Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 1 de abril de 2013

Desde el Otro Lado- Chávez, su legado y la guerra de símbolos-Occidente se apropió a Cristo

Desde el Otro Lado
El derecho a elegir
Arturo Balderas Rodríguez
 
En Estados Unidos, 41 de sus 50 estados se oponen al matrimonio entre parejas del mismo sexo. Supuestamente, la mayoría de sus habitantes han decidido que el matrimonio debe permanecer como tradicionalmente se ha considerado hasta ahora, entre un hombre y una mujer. Eso no significa que estén en lo correcto, según se deduce de las conclusiones a las que llegaron algunos de los magistrados de la Suprema Corte en sus deliberaciones sobre el asunto.
 
 
Todo comenzó con el litigio que en California se inició por la aprobación de una propuesta sometida a un referéndum entre los votantes en ese estado, con el fin de prohibir el matrimonio entre personas del mismo sexo. La propuesta ganó por escaso margen, y por tanto quedaron abolidos esos matrimonios en el estado. Posteriormente se supo que durante los días previos a la votación los mormones, cuyos miembros se niegan a reconocer que el mundo ha superado los prejuicios y el oscurantismo del medievo, emplearon millones de dólares para influir en el ánimo de los votantes en su decisión al respecto. Acto seguido las organizaciones que promueven el derecho a los matrimonios entre personas del mismo sexo se inconformaron debido al carácter discriminatorio e inconstitucional de tal propuesta. Después de varios meses, una corte federal dictaminó que tenían razón, por lo que las organizaciones que están en contra de esos matrimonios apelaron a la Suprema Corte. Es ahí en donde el asunto se delibera actualmente, y se espera que el veredicto se dé a conocer en junio.
 
Leyendo entre líneas sobre las consideraciones de algunos de sus miembros se deduce que estiman prematuro emitir un juicio sobre este espinoso asunto. Para ellos aún no es tiempo de decidir sobre una cuestión cuya trascendencia va más allá del diferendo entre quienes consideran que hay ciudadanos que tienen todos los derechos y los que creen que éstos están reservados para unos cuantos. Su parecer es que la decisión debe dejarse a cada estado, respetando la soberanía de cada uno de ellos. De ser el caso, la Suprema Corte regresará el asunto a la Corte distrital que previamente había determinado que en California la prohibición de los matrimonios entre personas del mismo sexo es anticonstitucional. En consecuencia, se reanudarán en el estado esos matrimonios.
 
Acorde con los tiempos, con excepción de algunos estados, existe una gran posibilidad de que en un periodo relativamente corto otros incorporen ese derecho. Entonces la Suprema Corte tendrá mayores elementos para determinar su legalidad como ley suprema.
 
Chávez, su legado y la guerra de símbolos
Carlos Fazio
Caracas. Fue un subversivo en palacio. Un pacifista subversivo. Un militar patriota con gran coherencia entre el decir y el hacer. Como se opuso a reproducir la voz del amo imperial, la élite racista venezolana lo demonizó y estigmatizó: lo llamó loco, negro, zambo, gorila, ordinario, incivilizado. Vía el terrorismo mediático, la plutocracia subordinada y apátrida envenenó a la sociedad con su odio de clase y la polarizó.
 
Hombre radical, de pensamiento crítico y audaz acción política, Hugo Chávez siempre dio la cara y se hizo responsable de sus actos. Como no tuvo precio, no lo pudieron comprar. Adversario del consenso de Washington y el pensamiento único neoliberal, rompió paradigmas. Y, con Gramsci, se dedicó a construir en su país una nueva hegemonía cultural, ética, democrática de los símbolos y las palabras. Donde decía globalizados puso patria, donde decía emprendedores, clase social. Iconoclasta, antidogmático, soñaba con una sociedad justa, de iguales. Con un nuevo Estado social que no fuera calco ni copia. En su vía pacífica hacia un nuevo Estado del bienestar socializado, utilizó la metodología de Simón Rodríguez: inventar y errar. Cuando erró supo rectificar; los grandes logros de sus inventos son invaluables todavía.

Fue el gran educador de una nueva civilidad. Llevó a cabo una auténtica pedagogía popular, crítica, de masas. Utilizó los medios −la televisión en particular− para debatir y concientizar; para desenajenar. Mantuvo un diálogo permanente con los pobres, en quienes inculcó un espíritu histórico, participativo, solidario. Puso el acento en lo colectivo, en lo horizontal organizado. Irradió su pensamiento más allá de las fronteras nacionales y defendió la identidad cultural de Nuestra América, la Patria Grande latinoamericana.

