Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

martes, 25 de junio de 2013

Dilma Rousseff: saber escuchar- Estado paranoico- Militarización fronteriza vs. indocumentados

Dilma Rousseff: saber escuchar
 Ayer, tras una reunión con gobernadores, alcaldes y representantes de los descontentos que han colmado las calles de Brasil en días recientes, la presidenta Dilma Rousseff propuso realizar un referendo para convocar a una asamblea constituyente que se encargue de emprender una reforma política al Estado brasileño. En lo inmediato la mandataria se comprometió a adoptar medidas orientadas a mejorar el transporte público en las grandes ciudades, cuyas deficiencias y altos precios fueron uno de los principales detonadores de la inesperada ola de protestas que ha estremecido a la nación sudamericana; ofreció reforzar el combate a la corrupción y propuso contratar médicos extranjeros para paliar las carencias del servicio de salud.
 
De esta manera, Rousseff ha honrado su palabra, ofrecida recientemente, en el sentido de que estaba dispuesta a escuchar a los manifestantes. Más aún, la presidenta brasileña ha exhibido una voluntad de rectificación que resulta excepcional en el mundo contemporáneo, caracterizado por gobernantes insensibles que prefieren atrincherarse en sus posturas y atribuir las muestras de descontento a designios desestabilizadores y subversivos, antes que reconocer las deficiencias y los extravíos de su ejercicio de poder. La actitud de Rousseff contrasta, por ejemplo, con la que ha asumido el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, quien se empecina en atribuir las manifestaciones en su país a conspiradores extranjeros. Representantes del Movimiento Pase Libre (MPL), el cual propugna la gratuidad del transporte público, así lo reconocieron, al considerar la decisión de Rousseff de convocarlos al diálogo una ruptura de la tradición política.
 
Más allá de la pertinencia de la apertura exhibida por el Palacio de Planalto, es claro que la determinación gubernamental de buscar soluciones de consenso a la problemática que ha causado las manifestaciones podría llevar a una profundización del proceso reformista iniciado hace una década por Luiz Inacio Lula da Silva y continuado por la propia Rousseff, e incluso, si la reforma política se concreta, a una reconfiguración de las relaciones de poder, en buena medida intocadas hasta ahora por las tres administraciones del Partido de los Trabajadores (PT).
 
Un hecho es claro: ese proceso había alcanzado ya un inocultable grado de desgaste político, social e incluso económico que planteaba nubarrones en las perspectivas de Dilma Rousseff de lograr la relección en las elecciones presidenciales del año entrante.
En ese contexto, la apertura al diálogo y la disposición de Dilma Rousseff a escuchar a los descontentos constituyen un movimiento de gran inteligencia política que podría abrir la posibilidad de renovar y moralizar el proyecto del PT y vincularlo –o revincularlo– con sectores sociales que ya no le encuentran sentido. Cabe esperar, por la estabilidad brasileña y la de toda la región, que así sea.
FUENTE: LA JORNADA OPINION

Estado paranoico
Pedro Miguel
Uno no querría describirlo así porque suena desorbitado, pero ahí están las pruebas: entre las administraciones de George W. Bush y las de Barack Obama, Estados Unidos se ha vuelto el gobierno más paranoico del mundo y hoy lo es mucho más que en los tiempos del macartismo y de la guerra fría, cuando poseía, al menos, argumentos verosímiles –aunque no necesariamente verdaderos– para mantener a millones de personas, estadunidenses o no, bajo un régimen de vigilancia estrecha y secreta: en aquellos tiempos la confrontación entre las superpotencias tenía entre sus perspectivas la del cataclismo nuclear o destrucción mutua asegurada (MAD, por sus siglas en inglés) y era propagandísticamente fácil dividir al mundo en buenos y malos. Ese telón de fondo dio a Washington pretextos para espiar y hostigar a individuos tan ajenos a una bomba atómica como Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, por ejemplo.
 
