Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 26 de junio de 2013

Astillero- La sobada modernidad-Empeños de Peña e impactos del pacto

Astillero
Dos posturas
PRD y CCE: no, pero sí
Morena: no es no
Malvadas bardas
Julio Hernández López
Foto
PLANA MAYOR. Miguel Barbosa, Alejandra Barrales, Miguel Ángel Mancera, Cuauhtémoc Cárdenas, Jesús Zambrano y Marcelo Ebrard, durante el análisis de la izquierda a la reforma energéticaFoto Francisco Olvera
Las dos principales formaciones de izquierda presentaron sus posicionamientos respecto a la reforma en materia de energéticos que impulsa Enrique Peña Nieto. El Partido de la Revolución Democrática lo hizo con una plantilla estelar: los dirigentes formales, encabezados por Jesús Zambrano, los coordinadores de las bancadas legislativas y tres invitados especiales: uno de ellos, Miguel Ángel Mancera, sin militancia, aunque ejerce el principal gobierno a nombre del sol azteca, el de la capital del país; otro, Marcelo Ebrard, convidado aun cuando poco antes había sido tachado por el mismo Zambrano como buscapleitos de cantina, y Cuauhtémoc Cárdenas, convertido en aval histórico y técnico de la postura oficial perredista dada a conocer ayer.
Además de tan aparatosa nomenclatura, el PRD contó con la presencia de otros cuadros directivos para apuntalar, en esencia, la tesis de la modernización sin privatización, aunque con un efectista deslinde táctico respecto de las desbocadas declaraciones del citado Peña Nieto en Londres, donde abiertamente ofreció el negocio de Pemex a clientes del G-8 y similares. El ex candidato presidencial Cárdenas dio cuerpo a la propuesta específica de reforma ‘‘desde la izquierda’’ y el partido se pronunció en contra de cualquier modificación del artículo 27 constitucional, pero en favor de otros arreglos legales secundarios para los cuales se dijo que ya hay planteamientos precisos.
Además, se emplazó al licenciado Peña Nieto para que diga cuáles son las áreas a privatizar que él considera, en especial las que tengan relación con sus declaraciones londinenses. Es de suponerse que el antedicho licenciado podría ampararse mediante el mismo recurso que su secretario particular utilizó para notificar ayer a Marcelo Ebrard, en el sitio de reunión de la cúpula perredista, que no se había considerado procedente la solicitud de debate hecha por el ex jefe del gobierno capitalino, pues el lic. Peña no ha presentado hasta ahora ninguna iniciativa de reforma en esa materia y, en dado caso, los comentarios y aportaciones al tema deberían ser dirigidos a una subsecretaría de la Secretaría de Energía (no se especificó con cuántas copias ni con cuántas taparroscas de refresco).
Más allá de las formas, el PRD acabó ayer aceptando el juego político ofrecido por Los Pinos, tratando de hacer valer su peso numérico en las cámaras para aprobar lo que se acuerde en una posición de desventaja respecto al PRI (y el Panal y el Verde) y el PAN, que con sus bancadas pueden sacar adelante la propuesta energética en los términos que ellos decidan, sin necesidad de concesiones hacia la izquierda legislativa más que para efectos escenográficos de presunta legitimidad. No se dijo lo contrario, así es que resulta evidente que Zambrano y el PRD seguirán en la mesa del Pacto por México, con más razón ahora que cuenta con una ‘‘propuesta’’ concreta que debe ‘‘defender’’.
En el fondo, la postura del sol azteca es parecida a la del Consejo Coordinador Empresarial, cuyo presidente para un nuevo periodo, el oaxaqueño Gerardo Gutiérrez Candiani, pronunció ayer ante Peña Nieto una más de esas frases ilustres de la política nacional: ‘‘El CCE se pronuncia contra la privatización de Pemex’’, pero a favor de la inversión privada (aunque también la pública). Que no se privatice el petróleo mexicano, proclamó el hasta allí casi perredista gerente del CCE, aunque luego matizó: ‘‘Es hora de superar el mito de un nacionalismo ligado a un monopolio petrolero exaltado por restricciones que lo asfixian’’ y aseguró que ‘‘ya no podemos quedarnos con cambios superficiales, misceláneas o ajustes provisionales’’.
