Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 17 de septiembre de 2012

Al Qaeda aprovecha el río revuelto- Ahora el litigio- AMERICAN CURIOS

Al Qaeda aprovecha el río revuelto
Robert Fisk
Un amigo mío en Damasco me llamó esta semana; se oía bastante animado. Sabes, todos sentimos lo de Christopher Stevens. Fue algo terrible y era buen amigo de Siria; entendía a los árabes. Lo dejé pasar, aunque sabía lo que vendría después. “Pero en Siria tenemos una expresión: ‘si alimentas un escorpión, te morderá’.” El mensaje no podría haber sido más claro.
 
Estados Unidos apoyó a los opositores al coronel libio Muammar Kadafi, ayudó a Arabia Saudita y Qatar a enviar dinero y armas a los milicianos y ahora ha cosechado lo que sembró: sus amigos libios se han vuelto en su contra, asesinaron a su embajador Stevens y sus colaboradores en Bengasi y han lanzado un movimiento de protesta encabezado por Al Qaeda que consume al mundo musulmán.

Estados Unidos, según mi amigo, ha alimentado al escorpión de Al Qaeda y ahora éste lo ha mordido. Del mismo modo, ahora Washington apoya a la oposición siria contra el presidente Bashar Assad, ayuda a Arabia Saudita y Qatar a enviar dinero y armas a los milicianos (entre ellos los salafistas y Al Qaeda) e inevitablemente será mordido por el mismo escorpión si Assad es derrocado.

El sermón de mi amigo no está acorde con la política oficial del gobierno sirio. El argumento de Assad es que Siria no es Libia y que los sirios, con su historia, cultura, amor al arabismo y demás, no querían una revolución. Pero la furia árabe contra el obsceno video de Hollywood contra el profeta ha obligado a rescribir la historia en Occidente.

Los medios estadunidenses ya inventaron una nueva historia según la cual su país apoyó la primavera árabe y salvó la ciudad de Bengasi cuando sus pobladores estaban a punto de ser destruidos por los monstruosos esbirros de Kadafi, y ahora ha sido apuñalado por la espalda por esos árabes traicioneros en la misma ciudad rescatada.

La verdadera historia es diferente. Durante décadas, Washington impulsó dictaduras árabes y les dio armas; Saddam Hussein era uno de sus favoritos. Amábamos a Mubarak de Egipto, adorábamos a Ben Alí de Túnez, todavía tenemos un amor apasionado por los estados autocráticos del Golfo, y las gasolineras financian las revoluciones que elegimos apoyar, del mismo modo que durante al menos dos décadas le sonreímos a Hafez Aassad y, aunque por breve tiempo, a su hijo Bashar.

Así pues, salvamos a Bengasi con nuestro poderío aéreo y esperábamos que el mundo árabe nos amaría. Pasamos por alto la composición de las milicias libias que apoyamos, del mismo modo que Clinton y Hague no reparan en la conformación del actual Ejército Sirio Libre. No prestamos atención a las advertencias de Assad sobre combatientes extranjeros, como en gran medida tampoco hicimos caso de los salafistas que avanzaban entre los valientes que combatieron a Kadafi.
 
Remontémonos más atrás, y eso fue lo que hicimos en Afganistán luego de 1980. Apoyamos a los mujaidines contra los soviéticos sin prestar atención a su teología, y usamos a Pakistán para que les suministrara armas. Y cuando algunos de ellos se transmutaron en el talibán, alimentaron a Al Qaeda y el escorpión mordió el 11-S, gritamos terrorismo y nos preguntamos por qué los afganos nos traicionaron. La misma historia de ayer, cuando cuatro miembros de las fuerzas especiales de Estados Unidos fueron asesinados por sus ingratos pupilos de la policía afgana.
 
La tragedia de este deplorable ciclo de sucesos es que el régimen de Assad es horrible y los esbirros de su policía secreta han torturado y asesinado a miles de inocentes, su personal ha cometido crímenes de guerra y la guerra civil siria está consumiendo a una generación que debería estar construyendo una nación y no destruyéndola. Y ahora Turquía ha asumido el papel de Pakistán como proveedora de armas y centro de descanso y recreación para los mujaidines de Siria. ¿Acabará Turquía por ser el Pakistán de Medio Oriente?
 
La guerra en Siria toma ahora el carapacho del conflicto libanés de 1979-90: si uno simpatiza con los palestinos, es anticristiano; si expresa temores cristianos, es pro israelí. En Siria, los brutales francotiradores del gobierno son asesinos de niños. En el otro bando, el francotirador del Ejército Sirio Libre es un romántico; se casa con una enfermera que atiende a los guerrilleros en el frente, pero por desgracia los familiares no pueden asistir a la boda. A la mera sugerencia de que los opositores pudieran cometer una atrocidad de cuando en cuando, el reportero puede encontrarse con la pregunta de cuánto dinero recibe del servicio de inteligencia de Siria, como me pasó a mí.
 
