AMLO a Tercer Grado: “estoy dos puntos arriba de Peña Nieto”; “aceptaré los resultados del IFE”
El aspirante presidencial por el Movimiento
Progresista, Andrés Manuel López Obrador, en Tercer Grado.
Foto: Televisa
Foto: Televisa
MÉXICO, D.F. (apro).- Andrés Manuel López Obrador aseguró que ya está dos
puntos arriba de Enrique Peña Nieto, dijo que aceptará los resultados que dé a
conocer el IFE y que no perseguirá a Felipe Calderón por los 60 mil muertos de
su sexenio.
Entrevistado en el programa Tercer Grado de Televisa, sostuvo que la empresa
de Emilio Azcárraga y los diarios El Universal y Milenio apoyan a Peña Nieto y
llamó calumniador a Carlos Loret de Mola por señalar que René Bejarano en su
operador político.
El conductor Leopoldo Gómez inició la entrevista que duró hora y media,
haciendo una defensa de “la imparcialidad” de Televisa en la cobertura electoral
y mostró gráficas que, dijo, demostraban su dicho.
López Obrador, le respondió que el tenía una información distinta y que al
final les entregaría un estudio independiente en que se demostraba el
favoritismo de Televisa hacia el candidato del PRI-PVEM.
Enseguida, elexjefe de gobierno capitalino aseguró que los últimos resultados
de las encuestas que mandó hacer le dan dos puntos de ventaja sobre Peña Nieto,
aunque no reveló el nombre de la empresa encuestadora. Según esos datos, AMLO
tiene el 28 por ciento de los votos, contra 26 de Peña Nieto y 19 de Josefina
Vázquez Mota.
Entonces hubo una andanada de preguntas de varios de los participantes
-Denise Mercker, Víctor Trujillo, Adela Micha, Ciro Gómez Leyva, Carlos Loret de
Mola, Joaquín López Dóriga y Carlos Marín fueron los entrevistadores-
cuestionando el por qué si su campaña iba también hablaba de fraude,
descalificaba al IFE y denunciaba una segunda guerra sucia.
El candidato de las izquierdas respondió que aceptará el resultado del IFE,
que a diferencia de la elección pasada ahora si tendrán las actas de todas las
casillas y que en esa información de las mesas de votación se basará su certeza
en el resultado final.
Ante la insistencia de que hara si el resultado le es adverso contestó que si
se diera “un masoquismo colectivo” que se inclinara por el regreso del PRI nada
podría hacer, pero aseguró que el 1 de julio habrá fiesta nacional con el
triunfo de la opción que representa.
Hubo luego un intercambio con Ciro Gómez quien insistió en defender la
encuesta de Gea/Isa que patrocina Milenio y que le da alrededor de 20 puntos de
ventaja a Peña Nieto sobre López Obrador y presumió, alterando las cifras que en
aquel entonces se hicieron públicas, que esa casa encuestadora “fue la más
exacta” en el pronóstico electoral del 2006.
López Obrador le respondió que tenía su propia encuesta, descalificó a
GEA/Isa y recordó que el premio a esa empresa por parte de Felipe Calderón fue
entregarle el Cisen, “el centro de espionaje”, a Guillermo Valdés, entonces uno
de sus principales directivos.
Carlos Marín le refutó y le mencionó que había al menos otras cinco empresas
encuestadoras que coincidían con la de Milenio. “Se ponen de acuerdo. Están
cuchareadas. Son parte de la propaganda”, le reviró el candidato.
Denise Mercker le insistió sobre la iquietud que insiste sobre lo que pasará
el 1 de julio si pierde la elección. López Obrador le respondió: “Estoy seguro
que vamos a triunfar. No les va a funcionar ni la guerra sucia ni el fraude
electoral”.
Arremetió Joaquín López Dóriga. ¿Crees en el IFE?
-Creo en los ciudadanos.
-¿Aceptarás los resultados?, le insistió el conductor de Televisa
-Sí. No habrá conflicto. Habrá fiesta nacional.
Otro de los temas fue el de la cena donde gente cercana a López Obrador pidió
a empresarios 6 millones de dólares para su campaña. El candidato se defendió
diciendo que el audio que dio a conocer en un principio El Universal estaba
editado y que omitían una parte en donde el anfitrión de ese encuentro aclaraba
que López Obrador no pedía dinero.