Fue el constructor de una nueva arquitectura social. En el seno de un Estado petrolero rentista y clientelar, patrimonialista y vertical, impulsó una revolución democrática. Con eje en un profundo cambio en la correlación de fuerzas, llevó a cabo la transformación del Estado-máquina, utilizándolo como organizador de lo común, de lo civil. De la sociedad. Con el pueblo movilizado generó una nueva institucionalidad y redistribuyó los ingresos de la renta petrolera.

Es el suyo un modelo original inconcluso, con sus defectos, vacíos y contradicciones. Chávez concebía el socialismo como una obra de arte. Pensaba que no podía haber soluciones en países aislados ni socialismo en un solo país. Por eso, combinó el nacionalismo revolucionario con el marxismo de Marx, el cristianismo popular y la integración regional bolivariana. Al antimperialismo fundacional sumó una base material subregional, con énfasis en las complementariedades y la identidad cultural: ALBA, Petrocaribe, Unasur, Banco del Sur, el Sucre, Telesur, el nuevo Mercosur, la Celac…

Acusado de dictador por sus detractores, durante sus gobiernos hubo exceso de democracia (Lula dixit). En menos de tres lustros ganó 14 elecciones de 15. Además, se jugó el pellejo por los más humildes. En lo personal decía que le gustaba vivir viviendo la vida. Nunca se quejó. Pero lloró a solas frente a un espejo cuando Fidel le dijo que tenía cáncer.
 
Murió invicto. Y en lo único que todos coincidieron es en que fue un líder carismático. Álvaro García Linera dice que el liderazgo carismático no es una forma de mitología de las personas −como insiste con fines diversionistas el publicista de Televisa y la ultraderecha hemisférica Enrique Krauze−, sino la sintonía entre el accionar del líder y la voluntad nacional general de la sociedad. Su muerte, ahora, deja un vacío. La pregunta es, ¿qué sigue? Immanuel Wallerstein arriesga que los seguidores de Hugo Chávez intentarán garantizar la continuación de sus políticas institucionalizándolas. Lo que Max Weber llamaba la rutinización del carisma. Pero para un pueblo en movimiento detenerse es retroceder; el enemigo retoma la iniciativa.
 
De hecho, de cara a los comicios del 14 de abril entre el oficialista Nicolás Maduro Moros y el opositor Henrique Capriles Radonski, la guerra mediática arrecia en el plano simbólico y el uso de imágenes. Venezuela sigue siendo un laboratorio de la guerra de cuarta generación; de la guerra sicológica. En la coyuntura, el especialista en campañas negativas y guerra sucia electoral, Juan José Rendón y los expertos estadunidenses en manipulación de masas, intentan apropiarse de la simbología chavista y enfrentar al mito Chávez con Simón Bolívar.
 
En una maniobra de distracción y confusionismo ideológico, ante la imposibilidad de ganar los comicios, la misma derecha que vilipendió y secuestró el pensamiento del libertador y lo transformó en un nicho vacío, intenta apropiárselo y usarlo contra quien le dio carácter humano y popularizó su significado político. Si antes se apropiaron de la palabra camino (una de las más usadas por Chávez), la designación del comando de campaña de Capriles con el nombre de Simón Bolívar intenta explotar la dicotomía Chávez/Bolívar.
 
A la falsificación de la realidad y el uso de referentes simbólicos (incluida la bandera) se suma la estereotipación propia de las operaciones sicológicas. Si Chávez era el inquilino de Miraflores, Maduro es el encargado en palacio y el hombre de Cuba en Venezuela. Al asesinato moral de Chávez (vía CNN, Globovisión, El País, Televisa et al) y la reducción de Maduro a un sacerdote más del culto chavista (Krauze), la reacción suma elementos como reconciliación y diálogo, atribuyendo al otro el odio entre las familias y la catástrofe económica. Caldo de cultivo que en la fase poselectoral podría derivar en denuncias de fraude y desconocimiento de resultados, para generar caos y desestabilización social y facilitar la tipificación de Venezuela como un Estado forajido o canalla a ser intervenido humanitariamente por Washington y sus aliados de la OTAN. En el fondo, es el petróleo, claro.
 
Occidente se apropió a Cristo
Robert Fisk
A finales de la década de 1340, el florentino Bernardo Daddi pintó La Virgen y el Niño con un donante. El donante anónimo aparece de pie, minúsculo y en oración, en la parte inferior del cuadro, en tanto una virgen monumental, de velo negro y brillante vestido bordado, sobre un pecho muy plano, sostiene a un niño de mirada ligeramente siniestra que, a su vez, sostiene un jilguero que tiene abierto el pico. El ave, como muchas del Renacimiento, tiene su propio simbolismo: come espinas y, por lo tanto, anuncia la corona de espinas que Cristo llevará tres décadas más tarde.
 
