El camino de AMLO, y el de la izquierda
En un editorial, El País planteó lo que en México algunos repiten: Que los partidos que integraron el Movimiento Progresista tienen dos caminos: O apoyar a Andrés Manuel López Obrador, o participar en los cambios que México requiere.
Desde Madrid, el diario dijo: “La izquierda, que se colocó en segundo lugar tanto en las presidenciales como en las parlamentarias, ocupa una posición relevante en el Congreso y tiene un claro futuro. Le toca decidir si quiere influir o no en las reformas que van a transformar a México para proyectarlo en el siglo XXI. Y, por tanto, si va a jugar en las instituciones o si prefiere mantenerse fuera de juego haciendo ruido en la calle, como el que orquestó López Obrador en 2006 y vuelve ahora a repetir”.
Y casi a la misma hora, el coordinador de los diputados federales del PRD, Silvano Aureoles, ofreció desde la tribuna del Congreso voluntad para construir acuerdos. Dijo que su partido no se quedará en el reclamo.
Parecía conocer el discurso de El País cuando agregó: “Somos la segunda fuerza nacional y los herederos de una lucha por las mejores causas de México, por lo cual no nos quedaremos en el reclamo: vamos a hacer valer la voluntad de 16 millones de mexicanos que queremos transformar a nuestro País. No seremos una fuerza marginal ni vamos a asumir una actitud contestataria o sumisa. No desperdiciaremos nuestra condición de segunda fuerza en las cámaras del Congreso, y en esta condición venimos dispuestos a construir los acuerdos y los consensos para que el País avance”.
El líder de los diputados perredistas abundó: “No vamos a permitir que se legisle en otra parte, no aceptaremos la vieja práctica de que se legisle desde Los Pinos”. Y claramente planteó una agenda legislativa a favor de la transparencia, la rendición de cuentas y combate a la corrupción.
¿Cómo leer, entonces, estas dos posiciones? ¿Qué interpretar de lo dicho por El País y por otros que plantean que la izquierda deje solo a López Obrador?
La izquierda mexicana sabe que hoy es la segunda fuerza. Sabe, además, que en 2012 obtuvo más votos, aunque fueran pocos más, que en 2006. Sabe que uno de los factores definitivos para una votación copiosa como la que obtuvo este verano, es López Obrador. Sabe, por tanto, que un divorcio con las causas del dirigente tabasqueño sería como amputarse alguna extremidad.
A juzgar por el discurso de Silvano Aureoles, parece que la izquierda tomó una decisión: Ir con AMLO en el siguiente tramo de su vida política, pero no quedarse en la protesta.
El ex candidato presidencial de las izquierdas, a diferencia de 2006, no está tomando decisiones solo: una cúpula de colaboradores y miembros de primer nivel de los partidos de la coalición están con él en este momento crucial. Y Aureoles habla de una agenda clara: ir por una mayor transparencia y rendición de cuentas, ir a favor del combate a la corrupción. Eso, lo sabe cualquier mexicano sin importar en qué partido milite, es ir a favor de México.
¿De verdad la izquierda está en una disyuntiva? ¿De verdad debe decidir, como dice El País, entre apoyar a AMLO o apoyar una agenda de transformación?
Pues parece que no. El discurso del líder de los perredistas en la Cámara de Diputados habla de ambas agendas, de apoyar a López Obrador y a la vez empujar la transformación.
La izquierda parece haber decidido que va por los dos objetivos: Luchar por la limpieza de los procesos electorales, y a la vez buscar cambios que en 12 años de gobierno del Partido Acción Nacional (PAN) no se lograron. Luchar por elecciones no compradas, y a la vez impulsar una agenda legislativa utilizando su poder como segunda fuerza. ¿Por qué tendría que divorciar ambos objetivos?
Queda clarísimo que ahora falta que la izquierda se mantenga unida, y que ofrezca más que “ruido en la calle”. Queda claro que, además, debe hacerlo sin afectar a terceros y sin despilfarrar los 15 millones que obtuvo en este proceso.
Y si logra mantener sus banderas altas sin afectar la marcha del País, podría convertirse en una izquierda poderosa. Tan poderosa, que puede obligar a que la próxima agenda, independientemente de que el PRI llegó a Los Pinos, sirva realmente a México.
A pesar de lo que ahora diga Cuauhtémoc Cárdenas, tres veces candidato presidencial y con quien el PRD se mantuvo, durante años, como tercera fuerza electoral.
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