Las preguntas sobre el punto se sucedieron. Que si denunciaría a los que
hablaron en su nombre, que si estuvo enterado de la cena.
López Obrador dijo que supo de la cena pero que el no mandaba pedir dinero
con nadie y que “el nerviosismo de los patrocinadores de Peña Nieto” los llevó a
pensar: ya lo tenemos, ya lo agarramos…”. Insistió una y otra vez que se trató
de una maniobra política, recordó el pase de charola de Carlos Salinas de
Gortari, en el que pidió 25 millones de dólares y remató diciendo “el león cree
que todos son de su condición”.
Luego acusó que “detrás de esa nota estuvo El Universal, Televisa y Milenio”,
medios, que subrayó “tienen simpatía por Peña Nieto”.
Más adelante, Loret de Mola dijo que de acuerdo con datos oficiales, durante
el gobierno de López Obrador, el Distrito Federal fue el peor estado en cuanto a
transparencia y pobreza.
López Obrador sostuvo que el tenía otras cifras y que mientras que en el
Estado de México durante la gestión de Peña Nieto se incrementó a un millón 200
mil personas en pobreza extrema en el DF sólo hubo durante su gestión 180
mil.
Gómez Leyva le recordó una declaraciones del 2006 en las que dijo que sacaría
al Ejército a las calles porque las policías estaban corrompidas, lo mismo que
hizo luego Felipe Calderón y le preguntó si perseguiría al presidente por “los
60 mil muertos” de su sexenio y con cuántos mandos del Ejército se había
entrevistado.
López Obrador precisó que esa declaración del 2006 iba acompañada de la
necesaria reforma constitucional y aseguró: “no haré lo que hizo Felipe
Calderón. Primero tendría un diagnóstico de la situación y luego actuaría.
-¿Es Calderón culpable de los 60 mil muertos? le preguntó el directivo de
Milenio.
-Hay una responsabilidad del Ejecutivo, respondió el candidato.
-¿Es culpable?, se le insistió.
-Es responsable, no culpable. Son cosas distintas. No voy a perseguir a
nadie. No busco venganza. Busco justicia. No voy a perseguir a Calderón.
La entrevista concluyó con el candidato hablando sobre su proyecto de
reconciliación nacional, que su gobierno girará sobre la honradez, el combate a
la pobreza y la desigualdad, el crecimiento económico y la tolerancia.
Por una Presidencia (anti)democrática
Romero Deschamps y Peña Nieto en Veracruz.
Foto: Miguel Dimayuga
Foto: Miguel Dimayuga
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Yo, Enrique Peña Nieto, manifiesto que al recorrer
el país durante esta campaña por la Presidencia de la República he escuchado las
voces de un México clientelar y corporativo, que se expresa cada día con más
libertad. Escucho el entusiasmo de miles de mexicanos manipulados que me
manifiestan su apoyo y aspiro a gobernar a la altura de la confianza de
Televisa. También prefiero acusar de “porros” y “acarreados” y
“lopezobradoristas” a quienes no están de acuerdo con el proyecto de
restauración que encabezo. No pretendo gobernar en la pluralidad: quiero que
reconstruyamos un México de privilegios a partir del reconocimiento y respeto a
los cómplices que comparten nuestras convicciones e ideas.
Que a lo largo de las últimas décadas México no logró la transición a la
democracia, gracias al PRI. El valor del voto y el respeto al ejercicio de las
libertades políticas que hoy me incomoda es una conquista reversible que
habremos de arrebatar a distintas generaciones, ideologías y afiliaciones
políticas. Nuestra democracia debe ser patrimonio de un candidato y de su
partido, el PRI. Nuestra democracia es patrimonio del duopolio televisivo, y
como tal debemos conservarla y fortalecerla.
Que soy candidato del Partido Revolucionario Institucional, un partido con
una amplia base clientelar, integrado por millones de mexicanos que viven
esperando la próxima dádiva del próximo politico –la camiseta, el cheque, la
bolsa de cemento– en todas las regiones de México. Pertenezco a una generación
que ha crecido molesta por la cultura democrática y no quiere seguir viviendo en
la democracia. Vamos a reinstaurar pasados que afortunadamente no superamos en
lugar de ganar el futuro que los mexicanos merecen. Hoy, como candidato del PRI,
aspiro a ser un presidente imperial.