En los años 90 del siglo pasado tuvieron lugar dos fenómenos que habrían debido reorientar en forma radical la política exterior y la estrategia de seguridad estadunidenses: la desaparición del bloque soviético y el inicio de la masificación de Internet. El primero hacía obsoleta tanto la fuerza armada como la enorme infraestructura mundial de vigilancia y espionaje montada por Washington y la segunda conllevaba dos reglas de signo contrapuesto: si por un lado la proliferación de nodos de Internet facilitaba la tarea de espiar a los usuarios, por otro colocaba en un nivel de gran vulnerabilidad una gran cantidad de secretos de Estado, toda vez que éstos, de una forma u otra, irían a parar a contenedores (servidores) conectados a la red mundial.

Pero, en vez de redimensionar a la baja sus fuerzas ofensivas y de vigilancia, la Casa Blanca, entonces a cargo de George Bush padre, optó por proyectar a Estados Unidos como superpotencia única, autoerigida en promotora de un nuevo orden mundial de matriz neoliberal. Esta decisión se tradujo, en el ámbito del espionaje electrónico, en la reorientación de los sistemas de inteligencia de señales (Signint) hasta entonces usados para espiar a la URSS y sus aliados, cuyo conjunto se conoce popularmente como Echelon. Operado por los integrantes del Acuerdo Ukusa (EU, Inglaterra, Canadá, Australia y Nueva Zelanda), actualmente es empleado para monitorear señales satelitales, telefónicas, celulares y de microondas, lo que pone a sus operadores en posibilidad de espiar el contenido de toda suerte de mensajes. En diversas ocasiones se ha señalado que Echelon es usado por sus socios como mecanismo de espionaje industrial y comercial que ha sido aplicado contra la Unión Europea. Ya en 2001 un informe del Parlamento Europeo recomendaba a ciudadanos y corporaciones del viejo continente que usaran sistemas de encriptación en sus telecomunicaciones, a fin de evadir la vigilancia ilegal por medio de Echelon (http://goo.gl/BVwRn).
 
En el ámbito interno, la FBI instaló en 1997 un software conocido como Carnivore (DCS1000) para monitorear los intercambios de correo electrónico en territorio estadunidense. Tres años más tarde la Electronic Frontier Foundation presentó un documento al Congreso, en el que señalaba los peligros del sistema y la respuesta de la FBI fue que no había motivos de preocupación, porque el programa permitía a las autoridades distinguir entre las comunicaciones que pueden ser legalmente interceptadas de las que no. Durante el gobierno de George W. Bush, Carnivore fue remplazado por NarusInsight, software desarrollado por una subsidiaria de Boeing de origen israelí.
 
Los programas de espionaje masivo dados a conocer el mes pasado por Edward Snowden se refieren a llamadas telefónicas dentro y fuera del territorio estadunidense (Verizon, Sprint y At&t), así como la intromisión mundial en correos electrónicos, chats, videos, fotos, videoconferencias y transferencias de archivos, e involucra a las compañías Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, Paltalk, Youtube, Skype, Aol y Apple. De acuerdo con lo revelado por Snowden, el gobierno de Washington ha espiado por igual a estadistas, universidades, empresas y ciudadanos privados de un sinnúmero de países.
 
Uno de los problemas obvios de esa red de espionaje es que su operación requiere de grandes cantidades de personas. Hoy, casi 5 millones de personas –tanto empleados públicos como personal de empresas contratistas– tienen acceso a información confidencial y secreta del gobierno de Washington, en tanto que un millón 400 mil empleados gubernamentales tienen acceso a información clasificada como ultrasecreta. La debilidad estructural del sistema es evidente.
 
En cuanto a su debilidad política y moral, nada la ilustra mejor que el hecho de que el gobierno de Obama haya presentado contra Snowden cargos por... espionaje.
Enlaces:
Twitter: @Navegaciones
FUENTE: LA JORNADA OPINION
Militarización fronteriza vs. indocumentados
Ana María Aragonés
Parecería que uno de los principales obstáculos entre republicanos y demócratas para acceder a la regularización de los 11 millones de trabajadores indocumentados que se encuentran en Estados Unidos tiene que ver con la exigencia de los primeros de llevar a cabo un extraordinario refuerzo fronterizo antes de que estos trabajadores puedan acceder a la residencia. Los congresistas republicanos Bob Corker, de Tenesi, y Joan Hoeven, de Dakota del Norte, están planteando la construcción de 700 millas de cerca fronteriza y el incremento de 20 mil agentes de la Patrulla Fronteriza, además de poner un importante número de aviones no tripulados, los llamados drones. Su propuesta también incluye radares para detectar movimientos y cercas optimizadas con sensores. En este sentido, el senador conservador Lindsey Graham afirma que hay una clara intención de militarizar la frontera, lo cual, señala, es correcto para evitar una tercera oleada de migrantes indocumentados.
 