Frente a la postura de la izquierda, que podría considerarse oficial, y del empresariado que rechaza privatizaciones pero promueve más participación de capitales privados, ha quedado en solitario el Movimiento Regeneración Nacional, que se alista para establecer un paréntesis en su proceso de conversión a partido político y retomar la vena social con movilizaciones y protestas en la calle. El dirigente formal de Morena, Martí Batres, fijó en conferencia de prensa una postura inequívocamente contraria a lo que plantearon sus ex compañeros de partido.
El ex secretario de Desarrollo Social en el gabinete de Ebrard presentó los 15 puntos en los que descansa la propuesta de reforma energética del movimiento y en Twitter hizo precisiones contundentes: ‘‘Morena no entrará al juego de las negociaciones porque éste terminará en una conclusión privatizadora’’; “Cualquier reforma legislativa que se acuerde en el Congreso terminará abriendo las compuertas de la privatización’’; ‘‘Entrar al juego de las reformas y acuerdos legislativos es meter el caballo de Troya de la reforma privatizadora’’, y ‘‘No es suficiente evitar reforma constitucional para impedir privatización de Pemex. También reformas a leyes secundarias pueden privatizar’’.
Es decir, ni un resquicio para que Morena y el PRD puedan presentar un frente común, conforme a los planes presentados ayer por Zambrano, Cárdenas y Ebrard (y el Consejo Coordinador Empresarial). Morena no tiene fuerza real en las cámaras, ni participa en el Pacto por México ni parece dispuesta a aliarse al PRD en esta lucha por venir. ¿Qué queda? ¿Las calles? ¿La protesta popular? ¿Peleando por sí mismo el movimiento lopezobradorista crecerá y se fortalecerá hasta doblegar al conjunto de fuerzas ya alineadas con el reformismo petrolero?
Pasando a otro tema, el del sellamiento de la frontera con Estados Unidos, EPN ha preferido el silencio. En todo caso, ha enviado al economista José Antonio Meade, jefe de la diplomacia nacional, a enfrentarse con molinos de concreto: las bardas no son la solución para el problema migratorio, ha discurseado, pero sin entrar al fondo del asunto. Bla, bla, bla, sin mencionar el envío del doble de agentes a la línea limítrofe ni el uso de tecnología intrusiva. Y, mientras los panistas exploran posibilidades de reconciliación, para no seguir dando el espectáculo del pleito por los dineros, ¡hasta mañana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
Empeños de Peña e impactos del pacto
Javier Jiménez Espriú
La vorágine de testimonios de toda índole suscitada por las declaraciones del presidente Peña Nieto en su visita al Grupo de los Ocho, en relación con la participación de la iniciativa privada en el sector energético –que la Constitución reserva en exclusiva al Estado–, me llevó a escribir en Twitter: Mexicanos, revisen los nombres de quienes apoyan la reforma energética de EPN. ¿Hay uno solo que les inspire confianza? ¿Quién?
Frente a los múltiples nadie, ninguno, none, recibidos como respuesta, no aparece nombre alguno y eso que mi pregunta fue anterior al artículo del inefable ex presidente del PAN Germán Martínez, paradigma de la reacción y hoy corifeo del Presidente, que en su título pregunta: Privatizar Pemex, ¿por qué no?, en el que pide que ya se dejen de modernizaciones, ”fortalecimientos”, ampliaciones de capacidad u otros eufemismos y se hable claro de lo que claro es: privatizar.
Los empeños del Presidente en la entrega del sector a la inversión privada –la apertura, como la llama–, se ve que son ya, de acuerdo con sus declaraciones a The New Yortk Times y al Financial Times, reacciones inconscientes, reflejos condicionados, dogmas enraizados en lo más hondo de su ser, profundas convicciones que le salen del alma, obedientes respuestas a las directrices recibidas de los organismos internacionales interesados y urgencias de cumplimiento de sus compromisos no firmados ante notario.
