosos que conducen a tragedias más inmensas y evitables; hacemos notas, cruzamos y recruzamos el continente, somos testigos de la desesperación evidente, continuamos publicando, debaten con nosotros una y otra y otra vez, mes tras mes, y los meses se convierten en años. Pienso en ti, Arundhati. Y no obstante lo que advertimos y contra lo que protestamos sigue incesante sin que nadie le ponga freno. Continúa irresistible. Continúa como si estuviera envuelto por un silencio permisivo nunca roto. Continúa como si nadie nunca hubiera escrito una sola palabra. Entonces nos preguntamos: ¿cuentan las palabras?, y alguna vez puede regresarnos una respuesta como ésta: las palabras aquí son como las piedras que les ponen a los prisioneros amarrados antes de ser arrojados a un río.
Analicémoslo: toda profunda manifestación política es un llamado a una justicia ausente, y la acompaña una esperanza de que en el futuro tal justicia quede establecida. Sin embargo, la esperanza no es la razón primera de que se efectúe la manifestación. La gente protesta porque no hacerlo es demasiado humillante, demasiado aplastante, demasiado letal. La gente protesta (monta una barricada, toma las armas, se va a la huelga de hambre, se toma de las manos para gritar o escribe) con el fin de salvar el momento presente, sin importar lo que traiga el futuro.
Protestar es negarnos a ser reducidos a cero y a que se nos imponga el silencio. Por tanto, en cada momento que alguien hace una protesta, por hacerla, se logra una pequeña victoria. El momento, aunque transcurra como cualquier otro momento, adquiere un cierto carácter indeleble. Se va y sin embargo dejó impresa su huella. Lo principal de una protesta no es que sea un sacrificio efectuado en pos de un futuro alternativo más justo. Lo principal es una redención del presente –algo que parecería no tener consecuencias, es decir, una acción que parece inconsecuente [sin lógica, desconectada del futuro, irrelevante]. El problema es cómo vivir una y otra vez con la supuesta ausencia de consecuencias, con lo inconsecuente.
La cuestión aquí, en realidad, replica Arundhati, es: ¿qué hemos hecho con la democracia, ¿en qué la convertimos?, ¿que ocurre con una democracia desgastada por completo cuando se le ha vaciado de contenido hasta hacerla hueca?, ¿qué ocurre cuando cada de sus instituciones hizo metástasis y formó algo peligro?; ¿qué ocurre ahora que la democracia y el libre comercio se han fundido en un solo organismo predatorio con imaginación tan constreñida y flaca que gira casi en su totalidad alrededor de la idea de maximizar las ganancias? ¿Será posible revertir este proceso? ¿Puede algo que ya mutó regresar a ser lo que alguna vez fue?
ómo vivir con lo inconsecuente? El adjetivo es temporal. Tal vez una respuesta posible y adecuada es que es espacial. Y entonces de lo que se trata es de acercarnos y acercarnos a aquello que se redime del presente (al interior de los corazones de quienes se niegan a aceptar la lógica de ese presente). En ocasiones, un narrador puede lograr esto mismo.
En una historia la negativa de quienes protestan se vuelve un grito salvaje, la rabia, el humor, la iluminación de las mujeres, hombres y niños. Las narraciones son otro modo de volver indeleble un momento, porque cuando las historias son escuchadas se interrumpe el flujo unilineal del tiempo y que algo no tenga consecuencias pierde totalmente su sentido.
Antes de ser asesinado en el Gulag, Osip Mandelstam dijo eso precisamente: Para Dante, el tiempo es el contenido de la historia que uno siente en un solo acto sincrónico. Y de un modo inverso, el propósito de la historia es mantener junto el tiempo, para que todos seamos hermanos y compañeros en la misma búsqueda y en la misma conquista del tiempo.
Traducción: Ramón Vera Herrera
* Texto de John Berger escrito como saludo a la celebración de la Primera Audiencia General Introductoria del Tribunal Permanente de los Pueblos en Ciudad Juárez, Chihuahua, entre el 27 y el 29 de mayo. Es un fragmento de Bento’s Sketchbook, Pantheon Books, 2012, su libro más reciente