Pero lo que me impactó fue el manto rosado que cubre al bebé, porque en el fleco lleva lo que parece una inscripción árabe. Mirado de cerca –tan cerca como pude llegar en la Galería de Arte de Ontario, en Ottawa, donde se exhibe la muestra Revelación del Renacimiento temprano: historias y secretos del arte florentino–, sugiere que las letras parecen árabes, pero nada más. Podría haber una -lah o incluso una k (kaf), pero no tiene sentido. En sus notas sobre la exhibición, Victor Schmidt la llama una inscripción seudoárabe.

Un poco extraño. Los florentinos estaban familiarizados con el mundo islámico. Dante Alighieri puso al profeta Mahoma en el octavo círculo del Infierno en la Divina Comedia, y si bien las cruzadas habían terminado un siglo y medio antes, los florentinos tenían un activo negocio con los fabricantes de seda de Siria. La sociedad musulmana-cristiana aún florecía en Andalucía. Sin embargo, Bernardo Daddi no pudo molestarse en escribir una línea de verdadero árabe.

Florencia era a la razón el centro económico más poderoso de Europa y sus banqueros y comerciantes podían darse el lujo de aquietar sus temores al fuego del infierno empleando a los grandes pintores de su tiempo para honrar a Dios. Pero si bien éstos sabían que Jesús murió en lo alto de una ciudad llamada Jerusalén, sus ilustraciones de la Tierra Santa tenían un aire claramente europeo.

Cierto, en esas pinturas hay sangre en abundancia. Brota del cuello de Juan el Bautista, mana hacia un cráneo desde la herida del costado de Cristo, se derrama de los pechos cercenados de la pobre Santa Ágata. Pero si bien Medio Oriente era entonces –como ahora– un lugar de sufrimiento, también lo era Europa al despuntar el Renacimiento. Quemar en la hoguera, aplastar hasta causar la muerte, decapitar: todo eso formaba parte de la Europa medieval. Y los soldados romanos con casco que acompañan a Cristo hacia la crucifixión en las Escenas de la vida de Cristo de Pacino de Bonaguida llevan sin discusión el atuendo de un ejército renacentista italiano.

Asnos y vacas dormitan al lado del pesebre, perros duermen junto a sus dueños, pero no hay camellos ni desiertos, lo que resulta sospechoso. En La creación del mundo de Pacino, un elefante observa a Jesús, junto con algunos ciervos vivaces, en tanto los cielos, en vez de exudar calor, son por lo regular de un azul cerúleo. El oro refleja la gloria de Cristo –no el sol–, y los árboles, pinos italianos en su mayoría, son obviamente europeos, con algunas bastante extrañas plantas semejantes a cactos en los bordes. Los edificios, cuando los hay, son iglesias y murallas italianas.
 
En otras palabras, se trata de un Cristo europeizado, así como más adelante Brueghel y los antiguos maestros flamencos colocarían a Jesús entre las escarchas y los establos de tejado bajo de los Países Bajos. Las rocas en la pintura florentina podrían ser el desierto judío –por ejemplo en La resurrección–, pero también podían estar en los Apeninos.
 
¿Sería el Renacimiento el que puso a Jesús en una geografía europea? Después de todo, los primeros cruzados no sabían mucho de cartografía. Sus castillos, entre ellos el Krak des Chevaliers, dañado por la guerra en la Siria actual, habían europeizado la arquitectura de Medio Oriente. Esos castillos, concluí luego de mucho hurgar entre sus almenas –con una visión nada académica, lo sé–, eran catedrales góticas con muros fortificados en vez de contrafuertes voladizos.
 
Sin embargo, ya en el Renacimiento había un lugar llamado cristiandad que en definitiva no estaba en Medio Oriente. Así se llamaba la mayor parte de Europa occidental y central; empezaba en algún punto del noroeste de lo que hoy es Bosnia, a lo largo de la frontera otomana. Cristo, en otras palabras, nos pertenecía a nosotros. ¿Y esos pies caminaron en la antigüedad en el verde de las montañas de Inglaterra? No, claro que no. Pero ya en los siglos XVIII y XIX nos habíamos apropiado tanto de la cristiandad, que Jesús bien podía haber nacido en Inglaterra. O en Estados Unidos.
 
Y así, por supuesto, llegamos al Cinturón Bíblico y a cristianos renacidos como George W. Bush, quien al parecer no se da cuenta de que su derecho conferido por Dios a invadir Irak llevó directamente a la destrucción de una de las comunidades cristianas más antiguas de Medio Oriente. Por tanto, Bush fue capaz de llamar a una cruzada contra el mundo musulmán y hablar del bien y el mal sin advertir que para él, al igual que para los pintores de Florencia, Jesús vino de Occidente y no de Medio Oriente. Por eso Bush promovió su causa con base, no en la Constitución de su país, sino en la Biblia. Pero, ¿cuándo empezó todo esto? ¿Nos atreveremos a culpar a Giotto?
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya

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