Sin embargo, a pesar de tanta obviedad, la estrategia seguida para convencer a la nación con ambigüedades, verdades a medias, estadísticas manipuladas y marketing cuidadoso, ha redituado dividendos.
El Pacto por México, uno de ellos, resultado de la eficacia política del PRI –menester es reconocerlo– en el que se han deslizado, para barnizarlos de consenso, temas que no lo tienen y no lo tendrán, como es el caso de los puntos relativos a la apertura del sector energético –54 al 57–, en los que, en suma, se propone entregar a la inversión privada el crecimiento de la industria corriente hacia abajo, desde la refinación, y permitir por medio de contratos de riesgo –sin riesgo– el acceso a la exploración y la producción de hidrocarburos, y con ello a la renta petrolera.
Pacto que firmaron alegremente el PAN y quiero suponer que ingenuamente el PRD. Este último, al grado de que su presidente, que niega haber llegado a acuerdos –aunque firmó el celebérrimo documento–, ahora propone una iniciativa propia para deslindarse de los gravísimos impactos del pacto sobre el futuro de México y su seguridad energética.
Como en 2008, ahora vendrá el Paseo de las Reformas. Cada partido presentará la suya y se organizará el circo de tres pistas. ¿Tratarán de enmendar sus errores (PRD) o ampliar el horizonte de sus propósitos (PAN), con el peligro de ofrecer en su afán protagonista, en su ignorancia, en su irresponsabilidad o en su subordinación, argumentos cómodos para que el gobierno logre las metas que persigue?
Sea lo que sea en ese su juego, es necesario dejar claro que ninguno de los partidos representa ni cercanamente y menos en este tema, la opinión de la mayoría de los mexicanos.
Si el PAN está hasta la madre del PRI, como ha dicho, y el PRI lo está del PAN, como reviró, pueden estar seguros de que la ciudadanía está hasta la madre de todos los partidos y que en las urnas y en las calles se los hará ver si insisten en ignorarla y actúan contra la nación, porque puedan lograr mayoría a en las cámaras.
Deberá haber un diálogo abierto con toda la sociedad, no en lo oscurito ni en reuniones cupulares blindadas, para este asunto de la mayor trascendencia. No podemos permitir el abuso del poder para entregar nuestro patrimonio. No aceptaremos cambios constitucionales para dar certeza a los inversionistas privados, como declaró el presidente. Exigimos respeto a la Constitución, como también declaró el Presidente cuando asumió el poder, para dar certeza a los mexicanos, que es a lo que está obligado por mandato de ley.
Twitter: @jimenezespriu
La sobada modernidad
Luis Linares Zapata
Armados con el garrote de la modernidad, los priístas de nuevo cuño reparten mandobles difusivos a diestra y siniestra para retomar sus viejas compulsiones entreguistas. El cosquilleo de los negocios a escala les nubla el talento e insufla sus artimañas leguleyas. Hincarle el diente a la remanente veta de la riqueza nacional ciertamente rebaja sus entendederas y los impele a menospreciar los peligros. Víctimas de una dirigencia aturdida por el relumbre y la lisonja, los priístas se suman al coro cuyas pautas han sido marcadas desde arriba: abrir, de inmediato (segundo semestre), las compuertas a la participación privada en la petrolera. Con la reforma en ciernes vendrá, vaticinan, un alud de inversiones que detonará el soñado crecimiento. La cantaleta de siempre repuesta en la escena de los tironeos, las trampas y los dispendios. Cual liberales de sometido grado vuelven, ahora con endebles bríos, a proponer la obsesiva reforma estructural energética. Una que, a su decir, transformará al país, aunque sólo balbucean que dará seguridad a los inversionistas entrevistos. Será la puerta a la gran prosperidad prometida en fervorosos discursos de campaña.