Las transferencias de capitales sangran al país
 
       Dos de los rasgos característicos de las administraciones federales panistas han sido su insensibilidad frente a las necesidades sociales mayoritarias y su obsecuencia frente a los intereses empresariales nacionales y extranjeros, ambos sustentados en el dogma neoliberal de que para distribuir la riqueza, primero hay que generarla. Pero, si se atiende a los datos presentados por el Banco de México (BdeM), es inevitable concluir que esas posturas gubernamentales no sólo no han ayudado a derramar sobre los más bajos estratos sociales la abundancia que se genera en nuestro país, sino que ni siquiera han bastado para hacer que la riqueza permanezca en la economía nacional: de acuerdo con el organismo, los depósitos enviados por mexicanos a bancos del exterior, en conjunto con las inversiones realizadas por connacionales fuera del país desde el inicio del gobierno actual, suman 71 mil 443 millones de dólares, cantidad que prácticamente duplica el saldo de la deuda externa neta del gobierno federal en diciembre de 2006.
Sin desestimar que este fenómeno pudiera estar alimentado por el paroxismo de violencia que se vive en la República y otros factores coyunturales, las cifras del propio BdeM ponen de manifiesto que la sangría de capitales mexicanos hacia el exterior es una tendencia sostenida y creciente: en el transcurso de las dos administraciones federales del blanquiazul, el monto total de los recursos transferidos al extranjero supera los 100 mil millones de dólares.
La circunstancia descrita resulta un mentís inequívoco a las recurrentes aseveraciones del gobierno federal respecto de la solidez económica del país y de la supuesta confianza que ello despierta entre los capitales. Si esa percepción fuera compartida por las cúpulas empresariales y por los hombres y mujeres del dinero en México, sería difícil imaginar señalamientos críticos como los que lanzaron ayer al titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón, en su reunión con integrantes del Consejo Coordinador Empresarial (CCE). Mucho más improbable sería, en todo caso, una salida de capitales tan amplia y sostenida como la comentada si privara la confianza en el rumbo económico adoptado por los últimos gobiernos, incluido el actual.
Por su parte, la decisión de empresarios e inversionistas mexicanos de colocar una cantidad cada vez mayor de recursos en el extranjero pone de manifiesto un nulo interés y compromiso de su parte con el desarrollo nacional y, en consecuencia, con el país y su población. En el contexto de una economía postrada como la nuestra, el monto de recursos enviados al extranjero en la última década habría sido de gran ayuda, en caso de que sus propietarios los hubieran mantenido en el país, para el financiamiento de pequeñas y medianas empresas –que constituyen la mayor fuente de empleos en México–; para impulsar el crecimiento del consumo interno y el abatimiento del desempleo, y para fortalecer la recaudación impositiva y, en consecuencia, los instrumentos de bienestar y justicia social del Estado. En cambio, la transferencia de miles de millones de dólares a cuentas o inversiones foráneas equivale a un desangramiento de la economía nacional, y transita en sentido contrario a la corrección de las desigualdades sociales y a la superación del estancamiento económico que ha padecido el país en las últimas décadas, por citar dos de las preocupaciones expresadas ayer por el presidente del CCE, Gerardo Gutiérrez Candiani.
La circunstancia descrita tendría que obligar a las autoridades del país a dar un viraje en el manejo de la economía y de las finanzas públicas, hoy diseñado para dar toda clase de privilegios a los grandes capitales, y reorientar esas líneas de acción gubernamental hacia el bienestar de la población y a la reactivación de la economía real.


La minería en Wirikuta: dos visiones sobre la vida
Francisco López Bárcenas
 
        Era una jugada maestra pero resultó fallida. Cuatro secretarios de Estado, el director general de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, los procuradores agrario y del Medio Ambiente, el presidente de la Unión Wixárika de Centros Ceremoniales de los estados de Jalisco, Durango, Nayarit, una asociación civil a la que se identificó como representantes del pueblo wixaritari, y el presidente de Bienes Comunales de San Andrés Cohamiata, municipio de Mezquitic, Jalisco; así como el representante de la minera First Majestic Silver, el día 24 de mayo pasado informaron que la minera, en un acto de sensibilidad, cedía al pueblo huichol, a través del gobierno federal, los terrenos que amparaban las 35 concesiones que la Secretaría de Economía les había otorgado. Por tanto, se concluía, no se realizaría trabajo alguno de explotación minera en esa superficie.
El hecho de que el anuncio se hiciera en vísperas del Wirikuta Fest, donde diversos artistas se solidarizaban con el Consejo Regional Wixárika para la Defensa de Wirikuta y el Frente en Defensa de Wirikuta Tamatsima Wahaa, sembró en muchos la sospecha de que no era una medida para solucionar el problema de la afectación de los lugares sagrados del pueblo wixárika por la empresa minera, sino para aminorar los efectos del Wirikuta Fest sobre la opinión pública. Esa duda se confirmó al escuchar al Secretario de Economía decir que la empresa cedía su derecho sobre las concesiones en lugar de que el gobierno las cancelara, y que en ese espacio se construiría una reserva minera. A partir, de ahí, se dijo, en el futuro no se podrían otorgar más concesiones, lo cual sólo en parte es cierto, pues eso sucede mientras el terreno esté incorporado a la reserva, pero la ley minera autoriza al gobierno federal a desincorporarlo cuando cambien los supuestos que motivaron su incorporación. Si se toma en cuenta que First Majestic Silver ha declarado que sus planes de explotación son para los años 2013 y 2014, bien puede tratarse de una maniobra para desmovilizar a los inconformes.
No se puede perder de vista que la demanda del Consejo Regional Wixárika para la Defensa de Wirikuta y el Frente en Defensa de Wirikuta Tamatsima Wahaa, es la cancelación de las concesiones mineras en todo el territorio wixárika porque esa actividad atenta contra el derecho de este pueblo a vivir según su propia cosmovisión y si los planes de explotación minera prosperan ese derecho será violado y con ello el derecho del pueblo a su misma existencia. Desde esa perspectiva, la cesión de First Majestic Silver no soluciona el fondo del problema, sólo lo aplaza; además de que el espacio involucrado sólo abarca el cerro de El Quemado, ignorando que existen otros sitios sagrados, como la misma autoridad federal reconoció en el anuncio. Tampoco se puede olvidar que con todo y lo importante que resultan los planes de explotación de First Majestic Silver por los impactos que pueden tener sobre el territorio sagrado wixárika; por su extensión, el más agresivo es el proyecto minero Universo, del cual no se dice nada.
Así, el anuncio de las autoridades federales sobre las medidas que tomaran para la protección del territorio sagrado del pueblo wixárika es importante porque es un logro de ese pueblo y de quienes caminan a su lado, pero no puede verse como la solución al problema. Hay que seguir luchando por la cancelación de las concesiones, porque en su otorgamiento se violó el derecho a la consulta y al consentimiento previo e informado y porque de llevarse a cabo la explotación minera atentaría contra la cosmovisión y el derecho a la existencia del pueblo wixárika. Pero sobre todo, hay que unir esfuerzos con las luchas antimineras que en otras latitudes del país enarbolan demandas similares: modificar las leyes y políticas que hoy permiten a las empresas saquear los recursos mineros del país y devolverle a este la soberanía en la materia, para que la explotación de sus riquezas sirva para su desarrollo y el bienestar de los mexicanos.

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