Así pues, vayamos al Departamento de las Verdades de la Patria. Cuando fue asesinado, Osama Bin Laden ya era cosa del pasado; ningún revolucionario árabe portaba su imagen. Pero esa malvada organización ha decidido aprovechar el río revuelto; de allí el llamado de Al Qaeda esta semana a continuar las protestas contra el video sacrílego. De allí lo de Bengasi.
 
El escorpión se ha metido entre los chicos buenos; todo lo que se necesita es un chiflado hollywoodense. Y un poco de hipocresía. Porque Washington dice con renuencia que no puede prohibir el video porque pondría en peligro la libertad de expresión. Esa misma libertad que durante décadas los dictadores favorecidos por Washington prohibieron al pueblo árabe.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
 
Ahora el litigio
Arturo Balderas Rodríguez
Existe una gran posibilidad de que las elecciones del próximo noviembre en Estados Unidos culminen en litigios interminables. Es el pronóstico de diversos especialistas, de acuerdo con una nota aparecida en el New York Times. El fantasma de lo sucedido en Florida en el año 2000, cuando en una decisión dividida la Suprema Corte de la Nación entregó la presidencia a George W. Bush, pudiera repetirse nuevamente, con el agravante de que el litigio pudiera extenderse a más de un estado.
 
En esta ocasión no sólo será Florida donde las demandas y contrademandas pudieran surgir. En los estados de Pensilvania, Ohio, Wisconsin, Iowa y Carolina del Sur existen las condiciones para que los partidos en contienda soliciten la intervención del Poder Judicial para dirimir los litigios que surgieran posteriormente a las elecciones.

En cada uno de esos estados, todos gobernados por republicanos, existe la intención de cambiar las reglas mediante las que se ha emitido el voto históricamente. Ahora se pretende que los electores se identifiquen plenamente en el momento de votar. A diferencia de lo que sucede en otros países, en el sistema electoral estadunidense no han existido motivos para comprobar la personalidad de los votantes. Los casos de fraude han sido aislados y de poca importancia y no se justifica que en esta elección sea necesario cambiar la forma en que se ha votado tradicionalmente.

¿Cuál es entonces la necesidad de exigir documentos que prueben la personalidad del votante? De acuerdo con diversas organizaciones de derechos humanos y de promoción del voto, quienes carecen de documentos para identificarse son las minorías étnicas, concretamente las afroamericanas y las latinas. Coincidentemente son las que en mayor porcentaje votan por los candidatos del Partido Demócrata. Por ello, no es extraño que sea el Partido Republicano el promotor de iniciativas para exigir dichos documentos. El resultado práctico es inhibir el voto de esas minorías.
 
En los estados donde hay un celo especial por exigir una identificación para votar es donde hay una alta posibilidad de que la votación sea cerrada. Casualmente en esos estados hay un número significativo de latinos y afroamericanos que pudieran ser eximidos del voto. Las sospechas sobre las verdaderas intenciones para cambiar las reglas de votación se confirman porque en esos estados ganó Obama las elecciones pasadas. Cabe recordar que a diferencia de países como México, donde el ganador se decide por el voto universal, en Estados Unidos el Colegio Electoral es el que califica las elecciones según los votos de cada estado, por lo que ganar en esos estados es clave para cualquiera de los contendientes.
 
Los demócratas se han amparado ante los tribunales en contra de ese cambio en la legislación, pero los republicanos han contrademandado y no está claro cómo terminará el asunto. Para decirlo en términos coloquiales: los republicanos perdieron en 2008, pero ahora están resueltos a arrebatar, no importando los medios.
 
American Curios
Clases
David Brooks
Foto
El ex presidente estadunidense Jimmy Carter, en imagen de archivo, denunció la semana pasada la corrupción financiera en el proceso electoral
Foto Ap
 
Ocupa Wall Street festeja su primer aniversario este lunes, mientras las condiciones que detonaron el movimiento –desigualdad económica; corrupción del sistema político por los dueños del dinero; anulación del futuro para los jóvenes por los negocios especulativos y engañosos de Wall Street y sus consecuencias para comunidades; desarrollo y medio ambiente– no han mejorado, sino, en algunos casos, empeorado. Pero algo curioso también sucedió en la transformación del diálogo nacional (uno por ciento y 99 por ciento) provocado por Ocupa: de pronto reapareció ese término supuestamente anticuado en este país: clase.
 
En Estados Unidos ha habido un enorme esfuerzo durante décadas por pronunciar que es un país de clase media (o sea, no hay clases, sólo ésa). En las dos convenciones de los partidos nacionales el discurso de todos los políticos se enfocó en defender, recuperar, promover y festejar a la clase media y sus valores. Incluso cualquier político que se atreva a hablar de ricos y pobres es acusado de promover una guerra de clases, es decir, casi es denunciarlo como marxista.
 