En la descampada de la aventura transformadora aparece un trío singular, con un linaje por demostrar, formado por el presidente Peña Nieto, el secretario Luis Videgaray y el director de Pemex, Emilio Lozoya. Ninguno de ellos con la experiencia y los conocimientos que aseguren la conducción del calado que la tentativa exige. Ninguno tiene el liderazgo popular ni la debida comprensión de una industria tan compleja como la petrolera. Pero, sobre todo, no portan la sensibilidad que les permita rasgar las cuerdas internas del ser nacional que se vería afectado por su trasteo. Y, lo más importante, ni acompañados por todos los dirigentes partidarios del tristón pacto y legisladores actuales podrán convencer a los ciudadanos de las supuestas bondades de respaldar su particular intentona. Más todavía, chocarán de frente, una vez más en su corto mando, con el cimentado estrato vital (seis de cada 10 paisanos lo tienen) que generó la propiedad colectiva del petróleo.
El neoliberalismo con que se alumbran los dirigentes del país deriva, no sin las rebajas obligadas, del viejo liberalismo colonizador del eurocentrismo. En ese pensamiento, visión de la historia y maneras de actuar va insertado un entreguismo que, también, es de larga data conservadora. Las razones que se han lanzado al aire son arquetípicas: no se tiene tecnología, tampoco el volumen de inversiones se alcanzaría. Habría que añadirle otras tantas excusas y sin razones: México no tiene la capacidad para, en solitario, desarrollar lo que se espera llegue a ser la palanca de despegue a la prosperidad. Vaya sentimiento dependiente que exhiben sin pudor alguno. Similares torpezas alegaron para vender la banca, los ferrocarriles, las acereras o las cerveceras, a los inversionistas con las consecuencias desnacionalizadoras consabidas.
La industria petrolera está sujetada por una lógica perversa de la que no es posible salir, según las élites convenencieras, sin buscar ayudas de fuera. En primer lugar se pretende, dicen, ensanchar la plataforma de extracción de crudo cuando, en efecto, las necesidades de la fábrica nacional no lo requiere. Atrás de esta pretensión expansiva se encuentra, claro está, la urgente necesidad de suplir, con la venta de crudo, los estragos de una evasión y elusión de ciertas empresas y grandes capitales. Es por esta pedestre sinrazón que se castigan los ingresos de Pemex con un régimen impositivo incautatorio que, después, le imposibilita invertir en los volúmenes requeridos. De aquí se desprende otra de las consecuencias nefastas que afecta a la empresa, su carísimo endeudamiento (Pidiregas) con que la han agobiado. Una manera tonta de disfrazar lo que en verdad es endeudamiento del gobierno federal. La actual administración, como también lo hicieron las anteriores, no tiene la voluntad para obligar a los evasores a sujetarse a la ley. Ensartarse en una lucha cuerpo a cuerpo con los grupos de presión internos (reales mandantes) y con sus conexiones en el exterior, queda fuera de su campo visual y fuerza.
La persecución de una modernidad subordinada se convierte así en un impulso irrefrenable hacia el entreguismo irracional. La modernidad, para los merolicos directivos actuales, se empapa de una misión redentora, visionaria, una cruzada entintada por la fe del cínico y las esperanzas fingidas. El Pemex de antaño, mucho más chico que el de ahora, construyó refinerías que podían satisfacer la demanda interna. Levantó una industria petroquímica de categoría mundial. Los tecnócratas hacendarios, coyotes, políticos rapaces y contratistas voraces le cortaron las alas. Impidieron el diseño y construcción de nuevas refinerías. Llegaron a sostener, en sus alegatos imbéciles, que era más barato comprarlas fuera que construirlas dentro. Privilegiaron las importaciones de gasolinas por la oscuridad de su manejo que a pocos beneficia. Se desmantelaron los complejos petroquímicos y se abandonó, deliberadamente, la producción de los indispensables abonos que ahora se traen desde Asia. En medio de este enredo de locos, ahora se pretende ensamblarle otro nivel de mayor tontería: compartir la renta del crudo con trasnacionales, alentar las concesiones en ductos, refinerías y abrir por completo el gas de esquisto. Y todo esto envuelto en un sindicalismo corrupto y de escasa monta. Para Pemex, en cambio, se reserva un sitio de privilegio dirán: administrar el fajo de concesiones y contratos. Un futuro brillante como propuesta de los nuevos priístas.

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