Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

martes, 25 de junio de 2013

«Incógnita nas ruas»- ITACATE- Alimentación en Brasil

Incógnita nas ruas

José Blanco
Así tituló el diario Folha de Sao Paolo su editorial del 19 de junio, cuando se iniciaron las protestas contra el aumento de las tarifas del transporte, con episodios de vandalismo y de violencia policiaca. El Movimento Passe Livre (MPL) habría de abarcar rápidamente un amplio espacio social, algo que fue enormemente subestimado.
 
La acción represiva de la policía paulista había sido decisiva para engrosar las multitudes en las calles, y también para crear una dura reivindicación de revertir los aumentos de las tarifas, que pronto se tornó en el vehículo de una insatisfacción profunda, aunque difusa; a una incógnita en las calles.

Sobre las bases que había construido Fernando Cardoso, Lula pudo desplegar un estilo de crecimiento de méritos propios, del que él mismo ha hablado largamente: el crecimiento y la distribución del ingreso simultáneos son posibles, y aquí estamos nosotros para probarlo, ha dicho.

Es verdad que ello ocurrió, pero el MPL está mostrando al mismo tiempo que ello ha sido insuficiente. Fue suficiente, qué duda cabe, para que las hijas y los hijos del desarrollo acelerado trajeran consigo una vasta ampliación de la conciencia sobre las injusticias sociales, expresadas aún muy vagamente. ¿No fue el 68 mexicano, en parte, un fruto del desarrollo muy desigual, que parió unas nuevas clases medias, más informadas, que no cabían en la estrecha camisa de fuerza de la institucionalidad política creada por los éxitos de la Revolución Mexicana?

Brasil, alcanzando el hambre cero, convirtiendo 40 millones de brasileños pobres en clase media, acelerando el aumento de una industria de creciente complejidad tecnológica, duplicando el número de universidades públicas, formando parte de los BRIC, ganando para sí la Copa Confederaciones, el Mundial de Futbol de 2014, y los Juegos Olímpicos de 2016, estando a un paso de ser admitido en la OCDE y en el G-8 (junto con el resto de los BRIC), con tanto triunfo, hoy se cimbra por un movimiento telúrico que no deja ver claramente su fondo: una incógnita.

La presidenta Dilma Rousseff (y Lula), en contra de una parte significativa de su propio partido, y del grueso de la poderosa burguesía paulista, ha dicho los estoy oyendo, hablemos, dice a las masas (aunque aún no sabe a quién); echó atrás los aumentos de las tarifas (aunque ahora el MPL quiere gratuidad completa en el transporte); dijo en una decisión sorprendente que destinará 100 por ciento de la renta petrolera a la educación, que mejorará sensiblemente los servicios de salud, que reunirá a todos los niveles del Poder Ejecutivo para democratizar las decisiones. Pero el MPL continúa diciendo que las marchas seguirán. Aluden a la corrupción y a la pobreza que pervive, y que están contra todo. Una incógnita porque hasta ahora no es un movimiento antisistémico.
 
La cara bonita de la moneda brasileña tiene otras caras. Un estudio de Military Balance (2011) sobre la tasa de homicidios en América Latina en 20 países, pone a México en el lugar 14, con 18 homicidios por día en promedio; a Honduras (primer lugar), El Salvador (segundo) y Venezuela (tercero), con 86, 71 y 67, respectivamente, y en el lugar noveno a Brasil, con 25.
 
México no es ejemplo de casi nada en el mundo, pero ocupa el lugar 61 en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) 2012, y Brasil el 85, de algo más de 180 países. Brasil tiene una esperanza de vida al nacer de 73.8 años, y México, 77.1; el índice de escolaridad de Brasil es de 7.2 años, y México de 8.5; el ingreso nacional bruto per cápita de Brasil es de 10 mil 152 dólares per cápita; el de México, de 12 mil 947. En México el 20 por ciento más rico de la población es 11.3 veces mayor que el 20 por ciento más pobre, y en Brasil, es de 20.6 veces. Por esa razón el Coeficiente de Gini, que mide la desigualdad, es en Brasil de 0.547, sustancialmente más alto que el de México, que es de 0.483; esto, después de las reales proezas consumadas por Lula (Datos del IDH 2012).
 