Hasta los supuestos representantes de intereses de clase se subordinan a esta lógica. Algunos sindicatos, desde hace décadas, a propósito no usan la palabra trabajador, ni en sus nombres, sino más bien empleados. Cuando mucho se atreven de hablar de familias trabajadoras, pero casi siempre seguido por la demanda de que los trabajadores son y deberán ser incluidos en la clase media.
 
Pero la realidad es chistosa cuando rehúsa comportarse según los intereses y objetivos de ciertos políticos, intelectuales y otros que buscan –o están pagados para– promover una ilusión. Aquí los ricos se han vuelto más ricos, los pobres se han quedado pobres, y en términos de ingreso la clase media se está derrumbando de manera acelerada.
 
Los propios estadunidenses ya están dejando de mantener su ilusión de ser integrantes de una sociedad de clase media. El porcentaje de estadunidenses que ahora se identifican como de clase baja o clase media baja ha pasado de 25 por ciento a 32 en los últimos cuatro años, según una encuesta nacional del Centro de Investigación Pew. Setenta y siete por ciento de éstos consideran que es mucho más difícil salir de la clase baja que hace 10 años. Resulta interesante que la cifra de quienes se definen como de clase alta ha disminuido también, de 19 por ciento en 2008 a 15 hoy día. El número de quienes se consideran de clase media ha bajado de 53 a 49 por ciento en el mismo periodo.
 
Todo ello está basado en la realidad: la Oficina del Censo de Estados Unidos reportó la semana pasada que la clase media se ha reducido a su nivel más bajo desde que esa agencia comenzó las mediciones, mientras la desigualdad de ingreso se incrementó 1.6 por ciento, el alza más grande de un año a otro, registrada en casi dos décadas.
 
En 2011, 60 por ciento de hogares con ingresos entre 20 mil a 101 mil dólares anuales captaron 46.6 del ingreso total, reducción de 1.5 por ciento. Mientras, el 20 por ciento más rico incrementó su ingreso 1.6. El 5 por ciento más rico (fondos superiores a 186 mil) gozó de un incremento de 5 por ciento en sus percepciones. O sea, la recuperación económica, anémica como es, ha beneficiado casi sólo a los más ricos. Mientras tanto, la tasa de pobreza, 15 por ciento o 46.2 millones de personas, permaneció sin cambio desde el año anterior, pero ese número registra una cifra récord de pobres.
 
La supuesta recuperación ha sido igual que la recesión. El ingreso medio de los hogares se desplomó en los dos años posteriores al término de la gran recesión en el mismo porcentaje que durante los dos años de esa crisis, con un desplome de 4.1 por ciento, según cifras del censo.
 
La mayoría de los empleos perdidos durante la recesión eran de salarios de nivel medio en la escala, mientras la mayoría de los trabajos generados durante la supuesta recuperación han sido de sueldos bajos, según un informe del New York Times.
 
El sueño americano es un mito, ha muerto, afirma el economista Joseph Stiglitz, premio Nobel, en su libro The price of inequality (El precio de la desigualdad).
 
Todo esto ha resucitado un intenso debate sobre pobreza, clase y subclases, todo en torno a la intensificación de la desigualdad económica y, junto con ello, la consolidación de clases cada vez más distantes, tanto en términos económicos como sociales y culturales.
 
La creciente división de clases de Estados Unidos tiene influencia ineludible sobre todas las facetas de nuestras vidas, no sólo sobre cuánto dinero ganamos o qué tan saludables somos, sino también sobre qué pensamos y creemos, escribió el profesor e investigador Richard Florida, de la Universidad de Nueva York, en el USA Today.
 
Los políticos, incluidos los candidatos presidenciales, siguen hablando de algo que deja de existir: ese Estados Unidos donde la mayoría se consideraba de clase media pero aceptaba toda contribución de los más ricos para mantener ese statu quo. Y, como denunció con gran efecto Ocupa hace un año, los dueños de ese dinero, sobre todo el financiero, amenazan lo que queda de la democracia.
 
La semana pasada el ex presidente Jimmy Carter denunció la corrupción financiera en el proceso electoral estadunidense. Tenemos uno de los peores procesos electorales en el mundo y es casi completamente así por el flujo excesivo de dinero, expresó en el Centro Carter, reportó Ap.
 
Algunos reconocen que este conflicto entre clases no es nuevo, sino algo que nació con este sistema, pero que durante muchos años se logró disfrazar y ocultar. Ocupa Wall Street, al llegar a su primer cumpleaños, logró detonar un nuevo debate nacional, centrado en ese conflicto entre la cúpula y los demás con su propio vocabulario.
Al poder no le gusta que lo vean tan desnudo. Con razón hay tanta policía cada vez que salen los que se atrevieron a hablar de clases. Como siempre, son un peligro por nombrar las cosas como son.

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