Creo, como la mayoría de los mexicanos de mi generación en Atlacomulco, que
se debe gobernar en estricto desapego a la Constitución y a las leyes, y sin
respeto a los derechos políticos y las libertades de todos los mexicanos. Para
ello expongo en este Manifiesto los principios políticos a los que habré de
apegarme, si las televisoras así lo deciden, como Presidente de la
República.
Límites a la libertad de manifestación. El ejercicio de la libertad de
reunión y manifestación –al estilo de los estudiantes de la Ibero– es lo más
reprobable de nuestra cultura democrática. Como Presidente de la República
cercenaré el ejercicio de este derecho en todos los espacios públicos del
territorio nacional y fomentaré una cultura de intolerancia a todas las
expresiones políticas que no sean las del PRI.
Límites a la libertad de expresión. Como Presidente de la República no seré
garante de la libertad de expresión. Las críticas al Presidente de la República,
en todos sus estilos y formatos, serán ignoradas, maquilladas y no se tomarán en
cuenta. En una Presidencia antidemocrática cabe la violencia como en el caso de
Atenco, y la censura como hubo con la prensa en el Estado de México cuando fui
gobernador.
Relación con los medios. El gobierno debe establecer una relación de
subordinación con los medios de comunicación acorde con una cultura
antidemocrática. Como Presidente de la República impulsaré una reforma
constitucional para crear una instancia a mi servicio que supervise que la
contratación de publicidad de todos los niveles de gobierno en medios de
comunicación se lleve a cabo bajo los principios de beneficio privado, opacidad,
límites a la libertad periodística y fomento de límites al acceso ciudadano a la
información. Sólo un país informado exclusivamente por Televisa garantiza una
cultura como la que yo quiero consolidar.
Derechos humanos. La violación a los derechos humanos debe ser premisa
fundamental para el uso de la fuerza pública, tal y como se utilizó en Atenco.
Promoveré las reformas constitucionales y legales necesarias para asegurar la
violación a los derechos humanos en la actuación de las fuerzas armadas y las
policías de todo el país. Las recomendaciones que en su caso emita la Comisión
Nacional de los Derechos Humanos al gobierno federal serán ignoradas como lo
fueron en el Estado de México.
Libertad religiosa. Encabezaré un gobierno aliado con la Iglesia,
irrespetuoso del derecho de las mujeres a decidir y en favor de la
criminalización del aborto, tal y como se ha dado en numerosos estados
gobernados por el PRI.
División de poderes. Ejerceré la Presidencia de la República con falta de respeto a la división de poderes. La imposición y la concentración legítima del poder serán los instrumentos primordiales de mi gobierno. Me comprometo a tener una mayoría en el Congreso para lograr la aprobación, con amplios consensos, de las grandes reformas que mis cuates monopolistas necesitan. Igualmente minaré la independencia del Poder Judicial y de los órganos autónomos, en los cuales buscaré colocar a consejeros y jueces y comisionados y magistrados afines a mí. En política entendemos nuestro tiempo, y habremos de hacerla bajo los principios y formas del siglo XX, no del siglo XXI.
División de poderes. Ejerceré la Presidencia de la República con falta de respeto a la división de poderes. La imposición y la concentración legítima del poder serán los instrumentos primordiales de mi gobierno. Me comprometo a tener una mayoría en el Congreso para lograr la aprobación, con amplios consensos, de las grandes reformas que mis cuates monopolistas necesitan. Igualmente minaré la independencia del Poder Judicial y de los órganos autónomos, en los cuales buscaré colocar a consejeros y jueces y comisionados y magistrados afines a mí. En política entendemos nuestro tiempo, y habremos de hacerla bajo los principios y formas del siglo XX, no del siglo XXI.
Elecciones libres. Como Presidente de la República me comprometo a intervenir
en los procesos electorales, para garantizar el triunfo del PRI en las jornadas
electorales. Promoveré iniciativas de reforma para institucionalizar
definitivamente el uso electoral de los programas sociales de los tres niveles
de gobierno.
Transparencia y rendición de cuentas. Una presidencia antidemocrática es
también una presidencia opaca en el uso de los recursos públicos. Impulsaré la
creación de la Comisión Nacional Humberto Moreira, con capacidad de tapar casos
de corrupción gubernamental en el nivel federal, estatal y municipal. El
Presidente de la República y los mandos superiores del gobierno haremos pública
nuestra declaración patrimonial, debidamente maquillada de antemano y apoyada
con prestanombres al estilo de Tomás Yarrington.
Los principios contenidos en este Manifiesto parten de mi convicción de que
los próximos seis años serán determinantes para consolidar la nueva hegemonía
priista. Les propongo que vayamos juntos a perder el futuro. Convoco a los
mexicanos a construir una presidencia priista a la altura de la esperanza de
Carlos Romero Deschamps.
La nueva guerra sucia
El aspirante presidencial por el Movimiento
Progresista, Andrés Manuel López Obrador.
Foto: Benjamin Flores
Foto: Benjamin Flores
MÉXICO, D.F. (apro).- En una reedición de la “guerra sucia” del 2006 que se
lanzó contra Andrés Manuel López Obrador acusándolo de ser “un peligro para
México”, esta semana el PAN y PRI emprendieron una serie de promocionales en
contra el tabasqueño para hacerlo ver, una vez más, como un político
violento.
Pero a diferencia de hace seis años, la nueva campaña priista-panista resulta
ser un insulto para la ciudadanía por la burda manipulación de imágenes y
sonidos que realizaron los dos partidos para detener la creciente del candidato
de izquierdas en las encuestas que ya lo colocan con probabilidades de ganar el
1 de julio.
Durante dos meses priistas y panistas guardaron sus armas, pues no veían en
López Obrador un riesgo en sus campañas electorales. Pero esos tiempos de paz se
terminaron. Hoy que el aspirante de la izquierda muestra francas expresiones de
apoyo en varios estados donde se han realizado simulacros electorales como Baja
California, Distrito Federal, Oaxaca, Tabasco y Puebla, y que una buena parte
del movimiento estudiantil está de su lado, las bayonetas de la “guerra sucia”
vuelven a brillar.
Sin embargo, las condiciones son distintas. En el 2006 participaron en la
campaña empresarios, Iglesia, medios de comunicación, el gobierno federal y el
PAN. Todos juntos arrojaron las imágenes y mensajes de que si ganaba López
Obrador habría desestabilización social y económica, las familias serían
divididas y expropiaría la propiedad privada. Entonces muchos creyeron estas
farsas y se fracturó la sociedad, sin que hasta ahora se haya resarcido esta
brecha.
Hoy el PAN y PRI, al parecer, van solos y aunque tienen el apoyo de las
televisoras, es evidente que los dos partidos cargan con sus propias historias
de violencia y corrupción que no pueden borrar.
El gobierno panista de Felipe Calderón es el responsable de la violencia que
sufre el país, en tanto que los gobernadores del PRI son los principales
culpables de que en sus entidades el crimen organizado haya crecido tanto, dando
paso a un sistema de corrupción e impunidad, así como miles de muertes y
desapariciones.
Mientras el IFE se mueve con la lentitud de un elefante adiestrado y
envejecido prematuramente para retirar los spots del PRI y el PAN, López Obrador
ha pedido a intelectuales, escritores y a los propios consejeros, actuar desde
ahora para detener esta “guerra sucia” que sólo provocaría incendiar los
rescoldos de odio de hace seis años y fracturar nuevamente a la sociedad.
Si la apuesta de los panistas y priistas es tocar el botón de la memoria
colectiva buscando generar el rechazo social a López Obrador, como si fuera un
mecanismo automático, pisan un terreno resbaloso porque nadie puede controlar
los efectos de una “guerra sucia”.
A diferencia del 2006, hoy el país vive una violenta crisis producto de la
guerra contra el crimen organizado. Si a este terror se le suma una violencia
electoral, las consecuencias podrían ser fatales, pues la espiral podría
ampliarse a otros sectores de la sociedad, llamando a la mano dura del gobierno
federal.
A sólo tres semanas de la elección presidencial, el panorama se vuelve turbio
y los llamados a la cordura parecen llegar a oídos sordos de los estrategas del
PRI y PAN, quienes en su desesperación por salvar a sus candidatos pueden ser
capaces de iniciar una verdadera batalla ciudadana cuyas consecuencias se
reflejaran en nuevos rompimientos del tejido social.

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