Sin embargo, hay visiones aún más conservadoras que la de estos republicanos, tal como la de Mark Krikorian, director del Centro de Estudios Migratorios (CIS, por sus siglas en inglés), autor que se ha destacado por su posición furiosamente antinmigrante. En su artículo The border security ruse prácticamente se burla de la propuesta de estos legisladores, pues señala que se trata simplemente de buscar convencer a los legisladores republicanos que siguen reacios a aceptar la amnistía de los trabajadores indocumentados. En primer lugar porque lo que están planteando los legisladores Corker y Hoeven son objetivos y no requisitos y, por tanto, no son una condición para que los trabajadores se beneficien con la amnistía. Por otro lado, Mark Krikorian afirma que el propio senador Corker señaló en un programa de radio (MSNBC), que no hay por qué preocuparse del refuerzo fronterizo, pues reclutar 20 mil agentes para la Patrulla Fronteriza no se puede hacer en un corto periodo, y si bien considera que es necesario incrementar los miembros de ese cuerpo de seguridad, puede tomar más de una década sólo para entrenar 10 mil.

¿Se trató simplemente de sacar este número del sombrero como una manera de deslumbrar a aquellos que se preocupan por la seguridad como supuestamente afirmó Corker en esa entrevista? Para Mark Krikorian esta propuesta es una farsa y, si piensa que el pueblo estadunidense va a votar por ella, entonces cree que son unos tontos crédulos.
 
Como se observa, parecería que las diferencias aun entre los propios conservadores son tan profundas que, planteen lo que planteen, no hay forma de llegar a ningún consenso acerca de la importancia de lograr una reforma migratoria que sea aprobada por el Congreso antes de su receso, el 2 de agosto.
 
Lo que es un hecho es que la propuesta de militarización de la frontera no es nueva. Timothy Dunn, destacado investigador de la Universidad Salisbury, Maryland, en su libro The militarization of the US-México border, 1978-1992: low intensity conflict doctrine comes home, analizaba precisamente la forma en la que Estados Unidos, ya desde esas fechas desarrollaba esta opción en la frontera, alternativa que por supuesto se ha mantenido sin pausa, sobre todo con los refuerzos fronterizos llevados a cabo por Bill Clinton en la última década del siglo pasado.
 
¿Y cuál ha sido el resultado? Que la migración de trabajadores indocumentados no sólo se ha mantenido, sino que se ha incrementado en forma extraordinaria, al grado de que ha alcanzado los 11 millones de migrantes, de los cuales casi 7 millones son mexicanos. No han importado los refuerzos fronterizos, con incremento de agentes de la Patrulla Fronteriza, bardas y muros cada vez más largos y altos, etcétera. Todo ello nos indica que si hay trabajo en el polo de destino y no hay quien lo ocupe, los migrantes lo harán. Y que lo que inhibe la migración es la falta de empleo en el país de acogida, como se demostró en la crisis 2007-2009, al punto de que se llegó a hablar de migración cero.
 
La migración de trabajadores indocumentados es producto de la incongruencia entre las condiciones económicas del país de destino y la falta de visas que respondan a las necesidades del mercado laboral. Situación que no parece resolverse en la propuesta de reforma migratoria, por lo que Estados Unidos mantendrá a un conjunto laboral de enorme vulnerabilidad, los indocumentados que se encuentran en ese país y que tendrán que esperar 13 años antes de poder intentar cambiar su situación y por otro lado, recibirán otros trabajadores, muchos de los cuales serán indocumentados, a los que se les pagará un costo unitario laboral aún más reducido. Y en eso consiste su importancia.
FUENTE: LA JORNADA OPINION

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