Como otros países, Brasil es un poliedro cuyas caras a veces se llevan muy mal entre ellas. Brasil ha sido un país de una gigantesca exclusión social; mayor que la de México, que ya es decir; es uno de los países más desiguales del mundo, aun hoy. Hay brutales oligarquías terratenientes, caciques implacables de los que hemos conocido muchos en tierras mexicanas; élites políticas racistas frente a los indígenas y a los negros, provenientes del fondo de su historia colonial.
 
Sus últimos 25 años constituyen el mejor tramo de su historia, con una gradual pero creciente tendencia hacia las formas democráticas. Pero el arribo de Lula a la presidencia mostró que el lado izquierdo de su discurso, continuado por la presidenta Dilma, no buscaba un Estado al menos de corte socialdemócrata tropical. El país adoptó una amplísima propensión a convertirse en una potencia capitalista. Pentacampeón como en el futbol.
 
En tanto, hoy la tasa de crecimiento de la economía cae, y la inflación ha empezado a erosionar los salarios. No sabemos si la economía ha tenido algún impacto en los sucesos del presente; sólo sabemos que el MPL está contra todo: Incógnita nas ruas.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
 
Itacate
Alimentación en Brasil
Marco Buenrostro y Cristina Barros
Es interesante conocer la amplia reflexión ideológica que se ha dado en Brasil desde hace varias décadas, en distintos ámbitos, por lo mucho que puede aportarnos. El libro Cultura e alimentacao: saberes alimentares e sabores culturais, publicado por el SESC en 2007 y coordinado por Danilo Santos Miranda y Gabriele Cornelli, muestra un mosaico de puntos de vista en relación con la alimentación, considerada como expresión de la cultura de un pueblo.
 
Brasil ha ido a la vanguardia en el tema de la seguridad alimentaria (concepto que saben discutible); la han definido –según escribe Francisco Menezes en el ensayo El Brasil en la vanguardia del tema alimentario– como la realización de un derecho de todos al acceso regular y permanente de alimentos de calidad, en cantidad suficiente, sin que se impida cubrir otras necesidades esenciales, teniendo como base prácticas alimentarias que promuevan la salud y respeten la diversidad cultural, que sean además económica y ambientalmente sustentables. Se trata de una propuesta, añade, que incluya lo mejor de la cultura brasileña.

Esta relación entre alimentación y cultura es analizada ampliamente por Marcelo Carvalho en el ensayo El alimento: del espacio privado a mercancía. Ahí podemos apreciar cómo se parece la evolución de Brasil a la de México en más de un sentido. Destaca la transformación de una sociedad rural todavía en los años 50, a una sociedad urbana. Hoy 82 por ciento de los brasileños vive en ciudades; en México casi 80 por ciento de las personas habitamos en zonas urbanas.
 
Esto tiene gran impacto en las formas de alimentación. Si aceptamos –escribe Carvalho– que la manera en que nos alimentamos proviene de un pasado histórico común, de una religión determinada y de un aprovechamiento económicamente viable del entorno natural, hay que aceptar que tiene atrás un saber dietético heredado, de transmisión oral, que se expresa en una tradición alimentaria dentro del hogar, en las distintas regiones del país, y que es expresión de la cultura de un pueblo; un hecho cultural del más alto grado.
 
Hoy que la oferta de alimentos ha salido del ámbito doméstico, habrá que encontrar el punto de equilibrio mínimo entre la tradición y la presencia de las hamburguesas en el entorno cotidiano, para construir nuevos equilibrios, teniendo en cuenta que una de las características de la sociedad capitalista es la universalización del valor de cambio: todo se transforma en mercancía. En relación con la alimentación, salta la contradicción entre mercancía y cultura. Esa es la discusión que está sobre la mesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario