Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 30 de junio de 2013

El Despertar- «Dogmas y falsos nacionalismos»- Frontera militarizada

El Despertar
La quiebra del PAN
José Agustín Ortiz Pinchetti
Diego Fernández de Cevallos le avergüenza lo mal que anda el PAN. Dice que los panistas de hoy han traicionado los ideales originales del partido, aunque habría que añadir que pocos personajes han sido tan eficaces para devastar los principios éticos del PAN como él. Los fundadores fueron de distintas vertientes. Algunos filofascistas, como señala Rafael Barajas El Fisgón, pero otros católicos-liberales, maderistas, conservadores moderados, y muchos limpios y valientes: me consta. Se propusieron combatir al cardenismo, denunciar las inmoralidades del PRI y proponer como meta de la política el respeto al sufragio. Una cosa es predicar y otra hacer política: tardó 50 años en obtener una gubernatura. El PAN atrajo a devotos moralistas, no a verdaderos profesionales, que se proponían gobernar a México: desagradable tarea que quedó en manos del PRI.
 
En 1988-89 cayeron en la trampa de Carlos Salinas. No pudieron resistir sentirse incluidos por primera vez en el juego. ¿No se dieron cuenta de que Salinas los estaba utilizando para frenar a la izquierda? Se conformaron con una democracia selectiva: les reconocía sus triunfos y se los negaba a los neocardenistas, incluso con extremos ridículos como las concertacesiones.

El PAN se corrompió porque muchos de sus miembros (algunos advenedizos) introyectaron la prepotencia, el descaro y la corrupción del PRI. Así, cuando alcanzaron el poder, apoyados por la oligarquía y también por el pueblo (en el caso de Fox), no dudaron en utilizar los mismos mecanismos del PRI que habían criticado durante cinco décadas. Eran muchas contradicciones. El PAN mostró el cobre cuando, a pesar de que muchos de sus miembros estaban en desacuerdo radical con el desafuero de Fox contra AMLO, lo cohonestaron con su silencio. Luego encubrieron también el fraude que llevó a Calderón a la Presidencia y al desastre que fue su administración.
 
No puede darse por muerto al PAN porque tiene a nivel local, en varios estados clave, grupos, recursos y bastiones, porque el PRI lo necesita como aliado y también la oligarquía. No hay duda de que el desgaste de los panistas es una oportunidad para la corriente reformista. Morena y sus aliados pueden construir un poderoso núcleo y quizá llegar a convertirse en alternantes de la derecha, pero no será fácil: tendrán que mejorar su organización y a la vez hacer de la honestidad su oferta y convencer de que va en serio. Y esto sólo se demuestra con los hechos. Es muy grande la responsabilidad de aquellos que nos proponemos regenerar a México.
Twitter: @ortizpinchetti
FUENTE: LA JORNADA OPINION
Dogmas y falsos nacionalismos

Arnaldo Córdova
Foto
“Manlio Fabio Beltrones afirma que se debe terminar con el ‘falso debate’ de que se quiere entregar el petróleo a inversionistas particulares; César Camacho Quiroz plantea que no hay por qué tener miramientos con ‘los dogmas y falsos nacionalismos’”
Foto Carlos Cisneros y María Luisa Severiano
 
Cuando ahora los priístas quieren negar su propia historia, su propio pasado, siempre recurren a las más desvergonzadas descalificaciones. Cuando empezaron a dudar de los principios y de la herencia ideológica y política de la Revolución Mexicana, allá por los últimos años 70 y 80, comenzaron a hablar de un agotamiento del sistema, pero nunca llegaron a embestir de frente contra esa herencia, negándola y repudiándola. Su desencanto con aquellos principios históricos era evidente, pero le mostraban respeto.
 
Aquella era una época en la que todavía tenía vigencia cierto orgullo de sus propias instituciones. Todo eso se acabó cuando Miguel de la Madrid llegó al poder, en medio de una crisis. Entonces los priístas se afanaron por desacreditar la economía mixta, el nacionalismo revolucionario y las políticas populares que habían signado todo el siglo XX mexicano. No hallaban cómo negarlos y se atrevían muy poco a hablar en contra de ellos. Pero sentían que esos principios ya no eran los suyos y que, más bien, les eran extraños.
 
La suya era una posición vergonzante: no negaban abiertamente sus orígenes revolucionarios, pero ya no los podían aceptar como propios. La veneración por la Constitución revolucionaria, de la que antes hacían gala, incluso tratándose de los políticos más pragmáticos y logreros, se les apagó de pronto y comenzaron a ver en ella una carta obsoleta, irreal y pasada de moda, exactamente como los porfiristas de los años 90 del siglo XIX veían la Constitución liberal de 1857.
 
Lo que ahora se les atraganta, en particular, es el contenido del artículo 27 constitucional que hace de la nación mexicana la propietaria original y originaria de su territorio y sus recursos. Desde hace mucho que desean modificarlo o, incluso, abrogarlo (desaparecerlo por completo) y en su contenido no ven más que eso: dogmas y falsos nacionalismos. Uno se pregunta por qué no lo han hecho, cambiar ese artículo, si ganas no les han faltado. Y la razón es obvia: porque tienen miedo de echarse en contra una opinión pública que, a pesar de todos los pesares, sigue creyendo en el viejo nacionalismo.
 
Desde De la Madrid y Salinas de Gortari la divisa ha sido privatizar los recursos naturales propiedad de la nación. A eso se tiene el cinismo de llamarle modernización. Manlio Fabio Beltrones afirma que se debe terminar con el falso debate de que se quiere entregar el petróleo a inversionistas particulares. Ni él ni sus mandantes han aclarado nunca qué entienden por asociar a los privados en la explotación petrolera.
 
Si van a seguir haciendo lo que hasta ahora, vale decir, mediante contratos múltiples, permitir esa explotación a los privados, entonces se trata de privatizar y no se puede negar. Ya los privados producen más de 40 por ciento de la energía eléctrica del país, cuando la Constitución no sólo no lo permite, sino que lo prohíbe terminantemente. ¿Qué extensión de las zonas petroleras terrestres y marítimas está ya en manos de particulares (todos ellos extranjeros)? Se están privatizando nuestros recursos y todavía se habla de asociar de nueva cuenta a los privados en la producción de hidrocarburos.
 
Si eso ya se está haciendo abiertamente, la cuestión es, entonces, ¿qué más es lo que se propone y mediante qué mecanismos? ¿Para qué una reforma energética, si los fines que persigue son los mismos que ya se están llevando a cabo? ¿Qué más quieren? Beltrones dice que no se trata de compartir la renta petrolera con empresas trasnacionales, sino de asociaciones de Pemex con empresas, donde se comparten utilidades, después de impuestos y derechos que se pagan como sucede en cualquier parte del mundo (La Jornada, 27/6/13).
 
Desde el punto de vista que se le quiera ver y bajo cualesquiera consideraciones que se quieran hacer, lo que estamos viendo ya es una paulatina privatización de los energéticos. Es exactamente lo que el líder priísta dice que será el contenido de la reforma. Y si así están las cosas, lo que cabe esperar de ella no es más que la legalización de una situación de facto que es, ya de por sí, privatizadora. Ni siquiera tendrían por qué ocuparse de un eventual cambio de la Constitución si, a pesar de ella, las cosas se están haciendo de esa manera.
 
Los priístas, empero, han encontrado en el presidente de su partido, César Camacho Quiroz, un gallito de pelea que carece de vergüenzas o respetos históricos (por mera ignorancia, no porque tenga alguna idea al respecto) y que piensa, decididamente, que no hay por qué tener miramientos con los dogmas y falsos nacionalismos. Para él: “… si hoy resulta que el artículo 27 constitucional se constituye [sic] en una camisa de fuerza, no seremos las personas quienes le rinden culto a la ley, culto a la norma [sic], sino la norma es la que tiene que ser eficaz [sic] para cumplirle a las personas”.
 
Sobre la tan cacareada modernización, los priístas andan tan ayunos de ideas claras como en lo que se refiere a la privatización en curso. Recuerdo que en alguna ocasión se discutió el punto y muchos estuvieron de acuerdo en que los procesos privatizadores estaban llevando a una única perspectiva: convertir a Pemex, empresa nacional, en una no empresa o, más bien, en una administradora de contratos (la expresión es de Gershenson) con empresarios privados a los que se entregarían todos los procesos de explotación y aprovechamiento de nuestro petróleo. Pemex dejaría de estar encargado de la producción e inclusive de la comercialización de la misma.
 
El dinero de Pemex, mediante el presupuesto, se emplearía para pagar o financiar a los privados sus servicios. Eso sería una privatización en pleno. Aun si se supone que el petróleo se entregara a la empresa nacional, luego vendría su aprovechamiento manufacturero e industrial, que también harían los privados por cuenta de Pemex. Todo ello, mientras se mantiene el régimen fiscal de la empresa que es confiscatorio de sus recursos financieros. ¿Para qué invertir más por parte del Estado, si el dinero ahora lo pondrán los privados? En una situación así ni siquiera tendría Pemex necesidad de trabajadores para los procesos productivos, pues esos los pondrían los privados. ¿Y el sindicato y Romero Deschamps?
 
¡Ah!, pero no estaríamos privatizando, sino sólo haciendo participar a los privados en un proceso productivo para cuyo gasto el Estado no tiene recursos. Ya hasta los empresarios se declaran en contra de la privatización del petróleo y por el mantenimiento de la propiedad nacional del mismo. Eso sí, llaman a superar el mito de un nacionalismo ligado a un monopolio petrolero estancado por restricciones que lo asfixian. Hasta auguran que la reforma energética detonará inversiones por 300 mil millones de dólares en este sexenio (La Jornada, 26/6/13).
 
La pregunta quedará siempre en el aire: si las cosas están así y es lo que se quiere, ¿por qué no lo declaran abiertamente, de manera que todos podamos saber de qué se trata en verdad?
Como las vacaciones comienzan y mi salud requiere de ciertos cuidados, me tomaré unas semanas de descanso.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
Palabras no migratorias-Hernández
Frontera militarizada

Jorge Durand
Los republicanos están obsesionados con la seguridad fronteriza y Barack Obama con resolver el asunto de la migración irregular, que pase una reforma migratoria y eventualmente asegurar la presencia de los demócratas en la siguiente administración, con el apoyo del voto latino. Obama se juega su paso a la historia, después de múltiples fracasos y encontronazos en su relación con el Congreso. Por eso acepta cualquier enmienda que sugieran los republicanos sobre el tema de seguridad fronteriza. En el fondo se trata de dinero, de gasto público al que nadie se puede oponer, aunque sea una locura.
 
Y es una locura porque hay otros modos de manejar la migración irregular sin tener que militarizar la frontera y duplicar el número de patrulleros fronterizos. La misma reforma migratoria propone una medida efectiva para impedir que puedan trabajar los migrantes irregulares. La migración que se dirige a Estados Unidos es esencialmente laboral y si no se puede trabajar no tiene sentido ir.

Pero esa es la precondición que pusieron los republicanos para empezar a hablar de una reforma migratoria. Y con esta enmienda ya no hay manera de que se echen para atrás en especial los de la Cámara de Representantes, donde hay mayoría republicana y están los más recalcitrantes oponentes a cualquier tipo de reforma.

Se propone doblar a 40 mil el número de patrulleros, de concluir el muro fronterizo, de permitir la vigilancia aérea por medio de drones y el uso de tecnología sofisticada para impedir el paso de cualquiera que pretenda cruzar la frontera de manera subrepticia.

Y al respecto el gobierno de Enrique Peña Nieto no ha abierto la boca. En realidad tiene mucho que decir. Poner un muro en las narices del vecino no es algo menor, tampoco militarizar la frontera y vigilarla día y noche. Pero este asunto empezó hace ya un par de décadas, no es de ayer y muy poco se ha podido hacer.

Paradójicamente los únicos que han dicho algo y han conseguido algunas concesiones son los ecologistas, que se preocupan por el libre tránsito de la fauna y se han dejado huecos para que pasen algunas especies menores.

En ese contexto vale la pena señalar que la Unesco hace unos días reconoció al Pinacate en el desierto de Sonora y al desierto de Gran Altar como Patrimonio Mundial. Un reconocimiento bien merecido, pero que tiene trasfondo político. En efecto, hace ya unos años se discutía la posibilidad de cerrar la frontera por parte de México, como medida para llegar a un acuerdo migratorio y mitigar los efectos del muro y una de las propuestas era declarar la zona como protegida y así tener la excusa para impedir el paso de los migrantes por esa zona. Si ese era el objetivo, llegó tarde. Ya no hay nada qué negociar.

El mutismo de México al respecto tiene su historia. Por muchos años el PRI aplicó la llamada política de la no política, la de no hacer nada y sólo reaccionar ante casos específicos de conflictos fronterizos o problemas de la comunidad mexicana en el exterior. Luego Vicente Fox fue proactivo (demasiado) y buscó a toda costa un acuerdo migratorio. Pero fue Felipe Calderón el que llevó las cosas al otro extremo y se propuso explícitamente, al comienzo de su mandato, desmigratizar la relación bilateral. En efecto, logró su cometido y narcotizó la relación con las nefastas consecuencias que todos padecemos. Por su parte, Peña Nieto no ha dicho nada y no se ha definido una política migratoria en su administración, a pesar de que en Gobernación existe una Unidad de Política Migratoria, lo que fuera antes un Centro de Estudios Migratorios.
 
Definir una política migratoria no se hace de la noche a la mañana. Y perdimos la oportunidad hace unos años, cuando se decidió dejar de lado el tema de la emigración y sólo se trató el de la inmigración, que terminó propiamente como una ley de extranjería. Se adujo que sería muy complicado trabajar con un proyecto de ley integral y ni siquiera se discutió el tema.
 
Ahora pagamos las consecuencias. No sabemos qué hacer al respecto ni qué posición tomar cuando el Congreso de EU toma una decisión soberana, pero que afecta directamente a México y complica la relación bilateral. La militarización de la frontera puede exacerbar el ambiente fronterizo, incrementar el número de conflictos y de muertes en la línea, como ya ha sucedido en repetidas ocasiones. Igualmente, se pueden originar conflictos con un número tan grande de patrulleros que no tienen nada qué hacer y que pueden exagerar sus actitudes o comportamiento, afectando directamente los derechos humanos de los migrantes.
 
Sellar la frontera militarmente implica riesgos y excesos y sobre este tema se puede hablar y negociar. Por ejemplo, el tipo de armamento que llevarán los patrulleros, algo de lo que ya se ha negociado anteriormente. Hay que preguntar acerca de los numerosos juicios contra el abuso de autoridad de los patrulleros que quedan impunes. Como el migrante asesinado Anastasio Hernández justo en el momento que iba a ser deportado, del cual hay numerosos videos. Los asesinatos que se cometen desde el lado estadunidense por disparos de los patrulleros a gente que está en el lado mexicano. El incremento de medidas coercitivas implica la exacerbación del ambiente fronterizo.
 
Por lo pronto, si ya se optó por no intervenir de acuerdo con el viejo lema mexicano de política exterior, por lo menos se puede actuar a escala local, tomar medidas de protección y defensa de los migrantes mexicanos, medidas que deben ir acompañadas de campañas de información a los migrantes y sus familias para que no arriesguen su vida y sus ahorros inútilmente. Pero sobre todo de desarrollar oportunidades laborales a nivel local. Otro tema a negociar en serio son las políticas de contratación de trabajadores temporales, sobre las cuales tampoco se ha dicho nada.
 
Finalmente, se debe definir una política con respecto a los migrantes en tránsito que van a quedar varados en la frontera o que se van a quedar en territorio nacional. Un problema que no hemos resuelto y que tiene numerosas aristas.
FUENTE: LA JORNADA OPINION

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